Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Josefa Vargas, la Terpsícore gaditana (y V)

De París a San Petersburgo

En junio de 1854, Pepa Vargas debuta en París junto a una compañía de bailes españoles. Mientras la gaditana se presenta con la obra Españolas y Boyardinos en el Teatro del Palacio Real, Manuela Perea hace lo propio en el Gimnasio, en lo que puede considerarse una reedición a la francesa de la antigua rivalidad entre ambas artistas. Como sucediera en Madrid unos años atrás, a priori la prensa parece no decantarse claramente por ninguna de las dos:

“¿A cuál preferís? La respuesta es fácil: no lo sé. Las dos son encantadoras, muy bonitas ambas, pero no son rivales” (Le Nouvelliste, 9-6-1854).

“La Vargas tiene más fuego y la Nena más arte; pero las dos son encantadoras y gustan, cada una a su manera” (La Presse, 13-6-1854).

Pepa Vargas, por Giraud

Pepa Vargas, por Giraud

Sin embargo, la Vargas es mucha Vargas, y tanto el público como la crítica, que aún recuerdan con nostalgia el paso de Petra Cámara por los teatros franceses, no tardan en caer rendidos a los pies de la andaluza. Los papeles se cubren de elogios hacia la Terpsícore gaditana, que incluye en su repertorio bailes como La Manola, el Jaleo de las capas, La muñeira, La Jota o La soleá gaditana. De Pepa gusta todo: su belleza racial, la agilidad de sus movimientos, su fuego, su sensualidad…

“Hasta este momento, creíamos que en materia de bailes españoles, después de Petra Cámara, ya no era posible producir efecto alguno […]. ¡Error! ¡Petra Cámara no es más que una ingenua al lado de Pepa Vargas!

El baile de Pepa Vargas es una divagación que sabe de sensualismo oriental y coquetería castellana; sus poses son de un abandono voluptuoso, sus movimientos tienen una crudeza salvaje cuya tradición probablemente haya sido dejada en España por las almées moriscas, y Pepa Vargas debe de tener sangre árabe en sus venas” (Le journal pour rire, 17-6-1854).

Pepa Vargas es una guapa morena, con el cabello y los ojos de un negro infernal, que se flexiona y se vuelve con ligereza y flexibilidad; su baile es enérgico, vivaz, ardiente y menos clásico que el de Nena Perea; la Vargas representa con mayor exactitud lo que llaman en España baile nacional” (La Presse, 13-6-1854).

“su baile tiene una sorprendente velocidad; la rapidez de sus movimientos deslumbra; su ardiente y loca fogosidad fascina. Perfectamente secundada por el señor Guzmán, ha estado maravillosa en la Mantilla, el Zapateado, etc. Ha encantado y seducido a todos los espectadores, que la han colmado de ramos de flores y bravos” (Le Nouvelliste, 9-6-1854). (3)

Teatro del Palacio Real de Paris, por Saint-Aubin

Teatro del Palacio Real de Paris, por Saint-Aubin

“La Pepa Vargas es el baile en todo lo que tiene de más libre, más provocativo, más audaz […]. La Pepa Vargas […] va, viene, torna, se contonea, se lanza en el aire, cae y vuelve a empezar: es un no se qué, que tiene algo de furia” (La Iberia, 18-6-1854).

“La Vargas llena el teatro del Palacio Real con el roce de sus faldas andaluzas y el fuego de sus pasos ardientes. Esta Vargas es un incendio; no baila, arde; va, viene, sucumbe, se vuelve a levantar, está en el cielo, está en el abismo; roza la borrachera, roza la orgía, se acerca al delirio; no sabe dónde pararse y, cuando por fin se para, ya era hora” (Journal des débats politiques et littéraires, 19-6-1854).

Tras enamorar al público parisino, Josefa Vargas se propone conquistar el continente europeo, en una gira de varios meses que la lleva por distintas ciudades y países, y que termina en San Petersburgo en 1855.

Un adiós silencioso

Tras “hacer las Europas”, la Vargas reaparece en Madrid en julio de 1855, para participar en una función a beneficio de los enfermos del hospital de San Jerónimo. La gaditana, que destaca por su “hermosa figura, verdadero tipo de la bailaora española, realzada por su lujo y su gusto en el vestir”, ejecuta un bailable compuesto expresamente para ella, que lleva por título El regreso de la Vargas a España. Como siempre, baila “admirablemente, teniendo que repetir algunos pasos y siendo llamada a la escena al final del baile” (La Época, 16-7-1855).

Ésta es una de las últimas actuaciones que se conocen de Josefa Vargas. Unos meses más tarde, la prensa anuncia su retirada de los escenarios:

“La célebre Pepa Vargas […] hace dos meses que, retirada del mundo, vivía nada menos que ¡cultivando flores! la que tantos corazones ha marchitado; hasta que hoy, según dice un periódico, hastiada, sin duda, de tan melancólica y apática carrera, parece que se ha decidido a aparecer por última vez en la escena teatral, donde sus numerosos entusiastas podrán saborear a su gusto el adiós de despedida de la célebre bailarina” (La España, 25-9-1855).

Pepa Vargas, por August (1840)

Pepa Vargas, por August (1840)

Sin embargo, su retiro parece no ser definitivo, pues un año más tarde se anuncia la creación de una nueva compañía en el Teatro del Instituto, que llevará a escena “comedias líricas, sin coros, todas del género festivo, […] y escritas ad hoc por conocidos escritores”.

Entre las actrices que la componen destacan “la Rivas, la Basdan, la Bagá y la Vargas” (Álbum de señoritas y correo de la moda, 30-9-1856). No podemos asegurar que se trate de la misma Josefa Vargas. No obstante, habida cuenta de su ya conocida faceta de actriz, tampoco parece descabellado pensarlo.

Por otra parte, en 1860, La Correspondencia de España se hace eco de la noticia publicada en un diario de Lisboa sobre la posible formación en Madrid de “una escelente (sic) compañía de zarzuela que en el próximo invierno debe ser la delicia de los lisbonenses”. En ella figuran reconocidos actores y actrices, además de “la bailarina doña Josefa Vargas” (13-6-1860).

Aquí perdemos definitivamente la pista de la Vargas, la bolera más salerosa y flamenca de cuantas pisaron la escena madrileña; bailarina desde la cuna, regeneradora de las danzas españolas y andaluzas, que durante su reinado en la Villa y Corte alcanzaron su máximo esplendor; embajadora de nuestro arte allende los Pirineos, de París a San Petersburgo… Vaya para ella nuestro tributo y admiración: ¡Viva la Pepa!

NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

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Categoría: Bailaora

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