Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Carmencita Dauset, la reina de Broadway (III)

En 1888, tras su visita a la Exposición Universal de Barcelona, Carmen Dauset vuelve a triunfar en Madrid y Lisboa, donde “después de prodigarla (sic) grandes elogios […] el público la colmó de aplausos, flores y valiosísimos regalos” (La Correspondencia de España, 12-9-1888).

En abril de 1889 la artista se incorpora al reparto de La Feria de Sevilla, que vuelve a representarse en el Nuevo Circo de París. En la capital del Sena aún “se recuerda la gracia exquisita y el verbo endiablado de esta encantadora bailarina que tuvo tanto éxito, hace dos años, en la creación de la deliciosa pantomima española” (La Presse, 16-4-1889). (1)

Cartel de 'La Feria de Sevilla' en el Nuevo Circo de París

Cartel de ‘La Feria de Sevilla’ en el Nuevo Circo de París

A pesar del tiempo transcurrido, tanto el espectáculo en sí como la almeriense vuelven a conquistar al público francés: “La ‘Feria de Sevilla’ sigue obteniendo su éxito habitual con Carmencita, sus bailes y cantos españoles, y su divertida corrida de toros” (Gil Blas, 5-5-1889).

De París a Nueva York, con Antíope

Sin embargo, en esta ocasión, la estancia de Carmen Dauset en la Ciudad de la Luz no se prolonga demasiado. En el mes de junio, la prensa norteamericana anuncia la contratación de la almeriense por Bolossy Kiralfy, el empresario del Niblo’s Garden de Nueva York, que desea incluirla en su nuevo espectáculo, titulado Antíope.

El montaje original, estrenado en Londres, había alcanzado un éxito considerable. Se trataba de una comedia simple, con argumento mitológico, en la que al final triunfan los buenos y florece el amor. Kiralfy se hace con el vestuario y los decorados, y contrata a algunos de sus protagonistas. Además, durante su viaje a Europa aprovecha para fichar a nuevas estrellas, como es el caso de Carmencita o de las bailarinas Francesina Paris y Alice Gilbert.

Sin embargo, la nueva versión del espectáculo, presentada en el mes de agosto, no satisface demasiado a la crítica norteamericana, que acusa al empresario de haber “arruinado” y convertido Antíope en “una obra larga y aburrida, sobrecargada de diálogo hablado, escrita en un verso de pésima calidad, y con excesiva abundancia de música vocal” (The New York Times, 18-8-1889).

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

A pesar de todo, en la función hay elementos que valen la pena, y entre ellos destaca Carmen Dauset:

“un curioso baile por la Señorita Carmencita, una ágil, graciosa y volátil mujer, con ojos parpadeantes y rasgos expresivos. Su baile es extraño y atractivo, y merece la pena ir a Niblo’s sólo para verla a ella” (The New York Times, 18-8-1889).

“Si Bolossy Kiralfy, en su reciente viaje a Europa, sólo hubiese atado a la Señorita Carmencita, su tiempo y dinero aún habrían estado bien invertidos; pues sin duda vale la pena ver a la bailarina española […]. Carmencita es alta, y tan flexible como una rama de sauce. Su baile es el brillante atractivo de Antíope, e incluso hace sombra a los pequeños y exquisitos movimientos de Francescina Paris” (The Evening World, 19-8-1889).

Una artista talentosa y entregada a su arte

Según James Ramírez (2), el debut de Carmen en Nueva York no se produce en el momento más favorable, puesto que coincide con la época vacacional y gran parte de la buena sociedad se encuentra fuera de la ciudad. Sin embargo, la artista española no pasa desapercibida.

Su nombre pronto empieza a aparecer en los papeles, que nos permiten conocerla un poco mejor. La almeriense apenas habla francés ni inglés, porque vive por y para el baile, al que dedica todo su tiempo y sus energías. Es autodidacta y creadora:

Carmencita habla un poquito de francés; inglés hasta el punto de ‘Yes’ y ‘Sauk you’; y español, en su mayor parte. […] ‘Yo nunca, nunca, aprenderé inglés. Soy demasiado tonta. Yo bailo y bailo día y noche, y termino tan cansada que me voy a la cama’ […]

‘como llevo bailando desde que tenía siete años, me llamaron Carmencita, y he mantenido el nombre desde entonces […] prefiero mis propias coreografías originales. Mi baile es invención mía. […] Nadie me lo enseñó. Yo lo adapté a mí’” (The Evening World, 29-8-1889).

Carmencita (Daily Yellowstone Journal, 4-5-1890)

Carmencita (Daily Yellowstone Journal, 4-5-1890)

Además de sus excelentes dotes para el baile, lo que más llama la atención de la Dauset es su extraordinario atractivo físico y su gran poder de seducción:

Carmencita tiene exactamente el mismo aspecto fuera del escenario que sobre él. Su sonrisa es una seductora exhibición de dientes, y sus ojos de ébano son tan inmensos a la luz del día como tras la glamurosa luz de las candilejas” (The Evening World, 29-8-1889).

“Es una belleza suprema. […] Rosada como las rosas es su carne, negro como el azabache es su pelo, y sus ojos son soles eclipsados, brillantes como el mediodía y del color de la medianoche. […] Tiene una expresión, una caída de ojos y un modo de curvar lentamente los labios que es como el amanecer de una nueva vida. El hombre que no ve a Carmencita es un pobre desgraciado, y terminará su existencia con un agujero en su corazón, lo suficientemente grande como para que lo atraviese un coche de caballos” (Los Angeles Herald, 9-9-1899)

Con ella llegó la locura

Realmente, la llegada de Carmen Dauset supone toda una revolución en la escena norteamericana. Frente a un nutrido ballet de chicas que enseñan las piernas, todas las miradas se dirigen a la almeriense, que viste con falda larga y mueve todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, de un modo nunca visto en aquellos lares: “A diferencia del estereotipo de bailarina, Carmencita no se viste con pantis y traje de baño, sino con medias y faldas de los estilos más cautivadores” (Los Angeles Daily Herald, 10-12-1889).

“su baile es maravillosamente ágil; sus giros y contoneos son sorprendentes, pues baila tanto con la cabeza como con los pies, y sus poses expresan toda la pasión de su raza. Su baile es poco convencional, hay muy pocos así” (The Brooklyn Daily Eagle, 1-10-1889).

Carmencita […] ha vuelto loco a todo el que la ha visto, por su gracia y voluptuosidad.

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

[…] ¡Qué contoneo el de Carmencita! Ella sólo aparece unos tres minutos en Antíope […], pero esos tres minutos equivalen a toda la noche; de hecho, son la historia de una vida humana. La poesía, el arte plástico y la música se fusionan en esos tres contoneos. Comienzan en la cintura y estremecen la parte superior del cuerpo, hasta desvanecerse en las puntas de los dedos, y se elevan de manera invisible hacia las nubes. […]

Ella baila principalmente con los brazos, con los hombros y el cuello. Se inclina hacia atrás por la cintura como una serpiente de cascabel a punto de atacar, silba de manera extraña, se retuerce hacia un lado, restalla como un látigo y alcanza un clímax espasmódico con sus manos en sus caderas sinuosas, su gloriosa cabeza echada hacia atrás, desafiante, y su busto que sobresale, valiente, hacia delante” (The Salt Lake Herald, 3-11-1889).

La subversión de la danza clásica

La Sra. Cornalba, primera bailarina de la Scala de Milán, elogia las cualidades artísticas de la española, si bien critica su afición por las faldas largas que, en su opinión, disimulan una evidente falta de técnica:

“el encanto de su baile está principalmente en sus efectos de ilusión. Su baile es innovador y nuevo para este país, y es una especialidad en sí mismo. Su arte está más en la flexibilidad de su cuerpo y en la gracia de sus movimientos en general que en sus pasos artísticos. Suponiendo que tuviese que ejecutar la posición de pies en punta, ¿cómo podría usted saber si la hizo o no con esos vestidos tan largos, que le llegan por debajo de las rodillas? […]

Carmencita también es buena en su línea, pero ¿cómo estaría con vestidos cortos? Su baile parecería ridículo. Sus movimientos sinuosos parecerían demasiado sugerentes – muy groseros” (Western Kansas World, 9-11-1889).

Interior de Niblo's Garden, Nueva York

Interior de Niblo’s Garden, Nueva York

Sin embargo, la Dauset tiene muy claro que para seducir al público no necesita mostrar toda su anatomía, pues posee algo que otras no tienen:

“Como mujer, siempre me he preguntado por qué la gente debería mirar a un ejército de mujeres con medias color carne […] Una mujer, quizás, o incluso dos, cuando sus siluetas contrastan -¡pero una docena o un ciento! […] Yo he bailado desde mi infancia […]. Bailaba con las otras chicas para los hombres del pueblo, que nos miraban con la misma cara que ponen cuando beben vino. A un español le encanta vivir una ilusión, aunque sea por un momento, y cuando canta su serenata a la mujer inaccesible que está sobre él, en el balcón, es como si ella estuviera a su lado, en sus brazos […]. Cuando las mujeres bailamos en España los hombres suspiran y parecen compartir todos nuestros movimientos hasta que terminamos y entonces, como una copa de vino vacía, se ha acabado. […] Belleza, sí, tengo belleza, […] pero qué es la belleza de una mujer si no la desean muchos hombres. […] Si sólo supiera hacer piruetas, me relegarían a la novena fila del ballet, porque mis miembros son largos y no estoy gorda como una Sabina, así que he de atraer por lo que sugiero. Hablo como bailarina, señor, y ¿no deseamos siempre lo que no podemos ver? Deje que su buena sociedad critique la indecencia del ballet todo lo que quiera; una mujer en un saco que es capaz de volver los ojos adecuadamente resulta mucho más peligrosa” (The Brooklyn Daily Eagle, 29-9-1889).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) Ramírez, James, Carmencita, The Pearl of Seville, Nueva York, 1890.

Print Friendly

Categoría: Bailaora

Deja un comentario