Tras su interpretación en Mylord l’Arsouille (1925), hay quienes sitúan a María de Albaicín, por sus “grandes cualidades […] en primera fila de las jóvenes estrellas de la pantalla francesa” (La Rampe, 3-5-1925). (1) De hecho, cuando se estrena el filme, la artista española ya está inmersa en el rodaje de su siguiente película, L’espionne aux yeux noirs (2), dirigida por Henri Desfontaines.

María de Albaicín
Con esta cinta, María se enfrenta a un nuevo reto, pues para interpretar el papel de la protagonista, la espía La Kowa, debe tomar clases de tiro, hasta convertirse en “una hábil tiradora”, que “hace diana en cada golpe” (La Rampe, 26-4-1925). Completan el reparto Roger Karl y Génica Missirio, entre otros actores y actrices.
La belleza exótica de María de Albaicín llama poderosamente la atención y despierta la curiosidad de sus admiradores, que, tras haberla visto interpretar el papel de una india en su primera película, ahora se preguntan cuál es su verdadera nacionalidad:
“… la que provocaba mayor curiosidad era María de Albaicín. Lo que preocupaba sobre todo a la gente era la nacionalidad de La Kowa. Como la vimos de hindú en el papel de Madiana, de Surcouf, el aspecto exótico de María de Albaicín hacía pensar que nos llegaba del país de los brahmanes. Un día, cansada de los debates que provocaba, María de Albaicín se volvió hacia sus malos jueces y, con ese acento que ella sabe hacer tan agradable, gritó, realmente enfadada:
– ¡No, yo souis espagnolé!” (Paris-Soir, 6-8-1925).

Maria de Albaicín, como La Kowa
También quedó prendado del exotismo de María el escultor Sebastián Miranda, que, en una entrevista concedida al diario ABC en 1967, aún recuerda con nitidez el encuentro casual con la bailaora en su marido, acaecido en los años veinte en un hotel de Viena:
“Ella me dio la impresión, en un principio, que quizá fuese una princesa india. Alta, de pelo negro, como ala de cuervo, luciendo en el escote un collar de esmeraldas, armonizando con el verdor de sus enormes ojos. Vestía con suma elegancia y sencillez un traje de noche. Sonreía dejando asomar, entre sus labios rojos, una hilera de dientes blanquísimos, que contrastaban con la tez morena y aceitunada de su rostro. […]
Nos presentó a su marido, […] del que apenas guardo memoria. Asistimos aquella misma noche a la ópera, donde pusieron ‘La viuda alegre’ […]. A la salida cenamos en un famoso cabaret. Se empeñó en bailar conmigo la Albaicín, porque su marido no la dejaba hacerlo con nadie. […] a los pocos segundos de levantarnos todas las parejas cesaron de bailar, sentándose para poder contemplar aquella para ellos exótica belleza” (ABC, 11-6-1967).

Maria de Albaicín
María de Albaicín, el orgullo de Francia
Tras el estreno de L’espionne aux yeux noirs, en febrero de 1926, la prensa gala elogia las buenas cualidades artísticas de la actriz española, que ya es considerada casi como una gloria nacional:
“En primer plano, la figura que domina todo el filme, la famosa espía de ojos negros: La Kowa, bailarina y gitana, una mujer con un encanto extraño e inquietante que conmociona la vida de un hombre y causa la ruina de un país. Era difícil encarnar este personaje mejor que María de Albaicín, designada para este rol que parece haber sido hecho para ella” (Le Matin, 12-2-1926).
“Extraña, flexible, felina incluso, la bonita María de Albaicín interpreta el impactante papel de ‘la Kowa’ con el notable talento que la sitúa en uno de los mejores lugares entre nuestras artistas” (Le Matin, 23-6-1926).
“En un rol de espía misteriosa, María de Albaicín se revela como una gran artista, bonita de una belleza realmente felina, actúa con todos los recursos de un buen temperamento dramático” (Paris-Soir, 27-3-1926).

Maria de Albaicin y su marido, Aimé Simon-Girard (Journal de Genève, 2-9-1926)
Vuelta a las tablas, con Gitanerías
En marzo de 1926 se anuncia la próxima presentación de María de Albaicín en el music hall Apolo de París, acompañada de una compañía de gitanos que ha contratado en Madrid. La prensa francesa se muestra expectante ante la llegada del grupo, al que considera de lo más exótico:
“Las gitanas en París
Reina de la belleza y el misterio, la de Albaicín regresa.
París no ha visto todavía, agrupadas en un cuadro poderosamente evocador, a estas gitanas a las que la historia, así como la leyenda, nos representa como la más enigmática de las tribus del mundo.
Conservando de sus ancestros, hijos de Faraón, una naturaleza esencialmente salvaje, viviendo según leyes secretas que les son propias y enemigos de toda civilización, los gitanos hasta ahora no han sido accesibles a ninguna oferta de nuestros directores de teatro.
Ha sido necesario que una de sus reinas -la más bella, la más misteriosa, María de Albaicín– sea conquistada por París para que toda una familia de gitanos se decida a dejar sus comarcas impenetrables para venir hasta nosotros.
Vamos a verlas el 9 de abril en el music hall Apolo.
María de Albaicín nos las presentará tal y como son en España, con sus trajes primitivos; bailarán; cantarán.
Y la de Albaicín, a quien la pantalla francesa […] ha hecho popular entre todas, hará revivir ante nuestros ojos a las más turbadoras mujeres de su raza” (Le Journal, 8-1-1926).

Maria de Albaicín en uno de sus filmes
En abril de 1926, María de Albaicín estrena su espectáculo Gitanerías, que permanece dos semanas en el cartel del Apolo. La crítica destaca su autenticidad, “porque no es en absoluto el ambiente de un local de bailes, donde se exhiben bailaoras singulares y sumisas a las diversas expresiones del baile español. Es mucho más una fiesta familiar, donde se baila para uno mismo y no para los demás. Costumbres y ritos, y no proezas coreográficas de escuela” (La Presse, 21-4-1926).
La puesta en escena, “perfectamente arreglada, […] hábilmente compuesta y con tal preocupación por el color local, que creeríamos estar mucho más cerca de Cádiz y de Sevilla que de la plaza de Clichy” (Le Matin, 17-4-1926), es obra del marido de la bailaora, Aimé Simon-Girard, y de Pierre Sandrini.
Entre el conjunto de gitanas llama poderosamente la atención María de Albaicín, a quien acompaña su madre, Agustina Escudero:
“María de Albaicín es una de esas mujeres con vestidos de florecitas y volantitos… pero se distingue de las demás por la suavidad de todo su ser, por la incomparable pureza de los rasgos de su cara, por la flexibilidad altiva de su cuerpo ondulante poseído por el baile. Ella es reina, pero con la más sobria de las majestades. […]
Está la madre de la de Albaicín, que se parece totalmente a su raza. Su hija también, pero con un no sé qué más civilizado, más idealizado…” (La Presse, 21-4-1926).

Agustina Escudero, retratada por Zuloaga
Tras el estreno del espectáculo, la crónica de Georges le Cardonnel nos da una clara idea de lo sucedido en el music hall:
“En el Apolo hemos vuelto a ver con mucho gusto a María de Albaicín en Gitanerías, una muy curiosa evocación de la vida de las gitanas. Vemos despertarse a los correcaminos en las cuevas de Granada. Salen de su caravana para ocuparse de las tareas de su primitivo hogar, y saludan con sus bailes y sus cantes el regreso del sol. Tras un solo de guitarra de Amalio Cuenca, los vemos en su casa, donde dan una fiesta que nos vuelve a ofrecer bailes y cantes: la Sevillana, la Farruca, con Juan Valencia; nos hemos quedado sobre todo con la fantasía de unas Alegrías, bailadas por la elegante, flexible, sinuosa y bella María de Albaicín. Todos estos bailes, de una voluptuosidad un poco salvaje, derivan evidentemente de las danzas árabes; sólo que sus ritmos son más variados y un poco dulcificados, y además creemos sentir la nostalgia de una lejana patria perdida. Es realmente un bello espectáculo” (Le Journal, 12-4-1926).
…
NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) L’espionne aux yeux noirs (La espía de ojos negros) es el título definitivo del filme. Sin embargo, durante su rodaje se barajaron también los siguientes: Le Prince Aryad (El príncipe Aryad) y Le sang des aïeux (La sangre de los antepasados). No obstante, la película llega a España en 1928 como El salvador de la patria.