Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Julia Borrull, la bailaora del dolor y el fuego (IV)

En 1915 comienza una nueva etapa en la vida artística de Julia Borrull, que se traslada a Barcelona junto a su familia. El motivo de este cambio de aires es la adquisición por parte de Miguel Borrull del local de la antigua Casa Macià, con el fin de instalar allí el que se convertirá en uno de los locales flamencos de mayor solera de la ciudad condal, el café Villa Rosa.

Tablao Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

Café Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

En marzo de ese año, Julia debuta con “exitazo colosal” (La Publicidad, 4-4-1915) en el Teatro Imperio de Barcelona, acompañada a la guitarra por su padre. Allí actúa durante un mes y medio, y coincide con grandes estrellas de variedades, como Raquel Meller o Tórtola Valencia.

En mayo, la Borrull se presenta en la capital del Turia, concretamente en el teatro Eslava, donde acompaña a Conchita, la más joven de sus hermanas. Ambas son muy apreciadas por el público:

“Ayer debutaron en este teatro los famosos artistas Julia y Miguel Borrull, obteniendo un completo éxito en sus bien ejecutados trabajos.

Julia Borrull es una excelente bailarina con estilo propio, que realiza sus originales creaciones unas veces acompañada por el sexteto y otras por su padre el célebre guitarrista Miguelillo […]

[…] fueron extraordinariamente aplaudidos, viéndose obligados a repetir varios de sus admirables números” (El Pueblo, 7-5-1915).

Conchita Borrull interpreta su original repertorio de bailes, alegrías y bulerías gitanas, acompañada de su hermana la celebrada bailarina Julia y por su padre” (El Pueblo, 11-5-1915).

Conchita Borrull (Eco artístico, 25-9-1917)

Conchita Borrull (Eco artístico, 25-9-1917)

La estrella del Folies Bergère

En la primavera de 1915, de nuevo en la ciudad condal, Julia sigue cosechando éxitos en el Trianón-Alhambra y, posteriormente, en el antiguo teatro Arnau, que ahora se reinaugura con el nombre de Folies Bergère. La bailaora se convierte en una habitual de este music hall, donde también actúa su hermana Isabel, que forma pareja con Rafaela Valverde, la Tanguerita. De hecho, según la crítica, es una de las pocas artistas que valen la pena en este local, cuyos responsables no terminan de dar con la fórmula del éxito:

Julia Borrull, la notable bailarina que como pocas baila las clásicas danzas españolas, hermanando el ritmo de su cuerpo cimbreante con el son matizado de los palillos. A los acordes de la guitarra tocada por Miguel Borrull, baila con inimitable gracia unas ‘soleares’ clásicas y unos ‘tangos’ de pura cepa española, que valen a la eminente artista cariñosas salvas de aplausos” (La Publicidad, 6-6-1915).

Julia Borrull y su padre y hermano, que le acompañan a la guitarra sus gitanísimos bailes, que no hay quien sepa ni pueda imitarlos -¡Que nadie mueva esto!-, y que es lo único, ¡entiéndase bien!, lo único que merece verse en tan cacareado Folies Bergère” (Eco artístico, 25-10-1915).

El Folies Bergère de Barcelona

El Folies Bergère de Barcelona

En noviembre de 1915, tras varios meses actuando en el mencionado music hall, la Borrull es agasajada con un beneficio, que suma un nuevo triunfo a la ya brillante trayectoria de la artista. La acompañan en ese día tan especial su padre, su hermano y su hermana Conchita.

“Es Julia Borrull, entre las bailarinas jóvenes que de unos años a esta parte han actuado en los teatros barceloneses, una de las que con más justicia ha sido aplaudida por el público. Tiene todas las condiciones que requiere el arte de la danza: juventud, agilidad y sentimiento. Su beneficio, que se celebra hoy, va a ser un éxito auténtico” (La Veu de Catalunya, 6-11-1915). (1)

“Al presentarse la beneficiada en el palco escénico fue objeto de una prolongada y calurosa ovación. Julia Borrull bailó como ella sólo sabe hacerlo, lo mejor de su repertorio, siendo coronado su trabajo con una interminable salva de aplausos. El teatro se vio concurridísimo de un selecto público. Celebramos el éxito obtenido por la simpática Julia Borrull” (La Publicidad, 7-11-1915).

Hasta finales de año, la genial artista sigue “enloqueciendo al público con sus inimitables farrucas, garrotines y alegrías”, y “el público del Folies, que la quiere por lo que vale, le dedica diariamente justas ovaciones” (La Publicidad, 12-12-1915). No obstante, Julia compagina su trabajo en el citado music hall con su actuación en otros salones barceloneses, como el Doré, el Excelsior, el Edén Concert o el teatro Español, así como en algún que otro festival benéfico.

Juventud, talento y maestría

A pesar de su juventud, Julia Borrull es ya “una artista consumada y sus bailes gitanos no tienen ahora rival en España” (La Publicidad, 2-1-1916). La crítica elogia el buen gusto y la maestría con que interpreta tanto el baile flamenco más tradicional como las composiciones de autores clásicos:

Julia Borrull (Diario de Córdoba, 26-6-1916)

Julia Borrull (Diario de Córdoba, 26-6-1916)

“Pocas, contadísimas, son las bailarinas españolas que al agitar entre sus dedos los crótalos no atenten constantemente contra el ritmo musical y que al bailar no ofendan al buen gusto. […]

Entre esas contadísimas excepciones figura Julia Borrull, incomparable en los bailes gitanos. Un garrotín bailado por Julia Borrull es una ofrenda al buen gusto y una reconciliación con el arte […]. Cuando Julia Borrull cimbrea su cuerpo y entorna sus ojos negros, profundos, y repiquetea con los pies sobre el tablado […] y eleva los brazos y chocan sus dedos como crótalos sonoros, se olvida el martirio pasado y complace la permanencia en el Edén Concert para festejar con aplausos calurosos a una bailarina española que ofrece el presente exquisito de bailar composiciones de Isaac Albéniz” (La Publicidad, 23-1-1916).

Julia Borrull se perfila, pues, como una artista completa, polifacética. Además de ser una gran bailaora, también se atreve con el cante, y no lo hace nada mal, a juzgar por las palabras que le dedica A. Escamilla Rodríguez, autor de algunas de las composiciones a las que Julia presta su voz:

“Poco importa que la voz de Julia no vibre metódica, académicamente y en una tesitura de soprano o mezzosoprano. Vibra a impulsos de la víscera vital que llevamos en el lado izquierdo del pecho, y con eso basta y sobra para que la Borrull sea una artista en el sentido más amplio de la palabra, porque la belleza y la bondad son la esencia del arte. Pero a estas cualidades une un recurso de valor inapreciable como medio de expresión: el baile. Julita bailando atrae, subyuga, encanta, siempre graciosa y señorial, jamás torpe ni lasciva.

[…] En ‘La niña de la Goleta’ se la cree nacida en el barrio cañí; en ‘Como quiero con fatigas…’ nadie dirá que no vino al mundo en San Bernardo o La Macarena; cantando ‘Rayos de sol’ parece criada en la Merced, de Córdoba, y en ‘La canción del camino’ no estarían mejor las melancólicas gitanillas del Sacromonte o el Albaicín” (A. Escamilla Rodríguez, Diario de Córdoba, 3-5-1915).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Rafaela Valverde, la Tanguera, reina de la farruca y el garrotín (y IV)

En agosto de 1930, con motivo de un festival-homenaje ofrecido a Luis Calvo en la Plaza de Toros Arenas, La veu de Catalunya anuncia la “reaparición sensacional del notabilísimo cuadro flamenco [compuesto por] Miguel Borrull, Luisita Alegría, Ofelia Clavel, María la Gitana, Rosalía la Flamenca, Conchita Borrull, Rafaela La Tanguera, Maera y Paco Aguilera” (8-9-1930). (1)

Rafaela Valverde, la Tanguera, en el Villa Rosa

Rafaela Valverde, la Tanguera, en el Villa Rosa

En febrero del 31, la prensa vuelve a situar a Rafaela Valverde en el Teatro Circo Barcelonés, donde participa en un festival a beneficio del bailaor Manolillo de la Rosa, en el que también intervienen, entre otros artistas, La Macarrona, las hermanas Borrull, La Camisona, la Niña de LinaresFaícoPaco Aguilera y Miguel Borrull.

Una actividad imparable: Ópera flamenca, cine…

Durante los años siguientes, en ese mismo escenario y en el del Teatro Olympia, se celebran con frecuencia festivales de ópera flamenca, en los que se da cita buena parte del elenco de Villa Rosa, además de otras grandes figuras del flamenco de la época, como José Cepero, Angelillo, Manuel Vallejo o la Niña de la Puebla. Además de La Tanguera, cuya presencia es habitual en este tipo de funciones, en ocasiones destaca también una jovencísima Carmen Amaya.

Es ésta una época de intensa actividad artística para Rafaela Valverde, que compagina sus apariciones en los espectáculos de ópera flamenca con otro tipo de actuaciones. Así, en marzo de 1933 “la gran Tanguera” forma parte del cuadro flamenco que presenta su comadre Julia Borrull en el restaurante El Tostadero, y en el que también figuran la Sevillanita, la Gitanilla del Albaicín, Tobalo, el Niño de Constantina y el guitarrista Pepe Hurtado (La Vanguardia, 16-3-1933).

En el mes de septiembre, de la mano de Juanito El Dorado, Rafaela regresa a las tablas del Teatro Nuevo, donde comparte escenario con el Niño Marchena y Carmen Vargas, entre otros artistas; y en noviembre, la bailaora forma parte del elenco de una versión de El amor brujo dirigida y coreografiada por Laura de Santelmo, que se estrena en el Liceo de Barcelona. En el reparto figuran artistas de gran nivel, como Soledad Miralles, Conchita Borrull o las hermanas Coquineras, dos viejas glorias del baile flamenco.

Cuadro flamenco de Dos mujeres y un Don Juan (José Buchs, 1934)

Cuadro flamenco de Dos mujeres y un Don Juan (José Buchs, 1934)

A finales de 1933, Rafaela Valverde realiza una incursión en el mundo del cine. Junto a Carmen Amaya, Juana la Faraona, Miguel y Conchita Borrull, Antonio Viruta y El Chino, la artista forma parte del cuadro flamenco que aparece en la película Dos mujeres y un Don Juan, dirigida por José Buchs y estrenada en enero del año siguiente. (2)

En primavera de 1934, la Tanguera vuelve a ponerse a las órdenes de Miguel Borrull, que presenta en el Tabú Club un cuadro flamenco compuesto por Julia Borrull, Rafaela Valverde, la Niña de Cádiz y Antonio Viruta; artistas que también actúan en el Teatro Circo Barcelonés, en el marco de un festival benéfico organizado por el Centro Andaluz. Asimismo, la bailaora es “extraordinariamente ovacionada” por su interpretación en la zarzuela La chulapona, que se estrena en el Teatro Novedades (Papitu, 2-5-1934).

La zambra de Chorro Jumo

Poco después, la Tanguera se integra en una Compañía de comedias de arte gitano que hace su debut en el Teatro Poliorama en agosto de 1934, con la puesta en escena de la comedia de ambiente gitano La zambra de Chorro Jumo. El gran éxito obtenido motiva la reposición de la obra un mes más tarde. La Vanguardia ofrece información sobre el elenco de la compañía, que tiene como primera figura a la cantaora Niña de Linares:

“En su anterior y reciente actuación, esta formación artística obtuvo un remarcable éxito interpretando la obrita La zambra de Chorro Jumo, escrita expresamente para lucimiento de los virtuosos de la ópera flamenca que encabezan la lista de la compañía, a saber: los ‘cantaores’ Niña de Linares, Pepita Jiménez, Niño Constantina y Niño de Lucena; las ‘bailaoras’ Julia y Conchita Borrull, La Tanguera, Micaela Lamendaña, Rocío de Triana, La Faraona, María Flores; el virtuoso de la guitarra flamenca Miguel Borrull; el caricato Isidro Badur y otros muchos artistas de fama en el género, así como la pareja de bailarines excéntricos ‘The Willy Star’s’.

La función inaugural se compuso de la obra citada, ya conocida de nuestro público, y del estreno de otra obrita del mismo corte, continuación de aquélla, titulada Un juramento gitano […]

La compañía obtuvo un franco éxito, y en realidad fue merecido, pues todos los artistas trabajaron con entusiasmo, logrando un excelente conjunto en el difícil género que cultivan” (14-9-1934).

La Tanguerita en "La zambra de Chorrojumo" (Heraldo de Madrid, 31-5-1935)

La Tanguerita en “La zambra de Chorrojumo” (Heraldo de Madrid, 31-5-1935)

En enero de 1935, en el Teatro Circo Barcelonés, Rafaela Valverde participa en un “grandioso certamen de arte andaluz a beneficio del notable guitarrista Pepe Hurtado”, en el que también intervienen el Cojo de Málaga, Conchita Borrull, Carmen Amaya, La Faraona o Antonio Viruta (La Vanguardia, 22-1-1935). Unas semanas más tarde, algunos de estos artistas se presentan en el Teatro Olympia, bajo la dirección del cantaor Guerrita; y, en el mes de mayo, la Compañía de comedias de arte gitano de la que forma parte La Tanguera lleva La zambra de Chorro Jumo al Teatro Victoria de Madrid.

En enero de 1936, Rafaela participa en un festival a beneficio de Antonio Viruta que se celebra en el Teatro Circo Barcelonés. Entre el nutrido elenco de artistas que se reúne para rendir homenaje al bailaor destaca, una vez más, la presencia de Carmen Amaya.

En esa época, La Tanguera también trabaja en el cabaret Mónaco y en el Teatro Cómico, y en ambos locales coincide con su inseparable Conchita Borrull. Las dos forman parte del cuadro andaluz, dirigido por Manuel González Guerrita, que actúa en el Pueblo Español de Montjuic con motivo de la Verbena de la Prensa, en junio de 1936.

Rafaela Valverde en los toros

Rafaela Valverde en los toros, con mantón de Manila

En el mes de agosto, La Vanguardia sitúa a Rafaela Valverde en el Circo Barcelonés, y no encontramos ninguna otra referencia periodística sobre ella hasta mayo de 1939, una vez finalizada la guerra civil. En esa fecha, coincidiendo con la estancia del Gran Visir en Barcelona, se celebra en su honor una cena de gala en el Hotel Ritz, al término de la cual comienza “una fiesta de baile flamenco y cante jondo”, amenizada por el siguiente cuadro:

Agustín de Triana, Niño de Constantina, Antoñita y Rayito (pareja de Jerez), Julia Borrull y La Tanguera (bailarinas), Niña de Cádiz, Gloria de España (bailarina) y los ‘tocaores’ ‘Camisón’ y González, cuadro dirigido por el maestro París” (La Vanguardia, 25-5-1939).

Su recuerdo perdura

Probablemente ésta fuera una de las últimas actuaciones de Rafaela Valverde, que falleció en 1940, víctima de un cáncer. Sin embargo, a pesar de los años transcurridos, su imagen permanece indeleble en la retina de quienes la conocieron, como es el caso de la bailaora Trini Borrull, que en el año 2000 dedicaba estas palabras a la que fuera gran amiga y compañera de sus tías Julia y Concha:

Rafaela ValverdeLa Tanguera’, a la que menciono como cosa aparte, pues esta bailaora se presentó en Madrid, en un café cantante, bailando el garrotín que le copió a Pastora Imperio. Alternó con las mejores artistas, como La Argentinita, Raquel Meller y Tórtola Valencia; acabando su vida en los cafés cantantes de Barcelona, bailando la farruca. Tenía un estilo y elegancia inigualables y manejaba la falda, como nunca he visto igual; introducía unas variaciones y pasos que podrían ser actuales. La gran bailarina Ana Pavlova, cuando iba a Barcelona, para actuar en el Liceo, después de su actuación iba a Villa Rosa y se quedaba extasiada viendo bailar flamenco; sobre todo a ‘La Tanguera’. Era tan personal esta bailaora, que si cierro los ojos, aún creo estar viéndola, pues su flamenca figura aún permanece en mi retina”. (3)

Una imagen familiar de Rafaela Valverde

Una imagen familiar de Rafaela Valverde

Un último apunte sobre la personalidad y valía artística de La Tanguerita nos lo ofrece Fernando el de Triana (4), cuando nos refiere la siguiente anécdota:

“El popular banderillero de toros Eduardo Borrego Zocato la invitó en una ocasión a visitar las cuevas del Sacromonte, con el fin de que presenciara unas danzas gitanas […]. Lo primero que encargó la Tanguerita fue que no descubriera ante aquellas gitanas que ella era artista.

Así lo hizo el complaciente torero, presentándola como turista; pero como el arte no puede ocultarlo quien lo siente, al terminar de bailar las hermanas Gazpachas ese castizo baile titulado ‘la cachucha’, pidió permiso para bailarlo ella, y una vez concedido, causó la admiración de todos aquellos faraónicos artistas.

¿Comentarios de aquel día? -¡Vaya una turista con reaños! ¿Has visto qué cachucha? ¡Chavó, qué manera de bailá! -¿Y la farruca? -¿Y er tango? -¿Y er garrotín? -¡Ésta tiene que ser artista y de tronío! -Verás cómo yo le meto los deos al señorito y nos pena la chipén.

Efectivamente; a poco se descubrió la incógnita y entonces empezó la juerga de verdad con los calés de la cueva del Albaicín”.

NOTAS:

(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(2) Esta información la proporciona Montse Madridejos en el blog “Historias de Flamenco”.

(3) Borrull, Trini: “La saga de los Borrull”, Revista de Flamencología, nº 12, segundo semestre de 2000.

(4) Triana, Fernando el de, Arte y artistas flamencos, 1935.


La Joselito, el alma de Andalucía en París (II)

En esa primera etapa de su vida, según relata la propia Joselito, el bailaor Antonio de Bilbao la enseña a bailar el zapateado, que tantos éxitos le reportará a lo largo de su carrera:

Antonio de Bilbao, que era con diferencia el mejor bailaor de la época, era buen amigo de mi padre. […] Un día, cuando yo estaba en Barcelona, vino a visitar a mi padre y le dije con adoración: ‘Maestro, cuando usted muera, nadie volverá a bailar el zapateado’. Ésa era su especialidad. Él me miró y dijo: ‘¡Tú bailarás el zapateado!’ Y me enseñó a hacerlo. Yo había aprendido todos los otros bailes sólo mirando e imitando. Él me enseñó incluso algunos pasos de las alegrías que bailan los hombres, que podía bailar sin bata de cola, para que todo el mundo pudiera verme los pies” (1) (2).

El bailaor Antonio el de Bilbao

El bailaor Antonio el de Bilbao

A los dieciocho años, Carmen se escapa de su casa y contrae matrimonio con el guitarrista Juan Relámpago, antiguo amigo de su padre y veintitrés años mayor que ella. La noticia no es bien acogida en la familia de la artista, según su propio testimonio:

“Mi marido tocaba para mí la guitarra cuando yo tenía cinco años, crecí a su lado. Cuando tenía doce años, se enamoró de mí y yo me enamoré sin saber cómo, inocentemente. Lo llevábamos en secreto, no se podía decir, porque mi padre lo habría matado. […]. Me prohibió trabajar con él durante dos años. Cuando fui a bailar a Madrid y a Sevilla, me acompañaba otro guitarrista. Mi marido estaba furioso porque yo tenía otros guitarristas, –Montoya, por ejemplo-” (3).

Desde ese momento, Relámpago vuelve a convertirse en el tocador habitual de La Joselito y juntos emprenden una nueva gira por España.

El encuentro con Antonia Mercé

A partir de 1925, la prensa española sitúa a Carmen a caballo entre Barcelona y Madrid. Es precisamente durante una de sus actuaciones en el madrileño Teatro Romea cuando Antonia Mercé, La Argentina, que anda buscando nuevos talentos para llevar a escena El amor brujo, se fija en La Joselito y la contrata para su espectáculo. Comienza entonces una fructífera colaboración entre las dos artistas. Según relata Carmen, Antonia le pide que la enseñe a bailar por alegrías y tanguillos, y a cambio le da clases de castañuelas.

“Una artista que se llamaba Antonia Mercé, La Argentina, […] bailaba en París y quería hacer un ballet español. […] Ella sabía que yo bailaba en Madrid y nos contrató a mí y a mi marido. Yo era la primera bailarina de su ballet. Yo era la vedette porque todavía no era muy conocida” (3).

El montaje de La Argentina se estrena en el Trianon Lyrique de París en mayo de 1925, con motivo de la Exposición Universal de las Artes Decorativas. En el mes de junio pasa al Teatro de la Ópera Cómica y posteriormente es llevado a Bruselas y Lieja.

La Joselito y Juan Relámpago

La Joselito y Juan Relámpago

Paralelamente, en esa época Carmen continúa actuando, con gran éxito, en distintos escenarios españoles, como los teatros Romea y Goya de Madrid, o el Teatro de Barcelona, donde la artista participa en un festival a beneficio de Rafaela Valverde, la Tanguera. Asimismo, la radio ofrece en su programación los cantes de La Joselito, que interpreta “Fandanguillos del Cojo de Málaga” y “Fandango de Vallejo”, entre otros, acompañada a la guitarra por Juan Relámpago.

En marzo de 1926, el diario galo Le Matin anuncia el estreno París de La Revista Española, en la que toman parte algunos de los artistas más famosos de nuestro país. El rotativo no escatima en tópicos, con tal de animar al público francés a acudir al Music Hall de los Campos Elíseos, donde tendrá lugar el espectáculo:

“Una mezcla de revista, opereta, bailes y cantos populares -lo que en España se conoce como zarzuela- que hará revivir la personalidad de cada región, con sus tipos, su música y sus costumbres: Cádiz, ‘la tacita de plata’; Salamanca, el Heidelberg español, sus estudiantes y sus mandolinas; Murcia y sus jardines; Valencia, la tierra de las flores, los naranjos y el amor; Galicia y sus gaitas; Zaragoza, tierra de la jota y cuna de todas las canciones de España; Málaga, sus risas y los acordes de sus guitarras.

La España de Goya, la España de la guerrilla y el sufrimiento. También Granada, la última ciudadela de los moros, la patria de los gitanos de ojos de fuego; Toledo, la España romántica, los contrabandistas; y Sevilla, patria de la tauromaquia, su Torre del Oro, el Guadalquivir […]

En cuanto a los artistas, actualmente son tan desconocidos en París como lo era Joséphine Baker antes de la ‘Revista Negra’. Mañana, todo París pronunciará sus nombres y conocerá al barítono Uribarri, la cantadora Torres, los cómicos Campoamor y Águila, el guitarrista Relámpago, las tres hermanas Soldevilla, los bailarines María y Marco, y la célebre bailaora gitana LA JOSELITO, cuya fama se extiende por toda Sevilla” (16-3-1926).

Las hermanas Borrull

Las hermanas Borrull

Unos meses más tarde, de nuevo en España, Carmen Gómez participa en el espectáculo de cante, toque y baile flamenco “Fiesta en Sevilla”, organizado por el guitarrista Miguel Borrull en el Teatro Circo Barcelonés. Allí comparte escenario con grandes artistas flamencos, como la Tanguerita, la Camisona, las hermanas Borrull, Guerrita y el Chato de Valencia, entre otros. La acompaña, como siempre, Juanito Relámpago.

Se está forjando una estrella

En marzo de 1927, tras cosechar éxitos por toda Europa, La Argentina vuelve a representar El amor brujo en París, en el teatro de los Campos Elíseos. Como en anteriores ocasiones, en el reparto figuran La Joselito y Relámpago.

En el mes de agosto, Carmen se anuncia durante quince días en el Teatro Cómico de Barcelona y unos meses más tarde vuelve a salir de gira con Antonia Mercé, que presenta su nuevo ballet, El fandango del candil, en distintas ciudades alemanas. En este montaje la joven bailaora, además de formar parte del cuerpo de baile, desempeña uno de los papeles principales y sobresale como una de las mejores artistas del elenco.

La prensa española destaca “[…] la acogida particularmente entusiasta que el público tributó estos días en la ciudad westfaliana de Bielefeld a los artistas españoles y especialmente a La Argentina y Carmen Joselito, que dieron a conocer las danzas españolas, provocando un verdadero delirio” (La Vanguardia, 22-11-1927).

Es en el transcurso de esa misma gira, durante su estancia en la ciudad de Dresde, cuando Carmen, mediante un telegrama, recibe la noticia del fallecimiento de su padre. Ella misma describe cómo fue ese momento:

“Alguien me lo dio justo antes de la actuación. Mi marido estaba furioso. Y yo estaba desolada. Pero había que continuar. ¡Bailé como nunca! Y lloré. Lloré y bailé. Incluso La Argentina, que no se preocupaba especialmente por mí y nunca me hacía cumplidos, me dijo esa noche: ‘¡Nunca volverás a bailar tan bien como lo has hecho hoy!’” (1)

En febrero de 1928, La Joselito regresa a París, concretamente al Teatro Olympia, donde permanece varias semanas y comparte cartel con todo un elenco de artistas de variedades. A partir de ese momento, la bailaora española desarrolla la mayor parte de su carrera artística en el país galo.

Antonia Mercé, La Argentina

Antonia Mercé, La Argentina

Unas semanas más tarde, tras los éxitos cosechados en distintos países europeos, la compañía de La Argentina presenta en el teatro parisino de la Ópera Cómica un espectáculo en honor de Manuel de Falla. El programa se compone de tres partes: La vida breve, El amor brujo y El retablo de Maese Pedro. En la segunda de ellas brilla con luz propia la polifacética Antonia Mercé, autora de la coreografía, “muy bien rodeada, por otra parte, por sus compatriotas Marco, Joselito, Ibáñez…” (La Música, marzo de 1928).

Después de una nueva gira por Europa, durante los meses de junio y julio de 1928 Antonia Mercé lleva a escena en el Teatro Fémina de París sus Ballets Espagnols. Este nuevo espectáculo consta de dos partes, una de ellas inspirada en los ballets que años atrás popularizara el empresario ruso Sergéi Diághilev, y otra dedicada a los bailes populares españoles. En esta última, que incluye el cuadro flamenco Corazón de Sevilla, “la Srta. Carmen Joselito despliega su fogosa languidez y una vivacidad apasionada” (La Rampe, junio de 1928). También destaca en el elenco es la joven Lolita Mas.

Tanto la prensa francesa como la española se hacen eco del gran éxito alcanzado por este nuevo montaje, y señalan a La Joselito como “una bailarina de seguro porvenir” (ABC, 9-8-1928), merecedora de elogios como los siguientes:

“Tomad a la increíble gitana que es Carmen Joselito. Ella sola, hará un número que desencadenará los bravos; una sensualidad directa se desprenderá de su baile” (La semaine à Paris, 29-6-1928).

“… en el teatro Fémina acaba de revelar a París, en el cuadro flamenco, a una auténtica bailarina de raza, a ‘la Joselito’” (El Sol, 3-8-1928).

 

Dos cantes de La Joselito, por cortesía de Pedro Moral:

NOTAS:
(1) CLAUS, Madeleine, “La Joselito”, en SCHREINER, Claus (ed.), Gipsy dance and music from Andalusia, Portland, Amadeus Press, 1990.
(2) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(3) CATHELIN, Annie, La Joselito à l’ ge d’or du flamenco, París, L’Harmattan, 2013.


La Joselito, el alma de Andalucía en París (I)

“Él me dijo: ‘tú te llamarás La Joselito’. – ‘¡Pero es un nombre masculino!’ – ‘Si le pones un ‘la’ es femenino’. […] – ‘¡Tú serás famosa como yo y te llamarás como yo!’ Me echó una caña de jerez por la cabeza y escribimos en los carteles de la época ‘La pequeña Joselito’” (1) (2).

De este modo explica el origen de su nombre artístico la bailaora Carmen Gómez. Cuando el célebre torero Joselito el Gallo la rebautizó aún era una niña, pero los vaticinios del diestro se cumplieron y la joven artista no tardó en saborear las mieles del triunfo, especialmente en Francia, donde transcurre la mayor parte de su intensa y apasionante existencia.

Sus primeros años de vida

Carmen nace en 1906 en Cartagena, pero poco después la familia se traslada a Barcelona, de donde es originaria la madre. Sin embargo, la pequeña pasa sus primeros años viajando por toda la geografía española con sus padres, que se dedican a la venta ambulante. Aunque no lo son, viven cual si fueran gitanos nómadas; van de un sitio a otro en un carromato tirado por un caballo, en el que duermen y transportan sus mercancías; y, para completar sus ingresos, cantan y bailan en la calle.

La pequeña Carmen Gómez junto a su padre

La pequeña Carmen Gómez junto a su padre

Según el testimonio de la artista, “Mi padre […] tocaba la guitarra y mi madre bailaba, pero como tuvo muchos hijos y no podía ocuparse del baile y de los niños, tuvo que dejarlo”. Asimismo, su abuela materna había sido ‘La Berenguera’, una gran bailarina clásica, mundialmente conocida, que tuvo que abandonar su carrera por amor. Con estos antecedentes, la pequeña Carmen parece estar predestinada al arte.

Durante sus viajes por Andalucía, se divierte bailando con otros niños y niñas. “Íbamos a Sevilla, a Málaga, a Jerez y a todos los pueblecitos. Mientras que mi padre vendía, yo me iba con los niños a bailar y, de ver a aquellos pequeños bailar por bulerías y farrucas, yo aprendía”.

En una de sus visitas a Sevilla, la pequeña Carmen tiene la oportunidad de conocer a Juana Vargas, La Macarrona, una de las mejores bailaoras de la época dorada del flamenco, que desempeñará un papel fundamental en su formación como artista.

La Macarrona vivía en el centro de Sevilla, en un lugar que se llama La Alameda de Hércules. Yo veía bailar a esa señora, que me gustaba mucho, y un día fui a su casa. Mi madre me buscaba por todas partes, yo tenía cinco años y estaba en casa de la Macarrona. Ella me dio café con leche; me explicaba los movimientos de los brazos y todo eso… Me quería mucho”.

Cuando Carmen tiene unos diez años de edad, la familia se establece permanentemente en Barcelona. Según la propia artista, en esa decisión pesa bastante la opinión de sus maestros, Juana la Macarrona y Antonio de Bilbao, que “se encontraban un día en Barcelona. Le dijeron a mi padre: ‘dejad a la pequeña aquí, no os vayáis, cambiad de oficio. Esta niña bailará muy bien algún día’. Entonces mis padres se quedaron”.

Bautizada por Joselito y su madrina, la Macarrona

Según el testimonio de La Joselito, en esa época la Macarrona viaja con relativa frecuencia a Barcelona y, cada vez que lo hace, aprovecha para darle clases. Además, es ella quien introduce a Carmen en el mundo artístico de la capital catalana, en cuyos cafés cantantes se dan cita cantaores y bailaores llegados de toda Andalucía.

Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

En aquellos años, con el fin de darse a conocer, la joven baila para los amigos y participa en festivales benéficos. Ella misma nos relata una de sus primeras apariciones en escena, junto a su maestra:

“A veces la Macarrona venía a comer con nosotros. Una noche le habló a mis padres sobre un festival benéfico que iba a celebrarse al día siguiente, en el que tomarían parte todos los grandes artistas flamencos. Yo supliqué que me dejaran ir, pero mi padre dijo que yo era demasiado joven. La Macarrona me hizo un guiño y susurró: ‘Escápate, coge tu traje y el sombrerito y dámelos discretamente. Le diré a tus padres que vienes a comer conmigo mañana’. Se llevó mi ropa y al día siguiente vino a buscarme. Me escondí bajo la cola de su vestido. Todos los artistas que participaban en ese gran cuadro estaban sentados en el escenario. Cuando el guitarrista empezó a tocar la farruca para Ramírez, que iba a bailar, salí de debajo de las faldas de la Macarrona como un torbellino, vestida con pantalones largos y mi sombrerito” (3).

De este modo, cuando es todavía una niña, y bajo la protección de la célebre bailaora sevillana, Carmen empieza a codearse con las estrellas del flamenco de la época. Asimismo, según su propio testimonio, a los doce años de edad realiza su primera gira por Europa –Londres, París, Bélgica…-, para participar en un espectáculo del famoso cantante de tangos Carlos Gardel. La acompañan su madre y Juan Relámpago, un amigo de su padre que se ha convertido ya en su guitarrista de cabecera.

El torero Joselito el Gallo

El torero Joselito el Gallo

La precoz bailaora pronto se convierte en una presencia habitual en los mejores cafés cantantes de Barcelona, como el Villa Rosa, el Ca’ d’Escanyo o El Dorado. Los dueños de esos locales incluso llegan a sobornar a la policía, para que ésta haga la vista gorda, ya que Carmen aún no ha cumplido la edad mínima para poder trabajar en ellos. Es precisamente en Villa Rosa donde el torero Joselito la rebautiza con el que a partir de entonces será su nombre artístico.

La Joselito, entre los mejores artistas flamencos de Barcelona

En los citados cafés, La Joselito convive con la flor y nata de la flamenquería de la época, como la Macarrona, la Malena, la Niña de los Peines, Estampío, Antonio de Bilbao o la Tanguerita, de quienes aprende los pasos y bailes que poco a poco van conformando su repertorio artístico. Ello despierta las susceptibilidades de algunas de esas estrellas, que no llevan muy bien el que una niña les robe protagonismo. Carmen relata como ejemplo su enfrentamiento con Rafaela Valverde, la Tanguerita, durante una actuación de ambas en el Circo Barcelonés:

“El público aplaudía como loco. Yo todavía era muy joven, y cuando eres joven y haces algo bien, causa impresión. La Tanguera tenía que bailar después de mí y apenas le prestaron atención. Ella era una gran bailaora de farrucas pero, qué podía yo hacer si les gustaba tanto. Cuando terminó, corrió llena de rabia hacia mí, que estaba entre bastidores, y me dio una bofetada. […] Pero hay que entenderla. Ella era una gran bailaora de farrucas. ¡Y yo había bailado su farruca! La copié de ella, lo mismo que mis otros bailes”. (3)

Sin embargo, no todo son celos y desencuentros entre los flamencos. Cuando Carmen contrae el tifus, a los trece años de edad, los artistas hacen un fondo común para costear su tratamiento, e incluso organizan un festival a beneficio de la joven. En una revista catalana encontramos la siguiente reseña, que -no sin sorna- tal vez se refiera al mencionado espectáculo:

“¿Qué es lo que veo? En el cartel de La Marina anuncian a la Señora La Joselito. Un amigo que salía de las instalaciones decepcionó mi curiosidad. La señora no es lo que yo pensaba, La Joselito no es ningún ejemplar de perversidad bisexual, como su nombre podría hacer suponer. Es una precoz artista que celebró el jueves su beneficio y que tuvo mucho éxito” (Papitu, 4-12-1918).

La pequeña Carmen Gómez, La Joselito

La pequeña Carmen Gómez, La Joselito

En esa época, la joven artista también se prodiga en fiestas privadas organizadas por ricos industriales y músicos catalanes:

“Yo bailaba mucho entre amigos… Buenos guitarristas clásicos, como Segovia, Llobet y Tárrega, eran músicos ricos. Tocaban para sí mismos. […] Tenían fábricas, vivían de otra cosa. Yo iba a bailar para ellos, bailábamos entre nosotros, y cuando daban una gran fiesta, todo el mundo le pagaba a La Macarrona para que fuésemos a bailar para ellos. Había grandes directores de fábrica, gente que tenía mucho dinero” (1).

A pesar de su corta edad, Carmen se ha convertido en el sostén de su numerosa familia. Cada vez más solicitada, la joven trabaja junto a los mejores artistas flamencos del momento, y con algunos de ellos incluso realiza giras por España. En la prensa de la época encontramos referencias a varias de esas actuaciones. Por ejemplo, en mayo de 1917, La Joselito debuta en el Salón las Columnas de Bilbao; en julio de 1919 se anuncia en el Teatro Circo Barcelonés como “la reina del canto flamenco” (La Vanguardia, 31-7-1919); y un mes más tarde figura en el cartel del Gran Salón Cine Doré “La Joselito, bella y notable canzonetista y bailarina, bailes flamencos acompañada por el celebrado profesor de guitarra Juanito El Dorado” (Veu de Catalunya, 1 al 15-8-1919).

 

Dos cantes de La Joselito, por cortesía de Pedro Moral:

NOTAS:

(1) CATHELIN, Annie, La Joselito à l’Âge d’or du flamenco, París, L’Harmattan, 2013.

(2) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(3) CLAUS, Madeleine, “La Joselito”, en SCHREINER, Claus (ed.), Gipsy dance and music from Andalusia, Portland, Amadeus Press, 1990.


Rafaela Valverde, la Tanguera, reina de la farruca y el garrotín (III)

En noviembre de 1918, Rafaela Valverde participa en un “festival a beneficio de los huérfanos de los beligerantes y los hijos de España fallecidos a consecuencia de la guerra europea” (La Vanguardia, 23-8-1918), que se celebra en el Teatro Cómico; y, durante los meses siguientes, la artista se prodiga en distintos music halls barceloneses, como el Monte Carlo o el Moulin Rouge.

Rafaela Valverde, la Tanguerita, en el Gran Kursaal de Barcelona (Crónica, 2-2-1936)

Rafaela Valverde, la Tanguerita, en el Gran Kursaal de Barcelona (Crónica, 2-2-1936)

En julio de 1919, en los jardines del Turo-Park se celebra una gran verbena, en la que destaca un “cuadro andaluz […] con la cooperación de bellísimas artistas andaluzas, dirigidas por la popular bailaora LA TANGUERITA, acabando el número con la clásica zambra gitana” (La veu de Catalunya, 4-7-1919) (1).

Poco después, Rafaela se presenta con un cuadro similar en el Gran Infierno. Artistas como María Rosa ‘La Gitana’, el Negro Lázaro, Juanito Relámpago o Fosforito Chico completan un cartel en el que brilla con luz propia la Tanguerita:

“El Infierno parece una sucursal de Málaga o de Sevilla. Allí tienen flamenquería por arrobas y unos muchachos que afianzarán los lazos de confraternidad catalana-andaluza de los que hablaba Aguilar. Reina y señora de todas es la Tanguerita, castiza gitana por la que iríamos… al Infierno, vaya, que ya es decir bastante” (Papitu, 16-7-1919).

Los años dorados del Villa Rosa

Durante el verano de 1920, Rafaela vuelve a triunfar con su cuadro flamenco en el cabaret “¡Chófer a Montmartre!” y en el Teatro Apolo, donde llega a ofrecer hasta tres sesiones diarias. Otros locales frecuentados por la artista en los años veinte son el Teatro Victoria, el Monte Carlo, el Teatro Circo Barcelonés o el Tablao Villa Rosa, de Miguel Borrull, que se había convertido en uno de los lugares preferidos por los extranjeros. Sobre su tablao derrochaban arte desde viejas glorias del baile flamenco, como Juana la Macarrona, hasta jóvenes promesas, como una todavía niña Carmen Amaya.

La Tanguera, Carmen Amaya, Julia Borrull, Alberto F. Garagarza, Antonio Viruta y el Chino (Barcelona, 1933)

La Tanguera, Carmen Amaya, Julia Borrull, Alberto F. Garagarza, Antonio Viruta y el Chino, en el ‘chiringuito’ de la Puerta de la Paz, de Barcelona, en 1933 (Destino, 1964)

En un artículo publicado en 1964 en la revista Destino, Sebastián Gash evoca el ambiente artístico que se respiraba entre aquellos muros:

“Verdad es que el cuadro flamenco del local de la calle del Arco del Teatro era de primerísimo orden. Como ‘bailaores’ desfilaron por allí Antonio Viruta, Antonio Bilbao, el ‘Mojigango’, Faíco, Estampío, el ‘Gato’, nombres gloriosos, mantenedores de una estirpe vieja como el mundo, que bailaban con todas las geniales rebeldías de su pasión puestas en ritmo de llama, sin que jamás se registrasen en parte alguna sus nombres.

Actuaban asimismo en este tablao de rango unas ‘bailaoras’ de fuste, faraones del baile, criaturas de aguafuerte goyesco, que así que oían sonar la guitarra se encendían en rítmicos espasmos y escorzos de maravilla, se crispaban en contorsiones inimitables y ofrecían al viento el compás de sus brazos, locos de ensueño y ebrios de pasión. Además de Julia Borrull y su hermana Concha, aparecían en aquel tablado la ‘Macarrona’, bronce vivo y fondón al paso de los años, genial en su bastedad, gloria y orgullo en su ayer lejano de los viejos cafés cantantes, las hermanas Mendara, Rafaela Valverde (la ‘Tanguera’) -¡descubrámonos de nuevo!-, Regla Ortega (la ‘Pato’), la ‘Faraona’ y la niña Carmen Amaya con sus primeros redobles… ¡Qué antiguo y qué puro era el arte de esas mujeres, fandangonas de estirpe, reinas de las alegrías y las soleares en las madrugadas barcelonesas! Y a la guitarra, en Villa Rosa, los Borrull, padre e hijo, Manolo Bulerías y el ‘Chino’, padre de Carmen Amaya” (14-3-1964).

Junto a Rafaela Valverde, en el cuadro de Villa Rosa figura el bailaor Antonio Rodríguez, ‘el Viruta’ -“viva personificación de la hierática y ritual estampa del desplante ‘jondo’” (ibíd.)-, que durante algunos años también comparte con ella su vida sentimental y es el padre de uno de sus cinco hijos.

El bailaor Antonio Rodríguez, el Viruta

El bailaor Antonio Rodríguez, el Viruta

Nuevos éxitos en el Circo Barcelonés

En septiembre de 1925, en el Teatro Circo Barcelonés se celebra un “grandioso festival a beneficio de la célebre artista Rafaela Valverde, la Tanguera” (La Vanguardia, 30-9-1925). En él toman parte un buen número de artistas de variedades, así como un cuadro flamenco dirigido por Miguel Borrull (hijo), que aglutina a “todo el elenco de los cabarets Maxim’s Buena Sombra, Royal Concert, Sevilla y Villa Rosa”, lo cual nos da una idea de lo muy apreciada que era Rafaela entre sus compañeros de profesión.

En 1926, la bailaora regresa en varias ocasiones al Teatro Circo Barcelonés. En enero participa en una función a beneficio del bailarín César Fournier y en el mes de septiembre, a pesar de su avanzadísimo estado de gestación, la Tanguera interviene en un festival de cante, toque y baile flamenco, en el que se dan cita artistas de primerísimo nivel, como Miguel, Concha y Julia Borrull, La Joselito, el Chato de Valencia, La Camisona, Faíco, Guerrita, Juanito Relámpago y Antonio Viruta, por citar sólo a algunos.

Pocas semanas después de dar a luz a su hijo, que es amadrinado por su amiga y compañera Julia Borrull, Rafaela Valverde regresa a los escenarios. Durante los meses de noviembre y diciembre de 1926, también en el Circo Barcelonés, la bailaora comparte cartel con buena parte del elenco del Villa Rosa, en el marco de distintos festivales de cante y baile dirigidos por el guitarrista Miguel Borrull.

Rafaela Valverde con uno de sus hijos

Rafaela Valverde con uno de sus hijos

En mayo de 1928La Tanguerita figura en el reparto del cuadro flamenco que actúa en el Teatro Cómico de Barcelona durante la representación de la comedia de costumbres La mala uva. Completan el elenco Conchita BorrullRosalía la FlamencaFaíco ChicoFanegas y Miguel Borrull.

En el mes de septiembre, La Publicitat anuncia la celebración de una gran fiesta andaluza en el barcelonés Casino de San Sebastián, cuya atracción principal la constituye un cuadro flamenco dirigido por Miguel Borrull, y en el que destaca, entre otras figuras, la Tanguera:

“Se trata de un cuadro flamenco completo como pocas veces se ha visto en Barcelona. […] La Niña de Málaga interpretará un tango gitano; Rafaela la Tanguera bailará una des sus farrucas que la han hecho célebre; Conchita Borrull entusiasmará con sus inimitables alegrías, e incluso se arrancará por sevillanas con Rafaela, cantadas por Mariana la Camisona. Manuel Tejero, el más castizo de los bailaores andaluces, demostrará su estilo, y ‘Joselito de Cádiz’, auténtico artista del ‘cante jondo’, cantará entre otras cosas las ‘vidalitas’ famosas de Juan Simón y sus no menos celebrados fandanguillos.

Miguelito Borrull y Baldomero Faíco acompañarán al cuadro flamenco a la guitarra” (2-9-1928).

Un cuadro similar se presenta semanas más tarde en el Teatro Cómico, coincidiendo con la representación de la revista Pocker. El elenco es el siguiente:

Conchita Borrull y Tanguerita, reinas del baile cañí. Chato de Valencia, el as de los cantaores, premiado en todos los concursos. Antonio El Viruta, excelso bailaor. Faíco Chico y Paco Aguilera, los grandes guitarristas. Mariana la Camisona, la genial cantaora” (La Vanguardia, 14-10-1928).

Durante todo el mes de marzo de 1929 se representa en el Teatro Tívoli el sainte lírico Los Flamencos, en el que destaca la actuación de “las bailadoras de flamenco Conchita Borrull y La Tanguera, que tanto realce y verismo dan a las castizas escenas de la verbena” (La Vanguardia, 9-3-1929).

Rafaela Valverde en los toros

Rafaela Valverde en los toros

Poco después se puede ver a Rafaela Valverde en el Teatro Victoria, en el festival de despedida de la bailaora Custodia Romero; y en el mes de septiembre, en el Teatro Nuevo, la artista participa en un “grandioso festival flamenco organizado el famoso cantador Manuel Guerrita a beneficio del popular cantador Joselito de Cádiz, con el concurso de los ‘ases’ del género Conchita Borrull, Rafaela la Tanguera, el Gran Tobalo, Antonio Viruta” y otros muchos (La Vanguardia, 10-9-1929).

Unas semanas más tarde, el Heraldo de Madrid sitúa a la Macarrona “en el famoso café cantante La Viña P”, de la capital catalana; y anuncia que junto a ella “lucen su arte Rafaela ValverdeLa Tanguera, que es la mejor bailaora de farruca, y la guapísima Julia Borrull” (14-10-1929).

En ese mismo año, la revista Estampa nos aporta un dato curioso sobre nuestra artista: “la Tanguerita tiene una máquina de coser, a plazos, y se confecciona ella misma estos trajes airosos que cortan el aire” (2-7-1929).

NOTA:

(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.