En diciembre de 1892 Carmen Dauset se integra en el reparto de la comedia The Prodigal Father, que está en cartel en el Teatro Broadway de Nueva York. La almeriense sale a escena entre el segundo y el tercer acto, e interpreta tres bailes, ‘La Cachucha’, el vals ‘Santiago’ y ‘Los Voluntarios’.
En el segundo de ellos se acompaña con las castañuelas y, mientras lo ejecuta, “su bellísimo pelo negro se suelta de los lazos que lo sujetan y cae exuberantemente alrededor de sus hombros y su cuello” (The Helena Independent, 1-4-1893). (1)

Carmencita Dauset
Tras el estreno en la Gran Manzana, la compañía inicia una extensa y exitosa gira por varios estados norteamericanos. Los bailes de la almeriense constituyen la atracción principal del espectáculo:
“Buena parte del público fue especialmente a ver a Carmencita, la celebrada bailarina española. Ella salió entre el segundo y el tercer acto, y demostró la gracia de las mujeres de su país. […] Carmencita tuvo que volver a salir varias veces” (The Helena Independent, 5-4-1893).
“Carmencita arrasó con su maravillosa gracia y su baile” (The Herald, 4-5-1893).
“Con la fascinante música española de Alfonso Piretto, Carmencita baila la cachucha como nunca antes la ha bailado ninguna bailarina viva” (The Salt Lake Herald, 13-5-1893).
Sin embargo, a pesar de la buena marcha del espectáculo, Carmen Dauset es despedida antes de que finalice su contrato. El detonante es la actitud de su marido, Pablo Echepare, que la acompaña en calidad de director de orquesta, y que se niega a tocar el piano durante la representación de la obra en varias ciudades de Colorado. El asunto termina en los tribunales:
“En Salida la orquesta local era escasa y llamaron a Echepare para que tocara el piano. Él se negó a hacerlo, alegando que eso no formaba parte de las obligaciones estipuladas en su contrato. No hubo música y Carmencita no bailaría sin ella. El manager le notificó que la parte proporcional de esa noche se le descontaría de su salario de 550 $ semanales. Ella protestó y se negó a bailar en Pueblo a menos que se le pagara el salario completo. Esto no se le concedió y fue despedida. Ella interpondrá una demanda por ruptura de contrato” (The Salt Lake Herald, 28-5-1893).
Nuevos triunfos y más caprichos
Pocas semanas más tarde, Carmencita viaja a Washington para participar en un festival a beneficio de la Sra. Blanche Chapman Ford, que se celebra en la Academia de la Música. La artista española “se muestra muy nerviosa”, pues sabe que se enfrenta a un público exigente y teme que éste no comprenda su arte.

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)
Sin embargo, Carmen recibió “una calurosa bienvenida, que la hizo sentirse en casa en seguida […]. El público estaba encantado e, incapaz de reprimir su entusiasmo hasta el final, estalló espontáneamente en mitad del baile. Por dos veces respondió a la petición de bises” (Evening Star, 17-6-1893).
En el mes de agosto, la Dauset regresa por enésima vez a Koster & Bial’s (2), si bien en esta ocasión permanece allí sólo unas semanas, debido a lo que puede considerarse un capricho de diva:
“El problema entre Carmencita y Koster & Bial’s parece tener su origen en un agujero en la estera de su vestuario. Carmencita lo hizo con sus tacones cuando estaba de pie delante del tocador. Ella quería una alfombra pero la dirección no se la dio. […] Carmencita dijo anoche que mañana por la noche terminaría su compromiso” (The New York Times, 15-9-1893).
Durante los meses siguientes, la almeriense se presenta en distintas ciudades, vinculada a espectáculos como The Black Crook o A Knotty Affair. En enero de 1894 Carmen Dauset es contratada, junto a toda su compañía, para actuar por varias semanas el Club Vaudeville de Nueva York. Allí representan una serie de cuadros españoles organizados por el pintor William Merritt Chase.
De los escenarios al cine
En el mes de marzo, Carmencita da un paso importantísimo en su carrera, que la lleva a escribir su nombre con letras de oro en la historia del séptimo arte, pues se convierte en la primera mujer filmada por Thomas Alva Edison con su Kinetógrafo (3). Este hecho permite hacerse una idea, si aún quedaban dudas, de la gran notoriedad alcanzada por Carmen Dauset en el país norteamericano.

Thomas Alva Edison
Asimismo, la almeriense es pionera en la ejecución de bailes andaluces ante una cámara de cine y, aunque pueda parecer increíble, también estrena el mecanismo de la censura cinematográfica en los Estados Unidos. De hecho, cuando va a ser exhibido en el complejo veraniego de Ausbury Park, en julio de 1894, el Sr. Bradley, Senador del Distrito, prohíbe la proyección del filme, por considerarlo inmoral, debido a que, en uno de sus giros, Carmencita luce las enaguas que lleva bajo el vestido.
“El vestido que lleva puesto Carmencita mientras baila es bastante largo y la buena gente que la ha visto bailar dice que no hay nada desvergonzado en sus giros. Sin embargo, el Sr. Bradley se opuso a estas imágenes, que herirían la sensibilidad de la [gente] de Ausbury y relajaría su sentido de todo lo que es modesto y puro, dijo” (The Evening World, 17-7-1894).
Últimos compromisos en Norteamérica
Los últimos meses que pasa Carmencita en los Estados Unidos se aprecia una disminución de sus apariciones públicas. La artista española lleva ya un lustro cosechando triunfos en tierras yanquis y su ciclo parece estar tocando a su fin.
Durante el verano de 1894, la almeriense reside durante algún tiempo en Filadelfia, coincidiendo con su participación en el espectáculo La caída de Herculano. En esa época también trasciende la noticia de la fiesta celebrada en el Hotel Española de Basso con motivo del cumpleaños de la artista, que “se encontraba de muy buen humor y entretuvo a sus invitados bailando y cantando, acompañándose a sí misma con la guitarra. Llevaba un magnífico vestido de raso celeste con el cuerpo brillante, lleno de diamantes” (The Washington Times, 5-8-1984).
Poco después regresa a Nueva York, como principal atracción del American Roof Garden, y en el mes de noviembre reaparece en Koster & Bial’s, el local que la vio convertirse en estrella y que ahora la despide con el mismo cariño y admiración:
“[Carmencita] ha sido calurosamente recibida y ruidosamente aplaudida. Su actual contrato es para cuatro semanas y, una vez terminado, dejará estas orillas por mucho tiempo, pues tiene compromisos que la mantendrán en Londres durante un año” (New-York Tribune, 6-11-1894).
“La ovación que los universitarios dieron a Carmencita en el music hall Koster & Bial’s el sábado por la noche debe haber sido una dulce música para los oídos de la bailarina española […]. Su maridito se ha ido a Europa, y ella lo seguirá dentro de una semana, por haberse prorrogado el tiempo que le queda en Koster & Bial’s” (The Evening World, 3-12-1894).
El regreso a Europa de la bailarina ‘pródiga’
En 1895 Carmen Dauset vuelve a Europa, y en el mes de marzo se presenta en el teatro Palace de Londres. Aunque llega precedida de la gran fama conquistada al otro lado del océano, sus bailes no terminan de conquistar al público inglés, que, a diferencia de la crítica, parece no comprender ni apreciar el arte de la española:

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)
“Inglaterra no logra admirar a Carmencita.
[…]. El exiguo aplauso de un impasible público inglés, enamorado del baile de pasos, y no acostumbrado a las sensuales ondulaciones del cuerpo que son la esencia del baile español, entendemos que no fue muy receptivo” (The New York Times, 22-3-1895).
‘Durante varias semanas Carmencita ha bailado cada noche ante un público que ha hecho pocos esfuerzos por apreciar su arte, y ninguno por entenderlo. […]
Sin embargo, el descrédito del fracaso no está en la bailarina, sino en nosotros. Esa preferencia peculiarmente germánica por lo grosero sobre lo apasionado está en la raíz de la antipatía instintiva hacia esta gloriosa mujer andaluza, que es una criatura de pura pasión que tiene el poder de traducirla en movimiento – movimiento que tiene […] la cualidad expresiva que lo lleva a la provincia del gran arte. […]
Carmencita baila como escriben los grandes escritores y como pintan los grandes pintores –baila porque debe, a pesar de la indignación que surge de manera natural por el espectáculo del genio no reconocido” (The New York Times, 2-5-1895; extraído de The London Saturday Review).
Siempre le quedará París
Tras su fiasco londinense, durante los tres últimos meses de 1895 “Carmencita y su troupe española” (Gil Blas) se anuncian en el Teatro Olympia de París, la ciudad donde comenzó a forjarse su fama de estrella internacional. A juzgar por lo que dicen los papeles, la almeriense no ha perdido ni un ápice del encanto de antaño, y sigue siendo “una bailarina sin rival” (La Lanterne, 18-10-1895):
“Todos los music-halls de París se peleaban por Carmencita; el Sr. Oller ha tenido la habilidad de conquistarla a precio de oro” (Gil Blas, 6-10-1895).
“Carmencita sorprende y cautiva a la vez, por sus actitudes provocativas; nunca una bailarina española ha alcanzado este grado de perfección” (Gil Blas, 16-10-1895).
“También fue muy aplaudida Carmencita, en sus bailes españoles. Tiene una gracia sin igual, y el público no puede escapar a la seducción de sus movimientos de cabeza y de caderas, que son deliciosamente sugerentes” (Le Figaro, 11-10-1895).

Teatro Olympia de París
De nuevo en la capital del Sena, ya en 1896, encontramos a una Carmencita que “ejecuta con brío sus bailes españoles” (L’art lyrique et le music, 30-8-1896) en el Jardín de París, si bien no podemos asegurar que se trate de la misma artista.
Unos meses más tarde se anuncia la llegada de la almeriense a Budapest y en junio de 1897 reaparece en Berlín “Carmencita, que baila casi tan bien como antaño, pero parece suscitar poco entusiasmo en públicos sórdidos como el del teatro Apolo” (The Times, 6-6-1897).
Ya en 1899, coincidiendo con la Exposición Universal de París, puede volver a admirarse en el establecimiento de D. José Oller “el baile sugerente de la española Carmencita” (L’Orchestre, junio de 1899).
…
NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) En esa época Koster & Bial’s se traslada desde su antigua ubicación, en la calle 23, hasta el local de la Manhattan Opera-House, en la calle 34.
(3) El kinetógrafo es la cámara patentada por Thomas Alva Edison para filmar imágenes en movimiento. Éstas son proyectadas en el kinetoscopio, un aparato que puede considerarse precursor del cinematógrafo, estrenado por los hermanos Lumière en 1895. A diferencia de este último, el invento de Edison sólo permitía la visualización individual de las películas, en una caja de madera vertical construida para tal fin, que funcionaba con la introducción de una moneda. Puede consultarse más información al respecto en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos.
Kiko Mora, en su artículo Carmen Dauset Moreno, primera musa del cine estadounidense, ofrece amplia información sobre la participación de la almeriense en el proyecto de Edison.