Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

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Los secretos del retrato de Carmencita, de Sargent

SE PINTÓ LA NARIZ DE ROJO PARA HIPNOTIZAR A SU FOGOSA MODELO*

El secreto del maravilloso retrato de Sargent de la felina Carmencita, teatralmente revelado por su biógrafo, que desvela otros misterios de las vidas del artista y la bailarina

"La Carmencita", por John S. Sargent (1890)

“La Carmencita”, por John S. Sargent (1890)

Desde hace 37 años la famosa pintura de Sargent de Carmencita, la bailarina española, ha sido la maravilla -y el misterio- del mundo artístico. ¿Con qué milagrosas habilidades logró Sargent transformar un poco de lienzo y pigmento naranja en el frufrú de la seda y el movimiento suspendido de la danza?

El inquietante poder con el que capturó y conservó para siempre la fugaz actitud de un momento ha hecho que el retrato sea aclamado hoy como una obra maestra del dibujo, el color y la expresión.

El logro parece aún más destacable si se considera la personalidad de la modelo de Sargent. Carmencita era una chica de los music-halls españoles. En su naturaleza se combinaban toda la pasión, todo el amor al color y el movimiento, y toda la tempestuosidad de la raza oscura y romántica.

Otros artistas habían intentado retratarla sin éxito. La pintura que representara sólo un segundo en el rápido giro de un baile necesariamente debía ser la culminación de una larga y agotadora sesión de lucha con el temperamento así como con el pincel.

¿Quién podría someter el fogoso espíritu de Carmencita durante el tiempo suficiente para realizar esa tarea?

John Singer Sargent (Autorretrato, 1907)

“Autorretrato” de John Singer Sargent (1907)

El retrato terminado demostró que John Singer Sargent lo logró, pero no ha sido hasta la reciente aparición de un libro de Hon. Evans Charteris cuando se ha dado a conocer el grotesco método del artista para captar la atención de la modelo. El episodio queda registrado en ‘John Sargent’ del Sr. Charteris, una biografía publicada por Charles Seribner’s Sons, de Nueva York.

El circunspecto Sargent, al reparar en la inmadurez de todas las naturalezas primitivas, comenzó su tarea intentando no someter a su modelo con argumentos grandilocuentes ni con la razón. Por el contrario, adoptó el método del fotógrafo que obtiene sus mejores resultados con un niño de dos años incitándolo a mirar al pequeño e inexistente ‘pajarito’. Ejercitando su ingenuidad, Sargent -afirma el Sr. Charteris- se pintó la nariz de rojo para atraer hacia él la atención infantil de Carmencita, y si la nariz roja fallaba, la fascinaría comiéndose su cigarro. Esta actuación, posiblemente nociva para la digestión del artista, hizo las delicias de la bailarina, que permaneció quieta, en un aparente estado de hipnosis.

El ingenio de Sargent no terminó aquí. Los clientes de los establecimientos de vodevil y comedia musical saben que una nariz roja puede ser divertida, pero no durante mucho tiempo. Sargent tenía otros recursos. Apreciaba la música española y tenía en su estudio una máquina parlante en la que reproducía sus canciones españolas favoritas. Es posible que así engañara el tedio de más de una sesión de Camencita y volviera a capturar el decreciente interés de su temperamental modelo.

Boceto de 'La Carmencita' de Sargent

Boceto de “La Carmencita” de Sargent

También hubo otros modos de lograrlo. Cuando el cuadro se exhibió en Nueva York y un admirador ofreció 3.000 $ por él, Sargent respondió que no podía aceptar esa cantidad, porque pintar el retrato había costado más de eso. ‘¿Que ha costado más? ¿Qué quiere decir?’, le preguntaron con sorpresa.

‘Porque…’ -respondió- ‘en pulseras y otras cosas’. Hasta ese punto hubo que convencer a la caprichosa belleza para que cumpliera su promesa de posar.

Carmencita tuvo un gran éxito en Nueva York. El Sr. Charters dice en su libro lo ansioso que estaba Sargent por que la Sra. Gardner, una mecenas de las artes, viera a esa ‘desconcertantemente espléndida criatura’. ‘¿Podría usted -escribió- tenerla en su casa de la Quinta Avenida? Si es así, ¿podría yo ir a ver si el suelo o la alfombra están bien, o si hay alguna lámpara de araña con la que pueda romperse la cabeza? Tendría que ser sobre las doce de la noche, después de la actuación’.

Charteris continúa: ‘ Al final, la fiesta la dio la Sra. Gardner en el estudio de William Chase, el pintor, en la Calle Décima de Nueva York. Los honorarios que se pagaron a Carmencita fueron de 150 dólares. La Señora de Glehn […] estuvo presente con su hermana y describe la escena. Sargent, a quien nunca había visto antes, ‘estaba sentado en el suelo. El estudio estaba suavemente iluminado; al fondo de la habitación se pudo ver una escena como la que él había representado en ‘El Jaleo’.

El Jaleo (J. S. Sargent, 1882)

“El Jaleo” (J. S. Sargent, 1882)

Carmencita, con una luz que la iluminaba desde abajo, ora retorciéndose como una serpiente, ora con una arrogante elegancia, se pavoneaba por el escenario con una hilera sombría de guitarristas al fondo, que rasgueaban su embriagadora música española. Ella había llegado al estudio con el pelo encrespado y la cara cargada de polvo y pintura. Sargent, como su empresario ocasional, le alisó el pelo con un cepillo mojado e incluso aplicó un paño húmedo a su maquillaje. Con esto estaba llevando demasiado lejos el puesto de director escénico; ella se molestó y se enojó. Entonces se necesitó tacto para reprenderla e incitarla a bailar, pero sus ‘escenas’ fueron breves. Cuando aún no había bailado muchos pasos, la Sra. de Glehn la vio lanzar una rosa al pintor, que estaba sentado en el suelo a media luz. Él la recogió y, desde su ojal, ésta ratificó la paz’.

Más tarde Carmencita se casó con el líder de la orquesta de guitarras, y compartió con él un estudio con una cama individual en Bloomsbury, Londres. Aunque bailaba por cuantiosos salarios en los music-halls ingleses, ya no era la Carmencita de Nueva York. El Sr. Jacob Hook, que la visitó en este apartamento, escribió entonces sobre ella que el tiempo había calmado su furia, aunque no su belleza, y que la civilización había sometido el fuego de su espíritu, aunque no su gracia. Estaba domesticada y en sus pasos difería de los estándares de la convencionalidad británica.

El vestido con el que Sargent pintó a Carmencita fue comprado recientemente en Londres en una venta de sus efectos personales por una cantidad sorprendentemente pequeña. En América, se habría vendido por una suma mucho mayor.

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

Sargent fue uno de los pocos grandes pintores que para triunfar no tuvieron que luchar contra la adversidad. Nacido en Florencia de padres americanos acomodados, tuvo la ventaja de viajar por Europa y estudiar con los mejores maestros franceses e italianos. Pronto dio muestras de su gran talento, y toda su vida estuvo marcada por el inveterado deseo de dibujar, dibujar y dibujar todo aquello que intrigara a su vista.

Pero Sargent era el adecuado, por su inclinación y su experiencia, para hacer el retrato de la famosa Carmencita. Tenía un gran interés por los temas españoles, y su propio estilo de pintura había recibido una gran influencia de los maestros españoles, especialmente Velázquez. Una nariz roja, una merienda de puros… -no le importó hacerlo en tanto que le ayudaron a captar en el óleo el alma de tigresa de la más hermosa bailarina española”.

NOTA:

* Artículo publicado en The Des Moines Register, el 7 de agosto de 1927. La traducción es mía.

 


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (y IX)

Andanzas de Carmencita en Brasil

En los albores del siglo XX retomamos la pista de la Dauset, una vez más, en el continente americano. Procedente de Buenos Aires, en enero de 1901 llega a Río de Janeiro, a bordo del Orissa, “la famosa cantante y bailarina española Carmencita” (Jornal do Brasil, 19-1-1901) (1), que debuta con gran éxito en el Moulin Rouge y, durante varios meses, “en su variado y brillante repertorio, todas las noches es aplaudida con delirio” (Revista da Semana, 3-2-1901).

La Carmencita ( John S. Sargent, 1890)

La Carmencita ( John S. Sargent, 1890)

No en vano, de entre todas las artistas que actúan en el teatro de la plaza del Rocío, ella es quien goza de “las más sinceras simpatías y quizás el mayor grupo de admiradores” (O Paiz, 18-2-1901). La prensa brasileña no tarda en ensalzar sus virtudes:

“El nombre de la heroína de Bizet, bajo cuyo motivo aparece en escena, todas las noches, arrancando bravos entusiastas, le va bien, aunque le iría mejor el de Eva. La legendaria madre de la humanidad, al presentarse con la fruta en la mano ante el ingenuo Adán, debería tener ese cuerpo y, por supuesto, poner en práctica los graciosos meneos que Carmencita imprime a sus bailes entrecortados por las exclamaciones de ¡Olé! ¡Olé! Y fue por eso, por una Carmencita del Paraíso, por lo que Adán cayó.

Después de que ella interpreta las malagueñas con tal encanto, que la gente se extasía y se olvida de aplaudir, nadie más se lleva la palma en el género de bailes que cultiva y que, a pesar de la diferencia de edad, hace mejor que Tejero e incluso que Guerrerito.

Su nota consiste principalmente en la riqueza de los trajes, que son de un lujo extravagante y de una armonía deliciosa, a la que se alía la melodía de sus jotas, cantadas con fuego y castañuelas eléctricamente endiabladas…” (O Paiz, 18-2-1901).

Carmencita (fotogramas de la película de Edison)

Carmencita (fotogramas de la película de Edison)

Durante la primavera de 1901, Carmencita actúa en distintos teatros, tanto de Río de Janeiro como de São Paulo, y en el mes de agosto regresa al Moulin Rouge, donde es agasajada con dos beneficios, que confirman su estatus de estrella internacional. No en vano es “una de las bailarinas españolas que más éxito han obtenido en esta capital, una artista que sabe despertar en el público un gran entusiasmo” (Jornal do Brasil, 14-8-1901).

“Cuando Carmencita pisó el escenario los aplausos irrumpieron con fuerza, desde todos los puntos de la sala, y ella, graciosa, pasando por encima de las flores, que llenaban el palco, con vueltas de mariposa y contorsiones de serpiente, ejecutó una vez más sus bailes, ora llenos de blandura, ora de movimientos nerviosos y bruscos.

Cada vez que terminaba su trabajo las palmas ruidosas satisfacían cabalmente su vanidad de artista.

Carmencita recibió una gran cantidad de joyas y otros objetos de valor, y palomas con cintas.

Tuvo un festival digno de su mérito” (Jornal do Brasil, 18-9-1901).

Entre la vida y la muerte

Carmen Dauset continúa triunfando en distintos teatros brasileños, principalmente de Río de Janeiro, hasta el verano de 1902. La prensa se hace eco de sus éxitos y del cariño con que es acogida por el público. Sin embargo, el nombre de Carmencita también sale en los papeles por otros motivos, mucho menos afortunados.

Así, en noviembre de 1901 la artista es víctima de un intento de asesinato:

“Hoy, a la una y media de la madrugada, cuando la actriz Carmencita, en compañía de su amiga María Nigri, se apeaba del coche […] en la puerta de la casa donde reside en la calle Dr. Joaquim Silva nº 44 B, oyó la detonación de un tiro de revólver y el silbido de una bala que se dirigía a ella” (Jornal do Brasil, 11-12-1901).

Afortunadamente, ninguna de las mujeres fue alcanzada y la policía detuvo al autor del disparo, “un amante de Carmencita, que es empleado de un comercio y se llama Francisco de tal” (A Noticia, 11-12-1901).

Vista de Río de Janeiro

Vista de Río de Janeiro

Unos meses más tarde, en julio de 1902, se extiende como la pólvora la noticia del fallecimiento de Carmencita a causa de la fiebre amarilla. Periódicos de todo el mundo, desde Francia a los Estados Unidos, pasando por Alemania, se hacen eco de esta supuesta información:

Carmencita, la célebre bailarina española, acaba de morir en Río de Janeiro de fiebre amarilla. Carmencita ha bailado en los music halls de todas las capitales del mundo. En pocos años, había amasado una fortuna que perdió en una desafortunada especulación teatral.

Para recuperar sus finanzas, había emprendido una gira a través de las dos Américas, con la que esperaba obtener grandes beneficios” (Gil Blas, 27-7-1902).

Sin embargo, el desmentido no tarda en llegar:

Excepto la fortuna, la especulación teatral, la gira por las dos Américas y la muerte, todo es verdad en esta noticia.

La –célebrebailarina española en estos momentos hace las delicias de la población de Pernambuco. Partió de Río de Janeiro en mayo, con una troupe de operetas organizada por el mexicano Gustavo M. Campos, y Carmencita continúa disfrutando de una salud envidiable […].

La fiebre amarilla es el tema obligado de todos aquellos que gustan de alimentar en el extranjero la idea de que Brasil está fatalmente condenada por este mal que ‘siembra el terror’. […]

El corresponsal brasileño […] había transmitido por cable esta noticia, aunque sólo se trataba de una benigna fluxión que la agarró durante cuarenta y ocho horas. Sabemos que la eminente artista acaba de llegar a Buenos Aires, llena aún de los recuerdos que le ha dejado su paso por Brasil” (Gazeta de Noticias, 19-8-1902).

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

Últimas noticias de Carmencita

En el verano de 1905 el nombre de Carmencita vuelve a cobrar protagonismo en la prensa estadounidense, que anuncia su contrato en el Paradise Garden de Oscar Hammerstein:

“El Sr. Hammerstein tuvo que organizar la cancelación de las fechas en el Folies Bergère de París y en el Apolo de Berlín, para asegurarse los servicios de la bailarina, que aún es muy popular en Europa. Durante los últimos años Carmencita ha vivido en España, disfrutando de los lujos que ha podido permitirse gracias a la posesión de las grandes sumas de dinero que hizo en América” (The Washington Times, 30-7-1905).

Hasta la prensa española se hace eco de esta información y, aunque existen dudas sobre la auténtica identidad de la bailarina, parecer ser que, tanto en el físico como en las dotes artísticas, posee bastantes similitudes con la de antaño:

“la que ha debutado en el Paradise Garden, se llama también Carmencita, y su empresario jura que es la misma que hace más de tres lustros arrebató al público neoyorquino. […]

La Carmencita de ahora se parece extraordinariamente a la Carmencita de antes, sólo que está más gruesa y hasta un poco más alta. […] da lo mismo, puesto que la Carmencita actual no vale menos, pese a los diez y seis (sic) años transcurridos, que la Carmencita aquella” (La Correspondencia de España, 16-8-1905).

En 1906 los papeles siguen hablando de ella y, al menos, en lo que se refiere a la edad, existe coincidencia, ya que Carmen Dauset tendría 38 años en esa época:

“La cara de la bailarina, Carmencita, es una de las más expresivas y más bellas de la escena. […] Carmencita no es en absoluto una mujer muy joven, de hecho admite tener 35 años y, tratándose de una mujer, todos sabemos lo que eso significa; sin embargo, no hay una sola línea en su cara, y su fina piel blanca está tan libre de arrugas como si nunca hubiese fruncido el ceño enfadada o hubiese guiñado sus ojos de alegría” (The Salt Lake Herald, 22-7-1906).

Las referencias a Carmencita no terminan aquí. Sin embargo, optamos por concluir nuestro relato en este punto, ante la imposibilidad de discernir si se sigue tratando de la bailaora almeriense o bien de alguna de sus imitadoras. El final de su historia se queda, pues, por escribir, a la espera de que alguien consiga aportar nuevos datos.

Carmencita, por W. M. Chase

Carmencita, por W. M. Chase

En cualquier caso, los que hemos ofrecido a lo largo de estas semanas permiten hacerse una idea clara de la enorme dimensión artística de Carmen Dauset, de la gran personalidad y del carácter pionero de esta espléndida mujer que, desde su Almería natal, logró conquistar el mundo y alcanzar cimas que, en el universo global en el que vivimos, aún no están al alcance de muchas personas.

Carmencita
Esta española yanqui, y tan francesa,
que es toda España -para el mundo- tiene
un ardor en los ojos, que le viene
de un corazón de virgen satiresa.

Mística, y tan carnal, sabe de amores
únicos y de espasmos indecibles.
Y coloran sus labios los terribles
rojos de las heridas y las flores.

Pasión rugiente duerme en su ancha ojera,
y en el seno magnífico, que exulta,
un gran valor y un miedo milenario…

Puesta la mano en la gentil cadera,
junto de la morena carne oculta
una navaja y un escapulario.

Manuel Machado


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (VIII)

En diciembre de 1892 Carmen Dauset se integra en el reparto de la comedia The Prodigal Father, que está en cartel en el Teatro Broadway de Nueva York. La almeriense sale a escena entre el segundo y el tercer acto, e interpreta tres bailes, ‘La Cachucha’, el vals ‘Santiago’ y ‘Los Voluntarios’.

En el segundo de ellos se acompaña con las castañuelas y, mientras lo ejecuta, “su bellísimo pelo negro se suelta de los lazos que lo sujetan y cae exuberantemente alrededor de sus hombros y su cuello” (The Helena Independent, 1-4-1893). (1)

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

Tras el estreno en la Gran Manzana, la compañía inicia una extensa y exitosa gira por varios estados norteamericanos. Los bailes de la almeriense constituyen la atracción principal del espectáculo:

“Buena parte del público fue especialmente a ver a Carmencita, la celebrada bailarina española. Ella salió entre el segundo y el tercer acto, y demostró la gracia de las mujeres de su país. […] Carmencita tuvo que volver a salir varias veces” (The Helena Independent, 5-4-1893).

Carmencita arrasó con su maravillosa gracia y su baile” (The Herald, 4-5-1893).

“Con la fascinante música española de Alfonso Piretto, Carmencita baila la cachucha como nunca antes la ha bailado ninguna bailarina viva” (The Salt Lake Herald, 13-5-1893).

Sin embargo, a pesar de la buena marcha del espectáculo, Carmen Dauset es despedida antes de que finalice su contrato. El detonante es la actitud de su marido, Pablo Echepare, que la acompaña en calidad de director de orquesta, y que se niega a tocar el piano durante la representación de la obra en varias ciudades de Colorado. El asunto termina en los tribunales:

“En Salida la orquesta local era escasa y llamaron a Echepare para que tocara el piano. Él se negó a hacerlo, alegando que eso no formaba parte de las obligaciones estipuladas en su contrato. No hubo música y Carmencita no bailaría sin ella. El manager le notificó que la parte proporcional de esa noche se le descontaría de su salario de 550 $ semanales. Ella protestó y se negó a bailar en Pueblo a menos que se le pagara el salario completo. Esto no se le concedió y fue despedida. Ella interpondrá una demanda por ruptura de contrato” (The Salt Lake Herald, 28-5-1893).

Nuevos triunfos y más caprichos

Pocas semanas más tarde, Carmencita viaja a Washington para participar en un festival a beneficio de la Sra. Blanche Chapman Ford, que se celebra en la Academia de la Música. La artista española “se muestra muy nerviosa”, pues sabe que se enfrenta a un público exigente y teme que éste no comprenda su arte.

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

Sin embargo, Carmen recibió “una calurosa bienvenida, que la hizo sentirse en casa en seguida […]. El público estaba encantado e, incapaz de reprimir su entusiasmo hasta el final, estalló espontáneamente en mitad del baile. Por dos veces respondió a la petición de bises” (Evening Star, 17-6-1893).

En el mes de agosto, la Dauset regresa por enésima vez a Koster & Bial’s (2), si bien en esta ocasión permanece allí sólo unas semanas, debido a lo que puede considerarse un capricho de diva:

“El problema entre Carmencita y Koster & Bial’s parece tener su origen en un agujero en la estera de su vestuario. Carmencita lo hizo con sus tacones cuando estaba de pie delante del tocador. Ella quería una alfombra pero la dirección no se la dio. […] Carmencita dijo anoche que mañana por la noche terminaría su compromiso” (The New York Times, 15-9-1893).

Durante los meses siguientes, la almeriense se presenta en distintas ciudades, vinculada a espectáculos como The Black Crook o A Knotty Affair. En enero de 1894 Carmen Dauset es contratada, junto a toda su compañía, para actuar por varias semanas el Club Vaudeville de Nueva York. Allí representan una serie de cuadros españoles organizados por el pintor William Merritt Chase.

De los escenarios al cine

En el mes de marzo, Carmencita da un paso importantísimo en su carrera, que la lleva a escribir su nombre con letras de oro en la historia del séptimo arte, pues se convierte en la primera mujer filmada por Thomas Alva Edison con su Kinetógrafo (3). Este hecho permite hacerse una idea, si aún quedaban dudas, de la gran notoriedad alcanzada por Carmen Dauset en el país norteamericano.

Thomas Alva Edison

Thomas Alva Edison

Asimismo, la almeriense es pionera en la ejecución de bailes andaluces ante una cámara de cine y, aunque pueda parecer increíble, también estrena el mecanismo de la censura cinematográfica en los Estados Unidos. De hecho, cuando va a ser exhibido en el complejo veraniego de Ausbury Park, en julio de 1894, el Sr. Bradley, Senador del Distrito, prohíbe la proyección del filme, por considerarlo inmoral, debido a que, en uno de sus giros, Carmencita luce las enaguas que lleva bajo el vestido.

“El vestido que lleva puesto Carmencita mientras baila es bastante largo y la buena gente que la ha visto bailar dice que no hay nada desvergonzado en sus giros. Sin embargo, el Sr. Bradley se opuso a estas imágenes, que herirían la sensibilidad de la [gente] de Ausbury y relajaría su sentido de todo lo que es modesto y puro, dijo” (The Evening World, 17-7-1894).

Últimos compromisos en Norteamérica

Los últimos meses que pasa Carmencita en los Estados Unidos se aprecia una disminución de sus apariciones públicas. La artista española lleva ya un lustro cosechando triunfos en tierras yanquis y su ciclo parece estar tocando a su fin.

Durante el verano de 1894, la almeriense reside durante algún tiempo en Filadelfia, coincidiendo con su participación en el espectáculo La caída de Herculano. En esa época también trasciende la noticia de la fiesta celebrada en el Hotel Española de Basso con motivo del cumpleaños de la artista, que “se encontraba de muy buen humor y entretuvo a sus invitados bailando y cantando, acompañándose a sí misma con la guitarra. Llevaba un magnífico vestido de raso celeste con el cuerpo brillante, lleno de diamantes” (The Washington Times, 5-8-1984).

Poco después regresa a Nueva York, como principal atracción del American Roof Garden, y en el mes de noviembre reaparece en Koster & Bial’s, el local que la vio convertirse en estrella y que ahora la despide con el mismo cariño y admiración:

“[Carmencita] ha sido calurosamente recibida y ruidosamente aplaudida. Su actual contrato es para cuatro semanas y, una vez terminado, dejará estas orillas por mucho tiempo, pues tiene compromisos que la mantendrán en Londres durante un año” (New-York Tribune, 6-11-1894).

“La ovación que los universitarios dieron a Carmencita en el music hall Koster & Bial’s el sábado por la noche debe haber sido una dulce música para los oídos de la bailarina española […]. Su maridito se ha ido a Europa, y ella lo seguirá dentro de una semana, por haberse prorrogado el tiempo que le queda en Koster & Bial’s” (The Evening World, 3-12-1894).

El regreso a Europa de la bailarina ‘pródiga’

En 1895 Carmen Dauset vuelve a Europa, y en el mes de marzo se presenta en el teatro Palace de Londres. Aunque llega precedida de la gran fama conquistada al otro lado del océano, sus bailes no terminan de conquistar al público inglés, que, a diferencia de la crítica, parece no comprender ni apreciar el arte de la española:

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

Inglaterra no logra admirar a Carmencita.

[…]. El exiguo aplauso de un impasible público inglés, enamorado del baile de pasos, y no acostumbrado a las sensuales ondulaciones del cuerpo que son la esencia del baile español, entendemos que no fue muy receptivo” (The New York Times, 22-3-1895).

‘Durante varias semanas Carmencita ha bailado cada noche ante un público que ha hecho pocos esfuerzos por apreciar su arte, y ninguno por entenderlo. […]

Sin embargo, el descrédito del fracaso no está en la bailarina, sino en nosotros. Esa preferencia peculiarmente germánica por lo grosero sobre lo apasionado está en la raíz de la antipatía instintiva hacia esta gloriosa mujer andaluza, que es una criatura de pura pasión que tiene el poder de traducirla en movimiento – movimiento que tiene […] la cualidad expresiva que lo lleva a la provincia del gran arte. […]

Carmencita baila como escriben los grandes escritores y como pintan los grandes pintores –baila porque debe, a pesar de la indignación que surge de manera natural por el espectáculo del genio no reconocido” (The New York Times, 2-5-1895; extraído de The London Saturday Review).

Siempre le quedará París

Tras su fiasco londinense, durante los tres últimos meses de 1895 “Carmencita y su troupe española” (Gil Blas) se anuncian en el Teatro Olympia de París, la ciudad donde comenzó a forjarse su fama de estrella internacional. A juzgar por lo que dicen los papeles, la almeriense no ha perdido ni un ápice del encanto de antaño, y sigue siendo “una bailarina sin rival” (La Lanterne, 18-10-1895):

“Todos los music-halls de París se peleaban por Carmencita; el Sr. Oller ha tenido la habilidad de conquistarla a precio de oro” (Gil Blas, 6-10-1895).

Carmencita sorprende y cautiva a la vez, por sus actitudes provocativas; nunca una bailarina española ha alcanzado este grado de perfección” (Gil Blas, 16-10-1895).

“También fue muy aplaudida Carmencita, en sus bailes españoles. Tiene una gracia sin igual, y el público no puede escapar a la seducción de sus movimientos de cabeza y de caderas, que son deliciosamente sugerentes” (Le Figaro, 11-10-1895).

Teatro Olympia de París

Teatro Olympia de París

De nuevo en la capital del Sena, ya en 1896, encontramos a una Carmencita que “ejecuta con brío sus bailes españoles” (L’art lyrique et le music, 30-8-1896) en el Jardín de París, si bien no podemos asegurar que se trate de la misma artista.

Unos meses más tarde se anuncia la llegada de la almeriense a Budapest y en junio de 1897 reaparece en BerlínCarmencita, que baila casi tan bien como antaño, pero parece suscitar poco entusiasmo en públicos sórdidos como el del teatro Apolo” (The Times, 6-6-1897).

Ya en 1899, coincidiendo con la Exposición Universal de París, puede volver a admirarse en el establecimiento de D. José Oller “el baile sugerente de la española Carmencita” (L’Orchestre, junio de 1899).

NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) En esa época Koster & Bial’s se traslada desde su antigua ubicación, en la calle 23, hasta el local de la Manhattan Opera-House, en la calle 34.
(3) El kinetógrafo es la cámara patentada por Thomas Alva Edison para filmar imágenes en movimiento. Éstas son proyectadas en el kinetoscopio, un aparato que puede considerarse precursor del cinematógrafo, estrenado por los hermanos Lumière en 1895. A diferencia de este último, el invento de Edison sólo permitía la visualización individual de las películas, en una caja de madera vertical construida para tal fin, que funcionaba con la introducción de una moneda. Puede consultarse más información al respecto en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Kiko Mora, en su artículo Carmen Dauset Moreno, primera musa del cine estadounidense, ofrece amplia información sobre la participación de la almeriense en el proyecto de Edison.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (VII)

Tras dos años de incansable actividad en los Estados Unidos, Carmencita se ha convertido en un personaje muy popular. La prensa norteamericana no sólo da buena cuenta de sus progresos artísticos, sino que también se interesa por determinados aspectos de su vida privada, como su hipotético matrimonio o su supuesta implicación en varios casos de divorcio.

"La Carmencita", por John S. Sargent (1890)

“La Carmencita”, por John S. Sargent (1890)

Respecto al primero de esos asuntos se ofrecen distintas versiones. Así, por ejemplo, el diario Fort Worth Gazette (25-11-1891) afirma que Carmencita se ha casado con su manager, que no es otro que Pablo Echepare, el líder de la estudiantina Fígaro, quien “ha reconocido este hecho y ha afirmado que la boda tuvo lugar en Nueva York en agosto, pero se había mantenido en secreto por miedo” a que su anuncio pudiera afectar a la contratación de la artista. Por contra, otros periódicos desmienten la noticia. (1)

El corazón de Carmencita

Un tema sobre el que también se escriben bastantes líneas es la supuesta dolencia cardiaca que sufre la española y que podría costarle su retirada de los escenarios. Algunos periódicos se muestran un tanto alarmistas a este respecto:

Carmencita bailó como de costumbre, pero tuvo problemas. Cuando dejó el escenario al final del segundo baile estaba rendida y cayó al suelo. La dirección no debería permitirle esforzarse más” (The Evening World, 1-7-1890).

“Con frecuencia sucede que, tras un baile más largo o duro de lo habitual, mientras suenan los aplausos en toda la sala pidiendo su reaparición, se le aplican reconstituyentes para evitar que se desvanezca” (Daily Alta California, 19-8-1890).

Carmencita padece del corazón. La causa es sin duda el exceso de trabajo, más que cualquier predisposición heredada a esa terrible enfermedad. Sus miles de admiradores se enterarán con pena de que la encantadora bailarina tiene que ser ayudada por dos hombres cuando camina hacia su camerino cada noche, totalmente exhausta y con dificultad para respirar. […] Los médicos dicen que su método de baile es especialmente peligroso y agotador” (St. Paul Daily Globe, 21-1-1892).

Sin embargo, la propia artista termina desmintiendo todas esas afirmaciones: “Su condición física, dijo, nunca había sido mejor, y el baile, en lugar de dañarla, mantiene su sistema en perfectas condiciones de salud” (Evening Star, 16-6-1893).

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

De hecho, tanto el baile como el ejercicio físico en general forman parte de su receta para mantenerse joven y en forma:

“Si te gusta tener un cuerpo delgado, no feo, gordo y redondo, baila. Si te gusta muy poco tener cara de enfado, baila. Si te encanta […] el fuego, la rapidez, la juventud, la frescura, el buen apetito, baila” (The Evening World, 27-8-1894). (2)

“Normalmente me levanto sobre las diez, tomo un baño tibio y me tomo una taza de agua muy caliente para la digestión. Después practico durante tres cuartos de hora en el trapecio y con mancuernas muy pesadas. En torno al mediodía me como una naranja o dos y a las cuatro ceno, pero desde que me levanto hasta la cena no tomo absolutamente nada excepto el agua caliente y las naranjas. Después del teatro, por supuesto, me tomo un refrigerio, pero nada me tienta a interrumpir mi costumbre de hacer dos comidas al día” (Los Angeles Herald, 5-7-1892). (2)

Algunas intimidades de Carmencita

Además de revelar sus secretos de belleza, Carmen Dauset confiesa a la prensa algunos de sus sentimientos más íntimos, como la añoranza que siente por su país, y desmitifica un poco la vida de artista, que implica bastantes sacrificios:

“- ‘¿No siente nostalgia? ¿No desea volver a su amada España?’, pregunté.
‘Sí -mucha, mucha’, fue su respuesta, y encogió los hombros; ¡pero ese mar terrible! Me gusta el agua para bañarme, para beber, pero no para llevarme. Recuerdo mi viaje hasta aquí. Dejé París’, entonces se cubrió los ojos con su pañuelo, se estremeció e hizo una mueca irónica, que sugería los horrores del mal de mer. ‘Llegué a Nueva York, y eso es todo lo que puedo decirle. No es una vida fácil la mía; voy del hotel al teatro, del teatro al hotel; nunca a la calle, nunca al comedor público’” (Pittsburg Dispatch, 19-12-1891).

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita (The Sun, 13-4-1890)

En lo que se refiere a su faceta artística, Carmen se muestra como una artista polifacética, que baila y canta, además de tocar un poco la guitarra y el piano. El suyo es un tipo de baile intuitivo, en el que juega un importante papel la improvisación:

“Cuando subo al escenario sólo llevo conmigo una idea, un motivo para todo el baile. No sé qué pasos voy a hacer exactamente. Dejo que mi estado de ánimo y el talante de quienes me están viendo influyan y controlen los pasos. Buena parte de la música que suena durante mi actuación ha sido compuesta o sugerida por mí, y sé qué libertades me permite tomarme. […] Nunca practico. Bailo cuando me voy de aquí: bailo por las mañanas, es mi diversión, es mi relajación” (The Sun, 13-4-1890).

De vuelta a la ciudad de los rascacielos

En enero de 1892, tras varios meses de gira por los Estados Unidos, Carmen Dauset regresa a Nueva York, y en esta ocasión lo hace al frente de su propia compañía, compuesta por “un cuerpo de estudiantes españoles que tocan guitarras, cómicos y especialistas de variedades. Por supuesto, Carmencita, en sus bailes locos pero elegantes, es la atracción principal” (The Brooklyn Daily Eagle, 17-1-1892).

Después de presentarse en la Grand Opera House, la artista española regresa al que ha sido su local de cabecera en la Gran Manzana, Koster & Bial’s, donde permanece hasta el mes de junio. Durante esta nueva etapa en el music hall de la calle 23, la prensa no termina de ponerse de acuerdo en su valoración de la almeriense y, mientras hay quienes proclaman el ocaso de la estrella -bien porque ha pasado de moda, bien por su tendencia a imitar a las artistas francesas-, sus incondicionales continúan ensalzando las virtudes de Carmencita. Veamos algunos ejemplos:

Carmencita regresó anoche a la sala de conciertos Koster & Bial’s. Recibió una clamorosa bienvenida que duró hasta que hubo usado cada una de sus sonrisas una docena de veces. Entonces bailó. […]

Nadie es como ella, así que no tiene rivales. Hace pensar en la España de las viejas novelas; es imposible y admirable” (The New York Times, 26-1-1892).

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

“Es una buena bailarina, pero no una gran bailarina; aunque se ha hablado mucho de ella, se debía más a la novedad de su actuación a su extraordinaria excelencia. Lo que se conocía como la “Carmencitamanía” tuvo una larga y brillante temporada en la ciudad, pero aparentemente el público ya se ha recuperado de ella” (The Brooklyn Daily Eagle, 31-1-1892).

“Sus seguidores ya se han hartado de Carmencita. […] Ella ha regresado al escenario de sus antiguos triunfos y ahora es un fiasco. […] Baila tan bien como siempre, pero sus espectadores se reducen a los más o menos acérrimos” (Evening Star, 13-2-1892).

“Koster & Bial’s.- Desde el regreso de Carmencita, el local ha estado lleno hasta rebosar, tanto en la matinée como en la actuación de la noche” (New York Clipper, 20-2-1892).

“Su nivel artístico ha bajado para adaptarse a las salas de conciertos. […] Era la misma mujer española alta, grácil y esbelta, pero la gran ciudad la había corrompido. Bailaba para los neoyorquinos y no para mostrar su arte. Estaba compitiendo con las que elevan las piernas bien alto y con las excéntricas francesas” (St. Paul Daily Globe, 21-5-1892).

A pesar de las críticas de algunos sectores de la prensa, Carmen Dauset continúa triunfando; no sólo en Koster & Bial’s, donde sigue siendo la reina indiscutible hasta la finalización de su contrato, el mes de junio, sino también en otros escenarios y eventos, como el Baile de la Prensa de Mujeres, celebrado en el Casino de Nueva York, donde la artista “bailó como nunca lo había hecho antes, y se anotó un triunfo que tardará en olvidar” (Fort Worth Gazette, 14-2-1892).

En el mes de julio la prensa azteca anuncia “la llegada a México de la famosa bailarina española Carmencita” (El Nacional, 27-2-1892), y varias semanas más tarde la almeriense se presenta en la Grand Opera House de Boston, donde ha sido contratada por un mes.

Antonio Grau Mora, El Rojo el Alpargatero

Antonio Grau Mora, El Rojo el Alpargatero

En octubre de 1892 Carmen Dauset vuelve a la Gran Manzana, concretamente al Chickering Hall, y allí comparte escenario con alguien muy especial, su cuñado El Rojo el Alpargatero:

Regreso de la famosa Carmencita, acompañada por los notables artistas Sr. A. Anton, el famoso tenor; Sra. Bianchi di Florio, Señor García, Señor Luis Espina, y la gran novedad del día, las auténticas canciones andaluzas presentadas por primera vez en Nueva York por el famoso cantaor andaluz ANTONIO GRAU, en “LAS VENTAS DE CÁRDENAS” […] Todo el espectáculo será en español” (New York Tribune, 6-10-1892).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) Declaraciones de Carmencita.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (VI)

En otoño de 1890 se estrena en Nueva York La muda de Sevilla, una obra de Frederic Solomon escrita especialmente para Carmen Dauset, que se estrena como actriz. Su escaso dominio del inglés no supone un problema para la almeriense, ya que su papel carece de texto.

Además, el espectáculo incluye dos nuevos bailes, que constituyen su principal atractivo: “Los bailes de Carmencita fueron lo que tuvo más éxito de la pieza. ‘La Sevillana’ fue muy efectiva y hubo de ser repetida” (The Evening World, 14-10-1890). (1)

Carmencita (W. M. Chase, 1890)

Carmencita (W. M. Chase, 1890)

No obstante, a juzgar por las críticas, parece que la interpretación no constituye el punto fuerte de Carmencita:

“En la mala hora en que un grupo de amigos entusiastas de la bailarina prepararon un espectáculo llamado ‘La muda de Sevilla’, en el que Carmencita desempeñaba el papel principal y mostraba tanta gracia como un caballete desarmado. Permanecía de pie en el escenario con sus manos a los lados, mirando de una persona a otra, y sólo cuando las coristas le susurraron y la empujaron a su lugar fue capaz de pasear, como exigía su papel. […] construyó una creación de incompetencia e ignorancia que no tiene rival en la interpretación de la comedia. Carmencita sabe bailar pero no sabe actuar. Otro fiasco como el de “La sorda de Sevilla” y el ídolo de hace un año no sólo será desatendido, sino olvidado” (The Brooklyn Daily-Eagle, 19-10-1890).

El Baile de Carmencita

A pesar de todo, ni su fracaso como actriz ni la profusión de imitadoras de sus bailes consiguen apagar la estrella de Carmen Dauset, que sigue siendo la atracción principal de Koster & Bial’s. De hecho, en enero de 1891 la artista almeriense se convierte en protagonista de un espectáculo nunca visto en Nueva York y denominado, en su honor, “El Baile de Carmencita”.

El lugar elegido, por sus dimensiones, es el Madison Square Garden. Allí se congregan 8.000 personas y, entre ellas, lo más granado de la sociedad neoyorquina. “El público era mixto. Había gente de todos los grados y condiciones. Se sabe que hombres de fama nacional han forcejeado con sus conciudadanos más humildes por un sitio en primera fila” (The Evening World, 31-1-1891).

Hasta las “mujeres ultra-religiosas de Nueva York, que consideran pecaminoso dedicar las horas de luz a la vida desordenada, fueron invadidas por la ambición de convertirse en auténticas diabólicas una vez al año; así que, vistiéndose de hombres, fueron en masa al baile arriano” (The Seattle Post-Intelligencer, 1-3-1891).

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

El espectáculo comienza a las nueve de la noche. No se ha escatimado en medios para conseguir un auténtico ambiente español, empezando por los decorados y terminando por el atuendo del público. La orquesta interpreta varias piezas y posteriormente hace su entrada la estrella del baile, Carmen Dauset, que llega montada en una carroza y rodeada por un amplio séquito: “la banda real militar española, los Estudiantes españoles, 200 chicas españolas tocando las castañuelas, gitanas, picadores, toreros y otros” (Los Angeles Herald, 2-2-1891).

Carmencita baila un vals y una petenera, con la gracia y la sensualidad que la caracterizan, y el público, una vez más, sucumbe ante los encantos de la española:

“Primero se movió altivamente, poniéndose la mantilla sobre los hombros. Después se la quitó y comenzó a bailar de manera lenta y sensual.

De nuevo la música salía de los instrumentos para deshacerse en su cuerpo, y una vez más los espectadores, en las gradas, se inclinaban hacia delante y se emborrachaban con la sensualidad del movimiento.

Unas veces se retorcía con la sinuosidad de una serpiente; otras, su cabeza colgaba y sus brazos se movían lentamente al compás de la música; y otras, su cuerpo se mecía con suavidad formando círculos. Luego la música iba más rápido y Carmencita parecía ser llevada por ella.

Su pecho se alzaba y caía rápidamente, sus brazos flotaban velozmente a su alrededor, con sus manos abiertas y su dedos curvados, su cuerpo se movía con elegancia de un lado a otro, y sus pequeños pies calzados con zapatillas de baile saltaban sobre el suelo, y parecía que apenas lo tocaban.

Ése fue el triunfo de la noche, y los aplausos se mezclaban con gritos de ‘bravo’ y pañuelos que se agitaban enérgicamente. Después de esto vino la ‘Petenera’, que fue menos sensual. Hizo varias reverencias y se besó las manos” (The Big Stone Post, 6-2-1891).

Fotos de Carmencita tomadas en el estudio de J. Carroll Beckwith Sherwood, 1890

Fotos de Carmencita tomadas en el estudio de J. Carroll Beckwith Sherwood, 1890

El baile constituye un éxito sin precedentes, no sólo para la artista, que ve confirmado su estatus como primera figura de Broadway, sino también para la empresa, que ya piensa en convertir el acontecimiento en una cita anual:

“Cuando Carmencita se fue a casa a las cinco de esta mañana del baile que se ha dado en su nombre en el Madison Square Garden, se reía para sus adentros y se repetía a sí misma, en el más puro estilo castellano, las palabras de César: ‘Vine, vi y conquisté’.

Fue un gran triunfo para la bailarina. Sus representantes lo llamaron el baile español, otro evento que está llamado a celebrarse todos los años, por lo contentos que quedaron con la recaudación en taquilla” (The Evening World, 31-1-1891).

Nueva gira por los Estados Unidos

En febrero de 1891 se cumple un año desde el debut de Carmen Dauset en Koster & Bial’s. La española, cuyas actuaciones se cuentan por llenos, sigue compaginando su trabajo en el music hall con otros compromisos profesionales.

Por ejemplo, en el mes de marzo de ese mismo año es contratada por un grupo de señoras para amenizar una fiesta celebrada en el estudio de William M. Chase, otro de los pintores que han tomado a Carmencita como musa para alguno de sus cuadros:

“En el bonito estudio del Sr. Chase, que está dividido en tres apartamentos separados, se colgaron bonitos tapices y obras de arte coleccionadas por el artista en el extranjero. En el apartamento interior, y el más grande de los tres, fue donde Carmencita embelesó a su público, cuyos miembros ocupaban un semicírculo formado por lujosas otomanas y cómodas sillas.

La amplia habitación sólo estaba vagamente iluminada y habían dado las 12:30 cuando la bailarina hizo su aparición y comenzó sus giros y piruetas con la música de cinco guitarras. Ella exhibió su arte en un escenario levantado temporalmente en la zona sur de la habitación. Carmencita llevaba puesto un bonito vestido de raso rosa bordado en oro y en su pecho izquierdo mostraba una gran condecoración con los colores nacionales norteamericanos” (Pittsburg Dispatch, 8-3-1891).

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

En agosto de 1891, tras actuar de manera ininterrumpida durante diecisiete meses en Koster & Bial’s, Carmen Dauset vuelve a salir de gira por los Estados Unidos, acompañada por su inseparable Estudiantina Fígaro (2). Ciudades como Cincinnati, Kansas City, Saint Paul, Minneapolis o Pittsburg, entre otras muchas, vuelven a ser testigo de sus éxitos.

“Anoche comenzó la gira provincial de Carmencita, con una actuación en la Grand Opera House de Cincinnati. Lleno a rebosar. El éxito de la bailarina fue instantáneo. Fue llamada ocho veces a escena y recibió un diluvio de flores. Los Estudiantes españoles también causaron furor” (The Evening Herald, 8-9-1891).

Aunque no es la primera vez que se prodiga por aquellas tierras, la española deslumbra con sus bailes, entre los que “destacan el famoso […] ‘Vito’, con el que ha conseguido uno de sus mayores triunfos”, así como la Cachucha y el Bolero (St. Paul Daily Globe, 11-10-1891).

La prensa se refiere a ella como “la emperatriz del baile” (Pittsburg Dispatch, 13-12-1891), “la personificación de la elegancia rítmica” (St. Paul Daily Globe, 19-10-1891), y no escatima en elogios para su arte:

“El baile de Carmencita. Representa la poética del movimiento. No la suavidad e incluso la elegancia del movimiento rítmico que muestra lo que se espera en intervalos regulares. En absoluto. Es una elegancia salvaje y extraña, única, rara y fascinante. No tiene reglas, razón ni método. No hay un giro ni una vuelta de su flexible y sinuosa figura que no sea elegantemente abrupta y sorprendentemente inesperada. Es típico y pintoresco. Es tan claramente suyo como sus ojos grandes y brillantes, su piel color de aceituna clara y su pelo moreno de bronce” (St. Paul Daily Globe, 12-10-1891).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) “En su actual gira americana [Carmencita] es asistida por los prestigiosos Estudiantes españoles, que la acompañan con la mandolina, el violonchelo, la guitarra y la viola” (St. Paul Daily Globe, 11-10-1891).