Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

María Montero, una brillante carrera truncada por la tragedia (I)

La bailaora sevillana María Montero ha pasado tristemente a la historia por su trágico asesinato en Manhattan, que fue trending topic en la prensa de todo el mundo. Menos datos han trascendido, no obstante, sobre la brillante trayectoria artística de “la más admirable de las bailarinas españolas que llegaron a actuar en Nueva York, donde se la consideraba como artista de supremo gusto” (ABC, 9-6-1928).

María Montero (Mundo Gráfico, 6-6-1928)

María Montero (Mundo Gráfico, 6-6-1928)

Sus formación como artista

María fue una niña prodigio, que dio sus primeros pasos en el mundo del baile de la mano del Maestro Otero. En su academia se formó como artista y como persona, y junto a él actuó en varios países europeos cuando aún era una niña.

Así lo cuenta el propio José Otero en distintas entrevistas concedidas tras el fallecimiento de su discípula, para quien sólo tiene buenas palabras:

Huérfana […] de padre y madre, casi sin apoyo en la vida, fue recogida por su tía Pepa, que le dio una educación esmeradísima. ¡Tenía unos ojos negros!, y una cara morena, y un cuerpo tan menudo, tan fino y tan airoso, que cuando bailaba ella las palmas eran para María Montero, que ya en su aprendizaje demostraba que llegaría” (El Liberal, 26-5-1928) (1).

“… yo la eduqué y la (sic) enseñé el baile flamenco. Bailaba como los ‘propios ángeles’ las zambras, las sevillanas, las bulerías, el vito y las peteneras. ¡Tenía una ‘grasia’ la chiquiya que era un encanto para los ojos! […] María, ¡la pobre!, viajó conmigo por el Extranjero. El 1911 la ‘yevé’ con otras diez muchachas al Coliseo de Londres. Un exitaso. Una apoteosi. […]

De Londres nos fuimos a París. Debutamos en el ‘Folies Bergère‘. María y el ‘cuadro’ gustaron mucho. Pasamos a Madrid, y luego embarcamos en Cádiz para América. Como los ‘pajariyos que dejan er nío’, la pobre María quiso volar con sus alas, y se separó de mí…” (Nuevo Mundo, 6-7-1928).

La prensa sevillana informa sobre algunas de esas actuaciones de la niña María junto al cuadro del Maestro Otero, como es el caso de la fiesta andaluza que se celebra en los Jardines del Alcázar en marzo de 1911 en honor de los Príncipes de Battenberg:

“… El maestro Otero llevó a los jardines a un grupo de hermosas andaluzas, vestidas clásicamente y luciendo mantones de Manila y peinado de teja con claveles por adorno.

Formaban el grupo Eduarda Tojo, Brígida Alba, Dolores Pinto, Isabel Martín, Emilia Navarro, María Delage, María Montero, Luz Ruiz y Rosario Raya.

Además del maestro Otero iban su sobrino Manuel Castillo y su hijo Manuel Otero; el director de la rondalla maestro Alcalá, y el tocador de guitarra Antonio Moreno acompañante de el Niño de las Marianas.

El Maestro Otero y su cuadro

El Maestro Otero y su cuadro

El baile andaluz gustó mucho a los príncipes y además se bailaron tangos, garrotín, Peteneras, Malagueñas, soleares, bolero jaleado y farruca.

El cante estuvo en armonía con el baile, formándose en éste varias parejas.

Eduardita Tojo bailó con Lolita pinto el garrotín, Rosario Raya, los tangos, garrotín y la farruca; Emilia Navarro y María Delaje, sevillanas y peteneras; Luz Ruiz y María Montero, sevillanas y peteneras, y Brígida Alba, con el maestro Otero, farruca” (El Noticiero Sevillano, 10-3-1911) (2).

Su debut en el extranjero

Unos meses más tarde, José Otero viaja con sus niñas a Londres. El cuadro debuta en el Teatro Coliseum el 29 de mayo, junto a un quinteto de bandurristas dirigido por Luis Sopena. Así lo anuncia la prensa británica:

“COLISEUM DE LONDRES […]

Dos veces al día a las 2.30 y a las 8 p. m.

Primera aparición en Inglaterra de las

BAILARINAS ESPAÑOLAS DE DON JOSÉ OTERO

de Sevilla y Madrid, con los BANDURRISTAS DE LUIS SOPEÑA, que acompañarán algunos de los bailes” (The Sporting Times, 27-5-1911) (3).

Las bailaoras sevillanas permanecen varias semanas en cartel, con éxito notable:

“En el Coliseum el programa de esta semana es magnífico. El Sr. Oswald Stoll ha contratado a una compañía excelente en la que nos complacemos de destacar Los Bailes Españoles de la troupe de José Otero. Las bailarinas son guapas mujeres que os hacen soñar un poco con sus bailes, a la vez graciosos y voluptuosos” (Comoedia, 15-6-1911).

“En el teatro Coliseum, de Londres, ha hecho su debut el conocido maestro Otero con sus bailarinas sevillanas, y que el pasado mes salieron de esta capital para dicho punto.

Nuestros paisanos han obtenido un buen éxito en sus bailes andaluces, y según dicen periódicos como The Daily Telegraph y The Westminster Gasett (sic), el número español constituye un poderoso atractivo en el programa para los espectadores, que diariamente acuden a aplaudir a las parejas de baile.

Las seguidillas, peteneras y boleras proporcionan a las lindas muchachas ovaciones, y los números de bandurrias y guitarras no son menos celebrados.

El maestro Otero y las muchachas que forman el grupo están haciendo una buena temporada que ha de darles excelente resultado, lo que celebramos” (El Liberal, 6-6-1911) (4).

María Montero (The New York Sun, 17-5-1928)

María Montero (The New York Sun, 17-5-1928)

La conquista de Madrid

En febrero de 1918 volvemos a tener noticias de María. La bailaora regresa a Sevilla tras actuar “con brillante éxito en el Cinema Francés de Tánger”, donde “hizo tal furor, no sólo por su arte, sino por sus ‘jechuras’, que todos temían que Mariquita se hiciera ‘tangerina’ para siempre” (El Guadalete, 22-2-1918).

Dos meses más tarde, la Montero debuta en el Teatro Romea de Madrid, junto a un elenco de variedades en el que también figuran la bailarina Pepita Robles y la bailaora La Checa, que actúa acompañada a la guitarra por Ramón Montoya. Las críticas no pueden ser más favorables:

“Con gran éxito debutó en este teatro la bellísima María Montero, de distinguida familia. El baile flamenco, que constituye su especialidad, es dignificado por esta amena artista, a quien esperan triunfos continuados.

Su elegancia y dominio en el baile son admirados todas las noches por el público” (Heraldo de Madrid, 22-4-1918).

“Debutaron María Montero, bailarina de excepcionales condiciones, las que son apreciadas por el público que tributa estruendosos aplausos” (Eco Artístico, 25-4-1918).

“… María Montero […] ha presentado un magnífico repertorio de bailes, con los que ha obtenido un éxito clamoroso” (Eco Artístico, 5-5-1918).

Durante los meses de verano, la sevillana realiza “una provechosa y brillante tournée por provincias” (Eco Artístico, 5-10-1918), y en noviembre regresa al Teatro RomeaMaría Montero, notable bailarina, que con su arte exquisito, ha obtenido un merecidísimo éxito” (Eco Artístico, 25-11-1918).

En esta ocasión, comparte cartel con la cancionista Lorenza Córdoba, la bailarina La Joyita, los acróbatas The Onoto Brothers, la cancionista Emilia Navarro y la polifacética Encarnación López, La Argentinita.

Unas semanas más tarde, la sevillana se presenta en el Trianón Palace, donde realiza una “magnífica actuación” (Eco Artístico, 25-12-1918). Completan el elenco los excéntricos Los Pitters, las bailarinas Luisa de Lerma y Carmen Salom, Julia Ortiz y el Trío Lara.

Rumbo al nuevo mundo

Tras triunfar en Madrid, la discípula de Otero emprende una nueva aventura allende los mares, junto a la compañía de comedias de Fernando Porredón. En diciembre de 1918, el grupo embarca en el puerto de Cádiz con destino a La Habana para actuar en el Teatro Nacional de la capital de Cuba, donde obtienen “un auténtico ‘succées’ (sic) artístico” (El Pueblo, 6-2-1919).

María Montero (La Nación´, 4-6-1928)

María Montero (La Nación, 4-6-1928)

Unas semanas más tarde, la troupe viaja a México. El 19 de febrero debutan en el Teatro Arbeu de la capital, donde llevan a escena obras como Las de Caín, La alegría de vivir, El cuarto creciente, Tortosa y Soler, Nicolás, Mister Beberly, La fórmula 3 K 3, o Genio y figura. Cada día se ofrecen varias funciones, todas con gran éxito. En los fines de fiesta actúan la bailaora María Montero, las cancionistas Gloria Gil Rey y Pilar del Monte, el cantaor y guitarrista Telesforo del Campo, y la bailarina La Corralito.

NOTAS:

(1) Texto reproducido por José Manuel Gamboa en su obra ¡En er mundo! De cómo Nueva York le mangó a París la idea moderna del flamenco, Sevilla, Athenaica, 2016, p.360.

(2) Texto reproducido por José Luis Ortiz Nuevo en su obra Coraje. Del Maestro Otero y su paso por el baile, Sevilla, Libros con Duende, 2012.

(3) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(4) Texto reproducido por José Luis Ortiz Nuevo en su obra Coraje. Del Maestro Otero y su paso por el baile, Sevilla, Libros con Duende, 2012.

 


Amalia Molina, el arte y la gracia de Sevilla que conquistan al mundo (I)

Amalia Molina

Amalia Molina

“Ni pintarla, ni esculpirla,
ni en versos enaltecerla;
a esta mujer hay que oírla
y hay que verla.

¿A qué llamarle clavel,
ni nardo, ni Malvaloca?
¿A qué decir que tu boca
tiene sal y tiene miel?

¿A qué transformarla en perla
ni en brillante convertirla?
Es inútil, hay que verla
y hay que oírla.

De su donaire y salero
hay tanto que ponderar
que no se llega a empezar
ni aún agotando el tintero.

Nadie podrá describirla
ni en lo justo enaltecerla.
¿Nadie en el mundo? Hay que oírla,
y hay que verla.

Así siempre hemos pedido
que mientras Amalia exista,
Dios nos conserve el oído
y la vista

La inspiradora de estos versos, brotados de la pluma de los Álvarez Quintero, no es otra que Amalia Molina, una singularísima artista hoy tristemente olvidada, a pesar de haberse situado a la altura de estrellas tan legendarias como Pastora Imperio.

Oriunda del barrio de la Feria, una de las zonas de Sevilla que más figuras han aportado al mundo del flamenco, Amalia creció en un ambiente totalmente propicio para el arte. Vio la luz por vez primera en 1885 en el Corral del Cristo, una típica casa de vecinos en la que cada domingo se celebraban animados bailes (1).

Amalia Molina

Amalia Molina

En una entrevista concedida en 1917 a la revista Nuevo Mundo y firmada por El Caballero Audaz, Amalia ofrece algunos datos más sobre su familia y el origen de su afición por el cante y el baile:

“Mi madre era cigarrera y mi padre lampistero. Na ma que mi madre era mu populá en el barrio porque toas las fiestas corraleras cantaba y bailaba… De ella aprendí los primeros aires flamencos.

[Yo tenía] una afisión loca. Como que no había una juerga en la Macarena en donde yo no me hallase bailando ma que un peón. […]

Yo me quedé huérfana mu pequeñita y sin recursos ningunos… Me quedé con mi chacha Matilde, que es con quien vivo en la actualidad” (23-3-1917).

El arte de la supervivencia

Aunque la afición le rondaba por el cuerpo casi desde la cuna, debido al prematuro fallecimiento de sus padres, el baile pronto se convirtió para Amalia Molina en su medio de vida. Con siete u ocho años de edad, la niña se puso en manos de los mejores maestros de la época, como José Castillo, Ángel Pericet o José Otero, que supieron potenciar sus excelentes cualidades.

“[E]n vista de lo apañá que yo era pa too lo flamenco, me fui a la Academia de Joselito Castillo, el bailarín famoso, y a él me encomendé y él me enseñó a bailá. Después se encargó de mi enseñansa Pericé. […]

Allí, en Sevilla, dan unos bailes los Sábados de Gloria que las gentes los llama ‘bailes de ingleses…’ Estos bailes los da el maestro Otero en la calle Trajano. Este maestro Otero era un amigo de casa, y pa favoreserme me sacó en un baile de ingleses. Por lo que se ve, gusté mucho, y al poquito tiempo me contrataron en el Salón de Novedades de Sevilla, que es… ¡canela pura!… el más clásico de España” (Nuevo Mundo, 23-3-1917).

Antiguo Salón de Novedades de Sevilla

Antiguo Salón de Novedades de Sevilla

Tras el gran éxito obtenido en los bailes de ingleses, cuya denominacón obedece al gran número de extranjeros que acudían a los mismos, la joven Amalia entra a actuar en distintas salas de espectáculos de su ciudad, como el Teatro Novedades, donde es contratada por cuatro pesetas diarias, y comienza a darse a conocer en otras ciudades.

La aventura madrileña

Como sucede en nuestros días, a principios del siglo pasado en Madrid se concentraba lo más selecto del mundo del espectáculo y triunfar en la capital de España constituía la consagración definitiva de cualquier artista.

Animada por la gran aceptación del público sevillano, así como por la perspectiva de incrementar considerablemente sus exiguos ingresos, Amalia Molina no pudo resistir la tentación de “hacer los Madriles”. Junto a su chacha Matilde, provista sólo de unas cuantas pesetas y un papel con la dirección del Salón de Actualidades, la joven puso rumbo hacia la Villa y Corte.

Amalia Molina en 1905 (foto de Antonio Cánovas)

Amalia Molina en 1905 (foto de Antonio Cánovas)

A lo largo de su vida, la artista concede numerosas entrevistas, en las que ofrece distintos pormenores sobre su aventura madrileña:

“… llegó una cupletista de los madriles que ganaba veinte pesetas de sueldo po hasé cuatro pamemas, y entonces po me dije: Po si por hasé eso en Madrí se gana veinte pesetas, yo me voy a Madrí. Y dicho y hecho. Al elegesito Reyes, que era el maestro de piano, le encargué que me instrumentase los tientos de El género ínfimo y unas soleares, y con lo poquillo que yo sabía bailá cogí el petate y pa Madrí!… […]

Venía casi desnuda. Por too lujo traía una falda rosa mu probesita, pero mu grasiosa. [Con] muchos volantes mu airosos… Ademá traía un mantón blanco de Manila que a seis reales diarios había mercao en Sevilla” (Nuevo Mundo, 23-3-1917)

“Me recogí las trenzas, que las llevaba colgando, y me vine a Madrid, con siete pesetas y un papel con las señas del Salón de Actualidades apuntadas en él. Yo no sabía las calles. Me voy a la Puerta del Sol y le digo a un cochero: Al Salón de Actualidades. No hace más que estirar las patas el penco, y ya estábamos. Y una peseta se me iba. ¡Mardita sea er ladrón! Pregunto por el empresario y le digo: Míe usté, yo sé hasé eto, y le canto y le bailo too lo que sé. Me contrató por seis meses, con dos duros diarios. Vamos, que no me cabía el alma en el cuerpo” (El Día, 22-8-1917).

“[…] me anunciaron con unas letras mu grandes. Y me salí al escenario con mis cosas flamencas, y en lugá de caerle malamente al público le caí mu bien. Y es que en España gusta mucho el cante grande” (Nuevo Mundo, 23-3-1917).

Según su propio testimonio, Amalia Molina llega a la capital el día de San Isidro de 1904. Sólo cuatro días más tarde, se anuncia su debut en Actualidades:

“En el Salón de Actualidades se verificará esta noche, día de moda, el debut de la simpática bailarina sevillana Amalia Molina, que viene a Madrid para confirmar la reputación que tiene adquirida en los distintos teatros de España” (La Época, 19-5-1904).

Consuelo Bello Cano, la Fornarina

Consuelo Bello Cano, la Fornarina

A pesar de coincidir en el citado local con algunas de las estrellas más rutilantes del firmamento de variedades -como Pastora Imperio, Fornarina, Adela Lulú o Candelaria Medina-, la recién llegada no tarda en ganarse el favor del público y de la prensa, que cree ver en ella la reencarnación de las grandes boleras de antaño:

“En este popular salón ha debutado la simpática y graciosa bailarina del género español, Amalia Molina, la cual ha venido a demostrar que aún existen artistas de este género que honran la memoria de La Nena, Petra Cámara, Fuensanta Moreno y otras estrellas que brillaron en el arte coreográfico. Hora era ya que saliera una que, sin desplantes y con la naturalidad que se debe a todo lo que sea arte, hiciera sentir al público el placer con que siempre se ha visto el verdadero baile español” (El Día, 21-5-1904).


NOTA:

(1) El Corral del Cristo estaba situado en el número 6 de la Calle Pedro Miguel, que comparte manzana con la Calle Infantes.

En 1886, en el número 3 de la calle Infantes, aparece empadronado el matrimonio compuesto por Manuel Molina Caro (sevillano, de 49 años) y Teresa Pérez Jiménez (natural de la localidad valenciana de Antella, de 39 años), así como su hija de dos años de edad Amalia Molina Pérez. También residen en el mismo domicilio Asunción y Matilde Molina Arquillo, de 29 y 19 años respectivamente.