Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Carmencita Dauset, la reina de Broadway (IV)

Primera tournée americana

En octubre de 1889, la troupe de Antíope emprende una gira que atraviesa los Estados Unidos de costa a costa, desde Nueva York hasta California, pasando por numerosas ciudades. La prensa norteamericana insiste en destacar el número de Carmen Dauset como “lo más notable y sensacional” del espectáculo (Rock Island Daily Argus, 30-10-1889) (1). El público no se cansa de aplaudir a la joven artista, que alcanza “un triunfo nunca igualado por otras bailarinas europeas” (Rock Island Daily Argus, 29-10-1889). (2)

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

En el mes de noviembre, Antíope llega a California. Tras conquistar al público de San Francisco, que la recibe con muchos y merecidos aplausos, la artista se presenta en Sacramento (3) convertida en la “nueva figura de la escena americana” (Sacramento Daily Record-Union, 5-12-1889).

Carmencita […] es un prodigio de gracia y genialidad en sus bailes, que están llenos del apasionado y romántico abandono asociado a su raza. No se ha visto aquí ninguna bailarina española que la iguale en rapidez, brillantez y donaire en sus poses” (Sacramento Daily Record-Union, 7-12-1889).

Kiralfy ha realizado algunos cambios en la obra y ha incorporado a nuevos artistas, como “Antonio Martínez, otro bailarín español, [que] es un excelente apoyo para Carmencita, y quienes lo han observado dicen que, como ella, es auténtico en el vestuario y la actitud hacia los bailes de su tierra” (Sacramento Daily Record-Union, 7-12-1889).

A mediados de diciembre, Antíope se representa en la Grand Opera House de Los Angeles. Ni siquiera el fuerte temporal que inunda las calles de la ciudad es capaz de frenar al público, que acude en masa al estreno de la obra; y no sale decepcionado, a pesar de la pobreza del argumento y la vulgaridad de la música. No en vano la de Kiralfy es “la mejor compañía de especialidades que ha visitado la ciudad”.

Entre sus estrellas destaca la bailaora almeriense, que, a petición del público, tiene que volver a salir al escenario al menos en tres ocasiones:

“… sobre todas las atracciones está la sin par Carmencita. Esta última señora está estupendamente formada, y baila con muchísima elegancia los pasos más difíciles. Se viste de una manera espléndida, y sus bailes españoles cautivan por su gracia. Sus formas voluptuosas y sus movimientos sinuosos forman un cuadro imposible de borrar de la memoria” (Los Angeles Daily Herald, 13-12-1889).

La estrella de Koster & Bial’s

Tras su periplo por California, la bailaora almeriense regresa a Nueva York, pasando por ciudades como Omaha (Nebraska) o Saint Paul (Minnesota). Comienza entonces una nueva y crucial etapa en la carrera americana de Carmen Dauset -ya desvinculada del Sr. Kiralfy (4)-, que se convierte en la nueva estrella de la sala Koster & Bial’s. Según James Ramírez (5), éste puede considerarse el auténtico debut de la almeriense en los Estados Unidos.

Interior de Koster & Bial's

Interior de Koster & Bial’s, Nueva York

Desde el mes de febrero de 1890, el nombre de Carmencita se escribe con letras bien grandes en la cartelera del local neoyorquino, donde permanece durante diecisiete meses -ochenta y cuatro semanas-, de manera prácticamente ininterrumpida. Comienza entonces la “Carmencitamanía”, una moda que atrapa por igual a los hombres y mujeres de la buena sociedad neoyorquina.

Carmencita es el imán que atrae a las multitudes a Koster & Bial’s en este momento” (The Evening World, 25-3-1890).

Carmencita, la bailarina de Koster & Bial’s es sin duda la sensación del momento […]. Otras han bailado y fascinado antes que ella […] pero ninguna […] reúne el talento de Carmencita” (The Sun, 13-4-1890).

La mencionada sala no es más que una cervecería de dudosa reputación, donde apesta a humo de tabaco, y la actuación diaria de la almeriense sólo dura cinco minutos. Sin embargo, ninguna de estas circunstancias hace mella en la pasión del público, que espera pacientemente durante horas y soporta un espectáculo de lo más anodino, con la única motivación de ver a la estrella del momento.

“Cada noche sobre el escenario de la mayor sala de conciertos de Nueva York Carmen Dauset, una chica española (conocida como Carmencita) baila durante cinco minutos. Cuando han pasado esos cinco minutos, aunque la actuación de la noche apenas va por la mitad, un considerable número de personas de la sala se levantan y se abren paso como pueden a través del laberinto de mesas de cerveza y sillas dispuestas en el exterior. Puede que hayan entrado a las seis de la tarde; pero no es para ver el cabaret algo subido de tono para lo que han permanecido sentados allí hasta las diez. Estaban dispuestos a dejarse aburrir por la vulgaridad, a respirar una atmósfera de humo de tabaco y cerveza rancia durante cuatro horas, con el fin de asegurarse buenos asientos durante los cinco minutos de Carmencita sobre el escenario” (Bismarck Weekly Tribune, 23-5-1980).

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

Carmencita Dauset (The Sun, 13-4-1890)

La espera siempre merece la pena, pues cuando la española aparece sobre el escenario, el tiempo se detiene y el público vive a una experiencia que difícilmente podrá borrar de sus retinas. Aunque las veinte chicas del ballet permanecen en escena, toda la atención se dirige a Carmencita, que no tarda ni un segundo en meterse al público en el bolsillo.

“Ella baja los escalones del fondo y avanza hacia las candilejas con esa soberbia pose […] y elegancia de movimientos que sólo podría atribuirse a una gran obra de arte de Fidias a la que se hubiese insuflado el aliento de la vida. Va vestida con un vestido largo de lentejuelas que cubre una gran profusión de enaguas blancas. Las faldas casi le llegan a los tobillos, y sólo se ve un poco de sus medias. Sus zapatos son bajos, pero sus tacones son como pilares. Si estás sentado a la distancia correcta de las candilejas, la bailarina parece como un pájaro luminoso, brillante y huidizo, que revolotea con ligereza sobre el escenario. […] El brío, el fuego y el éxtasis de su actuación son intraducibles: no pueden ser pintados con un pincel ni dichos con una pluma” (The Sun, 13-4-1890).

Durante su breve actuación, Carmencita ejecuta los bailes españoles que tanta fama le han dado, como la cachucha, la petenera, el vito o el bolero. El público neoyorquino, habituado a ver a señoritas ligeras de ropa que levantan una y otra vez sus piernas desnudas, queda realmente impactado por los movimientos de la almeriense, que pone toda su anatomía al servicio de su arte:

“Cuando comienza uno de sus bailes se eleva sobre sus piernas y levanta un pie. Pero pronto todas las partes de su cuerpo están en movimiento, y uno queda más cautivado por el bamboleo de su torso y su cabeza que por los movimientos de sus piernas. Se retuerce y se contonea desde las puntas de los dedos hasta la punta de su pelo negro. Se dobla hasta que su cabeza casi toca su espalda; se agacha, salta; se sacude a su antojo en este conjunto de movimientos y empieza otro, agarrando los bordes de su falda y caminando con orgullo de aquí a allá, hasta que inicia una rápida carrera que termina en un giro desconcertante, en el que sólo se entrevé un trocito más de sus medias rosas y sus enaguas blancas, y entonces, mientras te preguntas qué excentricidad mostrará a continuación, la música para y ella se inclina y desaparece” (The Sun, 13-4-1890).

Carmencita Dauset (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Carmencita Dauset (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Sin embargo, a muchos de sus admiradores les saben a poco esos cinco minutos que se prodiga Carmencita sobre el escenario. Una vez terminada su actuación, incluidos los correspondientes bises, hay quienes acuden a la sala verde de Koster & Bial’s, con el fin de verla de cerca e invitarla a una copa.

“¿Quieres ver a Carmencita? Bien, entonces dale al camarero un cuarto de dólar y una tarjeta -no importa de quién- y dile que deseas tomarte un vaso de vino con la favorita. Él desaparece y reaparece. Ella tiene un bis y lo hará inmediatamente. El ruido de los aplausos lo sigue hasta dentro y, antes de que se haya apagado, la belleza española hace su aparición, jadeando y sudando hasta el agotamiento. Pero su trabajo ha terminado por esta noche. Ella se hunde en una silla de tu mesa con la más dulce de las sonrisas, le falta demasiado el aire como para hacer algo más. Abres una botella de cuarto de Pommery seco (4 $) y ella levanta su vaso con elegancia, mientras tú adviertes que sus ojos y su pelo son tan negros como la noche en una mina de carbón. Si eres galante y la abanicas y le ofreces tu pañuelo para que se limpie su bonita cara, recibirás más sonrisas fascinantes y toda una exhibición de bonitos y regulares dientes, y de un inglés muy poco ortodoxo. Si ella bebe sólo medio vaso y te ruega que la disculpes, recuerda que probablemente ésta sea la décima botella que se abre esta noche en su honor” (Pittsburg Dispatch, 27-4-1890).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(2) Kiko Mora ofrece detallada información sobre las actuaciones de Carmen Dauset en los Estados Unidos, en su artículo “Carmencita on the road: Baile español y vaudeville en los Estados Unidos de América (1889-1895)”.

(3) La presentación de Antíope en la Grand Opera House de Sacramento tiene que posponerse debido a problemas logísticos. Sin embargo, Carmencita no se resiste a ejecutar su baile:

“La troupe de Kiralfy llegó ayer temprano, pero no pudo presentarse anoche, debido a un percance en el transporte de los elaborados decorados desde el depósito. La carga del camión se fue al traste por la avería del vehículo en medio de una fuerte tormenta, y el resultado fue un montón de cortinas mojadas. […] los carpinteros no fueron capaces de secar y montar todos los decorados a tiempo, y Kiralfy despidió a su gente con un corto discurso que provocó que Carmencita, la guapa bailarina española, dijera que bailaría de todos modos, y giró por el escenario para la diversión de todos sus compañeros” (Sacramento Daily Record-Union, 6-12-1889).

(4) Unos meses más tarde, la prensa se hace eco de la denuncia interpuesta por Carmencita contra el Sr. Kiralfy, a quien acusa de no haberle pagado una parte de sus honorarios:

Carmencita Daucet, la elegante bailarina española que vino a este país el año pasado contratada por Bolossy Kiralfy, lo ha denunciado por 750 $, su salario de cinco semanas, que, según afirma ella, éste no le ha pagado. Carmencita alega, según su abogado Philip Orgler, que firmó el contrato con Kiralfy hace un año en París, y sus términos eran que su salario sería de 150 $ a la semana, y que actuaría durante veintiséis semanas. Cuando emprendió la gira por el oeste, que comenzó el pasado mes de agosto, afirma que Kiralfy nunca le pagó su salario semanal completo, sino que le fue regateando cada vez un poquito de aquí y de allí. Esto continuó hasta que ella lo dejó, el 1 de febrero, en Chicago, cuando el contrato expiró.

Kiralfy dice que tenía un nuevo contrato con ella hasta el final de la presente temporada, que había comenzado al término de su compromiso parisino. Carmencita lo niega.” (The New York Times, 13-5-1890).

Unos días más tarde, los representantes de cada una de las partes declaran ante el Juez:

“El Sr. Baldwin describió a Kiralfy como el amigo y benefactor de Carmencita, que la sacó de un oscuro circo europeo y le dio 600 $ para pagar sus gastos de París, e invirtió mucho dinero para anunciarla en este país. Según declaró, el cuatro de febrero Kiralfy le pagó y le permitió marcharse de su compañía con el fin de cuidar a su marido, un tocador de mandolina, que estaba enfermo en Filadelfia. Se estipuló que volvería a la compañía de Kiralfy, pero ella se comprometió con Koster & Bial’s unas semanas más tarde. Los esfuerzos para resolver este asunto de manera amistosa han fracasado.

En contra de la moción, Abrahan L. Fromme dijo que el contrato con Kiralfy había expirado y que ella no había recibido ninguna notificación de renovación. De haberlo hecho, no la habría podido leer, ya que no sabe leer ni escribir. Se había visto obligada a demandar Kiralfy por 750 $ de su salario, y Kiralfy había dicho que la había echado por su fracaso, y que se había visto obligado a contratar gente para que la aplaudiera. […]. El contrato, según se afirmó, fue roto efectivamente por el impago de Kiralfy a Carmencita” (The Sun, 24-5-1890).

(5) Ramírez, James, Carmencita, The Pearl of Seville, Nueva York, 1890.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (III)

En 1888, tras su visita a la Exposición Universal de Barcelona, Carmen Dauset vuelve a triunfar en Madrid y Lisboa, donde “después de prodigarla (sic) grandes elogios […] el público la colmó de aplausos, flores y valiosísimos regalos” (La Correspondencia de España, 12-9-1888).

En abril de 1889 la artista se incorpora al reparto de La Feria de Sevilla, que vuelve a representarse en el Nuevo Circo de París. En la capital del Sena aún “se recuerda la gracia exquisita y el verbo endiablado de esta encantadora bailarina que tuvo tanto éxito, hace dos años, en la creación de la deliciosa pantomima española” (La Presse, 16-4-1889). (1)

Cartel de 'La Feria de Sevilla' en el Nuevo Circo de París

Cartel de ‘La Feria de Sevilla’ en el Nuevo Circo de París

A pesar del tiempo transcurrido, tanto el espectáculo en sí como la almeriense vuelven a conquistar al público francés: “La ‘Feria de Sevilla’ sigue obteniendo su éxito habitual con Carmencita, sus bailes y cantos españoles, y su divertida corrida de toros” (Gil Blas, 5-5-1889).

De París a Nueva York, con Antíope

Sin embargo, en esta ocasión, la estancia de Carmen Dauset en la Ciudad de la Luz no se prolonga demasiado. En el mes de junio, la prensa norteamericana anuncia la contratación de la almeriense por Bolossy Kiralfy, el empresario del Niblo’s Garden de Nueva York, que desea incluirla en su nuevo espectáculo, titulado Antíope.

El montaje original, estrenado en Londres, había alcanzado un éxito considerable. Se trataba de una comedia simple, con argumento mitológico, en la que al final triunfan los buenos y florece el amor. Kiralfy se hace con el vestuario y los decorados, y contrata a algunos de sus protagonistas. Además, durante su viaje a Europa aprovecha para fichar a nuevas estrellas, como es el caso de Carmencita o de las bailarinas Francesina Paris y Alice Gilbert.

Sin embargo, la nueva versión del espectáculo, presentada en el mes de agosto, no satisface demasiado a la crítica norteamericana, que acusa al empresario de haber “arruinado” y convertido Antíope en “una obra larga y aburrida, sobrecargada de diálogo hablado, escrita en un verso de pésima calidad, y con excesiva abundancia de música vocal” (The New York Times, 18-8-1889).

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

A pesar de todo, en la función hay elementos que valen la pena, y entre ellos destaca Carmen Dauset:

“un curioso baile por la Señorita Carmencita, una ágil, graciosa y volátil mujer, con ojos parpadeantes y rasgos expresivos. Su baile es extraño y atractivo, y merece la pena ir a Niblo’s sólo para verla a ella” (The New York Times, 18-8-1889).

“Si Bolossy Kiralfy, en su reciente viaje a Europa, sólo hubiese atado a la Señorita Carmencita, su tiempo y dinero aún habrían estado bien invertidos; pues sin duda vale la pena ver a la bailarina española […]. Carmencita es alta, y tan flexible como una rama de sauce. Su baile es el brillante atractivo de Antíope, e incluso hace sombra a los pequeños y exquisitos movimientos de Francescina Paris” (The Evening World, 19-8-1889).

Una artista talentosa y entregada a su arte

Según James Ramírez (2), el debut de Carmen en Nueva York no se produce en el momento más favorable, puesto que coincide con la época vacacional y gran parte de la buena sociedad se encuentra fuera de la ciudad. Sin embargo, la artista española no pasa desapercibida.

Su nombre pronto empieza a aparecer en los papeles, que nos permiten conocerla un poco mejor. La almeriense apenas habla francés ni inglés, porque vive por y para el baile, al que dedica todo su tiempo y sus energías. Es autodidacta y creadora:

Carmencita habla un poquito de francés; inglés hasta el punto de ‘Yes’ y ‘Sauk you’; y español, en su mayor parte. […] ‘Yo nunca, nunca, aprenderé inglés. Soy demasiado tonta. Yo bailo y bailo día y noche, y termino tan cansada que me voy a la cama’ […]

‘como llevo bailando desde que tenía siete años, me llamaron Carmencita, y he mantenido el nombre desde entonces […] prefiero mis propias coreografías originales. Mi baile es invención mía. […] Nadie me lo enseñó. Yo lo adapté a mí’” (The Evening World, 29-8-1889).

Carmencita (Daily Yellowstone Journal, 4-5-1890)

Carmencita (Daily Yellowstone Journal, 4-5-1890)

Además de sus excelentes dotes para el baile, lo que más llama la atención de la Dauset es su extraordinario atractivo físico y su gran poder de seducción:

Carmencita tiene exactamente el mismo aspecto fuera del escenario que sobre él. Su sonrisa es una seductora exhibición de dientes, y sus ojos de ébano son tan inmensos a la luz del día como tras la glamurosa luz de las candilejas” (The Evening World, 29-8-1889).

“Es una belleza suprema. […] Rosada como las rosas es su carne, negro como el azabache es su pelo, y sus ojos son soles eclipsados, brillantes como el mediodía y del color de la medianoche. […] Tiene una expresión, una caída de ojos y un modo de curvar lentamente los labios que es como el amanecer de una nueva vida. El hombre que no ve a Carmencita es un pobre desgraciado, y terminará su existencia con un agujero en su corazón, lo suficientemente grande como para que lo atraviese un coche de caballos” (Los Angeles Herald, 9-9-1899)

Con ella llegó la locura

Realmente, la llegada de Carmen Dauset supone toda una revolución en la escena norteamericana. Frente a un nutrido ballet de chicas que enseñan las piernas, todas las miradas se dirigen a la almeriense, que viste con falda larga y mueve todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los pies, de un modo nunca visto en aquellos lares: “A diferencia del estereotipo de bailarina, Carmencita no se viste con pantis y traje de baño, sino con medias y faldas de los estilos más cautivadores” (Los Angeles Daily Herald, 10-12-1889).

“su baile es maravillosamente ágil; sus giros y contoneos son sorprendentes, pues baila tanto con la cabeza como con los pies, y sus poses expresan toda la pasión de su raza. Su baile es poco convencional, hay muy pocos así” (The Brooklyn Daily Eagle, 1-10-1889).

Carmencita […] ha vuelto loco a todo el que la ha visto, por su gracia y voluptuosidad.

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

Carmencita (The Salt Lake Herald, 12-10-1890)

[…] ¡Qué contoneo el de Carmencita! Ella sólo aparece unos tres minutos en Antíope […], pero esos tres minutos equivalen a toda la noche; de hecho, son la historia de una vida humana. La poesía, el arte plástico y la música se fusionan en esos tres contoneos. Comienzan en la cintura y estremecen la parte superior del cuerpo, hasta desvanecerse en las puntas de los dedos, y se elevan de manera invisible hacia las nubes. […]

Ella baila principalmente con los brazos, con los hombros y el cuello. Se inclina hacia atrás por la cintura como una serpiente de cascabel a punto de atacar, silba de manera extraña, se retuerce hacia un lado, restalla como un látigo y alcanza un clímax espasmódico con sus manos en sus caderas sinuosas, su gloriosa cabeza echada hacia atrás, desafiante, y su busto que sobresale, valiente, hacia delante” (The Salt Lake Herald, 3-11-1889).

La subversión de la danza clásica

La Sra. Cornalba, primera bailarina de la Scala de Milán, elogia las cualidades artísticas de la española, si bien critica su afición por las faldas largas que, en su opinión, disimulan una evidente falta de técnica:

“el encanto de su baile está principalmente en sus efectos de ilusión. Su baile es innovador y nuevo para este país, y es una especialidad en sí mismo. Su arte está más en la flexibilidad de su cuerpo y en la gracia de sus movimientos en general que en sus pasos artísticos. Suponiendo que tuviese que ejecutar la posición de pies en punta, ¿cómo podría usted saber si la hizo o no con esos vestidos tan largos, que le llegan por debajo de las rodillas? […]

Carmencita también es buena en su línea, pero ¿cómo estaría con vestidos cortos? Su baile parecería ridículo. Sus movimientos sinuosos parecerían demasiado sugerentes – muy groseros” (Western Kansas World, 9-11-1889).

Interior de Niblo's Garden, Nueva York

Interior de Niblo’s Garden, Nueva York

Sin embargo, la Dauset tiene muy claro que para seducir al público no necesita mostrar toda su anatomía, pues posee algo que otras no tienen:

“Como mujer, siempre me he preguntado por qué la gente debería mirar a un ejército de mujeres con medias color carne […] Una mujer, quizás, o incluso dos, cuando sus siluetas contrastan -¡pero una docena o un ciento! […] Yo he bailado desde mi infancia […]. Bailaba con las otras chicas para los hombres del pueblo, que nos miraban con la misma cara que ponen cuando beben vino. A un español le encanta vivir una ilusión, aunque sea por un momento, y cuando canta su serenata a la mujer inaccesible que está sobre él, en el balcón, es como si ella estuviera a su lado, en sus brazos […]. Cuando las mujeres bailamos en España los hombres suspiran y parecen compartir todos nuestros movimientos hasta que terminamos y entonces, como una copa de vino vacía, se ha acabado. […] Belleza, sí, tengo belleza, […] pero qué es la belleza de una mujer si no la desean muchos hombres. […] Si sólo supiera hacer piruetas, me relegarían a la novena fila del ballet, porque mis miembros son largos y no estoy gorda como una Sabina, así que he de atraer por lo que sugiero. Hablo como bailarina, señor, y ¿no deseamos siempre lo que no podemos ver? Deje que su buena sociedad critique la indecencia del ballet todo lo que quiera; una mujer en un saco que es capaz de volver los ojos adecuadamente resulta mucho más peligrosa” (The Brooklyn Daily Eagle, 29-9-1889).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) Ramírez, James, Carmencita, The Pearl of Seville, Nueva York, 1890.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (II)

La Feria de Sevilla en París

El empresario Don José Oller no escatima en medios a la hora de llevar a escena La Feria de Sevilla. Al son de castañuelas, guitarras y tambores, la pista del Nuevo Circo parisino se va llenando de alegría y colorido. Entre los puestos de fruta y buñuelos desfila -a pie o a caballo- una multitud de gitanos, chalanes, majas, toreros e incluso algún inglés despistado.

Las protagonistas del espectáculo son Trinidad Cuenca, vestida con traje de hombre, y Carmen Dauset, quienes, tras vaciar varias unas copas de manzanilla, bailan juntas “una pegadiza sevillana, acompañadas por las guitarras, los ‘¡ole!’ de los espectadores y los bravos acompasados de las espectadoras” (Le Gaulois, 6-3-1887). (1)

Grabado "La Feria de Sevilla" en el Nouveau Cirque, 1877

Grabado “La Feria de Sevilla” en el Nuevo Circo de París

Después “un gitano viene a cantar un poco de ‘flamenco’ lleno de sabor melancólico, y la Srta. Carmen baila, sola, una pegadiza petenera” (Gil Blas, 7-3-1887), “un baile muy lascivo” (L’Intransigeant, 7-3-1887)“; un paso gracioso a más no poder y compuesto de una extraordinaria serie de vueltas de cintura” (Le Gaulois, 6-3-1887).

Es entonces cuando la Cuenca ejecuta la famosa pantomima de una corrida de toros, en la que ella misma encarna al picador, al banderillero y al primer espada; y a continuación, la Srta. Dolores entona la canción ‘Nina’ acompañándose con las castañuelas.

El último cuadro comienza con el paseíllo de los payasos-toreros al son de la marcha ‘Pan y toros’, que es interpretada por la estudiantina. En esta ocasión es el famoso clown Tony Grice, vestido con un traje de luces regalo de Frascuelo, quien se enfrenta a un astado de cartón, que posteriormente será sustituido por un novillo de carne y hueso.

Un espectáculo muy auténtico

La prensa destaca especialmente la fiel recreación del ambiente español y andaluz, conseguida merced a la autenticidad de sus protagonistas y figurantes:

“En una palabra, es España entera la que respira y se agita en la estrecha pista del Nuevo Circo; España, con sus bailes voluptuosos, en los que la Carmencita, la Cuenca y la García rivalizan en gracia exquisita, actitudes provocativas y verbo endiablado” (Le Figaro, 8-3-1887).

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

Por encima de todo, lo que más llama la atención del público es la actuación de Tinidad Cuenca y Carmen Dauset. Esta última, con su belleza morena y su vistosa interpretación de la petenera, trae locos a los franceses:

“Un hombre se sienta a una mesa y entona un aire popular, acompañándose con la mandolina. Después, una bailarina, arqueada de una manera extraña, la señora Cuenca, imita toda una corrida de toros, con mucha gracia, ¡doy fe! Deja sitio a la señora Carmencita, que baila con fantásticos contoneos del busto y las caderas, movimientos de brazos y manos, y abundantes taconeos, la célebre ‘peterera’ (sic).- ‘¡Ole! ¡ole!’, grita la multitud, aplaudiendo” (Le Petit Parisien, 8-3-1887).

“lo más interesante […] es el bolero bailado con mucha chulería por la señora Carmencita, una muchacha guapísima” (Le Matin, 6-3-1887).

El éxito de La Feria de Sevilla supera todos los pronósticos. En los diez primeros días de representación, la recaudación de taquilla asciende a 45.000 francos, y a finales de mayo, cuando se cumplen cien funciones, el Sr. Oller lo celebra invitando a toda la troupe a una “velada muy íntima y marcada por una sincera alegría”, que “terminó con auténticos bailes flamencos que provocaron el entusiasmo de los raros privilegiados de esta fiesta. Las Srtas. (sic) Carmencita y Grau fueron […] muy aplaudidos” (Gil Blas, 31-5-1887).

Cartel de "La Feria de Sevilla" en el Nuevo Circo

Cartel de “La Feria de Sevilla” en el Nuevo Circo

A finales de junio, aprovechando el cierre estival del Nuevo Circo, La Feria de Sevilla sale de gira por el norte de Francia y obtiene, en ciudades como Lille, Le Havre o Amiens, “un éxito brillante” (La Justice, 29-8-1887). A principios de octubre, el espectáculo regresa al local de la calle Saint-Honoré.

De nuevo en España

En el mes de diciembre se anuncia en el Jardín de Invierno de la capital parisina “la bailarina española Carmencita” (Le Radical, 15-12-1887), si bien no podemos confirmar que se trate de la Dauset. Unas semanas más tarde, ya en 1888, retomamos la pista de la almeriense en Madrid, en sendos festivales benéficos celebrados en el Teatro Apolo y en el de Novedades:

“También ofrecerá aquella función la novedad de presentarse al público la aplaudidísima Srta. Carmen Dauset, que bailará unas peteneras de la manera inimitable que tantas ovaciones la proporcionó el año pasado en el circo de Price […]. La Srta. Dauset ha permanecido un año en los teatros de París, donde fue extraordinariamente aplaudida, y antes de volver a salir para el extranjero se presentará al público en el teatro de Apolo pasado mañana” (La Correspondencia de España, 1-2-1888).

“Mañana se verificará en el teatro Novedades una función extraordinaria […]
tomará parte en la función la incomparable bailarina Carmen Dauset bailando las peteneras. Esta bella artista saldrá en esta semana para recorrer varios teatros” (El Liberal, 21-4-1888).

Gran éxito en Aragón

Tras cumplir con sus compromisos en la capital, Carmencita inicia una gira junto a su cuñado Antonio Grau, la bailarina Emilia García y la estudiantina Fígaro. En el mes de mayo actúan con gran éxito en tierras aragonesas. La prensa oscense se llena de alabanzas para la artista, que llega precedida de una gran fama y no defrauda a nadie:

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

“Al anunciar en nuestro número de ayer el debut de la estudiantina Fígaro y de la notable bailarina Carmecita Dausset (sic), lo hicimos con cierta reserva, ante el temor de que resultaran apasionados los elogios de la prensa de otras ciudades, que habíamos consultado previamente; mas a poco de comenzarse el espectáculo, nos convencimos de que toda ponderación resulta pálida, pues la función celebrada anoche en nuestro Teatro principal fue lo más agradable y bellísimo que imaginarse puede. […]

Carmencita Dausset (sic) […], que goza justo renombre en el difícil ejercicio de su profesión, posee la propiedad de fascinar al público con su natural y agradable sonrisa y con los movimientos de su flexible talle: sus diminutos pies son:

‘dos niños traviesos que juguetean
en el mismo dintel del Paraíso’

como dijo el inmortal López de Ayala y, en fin, toda ella es un conjunto de gracia y desenvoltura que ya no cabe pedir más” (La Crónica, 23-5-1888).

Carmencita Dausset (sic) es una maravilla, porque a su natural gracejo y voluptuosidad reúne la circunstancia de bailar a la perfección las peteneras que la han hecho célebre” (La Crónica, 23-5-1888).

En Barcelona, toda una estrella

Unas semanas más tarde, la troupe se dirige a Barcelona, donde se está celebrando la Exposición Universal. El 16 de junio debuta en el Teatro Tívoli “la original e incomparable y bella Carmencita Dausset” (La Dinastía, 16-6-1888), en un programa que incluye dos zarzuelas, cante y baile, y en el que la almeriense vuelve a brillar con sus peteneras, malagueñas -cantadas, estas últimas, por su cuñado El Rojo el Alpargatero– y sevillanas.

Exposición Universal de Barcelona, 1888

Exposición Universal de Barcelona, 1888

Como ya sucediera en Huesca, la crítica catalana cae rendida ante los encantos de Carmen, que empieza ya a perfilarse como la estrella que es:

“La gran atracción de estos días ha sido la presentación de la bailarina Carmencita Dausset, una flamenca originalísima y sumamente simpática.

Dotada de una figura distinguida y graciosa en grado superlativo, su aparición en la escena ya le vale un triunfo.

Pero cuando comienza a bailar y a dar vueltas, se dobla como un junco, se estira, se agacha y da unas pataditas intercaladas con mucha oportunidad, el entusiasmo del público se desborda y, a pesar de bailar sola, les parece ver en la simpática Carmencita todo un mundo coreográfico.

¿Qué baila? ¿Cómo baila? No lo sé. La verdad es que su gracia y su figura dominan al espectador más enemigo de los brincos y las volteretas. Carmencita Dausset es una especialidad, tiene personalidad propia: no puede compararse con ninguna ni decirse de ella que lo hace como ésta o como aquella otra. Carmencita sólo hay una: la del Tívoli” (La Esquella de la Torratxa, 23-6-1888).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Carmencita Dauset, la reina de Broadway (I)

En un mundo globalizado como el que habitamos, donde no existen fronteras para el arte ni para quienes lo crean, y en el que artistas y espectáculos se pasean por los cinco continentes, e incluso se cuelan en los hogares de millones de personas, con la complicidad de los medios sociales, tal vez nos resulte difícil valorar en su justa medida una figura como la de Carmencita.

Sin embargo, incluso vista desde nuestra perspectiva, no deja de ser sorprendente la trayectoria de esta muchacha que, con poco más de veinte años, se convirtió en reina y señora de las carteleras estadounidenses, y provocó una auténtica revolución con sus bailes andaluces, algo que hoy en día, con el flamenco elevado a la categoría de patrimonio inmaterial de la humanidad, aún sigue siendo un sueño para muchos artistas. Pero, ¿quién es esa Carmencita?

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

Sus inicios

Carmen Dauset Moreno nace en Almería en 1868 y desde muy pequeña sorprende por sus buenas dotes para el baile. Su hermana mayor, María del Mar, está unida sentimentalmente al cantaor Antonio Grau Mora, ‘El Rojo el Alpargatero’, y ambos tienen bastante que ver en la carrera artística de la niña, que se instala con ellos en Málaga, donde asiste a una escuela de baile.

Según su biógrafo, James Ramírez (1), el precio de las clases40 dólares al mes- es demasiado elevado para su familia, que afortunadamente cuenta con la ayuda de “amigos generosos que admiraban y apreciaban la asombrosa elegancia y el talento de la encantadora” Carmencita. Sus progresos son realmente sorprendentes y a los doce años se ha convertido ya en una estupenda bailarina.

En 1880, una jovencísima Carmen Dauset debuta sobre el escenario del malagueño Teatro Cervantes. Los bailes elegidos para la ocasión son la petenera y el vito, a los que la artista imprime su propio sello. El éxito es inmediato y, durante los cuatro meses que permanece en el mencionado coliseo, el público acude en masa a disfrutar con el arte de la almeriense.

Una vez finalizado dicho contrato, durante los cuatro años siguientes Carmen actúa con éxito en numerosas ciudades de la geografía española. Según James Ramírez, a pesar de la proposiciones recibidas mucho antes, sólo en ese momento acepta un contrato para marchar a París.

Primera aventura parisina

En la prensa gala de la época encontramos varias referencias a una bailarina española llamada Carmencita, que actúa en el Alcázar de Verano -un café-concierto situado en los Campos Elíseos- durante los meses de junio y julio de 1885.

Alcázar de Verano, París

Alcázar de Verano, París

Junto a sus paisanos ‘los Fígaros’ y un amplio elenco de artistas locales, la joven interviene cada tarde en un “concierto-espectáculo variado”. Su repertorio incluye bailes como el bolero, la jota aragonesa o ‘La Manola’, así como otros números musicales, tales como ‘La alegre bayadera’ o ‘La reina de las amazonas’. Los papeles destacan su belleza y originalidad, y lamentan la fría acogida del público:

“Una señora que tiene un bonito nombre, Carmencita, baila no sé qué al son de sus castañuelas. Es casi bonita” (Le Figaro, 24-6-1885). (2)

“La Jota aragonesa reporta aplausos cada día a la muy graciosa Carmencita; pero no parece que esta excelente artista sea apreciada en su justo valor: merecería más del público” (L’Orchestre, junio de 1885).

Sin embargo, a pesar de las coincidencias, no podemos asegurar que la artista en cuestión sea Carmen Dauset. Es más, durante los meses siguientes la prensa francesa dedica abundantes líneas a la Srta. Carmen, una exitosa bailarina española que debuta en el mes de noviembre en el Teatro Edén con el ballet Esperanza, y que resulta llamarse en realidad Adela Iglesias.

Nuevos éxitos en España

Tras esta primera aventura parisina, la bailaora almeriense regresa a España y, según James Ramírez, actúa en ciudades como Madrid, Valladolid y Lisboa. En verano de 1886, los papeles la sitúan en Sevilla, en el teatro-circo de la Alameda, donde se representa “la zarzuela en dos actos titulada El Tío Caniyitas o el Mundo nuevo de Cádiz, en cuya obra se bailará por la señorita Dauset, el popular baile del vito” (El Progreso, 10-8-1886). (3)

Antonio Grau Mora, El Rojo el Alpargatero

Antonio Grau Mora, El Rojo el Alpargatero

En diciembre de ese mismo año, coincidiendo con el periodo navideño, la troupe de los Hanlon-Lees representa en el madrileño Circo Price el vodevil Un viaje a Suiza. En el tercer acto de esta obra “la muy aplaudida bailarina española señorita Carmen Dauset” (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 14-1-1887) exhibe “sus excelentes facultades en el baile del género andaluz” (La Correspondencia de España, 23-12-1886).

Como ya hiciera Trinidad Cuenca unos años antes, la almeriense se presenta vestida de hombre, y baila con la Srta. Torres unas sevillanas cantadas y tocadas a la guitarra por su cuñado, Antonio Grau. Durante las cuatro semanas que el espectáculo permanece en cartel, Carmen también baila malagueñas y peteneras, y tanto ella como sus acompañantes reciben muchos aplausos:

“Las señoritas Dauset y Torres bailaron unas sevillanas a las mil maravillas, y el actor Sr. Grau cantó malagueñas admirablemente” (El Liberal, 8-1-1887).

“Cada día es mayor la concurrencia que asiste a las representaciones de Un viaje a Suiza […].

A todos estos atractivos se unen el nuevo cuadro introducido en la representación, y en el cual toman parte la primera bailarina señorita Dauset y el actor Sr. Grau en sus preciosas malagueñas cantadas a la guitarra, que tanto gustan al público.

Los aplausos que diariamente reciben estos artistas son numerosos, viéndose obligados a repetir varias veces las malagueñas y el baile flamenco” (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 13-1-1887).

Cartel da la bailarina Carmencita en los Campos Elíseos (¿sería la nuestra?)

Cartel de la cantante y bailarina Carmencita en los Campos Elíseos (¿sería la misma?)

De vuelta a París

En el mes de marzo, de la mano del director del Nuevo Circo parisino, D. José Oller, Carmen regresa a la capital del Sena. Con el nombre de “La Feria de Sevilla”, el empresario presenta un espectáculo eminentemente español, para el que cuenta con los mejores “artistas del género flamenco y taurómaco (de circo)” (El Día, 25-2-1887), contratados in situ.

En el elenco destacan el cantaor Antonio Grau, las bailaoras Carmen Dauset y Trinidad Cuenca, el payaso Tony Grice, y la estudiantina dirigida por Miguel Ostolaza. El estreno tiene lugar el uno de marzo de 1887, a beneficio de las víctimas de las inundaciones sufridas en el sur de Francia.

NOTAS:

(1) Ramírez, James, Carmencita, The Pearl of Seville, Nueva York, 1890. Sobre la figura de esta bailaora, puede consultarse también la obra de José Luis Navarro y José Gelardo, Carmencita Dauset. Una bailaora almeriense, Sevilla, La Hidra de Lerna, 2011.

(2) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(3) Referencia localizada por José Luis Ortiz Nuevo, ¿Se sabe algo?, Sevilla, El Carro de la Nieve, 1990.