Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

María la Bonita, de París al cielo (I)

En 1891 se enciende en el cielo parisino la estrella de María la Bonita, una bailaora andaluza que, surgida prácticamente de la nada, pronto se da a conocer en los ambientes más refinados de la ciudad de la luz.

De la noche a la mañana, su nombre se vuelve habitual en los papeles franceses, gracias a los cuales podemos conocer algunos detalles sobre la vida de esta enigmática joven, de quien en la prensa de nuestro país no hemos hallado -al menos, por el momento- muchas referencias.

Cartel de María la Bonita (Biblioteca Nacional de Francia)

Cartel de María la Bonita (Biblioteca Nacional de Francia)

Según el diario Le Figaro, María nace en Sevilla en el seno de una familia acomodada, a la que abandona muy joven para seguir su propio camino. “Tiene veintidós años y, desde los ocho, lleva una vida nómada, cantando, bailando y tocando a la guitarra, con un brío muy especial, los tangos y las malagueñas del país andaluz” (Le Figaro, 6-5-1891). (1)

“Su verdadero nombre es María Martínez. Cuando bailaba en España, lo cambiaba por el de María de la Paz” (Le Figaro, 12-6-1891). Tras recalar en ciudades como Málaga, Barcelona, Madrid o Marsella, donde encuentra trabajo en un café cantante, en 1891 la joven llega a París.

El nacimiento de una estrella

Sus inicios en la capital gala no son nada fáciles, hasta que se cruza en su camino el periodista Eduardo Blasco, quien se convierte en su mentor. Así se produce el encuentro, según el rotativo francés:

“Uno de nuestros colegas que habla español -y menos mal, porque María no sabe una palabra de francés– la encontró el otro día en el bulevar, errando como un alma en pena.

– ¿De dónde vienes, bonita?

– Vengo de Marsella, donde había ganado mil francos… Los he gastado, ¡y ya no me queda ni una monedita! La propietaria del hotel donde me alojaba me echó a la calle, y se quedó como fianza mis vestidos, mis enaguas de seda, mis faldas cortas, todos mis instrumentos de trabajo…

Gracias a nuestro colega, la bonita no corre el riesgo de ser llevada al calabozo por vagabunda. Se gana la vida posando para pintores.

Ha reconquistado su vestuario, y pronto podrá presentarse ante el público, como la Otero, porque es tan guapa como ella, si no más, según afirman los pintores. He aquí una estrella que se alza” (Le Figaro, 6-5-1891).

Vista de Marsella

Vista de Marsella

Sus primeros éxitos en la capital del Sena los obtiene bailando en eventos privados, organizados por familias de la alta sociedad, como la fiesta ofrecida por Madame Humphrey Moore, a la que acude “toda la colonia española y muchos americanos” (Le Figaro, 8-5-1891); o la inauguración del palacete de Gaston Berardi, una “encantadora velada musical y dramática” en la que María la Bonita, “una estrella de primera magnitud” causa auténtico “fanatismo” con sus bailes españoles. “Cantos y bailes mezclados, los pies patalean y, arrastrados por el ejemplo, los dedos agitan imaginarias castañuelas. ¡Olé! ¡Olé!” (Le Gaulois, 21-5-1891).

Los ecos de esta última fiesta llegan hasta la prensa española, que ofrece la siguiente reseña sobre la actuación de María:

“El clou de la noche fueron las danzas españolas y el cante flamenco puro, sin las exageraciones a que se acostumbraron los parisienses durante la última Exposición Universal. La heroína de este baile fue una encantadora sevillana llamada María la bonita, que sabe cautivar a los espectadores sin salirse jamás de los límites del decoro y de la decencia” (La Época, 23-5-1891).

Al Circque d’Eté, por la puerta grande

Tras varias semanas prodigándose por los más selectos ambientes parisinos, la bailaora española es contratada por el Circo de Verano a cambio de 1.800 francos mensuales, si bien su debut ha de posponerse unos días debido a un retraso “en la confección de los trajes españoles” (Le Gaulois, 6-6-1891). La prensa le augura un triunfo seguro:

María la Bonita […] se ha convertido, como se sabe, en la estrella de moda, muy apreciada en el París mundano. Estos felices comienzos no podían tardar en conducirla al teatro. Por eso no nos ha sorprendido saber que el Circo de Verano la había admitido en su nómina de artistas, y que iba a debutar el miércoles pasado.

No hay duda de que obtendrá […] un éxito brillante” (Gil Blas, 7-6-1891).

Circo de Verano de los Campos Elíseos de París

Circo de Verano de los Campos Elíseos de París

La presentación de la bailaora sobre las tablas parisinas no defrauda a sus muchos admiradores, que aprecian su baile elegante y saleroso, bastante alejado del tipo de espectáculo exhibido en aquellas tierras por otras artistas de nuestro país, como Juana la Macarrona.

“El anuncio del debut de María la Bonita, la alegre bailarina española, atrajo anoche a un público numeroso al Circo de Verano. Todos los hombres de mundo que habían tenido el placer de aplaudir a María en algunos salones, quisieron volver a ver sus bonitos bailes, que no son en nada comparables a aquéllos, más o menos españoles, que hemos podido ver antes. Los bailes de María la Bonita son clásicos; nada de contorsiones y lascivos contoneos de cadera, sino bamboleos flexibles, graciosos, que evocan el recuerdo de Esmeralda. El éxito de María la Bonita fue muy grande; tuvo que repetir dos bailes. Su traje, muy rico y muy sencillo, un vestido largo cubierto casi totalmente por un espléndido mantón, fue muy admirado” (Le Gaulois, 12-6-1891).

“Anoche debutó la castellana María la Bonita, cuyos bailes no recuerdan mucho a los juegos coreográficos de la Macarrona. Su juego también es muy gracioso, sin ser exagerado. Menos balanceo de caderas y más poses plásticas. […] Golpeando el suelo con el pie, daba vueltas con gracia mientras que su falda roja restallaba como un látigo. Un mantón blanco con largos flecos escondía un poco los movimientos de las caderas en los pasos más animados” (La Justice, 12-6-1891).

La bailaora Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

Tal es el éxito de María el día de su presentación, que la artista no puede evitar emocionarse y agradecer a su mentor todo lo que ha hecho por ella:

“Anoche, después de su brillante debut en el Circo de Verano, no sabiendo la hermosa andaluza cómo expresarle su gratitud a Blasco, se echó a llorar. El círculo de admiradores que […] rodeaba a la aplaudida bailadora, no acertaba a comprender aquel contraste de dos lágrimas resbalando por un rostro henchido de contento.

La étoile había tirado al suelo los ramos de flores con que la obsequiaron profusamente de palcos y butacas; en torno suyo todo era aclamaciones, enhorabuenas y lisonjas, de las que ella no hacía caso por no entenderlas […].

De repente, terciándose el blanco y bordado mantón de espumas y clavando en Blasco sus ojazos negros, exclamó con garbo: ‘¡Que me den una puñalá gemela si yo orvío en mi vía lo que usted ha jecho por mí’, y se alejó del grupo con ese andar de reinas, inimitable y propio de las hijas de su tierra” (El Imparcial, 15-6-1891).

El triunfo del arte y la belleza

Durante los cuatro meses que permanece en el Circo de Verano, María la Bonita no para de cosechar éxitos. En la sala “no se ha visto una fiesta similar, ni en los mejores días de la Otero” (Le Figaro, 20-6-1891). Cada noche, el selecto público que abarrota el teatro la colma de aplausos y ovaciones, y “la encantadora bailarina andaluza […] se ve obligada a repetir hasta tres veces sus originales bailes” (Le Figaro, 20-6-1891). La prensa gala se rinde ante el arte y la belleza de quien ya ha sido bautizada como “la flor de Andalucía” o “la nueva diva parisina”.

La bailaora María la Bonita (L'Univers illustré, 20-6-1891)

La bailaora María la Bonita (L’Univers illustré, 20-6-1891)

No es guapa como para causaros un flechazo, sino singular y atractiva como un fruto oriental. Carbones ardientes en los ojos, labios rojos como una muesca de cuchillo, la tez mate, casi de marfil. Baila de un modo a la vez voluptuoso y casto, sin dislocarse locamente las caderas como otras. Parece creer que le basta mostrar un instante el contorno perfecto de su pierna para dar una elocuente idea del resto. […] Simple, no alocada, pero sin ser mojigata. […] Al verla en el Circo de Verano, pavoneándose entre una doble fila de clubmen iluminados, sugiere el bonito proverbio andaluz: ‘La mujer es de fuego, el hombre de estopa, el diablo pasa y sopla’. ¡Olé!” (Gil Blas, 13-6-1891).

María la Bonita es una encantadora morenita de dieciocho o diecinueve años. Luce, con la chulería característica de las hijas de su país, el traje andaluz.

Envuelta en su mantón de crepé de China y enredada en su falda larga, ejecuta los bailes agitados, graciosos y castos de las provincias de España. La hemos visto ejecutar una Petenera, una Sevillana y una Macarrona, con una corrección, una agilidad y un arte incomparables. El éxito de esta fresca ‘flor de Andalucía’ es considerable. La gente se amontona para ir a aplaudirla” (L’Univers Illustré, 20-6-1891).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

Print Friendly

Categoría: Bailaora

Deja un comentario