Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

María Montero, una brillante carrera truncada por la tragedia (y IV)

En marzo de 1926, el bailarín Adolf Bolm (1), “asistido por las famosas bailarinas Ruth Page y María Montero” (The Cornell Daily Sun, 10-3-1926) (2), y por el pianista Louis Furst, ofrece en el Bailey Hall de Nueva York un recital compuesto por distintos números, cuya temática va “desde los ritos griegos antiguos hasta los bailes gitanos españoles” (The Cornell Daily Sun, 18-3-1926).

Anuncio del espectáculo de Bolm en el Bailey Hall (The Cornell Daily Sun, 15-3-1926)

Anuncio del espectáculo de Bolm en el Bailey Hall (The Cornell Daily Sun, 15-3-1926)

El día del estreno, 1.500 personas llenan la sala para presenciar “uno de los más pintorescos y agradables entretenimientos de la temporada” (The Cornell Daily Sun, 22-3-1926). Según el programa, María Montero, “famosa por sus bailes en solitario, a los que su habilidad con las castañuelas y su facilidad para el taconeo confieren una fascinación peculiar” (The Cornell Daily Sun, 10-3-1926), interpreta las siguientes piezas: “Oro, sangre y sol”, de Vives; “Mirando a España”, de Granados; “Danza portuguesa”, de Sousa; “Córdoba” y “Rapsodia”, ambas de Albéniz (The Cornell Daily Sun, 19-3-1926).

Los tres bailarines son aplaudidos con entusiasmo, si bien el mayor éxito corresponde a la sevillana:

“… la temperamental y llamativa María Montero, con sus coloridos y vistosos trajes, es quien fue más favorecida por el público, gracias a la excelente interpretación de sus bailes ibéricos de personaje. Por dos veces tuvo que realizar un bis; primero, tras la Danza portuguesa de Sousa y, finalmente, tras la Rapsodia de Albéniz. Sin duda la primera fue su mejor creación, aunque su baile español también fue muy recomendable” (The Cornell Daily Sun, 22-3-1926).

En junio de 1926, la Montero ofrece una exhibición de bailes españoles en la Convención de la American Society of Dancing Teachers [Sociedad Americana de Profesores de Baile], que se celebra en el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York (New York Evening Post, 30-6-1926).

En esa época también se puede ver a la sevillana en distintos eventos teatrales a los que asiste en calidad de público. Así, por ejemplo, en el mes de junio acude a la Manhattan Opera House a ver actuar a María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza; y en septiembre es una de las invitadas a la representación privada del Ballet Intime de Adolf Bohm en Southampton.

En diciembre de ese mismo año, las alumnas de María Montero colaboran, con sus bailes españoles, en una velada musical que tiene lugar en el McMillin Academic Theatre de Columbia, con el fin de recaudar fondos para la construcción de una Casa Hispanoamericana.

María Montero (M. F. Suárez)

María Montero (M. F. Suárez)

En marzo de 1927, la bailaora andaluza viaja a Washington, para participar en una fiesta española que se celebra en el Hotel Mayflower en beneficio del Montecello, la casa de Jefferson en Virginia. La sala está decorada en rojo y amarillo, y adornada con mantones de Manila, mientras que los bailarines van vestidos de trovadores, dueñas y otros tipos populares españoles.

“La encantadora María Montero, que ha sido primera bailarina de la Ópera Real de Madrid, fue llevada a la parte frontal del escenario y, como Carmencita, vibrando con toda la agilidad e imperiosa coquetería de la original, realizó un animado baile” (The Philadelphia Inquirer, 3-4-1927).

Maestra y coreógrafa

Durante los meses siguientes, la bailaora andaluza está menos presente en los escenarios, si bien se la puede ver, en septiembre, en el homenaje de las colonias hispanas de Nueva York a la artista Pilar Arcos, que tiene lugar en el Town-Hall (Diario de la Marina, 26-9-1927); y, en octubre, en la proyección de la película The Loves of Carmen (Raoul Walsh, 1927) en el Roxy Theatre de Manhattan, en la que “una seductora bailarina española, María Montero, da un toque auténticamente español a la presentación en escena” (The Brooklyn Standard Union, 2-10-1927).

En esa época, lejos de decaer, la actividad profesional de la sevillana se centra en los ámbitos de la docencia y la coreografía. Así, en noviembre de 1927 se inauguran los tés danzantes del Hotel St. Regis con los “Bailes de la Vieja España”, interpretados por los bailarines Carola Goya y Carlos de Vega y montados por María.

Unas semanas más tarde, estos mismos artistas ofrecen un nuevo recital de bailes españoles en Hampden’s Theatre. Entre los números que ejecutan destacan las “Alegrías Torero”, “un baile de corrida de toros creado para él por María Montero” (The New York Evening Post, 26-11-1927).

Poco después se estrena con gran éxito en el Paramount Theatre de Nueva York la revista “Havana”, dirigida por Jack Hartington. En ella “predominan los bailes […], entre los que sobresalen un rumba y un danzón, […] dirigidos por la gran bailarina española María Montero” (Diario de la Marina, 21-1-1928).

María Montero con Miguel de Zárraga y otras personalidades (Diario de la Marina, 27-6-1926)

María Montero con Miguel de Zárraga y otras personalidades (Diario de la Marina, 27-6-1926)

El resto de referencias a María Montero que encontramos en la prensa de los primeros meses de 1928 tienen que ver con su participación en distintos actos sociales, como el banquete homenaje celebrado en el transatlántico ‘Cristóbal Colón’ para agasajar al Doctor Albiñana (Diario de la Marina, 6-3-1928) o la fiesta en honor de Andrés Segovia organizada por la sevillana en su propia casa (La Voz, 22-3-1928).

También se insertan con frecuencia anuncios publicitarios sobre el “Estudio de bailes españoles para profesores, estudiantes y profesionales” de María Montero, situado en el número 200 de la Calle 57 Oeste de Nueva York.

Un trágico final

Sin embargo, el 17 de mayo el nombre de la bailaora salta a la primera plana de los diarios de todo el mundo, que anuncian la terrible noticia de su fallecimiento, víctima de la que por desgracia sigue siendo una de las lacras de la sociedad actual, la violencia de género.

El asesino de María es el argentino Horacio Colombres, de 37 años de edad, que prestaba sus servicios como profesor en la academia de baile de la joven. Según la prensa, se habían conocido unos meses atrás y él se había quedado prendado de la bailaora, con quien había estado viviendo hasta que ella lo echó de su apartamento, poco antes del fatal desenlace.

Procedente de una familia con posibles, al parecer Horacio vivía de la renta que le enviaba su padre. Había residido durante unos años en París, donde había dejado mujer e hijos, y fue el conocimiento de esta circunstancia lo que llevó a la española a ponerle las maletas en la puerta.

Incapaz de aceptar el rechazo de María, Colombres acudió una tarde a su estudio armado con una pistola y, tras una acalorada discusión, se llevó por delante la vida y las ilusiones de esa gran artista. Nada pudieron hacer por ayudarla las asistentes que se encontraban en el local, que, tras oír los disparos, encontraron a la maestra inerte en el suelo, cubierta con un mantón de Manila que le había regalado Alfonso XIII. Junto a ella agonizaba su asesino, con un tiro en la cabeza, y su perrito gimoteaba desolado.

Recreación de la 'Danza macabra' y del asesinato de María Montero (Long Island Daily Press, 30-6-1928)

Recreación de la ‘Danza macabra’ y del asesinato de María Montero (Long Island Daily Press, 30-6-1928)

Colombres falleció poco después en el hospital. Había dejado escritas cuatro cartas, dirigidas a sus amigos, a la policía y al consulado argentino, en las que daba instrucciones para la repatriación de su cadáver.

La capilla ardiente de la joven fue instalada en la sede de la Sociedad Española, en el 239 de la Calle 14 Oeste. El funeral se celebró al día siguiente en la Iglesia Española de Guadalupe y su cuerpo fue enterrado en el Cementerio del Calvario, en una parcela reservada a miembros de la colonia española en Nueva York, para cuyo mantenimiento ella misma había prestado su desinteresada colaboración.

Cuando su brillante carrera se truncó, María Montero se hallaba inmersa en un nuevo e ilusionante proyecto:

“Se encontraba, tal vez, a punto de alcanzar uno de sus mayores éxitos. Había estado ensayando con un grupo de bailarines españoles que pronto iban a debutar bajo su dirección en el Capitol Theatre, y su escuela de baile era muy exitosa” (The New York Sun, 17-5-1928).

“La Señorita Montero disfrutaba de un gran éxito con sus clases, pero aún deseaba regresar, aunque fuese brevemente, a su papel de bailarina de escenario. Finalmente, se presentó la oportunidad y recibió una invitación para bailar en un teatro de Nueva York.

Ella aceptó la invitación, con la ilusión de planear una inusual y única ‘Danza macabra’ que causaría sensación en el Rialto. Estaba tan entusiasmada con los preparativos, que su objetivo también fue asumido por sus alumnos, y todas las personas implicadas observaban los progresos del baile con gran interés” (Cleveland Plain Dealer, 1-7-1928).

María Montero (Caras y Caretas, 2-6-1928)

María Montero (Caras y Caretas, 2-6-1928)

El periodista Miguel de Zárraga, gran admirador de María Montero, le dedica un último artículo, a modo de despedida, en el diario ABC:

“¡En primera página!

… Durante veinticuatro horas, por lo menos, se ha estado hablando en toda esta Cosmópolis de la famosa bailarina sevillana, que en el doble apogeo de su juventud y de su belleza, en pleno triunfo, conquistó el derecho a esa primera página…

Mientras vivió, mientras luchaba por el éxito, mientras, paso a paso, se adueñaba del secreto triunfal, las rosas que acariciaban sus manos aún la arañaban con sus espinas. Se la admiraba, se la buscaba, se la aclamaba, pero su nombre no salía de la sección de espectáculos. ¡Le faltaba la primera página! Ya la tiene.

Los periódicos de hoy se la brindaron, llenando con su nombre el más saliente título de la primera página: ‘María Montero ha sido asesinada a balazos’” (ABC, 9-6-1928).

NOTAS:

(1) Adolph Bolm se formó como bailarín en San Petersburgo y fue una de las primeras figuras de los Ballets Rusos de Diaghilev. Ruth Page fue alumna suya y posteriormente bailó en la compañía de la gran Anna Pavlova.

(2) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

 

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Categoría: Bailaora
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