A principios de agosto de 1928, la Compañía del Moulin Rouge se despide de Río de Janeiro con el espectáculo Adieu Paris, en el que destacan, entre otros números, “los bailes estilizados de María de Albaicín” (Gazeta de Noticias, 7-8-1928). Unos días más tarde, el grupo se dirige a São Paulo para actuar en el teatro Santa Ana. (1)
La prensa se muestra expectante ante la llegada de la troupe, cuyas revistas están dando mucho que hablar en Brasil, por su “vestuario rico y original, la escenografía confiada a los artistas parisinos más acreditados del género, y la gracia hermosa de todas las vedettes y girls” (Correio Paulistano, 8-8-1928). Entre todas ellas, destaca especialmente la bailaora española:
“María de Albaicín es de las que gustan incondicionalmente. Su lugar en el elenco del ‘Moulin Rouge’ es el de bailarina. La Srta. de Albaicín nació en España. Marchó a París y en la capital francesa triunfó rápidamente. Tras entrar en el ‘Moulin Rouge’, conquistó el lugar que mantiene hasta el momento actual, el lugar de una ‘estrella’ enormemente aplaudida. María de Albaicín posee una belleza rara. Sus ojos inmensos y negros son la más encantadora ilustración de todos los números que presenta, con gracia y malicia característicamente española” (Correio Paulistano, 8-8-1928).
La compañía ofrece en São Paulo cuatro representaciones excepcionales de algunas de sus revistas más exitosas, como Paris à la diable, Paris aux étoiles, Paris en feu o Paris aux nues. Tras una nueva parada en la ciudad de Santos, la compañía regresa a Francia en el mes de septiembre. Así lo anuncia la prensa gala:
“El Sr. Jacques-Charles, el aplaudido autor de tantas revistas, acaba de regresar de América del Sur, donde ha permanecido tres meses, dirigiendo la gira del Moulin-Rouge. Ha actuado, sucesivamente, en Buenos Aires, Montevideo, Río, São Paulo y Santos. El éxito ha sido muy grande en todas las ciudades […]. La compañía […] regresará a París el 19 de este mes” (Le Gaulois, 7-9-1928).

María de Albaicín en La grande amie (1926)
De nuevo ante la cámara
Tras su regreso de América, son escasas las referencias que encontramos sobre María de Albaicín en los papeles franceses. En abril de 1929, la bailaora se anuncia, con “sus cantaores y sus guitarristas” (Le Figaro, 3-4-1929), en el Embassy de los Campos Elíseos.
A partir de 1930, la polifacética artista se vuelca de lleno en su faceta de actriz. La que ya se ha convertido en toda una estrella de las pantallas francesas, se lanza a la conquista de otras cinematografías. Así, María de Albaicín se pone a las órdenes de Benito Perojo, que cuenta con ella para su filme El embrujo de Sevilla, basado en la novela homónima de Carlos Reyles y rodado en la capital de Andalucía. Completan el elenco los actores Rafael Rivelles y María Fernanda Ladrón de Guevara, entre otros.

Cartel de El embrujo de Sevilla
Como no podía ser de otra manera, en esta cinta la bailaora exhibe su terpsicóreo arte sobre las tablas de un café cantante sevillano, acompañada a la guitarra por el Niño de Huelva. Tras el estreno, que tiene lugar en 1931, la prensa destaca especialmente la actuación de María, que se anuncia con su nombre francés:
“En el Palacio de la Música se ha estrenado El embrujo de Sevilla, cinta españolista y española, dirigida con todo acierto por Benito Perojo. El alma sevillana, el ambiente de la bella ciudad andaluza aparecen retratados con fidelidad en esta admirable producción. Los intérpretes actúan con habilidad y muy entonadamente, sobre todo María d’Albaicín, González Marín y Rivelles. El embrujo de Sevilla, española por su ambiente y argumento, por sus intérpretes y directores y hasta por el capital con que se ha rodado, merece codearse con las mejores bandas extranjeras” (ABC, 7-4-1931).
El último papel que interpreta María de Albaicín ante la cámara es el de la bailarina Nadja, que aparece en las cintas Gassenhauer (12) y Les quatre vagabonds (13), ambas estrenadas en 1931, y que constituyen las dos versiones -alemana y francesa, respectivamente- de un mismo filme, dirigido por Lupu Pick. En la francesa, la artista vuelve a compartir cartel con su marido, Aimé Simon-Girard.

María de Albaicín. Foto: R. Sobol.
El trágico destino de María
Según relata en su libro Aventuras de un irlandés en España, en el verano de 1931 el escritor Walter Starkie coincide con Agustina Escudero en San Sebastián y le pregunta por su hija. La gitana le transmite su preocupación por el grave estado de salud de María, que ella atribuye a una maldición:
“El día de su boda fue un día negro para todos los zincalís del barrio de Tetuán de las Victorias. La maldijeron todos los gitanos de Madrid por casarse con un hombre blanco; pero a ella no le importó. Además, vino al mundo con unas grandes facultades de bailaora. Antes de saber andar, ya bailaba, y cuando se hizo mayorcita no pensaba más que en viajar para lograr con sus bailes mucha fama. ¡Pobre muchacha! La maldición que le echaron hizo su efecto demasiado pronto, pues ahí la tiene usted a la pobre tosiendo todo el día y con sus pulmones deshechos. Ahora está en Suiza, donde ha ido a curarse. Pero yo temo, porque creo en la maldición que le echaron el día de cuando abandonó la casa de su padres” (4).
En agosto de 1931, la bella bailaora se apaga para siempre, a la edad de treinta y tres años. La prensa francesa se hace eco de la luctuosa noticia:
“Maria de Albaicín, que conoció, en París y en el extranjero, grandes éxitos como bailarina, acaba de morir en plena juventud. Tentada por el cine, había rodado varios filmes […]. Después había desaparecido. Para restablecer su quebrantada salud, viajaba a España -su país. Hace unos meses, fantaseaba con regresar al cine, cuando fue abatida por la enfermedad. Nos deja el recuerdo de una bella artista…” (Le Petit Parisien, 14-8-1931).
“El próximo lunes, a las once, tendrán lugar, en la iglesia de Saint-Honoré d’Eylau, las exequias de María de Albaicín” (Le Figaro, 15-8-1931).
Incluso los papeles suizos dedican algunos párrafos a rememorar los hitos más importantes de la carrera de María:
“La bailarina española y más tarde artista cinematográfica […] María de Albaicín acaba de morir en el olvido. Es Serge Diaghilev quien la había encontrado en España y la había contratado en su compañía itinerante de los Ballets rusos. María de Albaicín pronto se hizo famosa. Llamó mucho la atención por su interpretación ideal de El sombrero de tres picos, de Manuel de Falla.
La vimos después en París, en el Olympia y posteriormente en el Apolo, donde conoció la gloria en los bailes populares.
El cine la atrajo. Rodó algunas películas y se casó con una estrella de la pantalla, el Sr. Aimé Simon-Girard, y después desapareció súbitamente de la actualidad artística. ¡El tiempo pasa rápido!” (Gazette de Lausane, 23-8-1931).

María de Albaicín
No obstante, la que gana en emotividad es, sin duda, la necrológica dedicada a María de Albaicín por el diario español La Voz:
“Gime el bordón de la sonanta ‘cañí’. Un viejo cuatrero se emborracha de sol y de vino; la luz cegadora del astro rey disipa las sombras de la muerte; el veneno del vino disuelve las lágrimas que afluyen del corazón a los labios; una anciana zahorí, plañidera, maldice con rabia a los malos ‘mengues’ que se llevaron para siempre la juventud lozana, orgullo de la raza, pasmo de la Naturaleza, de María del Albaicín. […]
Mala hora para los hijos de Faraón, que lloran […] la pérdida de […] la gitana juncal que paseó su gracia y su rumbo por todos los confines de Europa, que en Londres supo hermanar el desgarro y el garbo de la raza con la ceremoniosa etiqueta de la aristocracia británica, y encantó a los franceses con su frívola y charmante ligereza” (La Voz, 14-8-1931).
…
NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) El título de este filme puede traducirse como Canción de moda.
(3) La traducción literal del título sería Los cuatro vagabundos.
(4) Extracto del capítulo dedicado a Agustina Escudero por Walter Starkie en su novela Aventuras de un irlandés en España (1935); citado por Joaquín de Albaicín en su artículo “Vida, leyenda y muerte de María de Albaicín”, publicado en el nº 7 de la revista La Caña (1994).