Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Retrato subjetivo de Pastora Pavón en su contexto histórico-artístico (y III)

En la década de los 30, la Niña de los Peines conserva su cetro de reina indiscutible, emperadora, sultana, soberana, maga, diosa y madre del cante jondo. Todos esos apelativos le dedica la prensa.

Es considerada la “artista cumbre” (Heraldo de Madrid, 6-12-1935), la “máxima figura del cante jondo” (El Diluvio, 12-7-1935), la “esencia del cante” (El Liberal de Murcia, 4-7-1936), “única en el mundo” (Diario Marroquí, 4-10-1935) y “la única dominadora de todos los estilos” (Región, 18-3-1931), que sigue poniendo “cátedra de ‘cante jondo’” (La Libertad, 27-6-1930) con su arte “de oro ‘cañí’ de pura ley” (Heraldo de Madrid, 27-6-1930).

La Niña de los Peines (Foto: Santos Yubero, Archivo Comunidad de Madrid)

La Niña de los Peines (Foto: Santos Yubero, Archivo Comunidad de Madrid)

Estamos ya en la época del flamenco de masas, y miles de personas se congregan en los teatros y plazas de toros para asistir a las funciones de ópera flamenca, en las que, a diferencia de los espectáculos de variedades, se aprecia un claro predominio masculino.

Sin embargo, esto tampoco supone un obstáculo para la Niña de los Peines, que es considerada “la mejor intérprete actual de cante jondo” (El Defensor de Granada, 5-6-1928), e incluso “la mejor intérprete del género flamenco de todos los tiempos” (Diario de la Marina, 15-12-1927).

Esa superioridad artística tiene su reconocimiento en lo pecuniario. El Defensor de Granada menciona en un artículo a tres grandes divos, cada uno en su ámbito, que destacan por sus elevados cachés: el torero Juan Belmonte, el boxeador Paulino Uzcudun y la “admirable y flamenca ‘Niña de los Peines’, [que] ha cobrado por cantar una noche en el Palacio de Carlos V dos mil pesetas. La ‘diva’ del ‘cante jondo’ no da un ‘jipío’ por una ‘beata’ menos. Total: como la ‘Niña’ cantó cuatro coplas, salió cada una a quinientas pesetas” (24-6-1928).

En esos momentos en que el fandanguillo ha ganado terreno a otros estilos considerados más jondos, aún quedan aficionados rancios que ven en Pastora la llama viva del cante más auténtico. De hecho, en una entrevista concedida a Vicente Sánchez-Ocaña, la propia artista muestra cierto desprecio hacia ese palo:

“– ¿Qué le parece a usted este cante moderno: los fandanguillos?
– No están mal; pero son tan ‘fásiles‘… ¡tan ‘fásiles’…! ‘¡Er fandanguiyo’ lo canta ‘tó er mundo’. Es un cante para ‘siegos‘ y criadas” (Heraldo de Madrid, 14-11-1925).

Pastora Pavón, la Niña de los Peines

Pastora Pavón, la Niña de los Peines

Abunda en esa misma idea el cronista de El Telegrama del Rif (19-11-1930), que valora de este modo la actuación de Pastora en Melilla:

“La Niña de los Peines […] matizó, con el fino estilo en ella peculiar, las más difíciles facetas del cante antiguo, del cante que en nada se parece a esos modernos fandanguillos que una suprema autoridad en la materia como el maestro Chacón, llamó el ‘couplet’ del flamenco” .

En esa línea, Clemente Cimorra escribe en el diario El Guadalete que Pastora “y don Antonio [Chacón] dieron al cante todo su valor”. Y sobre su actuación en Jerez, relata: “La Niña de los Peines nos hizo recordar los buenos tiempos del cante grande. Por algo es la emperatriz. […] No importa que se aliviase, y no hace falta que la copla sea a voz llena, para los que saben escuchar” (6-8-1930).

Por encima de todas las modas, la Niña es “la primera y única dominadora del cante jondo” (Ahora, 12-4-1934), “la dueña absoluta de los cantes grandes” (El Guadalete, 6-4-1935).

En ese momento de crisis del cante jondo más clásico, la artista sevillana, que “a veces adquiere cantando dignidad litúrgica” (Luz, 20-4-1933), se convierte en la divinidad adorada por los nostálgicos de aquella mítica edad de oro del flamenco. Es la “sacerdotisa […] guardadora fiel de los ritos de esa secta para la que es religión el dolor” (Defensor de Albacete, 15-12-1932).

Josefina Carabias la compara con una deidad mucho más profana, cuando escribe: “Para los buenos aficionados al cante, la Niña de los Peines es algo así como Lenin para los comunistas, porque no hay más que ella en el mundo” (Crónica, 21-7-1935).

Pastora Pavón, la Niña de los Peines

Pastora Pavón, la Niña de los Peines

Pastora representa el esplendor de una época pasada que, para algunos, no tiene solución de continuidad en los nuevos valores que están pisando los escenarios. Así lo certifica el diario El Guadalete de Jerez:

“Una verdadera institución de lo flamenco […].

Espléndida la voz, como en sus mejores tiempos, depurado su arte como solera que aumenta en valor con los años, la famosa cantaora continúa siendo figura grande en el género, sin que se le vislumbre posible sustitución” (18-5-1934).

Para Ernest Guasp

“la Niña de los Peines […] es hoy, además del mejor valor de toda la gama contemporánea, la representación más genuina de lo que el cante jondo tiene de tradición y de historia […] es la depositaria de las auténticas esencias tradicionales del cante jondo puro” (Mirador, 19-7-1934).

En 1946, cuando se encuentra ya prácticamente retirada de los escenarios, antes de esa última gira con el espectáculo España y su cantaora, Néstor Luján se acuerda de ella en la revista Destino (12-1-1946). A pesar de su ausencia, la Niña de los Peines sigue siendo el gran referente, la única:

Pastora Pavón […] Ha representado uno de los momentos más brillantes del cante en lo que va de siglo, y su nombre quedará escrito en la memoria de las gentes como una intérprete excepcional.

Ella y su hermano Tomás […] son hoy de las voces más auténticas de todo el horizonte del cante. […]

Una voz para dos siglos, para luego, tiene efectivamente Pastora.

Pastora Pavón, la Niña de los Peines

Pastora Pavón (Martínez de Bourio, Archivo Comunidad de Madrid).

Porque […] es difícil olvidar su voz y su modo personalísimo de cantar. Los tanguillos tienen ya en ella una calidad excepcional. La voz le viene modulada, modelada con un acento inconfundible. Su cante no conoce en absoluto ninguna grieta, sino que es un cante maestro, sin resquebrajarse, con una superficie maleable hasta la exageración y al más peligroso virtuosismo. Da la impresión de relieve, de tener su cante un tacto dúctil, de yemas de dedo, al servicio del más gracioso o audaz alarde.

Tiene la voz […] en la que se traduce hasta el máximo toda la expresividad que cabe en el difícil arte de cantar. El cante adquiere la expresión más luminosa, el desgajamiento más terso, el temblor más humano en este estilo de Pastora Pavón. […] La vitalidad de su cante es directa; su frescura, insistente, larga, incomparable. Y la gracia, constantemente nueva. Es la gracia siempre recién nacida de su estilo lo que mantiene vivo y turgente. El estilo más jugoso y amplio, […] el más maduro y rotundo de nuestro cante. […]

La supervivencia de un estilo personal, de corte clásico, en unos instantes en que el flamenco va perdiendo su gracia natural y primera y se va amanerando […] la ‘Niña de los Peines’, esta gran ‘cantaora’ que mantiene en pie toda la gran fábula del cante”.

La Niña de los Peines (Colección Alan Lomax)

La Niña de los Peines (Colección Alan Lomax)

El día después de su fallecimiento, el diario ABC de Sevilla (27-11-1969) certifica lo que hoy nadie duda, que es la trascendencia de Pastora Pavón como figura capital de la historia del cante flamenco:

“Ahora ya es indiscutible la supremacía que ejerció en el cante dicho por mujeres, y se advierte una gran influencia en otros artistas. […]

Con Pastora Pavón ha muerto, en fin, el más luminoso y trascendente capítulo del cante verdadero. Tres cuartos de siglo creador y definitivo […].

… ¿Es posible olvidar los versos de Antonio Murciano?:

‘Que me la pongan delante
Como lo dijo Pastora
nunca nadie dijo el cante’”.

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Categoría: Cantaora

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