En verano de 1852, Pepa Vargas emprende una gira por tierras andaluzas, junto a la compañía formada por el actor Pedro Sobrado, en la que también figura el maestro Ruiz. La gaditana hace “furor” en ciudades como Córdoba, donde el público le arroja “flores, coronas, dulces, palomas y hasta sombreros” (El Balear, 3-8-1852).
En el mes de septiembre, la Vargas regresa al madrileño Teatro del Instituto, donde ejecuta con gran maestría bailes como La perla gaditana, El Vito, El Ole o La Sal de María Santísima. La crítica le dedica grandes elogios, referidos tanto a su vestuario como a su forma de ejecutar los bailes que, según parece, ha sufrido una sensible transformación.

Grabado de 1850
Influida por Antonio Ruiz, Pepa Vargas se muestra ahora más delicada y flexible que antaño. Parece como si por fin hubiese hecho caso a quienes la instaban a dejar de lado el descaro y la espontaneidad que tanto atraían al respetable:
“la Vargas, bien secundada por un numeroso y escogido cuerpo de baile, enloqueció a los aficionados.
Desde que apareció en las tablas la graciosa bailarina, no cesaron un momento los aplausos, los bravos y las flores. Vestía un caprichoso y elegante traje, de ésos que sólo ella viste, y que no puede describirse. Sobre una falda de raso encarnado, velada por ricos encajes, lucía una especie de tonelete de raso blanco, salpicado de madroños encarnados con plata.
El tonelete remataba en ondas y de cada una de éstas pendía un lazo de cintas azules. El corpiño era también de raso blanco con adornos encarnados, y de los hombros como del zorongo caían cintas azules. Calcúlese lo que este lindo traje resaltaría su belleza.
En cuanto a la parte del baile, la Vargas se ha transformado completamente, admirando a todos la delicadeza de sus posiciones, la flexibilidad de sus movimientos, el buen gusto y el primor de todos sus pasos” (La Época, 19-9-1852).
“Los aplausos fueron tan frecuentes y tan estrepitosos que con el aire que hacían hubieran apagado las luces si no hubieran sido de gas: los ramos de flores llovían sobre la escena […].
La Vargas nos pareció mejor que nunca, y se nos figura que ha adelantado. Baila con más delicadeza y más asiento, y hay mucha más flexibilidad en ciertos movimientos que nos parecían antes duros” (El Heraldo, 19-9-1852).

Vista de Sevilla hacia 1850
Nuevos éxitos en Andalucía
Sin embargo, el entusiasmo por la Vargas pronto se apaga, del mismo modo que decae en la Villa y Corte la afición por los bailes nacionales. En marzo de 1853, cuando lleva ya algún tiempo sin actuar, Josefa marcha a Sevilla. José Luis Ortiz Nuevo ha localizado referencias sobre algunas de sus actuaciones en el Teatro San Fernando de la capital andaluza, donde presenta junto a Antonio Ruiz el bailable La Perla gaditana:
“La Vargas ha adelantado en el género de baile andaluz, pues además de la precisión con que ejecuta los pasos, reúne la gracia de la escuela del país. Al principio fue recibida con cierta frialdad; pero tan luego como ejecutó en unión del señor Ruiz el bolero con que finaliza el baile, fue estrepitosamente aplaudida y llamada a escena en medio de los bravos de la concurrencia, que la hizo repetir aquel gracioso paso” (El Porvenir, 10-4-1853). (1)
Según la misma fuente, en el mes de mayo la bailarina gaditana conquista también a sus paisanos, que la aplauden sin cesar en el teatro Circo.
En Granada, por soleá
Tras una breve estancia en Madrid, en el mes de septiembre Pepa Vargas regresa a Andalucía, en esta ocasión a Granada. Allí volvemos a encontrarla en enero de 1854, más flamenca que nunca. Entre los bailes que ejecuta, destaca especialmente la soleá de La Estrella de Andalucía, que la artista se ve obligada a repetir ante un público entregado que acompaña su actuación con palmas a compás:
“La graciosa bailarina española, Josefa Vargas, está enloqueciendo a los granadinos con sus primores en los bailes La feria de Mairena, La moza de rumbo, La danza valenciana y La Estrella de Andalucía. Según los diarios de aquella ciudad, este último, en que la protagonista simboliza el título, ha sido para ella uno de los mejores triunfos, puesto que el nutrido rumor de un aplauso continuo, provocado por sus más ardientes admiradores, perdido entre las armonías de la orquesta, sirvió de compás a sus airosos movimientos, teniendo, para complacer a la concurrencia, que repetir la Soleá con toda la gracia que la distingue” (La Época, 20-1-1854).
…
NOTAS:
(1) ORTIZ NUEVO, José Luis, ¿Se sabe algo? Viaje al conocimiento del Arte Flamenco en la prensa sevillana del siglo XIX. Desde comienzos del siglo hasta el año en que murió Silverio Franconetti (1812-1889), 1990.
(2) Faustino Núñez comenta esta noticia en su artículo “¡Viva la Pepa Vargas por SOLEÁ! en 1854”.
Faustino comentó:
Es creo la primera noticia de un baile por soleá, el cante un año antes, Buenaventura Belart en ‘El majo de rumbo’.
Ángeles Cruzado comentó:
Muchas gracias, Faustino. Un saludo 🙂