Entre el público que acude a la sala Koster & Bial’s abundan los artistas, que han convertido a Carmen Dauset en su nueva musa. “Escultores y pintores se reúnen […] para estudiar las actitudes y movimientos de esta maravillosa señorita […] como lo harían en sus estudios y toman nota de las bellas características de una espléndida modelo” (The Sun, 13-4-1890) (1). De hecho, son varios los pintores, como John S. Sargent y William M. Chase, que retratan a Carmencita en alguno de sus cuadros.
Ni siquiera las damas de la buena sociedad neoyorquina pueden evitar la tentación de acudir a un lugar tan poco recomendable como el music hall de la calle 23. Hay quienes lo hacen travestidas o cubiertas con un velo y, una vez allí, para preservar su intimidad, ocupan los palcos con cortinas que existen a ambos lados de la sala:
“[…] ahora, en su espíritu siempre aventurero, la gente bien ha tomado parcialmente posesión de ese establecimiento generalmente tabú.
Cada noche hacen grupos y se sientan en las filas de palcos que llenan las galerías, para presenciar el espectáculo de variedades en el que Carmencita hace su pase, pero incluso más interesadas en la escena barriobajera que se desarrolla en el auditorio que está bajo sus pies. Una multitud de personas fuma, bebe y parlotea, sin prestar mucha atención a la actuación, y ofrece un espectáculo que las señoras bien educadas rara vez tienen ocasión de contemplar” (Pittsburg Dispatch, 8-6-1890).
“Las más osadas comenzaron a visitar la sala de conciertos y, después de una o dos fiestas, su secreto se conocía; entonces se convirtió en algo elegante […] el ver a Carmencita desde uno de esos palcos, acompañadas de dos o tres hombres discretos” (The Sun, 13-4-1890).
La artista más solicitada
Nadie que se precie y pueda permitírselo quiere perderse a la estrella del momento. De hecho, hay quienes prefieren disfrutar de sus bailes en un ambiente más íntimo y selecto, y contratan a Carmencita para actuar en fiestas privadas, que se celebran en el estudio de algún artista o en el salón de una residencia privada.
A ello hay que sumarle las clases de danza que imparte a domicilio, las horas que pasa posando para distintos artistas, y toda una serie de compromisos profesionales de distinta índole. Un día cualquiera en la agenda de Carmen Dauset podría ser así:

Carmencita Dauset (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)
“se levantó sobre las diez, y al mediodía estaba en el estudio de Sargent, que la está pintando […]. Tres horas más tarde iba camino de la casa del líder de una asociación con el fin de bailar para divertir a algunos de los más conocidos jefes […]. A las cinco se encontraba en casa de otra mujer de moda, esta vez para dar una clase a cuatro niñas. […] Ahora son las siete y Carmencita cena, y un poco antes de las nueve llega a su camerino en Koster & Bial’s, donde se viste para su baile diario” (The Sun, 13-4-1890).
Tras su actuación, se cambia de vestido y se dirige a la bodega del local para pasar un rato con sus admiradores, que la invitan a vino y champán. No obstante, hay días que no puede entretenerse mucho, pues debe presentarse en otro lugar:
“tenía un compromiso para aparecer en el estudio de un pintor a las once en punto y quedarse hasta medianoche. […] Dos estudiantes españoles iban con ella, uno con una mandolina y otro con una guitarra. Llegaron al estudio justo un minuto antes de la hora y encontraron al artista esperando con siete amigos, tres hombres y cuatro mujeres; había algo para comer y beber, y luego Carmencita posó y bailó para la fiesta de medianoche. Bailó sobre una alfombra y dio rienda suelta a su pasión. […] Durante su actuación se tomaron una docena de fotografías con flash. Serán reveladas esta semana, y para quienes participaron en aquella juerga nocturna constituirán un recuerdo de particular interés” (The Sun, 13-4-1890).
Rica y admirada
Con esta ajetreada vida, Carmencita dispone de poco tiempo libre para dedicarse a lo que más le gusta aparte del baile, que es dormir. Como compensación, la almeriense está amasando una considerable fortuna. Su caché en Koster & Bial’s asciende a 800 $ la semana (3), mientras que por actuar durante media hora en una fiesta privada o impartir una clase se embolsa 100 $ de la época. A ello hay que sumar los valiosos regalos de sus admiradores, que durante sus actuaciones le lanzan monedas de oro e incluso un brazalete de diamantes. Por otra parte, lejos de decaer, la fama de la Dauset es cada vez mayor.
“El éxito de Carmencita supera todos los límites. Sus compromisos no paran de aumentar y sus ingresos en la actualidad se acercan a los de un gran torero español. Durante la semana, con frecuencia baila en cuatro o cinco casas privadas de Nueva York, a veces incluso se presenta en dos de ellas en una misma noche, además de su aparición habitual en un music hall” (The Brooklyn Daily Eagle, 1-6-1890).

Fotos de Carmencita tomadas en el estudio de J. Carroll Beckwith Sherwood, 1890
Como artista que es, a Carmen le gusta sentirse admirada. Sin embargo, ni el dinero ni la fama la han hecho volverse vanidosa. Con la excepción de algún que otro capricho, la Dauset lleva una vida bastante austera. Comparte casa con un grupo de españoles (4) y no comete grandes excesos:
“El otro día fue el cumpleaños de Carmencita y, para celebrarlo, se compró un conjuntito de diamantes, y pagó 700 $ por un par de pendientes y 800 $ por un brazalete de joyería. La joven vive de una manera muy sencilla en un piso en la calle West Seventeenth, donde sus gastos ascienden a unos 2 $ al día. No tiene gustos extravagantes que satisfacer, y exceptuando el lujo de un taxi, ahorra todo su dinero” (Daily Alta California, 19-8-1890).
De hecho, Carmen envía buena parte de sus ganancias a España. Según afirma en más de una ocasión, está deseando volver a su país y dedicarse a bailar sólo por gusto, pues echa en falta el calor y la simpatía de su gente. En Nueva York no ha forjado demasiadas amistades, debido en parte a su escasez de tiempo libre y a la barrera idiomática, que resulta difícil de derribar cuando una está constantemente rodeada de compatriotas. (5)
Nuevos retos para Carmen
Durante el verano de 1890, Carmencita compagina su trabajo en Koster & Bial’s con distintos compromisos, como una gira por los principales balnearios del país, la participación en varias fiestas campestres organizadas por familias de la alta sociedad o su presentación en el Club Tuxedo. En este último local el lleno es absoluto, a pesar de haber comenzado ya el periodo vacacional:
“Era bastante novedoso ver a una gran multitud de las más conocidas mujeres de la sociedad neoyorquina, vestidas con sus más alegres trajes primaverales, sentadas en la pequeña y refinada sala de baile para observar con interés y aplaudir con entusiasmo los movimientos sobre el escenario de esta joven bailarina española. […] En total bailó durante una media hora, y desde entonces en Tuxedo las conversaciones han estado centradas totalmente en su actuación. Un tren especial la llevó rápidamente de vuelta a la ciudad, adonde llegó a tiempo para su actuación nocturna” (The New York Times, 1-6-1890).

Carolina Otero
Paralelamente, en su music hall de cabecera, la almeriense sigue conquistando al público con su repertorio de bailes, que experimenta una continua renovación:
“Carmencita sigue reinando en Koster & Bial’s. Sus nuevos movimientos de baile, introducidos la semana pasada, han sido admirados. El auténtico vals español ‘Caballeros de gracias’ obtuvo inmediatamente el favor del público, y sus otras creaciones convocan repetidos bises en cada actuación” (The Sun, 27-7-1890).
“Carmencita tiene un nuevo baile que eclipsa a todos los demás, la fascinante Cachucha, que ahora baila todas las noches […]. La hermosa bailarina española tiene que volver a salir dos o tres veces cada noche” (The Evening World, 8-8-1890).
En el mes de septiembre, se anuncia el debut en Nueva York de quien está llamada a convertirse en la gran rival de Carmencita, que no es otra que Carolina Otero. La prensa estadounidense dedica abundantes líneas a la recién llegada, que se presenta en el Edén Musée, un lugar más respetable y propio de señoras que Koster & Bial’s.
La competencia con su paisana hace a Carmen Dauset replantearse su manera de actuar y la empuja a buscar nuevas formas de expresión artística pues, aunque el music hall de la calle 23 se sigue llenando cada noche, la breve intervención de la almeriense ya no satisface por completo al público, que considera sus bailes demasiado cortos.
…
NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) La bodega de Koster & Bial’s también sale muy beneficiada por el éxito de Carmencita. “Antes de la llegada de esta bailarina el gasto en vinos en esta pequeña habitación ascendía a unos 150 ó 200 $ por noche. Ahora a menudo alcanza los 500 $” (The Evening World, 21-5-1890).
(3) El caché de Carmencita es muy superior al de otras bailarinas, como la Sra. Cornalba o Francesina Paris, que cobran unos 150 $ por semana (Pittsburg Dispatch, 25-8-1890).
(4) Se trata de los componentes de la estudiantina Fígaro, que en los Estados Unidos se anuncian como ‘Los Estudiantes españoles’. Unos años atrás, ya compartieron escenario con Carmen Dauset en España y en Francia. En Nueva York suelen acompañarla en algunas de sus actuaciones, tanto en fiestas privadas como en Koster & Bial’s, además de escoltarla cuando sale por la ciudad.
(5) Como no podía ser de otra manera, el gran éxito de Carmencita también despierta envidias y suspicacias. Así, por ejemplo, el diario australiano The Argus (12-7-1890) atribuye en buena medida el triunfo de la española a una campaña publicitaria muy bien orquestada; mientras que el Daily Alta California (19-8-1890) le reprocha su falta de amor hacia el país en el que ha alcanzado la gloria, y especula sobre un supuesto y mísero pasado de Carmen como corista.