Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Los secretos del retrato de Carmencita, de Sargent

SE PINTÓ LA NARIZ DE ROJO PARA HIPNOTIZAR A SU FOGOSA MODELO*

El secreto del maravilloso retrato de Sargent de la felina Carmencita, teatralmente revelado por su biógrafo, que desvela otros misterios de las vidas del artista y la bailarina

"La Carmencita", por John S. Sargent (1890)

“La Carmencita”, por John S. Sargent (1890)

Desde hace 37 años la famosa pintura de Sargent de Carmencita, la bailarina española, ha sido la maravilla -y el misterio- del mundo artístico. ¿Con qué milagrosas habilidades logró Sargent transformar un poco de lienzo y pigmento naranja en el frufrú de la seda y el movimiento suspendido de la danza?

El inquietante poder con el que capturó y conservó para siempre la fugaz actitud de un momento ha hecho que el retrato sea aclamado hoy como una obra maestra del dibujo, el color y la expresión.

El logro parece aún más destacable si se considera la personalidad de la modelo de Sargent. Carmencita era una chica de los music-halls españoles. En su naturaleza se combinaban toda la pasión, todo el amor al color y el movimiento, y toda la tempestuosidad de la raza oscura y romántica.

Otros artistas habían intentado retratarla sin éxito. La pintura que representara sólo un segundo en el rápido giro de un baile necesariamente debía ser la culminación de una larga y agotadora sesión de lucha con el temperamento así como con el pincel.

¿Quién podría someter el fogoso espíritu de Carmencita durante el tiempo suficiente para realizar esa tarea?

John Singer Sargent (Autorretrato, 1907)

“Autorretrato” de John Singer Sargent (1907)

El retrato terminado demostró que John Singer Sargent lo logró, pero no ha sido hasta la reciente aparición de un libro de Hon. Evans Charteris cuando se ha dado a conocer el grotesco método del artista para captar la atención de la modelo. El episodio queda registrado en ‘John Sargent’ del Sr. Charteris, una biografía publicada por Charles Seribner’s Sons, de Nueva York.

El circunspecto Sargent, al reparar en la inmadurez de todas las naturalezas primitivas, comenzó su tarea intentando no someter a su modelo con argumentos grandilocuentes ni con la razón. Por el contrario, adoptó el método del fotógrafo que obtiene sus mejores resultados con un niño de dos años incitándolo a mirar al pequeño e inexistente ‘pajarito’. Ejercitando su ingenuidad, Sargent -afirma el Sr. Charteris- se pintó la nariz de rojo para atraer hacia él la atención infantil de Carmencita, y si la nariz roja fallaba, la fascinaría comiéndose su cigarro. Esta actuación, posiblemente nociva para la digestión del artista, hizo las delicias de la bailarina, que permaneció quieta, en un aparente estado de hipnosis.

El ingenio de Sargent no terminó aquí. Los clientes de los establecimientos de vodevil y comedia musical saben que una nariz roja puede ser divertida, pero no durante mucho tiempo. Sargent tenía otros recursos. Apreciaba la música española y tenía en su estudio una máquina parlante en la que reproducía sus canciones españolas favoritas. Es posible que así engañara el tedio de más de una sesión de Camencita y volviera a capturar el decreciente interés de su temperamental modelo.

Boceto de 'La Carmencita' de Sargent

Boceto de “La Carmencita” de Sargent

También hubo otros modos de lograrlo. Cuando el cuadro se exhibió en Nueva York y un admirador ofreció 3.000 $ por él, Sargent respondió que no podía aceptar esa cantidad, porque pintar el retrato había costado más de eso. ‘¿Que ha costado más? ¿Qué quiere decir?’, le preguntaron con sorpresa.

‘Porque…’ -respondió- ‘en pulseras y otras cosas’. Hasta ese punto hubo que convencer a la caprichosa belleza para que cumpliera su promesa de posar.

Carmencita tuvo un gran éxito en Nueva York. El Sr. Charters dice en su libro lo ansioso que estaba Sargent por que la Sra. Gardner, una mecenas de las artes, viera a esa ‘desconcertantemente espléndida criatura’. ‘¿Podría usted -escribió- tenerla en su casa de la Quinta Avenida? Si es así, ¿podría yo ir a ver si el suelo o la alfombra están bien, o si hay alguna lámpara de araña con la que pueda romperse la cabeza? Tendría que ser sobre las doce de la noche, después de la actuación’.

Charteris continúa: ‘ Al final, la fiesta la dio la Sra. Gardner en el estudio de William Chase, el pintor, en la Calle Décima de Nueva York. Los honorarios que se pagaron a Carmencita fueron de 150 dólares. La Señora de Glehn […] estuvo presente con su hermana y describe la escena. Sargent, a quien nunca había visto antes, ‘estaba sentado en el suelo. El estudio estaba suavemente iluminado; al fondo de la habitación se pudo ver una escena como la que él había representado en ‘El Jaleo’.

El Jaleo (J. S. Sargent, 1882)

“El Jaleo” (J. S. Sargent, 1882)

Carmencita, con una luz que la iluminaba desde abajo, ora retorciéndose como una serpiente, ora con una arrogante elegancia, se pavoneaba por el escenario con una hilera sombría de guitarristas al fondo, que rasgueaban su embriagadora música española. Ella había llegado al estudio con el pelo encrespado y la cara cargada de polvo y pintura. Sargent, como su empresario ocasional, le alisó el pelo con un cepillo mojado e incluso aplicó un paño húmedo a su maquillaje. Con esto estaba llevando demasiado lejos el puesto de director escénico; ella se molestó y se enojó. Entonces se necesitó tacto para reprenderla e incitarla a bailar, pero sus ‘escenas’ fueron breves. Cuando aún no había bailado muchos pasos, la Sra. de Glehn la vio lanzar una rosa al pintor, que estaba sentado en el suelo a media luz. Él la recogió y, desde su ojal, ésta ratificó la paz’.

Más tarde Carmencita se casó con el líder de la orquesta de guitarras, y compartió con él un estudio con una cama individual en Bloomsbury, Londres. Aunque bailaba por cuantiosos salarios en los music-halls ingleses, ya no era la Carmencita de Nueva York. El Sr. Jacob Hook, que la visitó en este apartamento, escribió entonces sobre ella que el tiempo había calmado su furia, aunque no su belleza, y que la civilización había sometido el fuego de su espíritu, aunque no su gracia. Estaba domesticada y en sus pasos difería de los estándares de la convencionalidad británica.

El vestido con el que Sargent pintó a Carmencita fue comprado recientemente en Londres en una venta de sus efectos personales por una cantidad sorprendentemente pequeña. En América, se habría vendido por una suma mucho mayor.

Carmencita Dauset

Carmencita Dauset

Sargent fue uno de los pocos grandes pintores que para triunfar no tuvieron que luchar contra la adversidad. Nacido en Florencia de padres americanos acomodados, tuvo la ventaja de viajar por Europa y estudiar con los mejores maestros franceses e italianos. Pronto dio muestras de su gran talento, y toda su vida estuvo marcada por el inveterado deseo de dibujar, dibujar y dibujar todo aquello que intrigara a su vista.

Pero Sargent era el adecuado, por su inclinación y su experiencia, para hacer el retrato de la famosa Carmencita. Tenía un gran interés por los temas españoles, y su propio estilo de pintura había recibido una gran influencia de los maestros españoles, especialmente Velázquez. Una nariz roja, una merienda de puros… -no le importó hacerlo en tanto que le ayudaron a captar en el óleo el alma de tigresa de la más hermosa bailarina española”.

NOTA:

* Artículo publicado en The Des Moines Register, el 7 de agosto de 1927. La traducción es mía.

 


“El baile gitano salvaje de Carmen Amaya tiene a Broadway entusiasmado”

 

Carmen Amaya (Pittsburgh Post Gazette, 26-3-1941)

Carmen Amaya (Pittsburgh Post Gazette, 26-3-1941)

16 familiares viven de la actuación de la joven española

– Sus hermanas, sus primas y sus tías –

Por Iola Ellis*

NUEVA YORK, 25 de marzo.- Que una bailaora gitana española llamada Carmen Amaya se haya paseado entre nosotros cargada de familiares es lo más excitante que ha sucedido a los sibaritas de Broadway en muchos meses.

No hay que culpar a nadie de tan enorme exageración. Honestamente, sólo podría afirmarse que ese relámpago de diecinueve años zapatea, gira, salta o brinca. Para decirlo suavemente, es un huracán en acción.

Desde que tenía cinco años, sus talentos han servido como un vale de comida para sus familiares menos brillantes; de los 16 que tiene a su cargo, ocho forman parte del equipo artístico de su compañía en el Beachcomber.

En el grupo hay unos cinco guitarristas (primos y cosas así) que, con sus golpes, dan a Carmen la señal para entrar. Después su hermana Antonia grita, ‘¡Vamos, animal salvaje! ¡Abrimos la jaula!’ y el baile comienza.

En Broadway nunca se ha visto nada así. Ese baile tiene una arrogancia y una insolencia, una crueldad y una pasión que sólo pueden compararse con las de un animal atormentado. Parece un salvaje e inútil intento de escapar.

Carmen Amaya (The Courier Journal, 6-4-1941)

Carmen Amaya (The Courier Journal, 6-4-1941)

***

Lo que es, en realidad. Parece que hace años Carmen Amaya tenía el ardiente deseo de ser torera. Cuando era niña, desfogaba su ardor bailando para los turistas en el camino de la plaza de toros de Granada (4) y después corría con los preciosos centavos a comprar su tique para la corrida.

Incluso ahora, siempre incluye en su rutina un baile que se supone que retrata a un torero en una auténtica corrida de toros.

En inglés no existe una definición exacta del término baile flamenco. No es necesariamente un baile, está mejor descrito como una manera, un estilo de comportamiento.

Si una persona está segura de sí misma, es en cierto modo arrogante o engreída, los españoles dicen que es ‘flamenco’. Amaya es considerada la mayor bailaora de flamenco del mundo, según el testimonio de figuras como Toscanini (1), Stokowski (2) y Lily Pons (3). Nunca en su vida ha tomado clases de baile y cambia su rutina en cada actuación.

Su relación con su variado entorno es afectuosa, posesiva y sentimental.

Carmen Amaya (The Minneapolis Star Sun, 6-4-1941)

Carmen Amaya (The Minneapolis Star Sun, 6-4-1941)

***

Para Papá Amaya, el soberano de la tribu, ella ha decidido ganar 100,000 $, a fin de que pueda completar la adquisición de un teatro en Sudamérica.

Para sus hermanas, planea sus carreras como bailarinas y después del trabajo las entrena con las castañuelas.

Para Mamá Amaya, quiere construir la mayor casa del mundo, porque, según dice, su corazón es tan grande como el universo.

En cuanto a Carmen, le gustaría actuar en Broadway o hacer una película. Y algún día, tal vez, llegar a ser torera.

NOTAS:

* Artículo publicado en el diario Pittsburgh Post Gazette el 26 de marzo de 1941. La traducción es mía.

(1) Arturo Toscanini (1867- 1957), músico italiano.

(2) Leopold St0kowski (1882-1977), director de orquesta británico.

(3) Lily Pons (1989-1976), soprano franco-estadounidense.

(4) Se trata, sin duda, de una licencia de la periodista, ya que, como es sabido, Carmen nació y pasó sus primeros años en Barcelona.

 


“Expediente séquito en – Es La Argentina”

La reina de las bailarinas españolas está aquí con su séquito y una amplia sonrisa roja

La Argentina, reina de las bailarinas españolas, llegó anoche con su bolso y su equipaje al Hotel Statler.

Había 37 piezas de equipaje. Todos los botones del hall estaban ocupados con ello. Luego llegó su ama de vestuario con los brazos cargados de flores, su pianista, su electricista, su mánager y su Chow Chow de siete semanas, Aline, por no mencionar a un reportero, un fotógrafo, un agente de prensa y un delegado que acudieron a darle la bienvenida.

Antonia Mercé con su perrita Aline, a su llegada a Cleveland

Antonia Mercé con su perrita Aline, a su llegada al hotel (Cleveland Plain Dealer, 4-11-1935)

‘Todo el mundo’, dijo ella con una amplia sonrisa roja, mientras la comitiva subía en el ascensor.

Eso significa ‘everybody’, explicó su mánager, Nolly Meckel.

La Argentina es menuda y ágil. Llevaba un sencillo vestido azul y un sombrero, y nada de maquillaje, salvo el rojo de sus labios y las finas curvas de sus cejas, ni nada de joyería. Pero en su vestido llevaba dos lacitos que representan las condecoraciones que ha recibido por su baile de los gobiernos español y francés.

Se llama como “todos nosotros’

– ¿Cómo se llama el perro?

Aline – respondió. Sonaba como Eileen.

– Pero ¿por qué el nombre irlandés?

– Se llama como todos nosotros – respondió la bailarina, mientras sostenía al pequeño perro lanudo a un brazo de distancia sobre su cabeza.

– Yo soy Antonia. Él es Luis Gálvez, el pianista. Ella es Irene Ibáñez, mi amiga. Éste es Nolly Meckel, que conoce todos mis secretos. Y aquí está Everett Higgenbottom, el electricista. ¿Ven, no? ¿Explícaselo tú, Nolly.

Nolly remarcó que las primeras letras de los nombres de pila de los cinco componían el nombre del cachorro.

La Argentina acababa de venir de Texas y estaba cansada, dijo Meckel. Pero repartió cigarrillos y posó para un par de fotos.

La Argentina, durante su actuación en El Amor Brujo (The New York Times, 22-6-1930)

La Argentina, durante su actuación en El Amor Brujo (The New York Times, 22-6-1930)

– ¿Alguna vez se toma un whisky soda cuando está cansada? – le preguntaron.

– ¡Oh, no! Nunca tomo bebidas espirituosas. No son buenas para una bailarina. Y no me gusta el alcohol. Está asqueroso. A veces, si estoy resfriada, me tomo un poco de cognac.

– ¿Cómo se mantiene tan delgada? – fue la siguiente pregunta. La Argentina ya no es una niña.

– Debería preguntar cómo engordar – respondió -. Una vez lo intenté, pero no pude ganar ni un gramo. Como de todo lo que me gusta y nunca he intentado hacer dieta.

La Argentina trabaja doce meses de doce. Odia las vacaciones. Una vez, cuando Meckel la obligó a tomarlas, se enfadó mucho y le envió telegramas ordenándole que le mandara a un pianista, hasta que él cedió.

Su séquito lleva mucho tiempo con ella

Normalmente no tiene la aparente disposición de una prima donna. Meckel lleva once años con ella y la Srta. Ibáñez, del guardarropa, lleva diez. los otros han pasado seis y cuatro años viajando por el camino de la mujer que ha bailado tres veces alrededor del mundo, que lleva años actuando constantemente y que ha encontrado tiempo para crear 120 bailes originales.

Lleva 50 trajes con ella. Usa castañuelas de madera de granado y ninguna otra lo hará. Otras bailarinas copian sus creaciones.+

Antonia Mercé, La Argentina

Antonia Mercé, La Argentina

La Argentina acurrucó al perrito de pelo rizado bajo su brazo, dijo un amistoso ‘buenas noches’ a todo el mundo y se retiró, dejando un ligero olor a Nuit d’Oublie tras de sí.

Bailará en el Public Music Hall mañana por la noche. Al público le venderán castañuelas para aplaudir. La actuación está patrocinada por el Garden Club de Cleveland”.

NOTA:

* Fuente: Cleveland Plain Dealer, 4-11-1935. La traducción es mía.

 


“Carmen Vargas, la nueva reina gitana”

“La artista

Hace unos años, muy pocos, apareció en el escenario diminuto de Romea, pedestal de tantas estrellas, una chavalilla gitana. Tenía la chavala un nombre sugestivo, toda una evocación: Carmen; y su apellido decía su pura estirpe cañí. Entonces la conocimos. Una noche inolvidable apareció ante nosotros. La escena se transformó, y el lindo tablao fue trono de aquella niña morena que bailaba como ninguna, que como ninguna reía. Extraña criatura la niña aquella. Aún recordamos sus bailes; aún vemos suelta, su negra cabellera, que caía sobre una arbitraria bata roja. ¿Una bailarina más? No; con Carmen Vargas (1) había nacido aquella noche una artista extraordinaria, que no se parecía a ninguna, mejor que todas las de su raza.

Carmen Vargas

Carmen Vargas

Carmen Vargas llega hoy a nosotros y se ofrece a nuestra admiración en la plenitud de su arte intuitivo, un arte personalísimo. No puede haber comparaciones, porque ella baila mejor que todas, porque dice con el mimo riente de su cara lo que nadie ha sabido decir. El baile tiene en ella una nueva expresión. Sus ojos imperiales y su boca sensual ríen siempre, en optimista comentario a la vida ardiente, desesperación de deseos carnales que sus bailes glosan.
Carmen Vargas, hembra del Sur, ha cogido toda la ardiente sensualidad de la tierra andaluza, morena como su carne, y sobre el dramático deseo; eterna lucha: -desdén e incitación, posesión y entrega-, ha puesto el luminoso triunfo de su risa, alegrando el deseo, ennobleciendo el instinto, poniendo sobre el rugido, la elegancia de un suspiro de su boca.
¡Cuántas cosas dice el alma gitana de Carmen Vargas! Es una llama viva, que retorcimientos de llama hay en su talle, y es una luz. Quema y alumbra. Nos embruja y nos lleva prendidos en la fibra de su falda gitana, pero nos liberta, y nos entrega, para toda la vida, el sol de sus ojos, la risa de sus labios, con el recuerdo imborrable de su cara que ríe al pecado, que ha triunfado de él, risa que parece extrañarse, altiva y desdeñosa, del ritmo sensual de las caderas impacientes y pecadoras.

Carmen Vargas

Carmen Vargas

Lo que hay en sus bailes

Acaso algún día cambie Carmen Vargas su repertorio. El de hoy es personalísimo. Nadie le ha enseñado nada; baila como quiere, sin ajustarse a patrón. Su maravillosa intuición la guía como una estrella.
– ¿Cómo te hicistes (sic) bailarina?
– Pos verá: cuando chiquiya, al sentí una guitarra de no sé dónde, me daban unos tironazos por dentro. La guitarra seguía tocando y yo sentía uno repeluco la má de grande. No me podía está quieta. Un día rompí a bailá y aquí me tiene.
– ¿Te acuerdas de tu debut?
– Cuando tú me conociste, en Romea, tenía yo catorce año. Hacía farta sacá pa los chícharos y me decidí. Me presenté yo solita y Campúa (2) no quiso amitirme. Por fin me contrató. Me proporcioné aqueyos trajes que tú recuerdas y empecé a bailá lo mío, lo gitano, y unos ‘fostroces’ de mi invención, unos ‘fostroces’ flamencos que a la gente le gustaban la má.
Y soñaba con vení a mi tierra, porque a mí me echaron el agua en San Juan de la Parma, y por fin vine a Sevilla, que es la cuna der arte. Aquí he gustao, y ¿pa qué quio má?
– ¿Cómo sientes el baile, Carmen; qué hay en tu arte?
– ¿En mi baile? ¿Qué hay en mi baile? ¡Pos baile, ná ma que eso: baile!
Estamos en el estudio de Alfonso Grosso. El ya ilustre pintor sevillano siente por Carmen una verdadera admiración. Dos veces la ha llevado a lienzo, y la gitana maravillosa alegra ahora señoriales estancias de Nueva York, fijadas para siempre su sonrisa y su mirada bruja, por el mago pincel del joven artista.

Carmen Vargas

Carmen Vargas

Como nos oye charlar y sonríe, Carmen no quiere saber de sutilezas. Lo que los demás vemos en sus bailes, ¿qué importancia tiene para ella? Ella no ve más que el baile; ‘eso: ¡er baile!’
Y, sin embargo, nosotros, ante Carmen Vargas, ante su arte excepcional, único, interpretamos, dándole la más alta categoría artística, la línea estremecida de su cuerpo decuente.

… ‘El vientre deseado,
sabio en sabrosos movimientos, gira…
Todo en su danza es el deseo osado
que, sin pudor -¿qué es el pudor?- se estira…

Así dijo Ardavín de Tórtola Valencia, y así diríamos nosotros de Carmen Vargas, que

“¡Es el pecado Capital!
Y es Sulamita y Salomé
y es Afrodita y Astarté!’

El estudio se alegra con la risa de Carmen. La Vargas, inquieta, versátil, desespera al pintor y al periodista. Ni él puede pintar, porque no hay medio de hacer que la traviesa chiquilla esté quieta, ni yo puedo preguntar porque no hay forma humana de fijar las ideas de esta bella cabecita, más inquietas que los faralaes de su falda pomposa.
Grosso quiere servir de intérprete, más versado que yo en el trato con los gitanos, pero Carmen rehúye el interrogatorio.

Carmen Vargas

Carmen Vargas durante la entrevista

Grosso pintará su cuadro. ¡Dichoso él que puede recoger los gestos maravillosos de expresión de esta gitanilla que ya es Reina! Yo tengo que conformarme con unas divagaciones en torno a su arte excepcional. Carmen se encomienda a mí.
– Lo que tú quieras, ¿sabe? Lo que tú quieras. ¡Pon en el periódico lo que te dé la gana, que será más bonito que lo que yo te diga!
Y Carmen sigue bromeando. Viéndola así, adoraremos más y más su arte que no sabe de ficciones, que es, como ella, sencillo y complicado, extraño, inquieto, como la raza gitana, pero como ella impresionante, atrayente.
Viéndola danzar, hermana de Esmeralda, enloqueciera otra vez Claudio Frollo; por sus caderas rotundas, por sus negros ojos y por el caliente suspiro de su boca perdiera su alma Don José, el navarro.
Y nosotros, ahora, en nuestra atonía, en nuestra desilusión por todas las cosas, ante el panorama de España, huyendo de problemas fundamentales, si nos preguntaran cuál es nuestra fe, diríamos que la anatomía de Carmen Vargas. Y ante la realidad positiva de su artes, olvidaríamos ficciones desoladoras. Acaso no queda ya más verdad en España que ésta que alegra nuestros ojos, flor del camino, sonrisa que nadie podrá entristecer.

Carmen Vargas

Carmen Vargas

Un poeta ha dicho que España es

“¡Un mantón de Manila extendido en el Mar…!
¡Un mantón de Manila para que dancen ellas!’

¿Para que dancen ellas? ¡Más vale así! Y admiremos esto que nadie nos podrá quitar; creamos en esta fe de la que nadie nos privará, porque son ellas,

‘¡Que tienen el derecho de clavar su tacón
en nuestro corazón!
¡De clavárnoslo bien
para ver si nosotros resurgimos también!’

El mito de Carmen y el mito de Venus

Hablemos de ella como mujer. ¿Un elogio? No; una recomendación: verla. Digámoslo imperativamente: ¡vedla!
Para elogiar a otra artista gitana, bailarina como la Vargas, se la ha llamado la ‘Venus de bronce’ (3). A Carmen no la podríamos llamar Venus, ni aún en elogio de su cuerpo prodigioso. El mito de Venus y sus ritos hablan de helénicas serenidades, dicen el bronce y el mármol, frías materias, ojos que no tienen mirada.
‘¡Carmen!’; ¡he aquí el mito literario que alumbró Meimée! He aquí el mito accidental, encarnación andaluza.
A la Vargas jamás la apellidaríamos Venus; le basta con ser Carmen, Carmen gitana como la de Merimée. Este nombre encierra el más bello mito y dice más; es más evocador. Es Andalucía; es más, es una raza. ¿Venus? ¡No! Mujer de carne y hueso. Todo un rango geográfico y etnográfico tiene este nombre que el abuelo Merimée llevó a la Literatura. Carmen, todo el dinamismo, toda la paradoja, la versatilidad y la pasión gitana, pasión por la libertad, sugestión de la vida nómada. ¿Arte? En tanto va bien con la intuición, en tanto es ‘una cosa que tira de dentro’, como dice ella. Eso es la Vargas: el alma de Carmen, todo un mito occidental, alumbrado en los días románticos. Su cuerpo tiene estremecimientos carnales, caliente voluptuosidad de la sangre gitana…

Custodia Romero, la Venus de Bronce (Crónica, 1-11-1931)

Custodia Romero, la Venus de Bronce (Crónica, 1-11-1931)

A ella le basta con ser ella. Sobre la armonía del bronce y del mármol, frías, armonías, cánones y Academias, está el triunfo vivo de un cuerpo. ¿Venus? ¿Para qué? ¿Mujer de carne y hueso? ¿Bronce? Sí; pero un bronce vivo que sabe reír como nadie, bronce que no excluye ni el coral de sus labios, ni la nácar de sus dientes, ni los soles gemelos, que son sus ojos bajo el abanico faraónico de las largas pestañas. Y la cabeza de emperatriz que tiene gestos extasían a Grosso, frente breve baja, el negro casco de su pelo…

La buena ventura

Carmen ríe, como siempre.
Ahora, en el Paseo, charlamos mientras cae la tarde.
A nuestro lado llegan unas gitanas.
¿Han adivinado que Carmen es de su raza? No sé, pero ellas insisten en decirle la buena ventura. Carmen alarga su linda mano, pero la retira vivamente y exclama:
– ¡Qué mala vista tienes, gachí? ¿Pero no me diquelas? ¿Quiés que te la diga yo?
Las gitanas se alejan zalameras.
Carmen las sigue con una larga mirada nostálgica. Ahora, en sus hermosos ojos, hay chispas de fragua. Suenan los Martinetes y los Polos. Es la raza, más fuerte que todo. Carmen, muy atenta a una voz interior, recuerda las viejas canciones compañeras del trabajo y el camino, siempre a través de las carreteras andaluzas, a lo largo de las calles, de Córdoba, de Granada, de Sevilla, de Cádiz y a la vera de Gibraltar contrabandista, vivero de Milores enfermos de ‘spleen’ y amigos de la alegre gitanería.
Las gitanas ya se han ido. Ahora, Carmen Vargas mira a unos claros brillantes que ya lucen en su pecho.
¿La buena ventura? Nosotros, amigo Grosso, podemos decírsela. Nosotros leemos en el porvenir de nuestra admirada amiga, acaso, acaso mejor que ella misma. Pero… ¿nos hará caso si un día tomamos su linda mano y le leemos todo lo que Dios ha escrito en ella?”

NOTAS:

* Artículo publicado por M. Sánchez del Arco en El Noticiero Sevillano el 10 de octubre de 1926. Ha sido localizado por José Luis Ortiz Nuevo y está disponible en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco.

(1) La bailaora sevillana Carmen Vargas alcanzó gran notoriedad a partir de 1920.

(2) El jerezano José L. Demaría López, ‘Campúa’, desarrolló su carrera en Madrid. Trabajó primero de fotógrafo y después de reportero, para revistas como Nuevo Mundo o La Esfera. En los años 20 se convirtió en empresario teatral de locales como el Teatro Romea.

(3) La bailaora Custodia Romero también era conocida como la Venus de Bronce.


“Sevilla ante La Argentinita”

“- Dígale a Jiménez que, por tratarse de EL LIBERAL y de él, con mucho gusto recibiría ahora mismo su visita y celebraríamos la interviú. Pero en el Internacional, donde me hospedo, podremos mañana hablar con más detenimiento, y así saldrá más completa la información. Que tenga la bondad de pasarse por el hotel a las tres y media de la tarde y charlaremos, charlaremos…

– ¡Encantado de la vida! -que diría un amigo mío, que es casi tan sentencioso como Belmonte-. Que muchas gracias por adelantado, y hasta mañana. ¡Qué noche más larga me espera! ‘¡Qué noche, válgame el cielo…!’

Y con un cigarro de a cincuenta… los veinticinco, me despedí del amable portero del Mora (1), que había pasado mi tarjeta a la genial artista.

***

Encarnación López, La Argentinita (Nuevo Mundo, 13-7-1911)

Encarnación López, La Argentinita (Nuevo Mundo, 13-7-1911)

La tarde no tenía nada de poética ni de ‘azulínea’. Llovía que era una maldición. Y digo maldición, porque salí sin paraguas y tuve que pedir prestado el suyo, en el Casino, al gran poeta ‘Julián de Alcántara’.

Me encaminé al hotel donde se hospeda la simpatiquísima Encarnita, orgulloso, satisfecho, triunfador…

Y para que se vea lo ignaro e indiferente que es el público: pasaban las gentes por mi lado, ¡y ni siquiera me miraban! No advertían los imbéciles lo que yo representaba y valía en aquellos solemnes momentos.

¡Iba a tener el honor, nada menos, de saludar, y hablar e interrogar vis a vis, a la gran artista, mimada de todos los públicos, a la bellísima, a la sugestiva, a la sin par Argentinita!

Llegué al hotel. Saludé al amable, al siempre amable don Pedro Blanche, y le expuse mis deseos de saludar a la celebrada bailarina.

– En seguida, en seguida -me contestó un diligente camarero.

Y pasó, ceremonioso, la tarjeta.

Encarnación López, La Argentinita (La Libertdad, 2-8-1919)

Encarnación López, La Argentinita (La Libertad, 2-8-1919)

A los breves instantes apareció la bellísima Encarnita, sonriente, afabilísima, deslumbrante, con esa gracia suprema con que sabe apoderarse de los públicos, en el ritmo de un movimiento o en el relámpago de una mirada.

Un saludo afectuoso (¡Ay, qué mano, señores; ay qué manos!) Algunas breves palabras recordando su pasada actuación en Huelva y mostrando su gratitud por unas crónicas mías publicada en EL LIBERAL, dos o tres ‘ocurrencias’ de ella, graciosísimas…

– Y cuando usted quiera puede empezar a preguntar.

Y añadió con un mohín, que era un madrigal y un epigrama:

– ¡Comienza el interrogatorio!

– ‘¡Comienza el interrogatorio!’ ¿De verdad es usted argentina? Porque muchos no lo creemos…

– Argentina, y de Buenos Aires. Pero española de todo corazón. Más española que Agustina de Aragón.

¡Pon!

(Era don Pedro Blonch que había cerrado un cajón)

– ¿Cuándo y dónde trabajó usted por primera vez? Su impresión ante el público.

– En San Sebastián, en el Teatro Circo, que destruyó no ha mucho un incendio. ¡Qué pena! Impresión, ninguna. Era casi inconsciente. ¡Tenía yo entonces ocho años!

La Argentinita, retratada por Julio Romero de Torres

La Argentinita, retratada por Julio Romero de Torres

– ¿Público predilecto?

– No puedo decirlo, porque en todos he hallado la misma benevolencia y el mismo cariño. No obstante esto, por Sevilla he sentido extraordinaria simpatía. ¡Me entienden allí tan bien! ¡Están tan compenetrados con mi espíritu que antes de hacer un chiste ya les estoy viendo reír!

(En ese momento llega Angelita, la bellísima hermana de la artista, que si apostaran ambas a ver cuál era más simpática, creo que ganarían las dos).

Angelita nos ayuda muy eficazmente en el ‘interrogatorio’.

– ¿Qué le parece el público de Huelva? ¿Cuándo debuta usted aquí?

Encantada y agradecidísima. Este público es muy bueno. Debuté aquí el año 1910, y desde entonces guardo imborrables recuerdos de la simpatía de Huelva.

– ¿Qué le agrada más: el cante o el baile?

– Ambos; pero el baile me lo encuentro hecho. Es lo mío. Me cautiva todo lo que sea arte. Hasta óperas quisiera cantar. Pero creo conocerme bien, y entiendo que es lo español -y de lo español, lo flamenco– lo que más se adapta a mi espíritu. ¡Tienen tal encanto las ‘bulerías’!

– ¿Sus autores predilectos?

– Para cuplés, el maestro Font. Como músicos españoles, Granados y Albéniz.

– ¿Género que más le gusta?

– Decididamente, el masculino.

(Todavía me estoy riendo)

Encarnación López, La Argentinita (La Unión Ilustrada, 13-3-1919)

Encarnación López, La Argentinita (La Unión Ilustrada, 13-3-1919)

– ¿Y de ‘eso’ de la huelga de empresarios?

– Ni siquiera me he enterado.

– ¿Qué impresión le causa el público?

– Muy agradable. Algo nerviosilla, la noche del debut. El cambio de teatro, de orquesta… ¡No conoce una al maestro…! Algo nerviosilla, pero nada más.

– ¿Germanófila o francófila?

Gallista, acérrima gallista. Ambos hermanos Gallo (2) son, en mi concepto, los más completos diestros. Además, en su trato particular, son muy amables y simpáticos. Recuerdo que una vez, hablándome Rafael de Barcelona, me decía con mucha gracia: ‘Aqueyo será tóo lo grande y tóo lo hermoso que se quiera; pero yo sé desí que cuando atoreo ayá, en Barselona, no me divierto en ninguna parte. M’aburro en las cayes, m’aburro en er teatro, m’aburro en tos sitios. Y por eso me yevo tóo er día en er barcón de la fonda, como un loro’.

(Rafael tendría mucha gracia contando esto, pero yo quisiera que ustedes se lo oyeran remedar a la Argentinta).

– El colmo de la indiscreción: ¿de casamiento…?

– En la guerra, he dicho que soy gallista; en esto, soy neutral.

– Pero, ¿no hay…?

– Completamente neutral. Pero, no obstante la neutralidad, un joven alto, rubio, muy simpatico…

Y lo dijo tan ‘seriamente’, tan graciosamente, que al insistir yo, ávido de conocer al afortunado mortal que tal tesoro mereciera, me atajó con este imperativo:

– Sí, señor; un joven alto, rubio, muy simpático… He dicho bastante. Prosiga el interrogatorio.

Encarnación López, La Argentinita

Encarnación López, La Argentinita

– ¡Bueno! ¿Y adónde va usted ahora, Encarnita?

– A Sevilla, cuyo público, como le dije antes, me encanta y atrae. ¡Es mucha Sevilla! (3)

‘¡Trianerías!

Que dicen mil por su boca…’

Y con un mohín, que era otro epigrama y otro madrigal, terminó la interviú, y siguió la charla, amenísima, sugestiva, de la genial artista, sublime ‘encarnación’ -nunca estará mejor empleado el vocablo- del alma española

***

Había pasado el tiempo como un relámpago. Era la hora del ensayo.

Encarnita, muchas gracias, y hasta luego.

– Hasta luego, y muchas gracias.

Y con otro afectuoso saludo -¡ay, qué mano, lector; ay, qué mano!- me despedí de la gentil bailarina y de su gentil hermana Angelita, satisfecho, orgulloso, triunfador…

El público, imbécil, pasaba por mi lado, ¡sin mirarme siquiera!, no obstante la gloria que acababa de alcanzar.

Sólo el sol, que es un buen amigo de todos, y de todo se entera, se asomó por entre unas nubes, para preguntarme por la Argentinita…

José A. Jiménez

(Esta interviú fue hecha en Huelva durante la actuación en aquella capital de la Argenitinita, y por falta de espacio no hemos podido publicarla hasta ahora)”.

La Argentinita junto a su hermana Pilar (La Unión Ilustrada, 18-4-1918)

La Argentinita junto a su hermana Pilar (La Unión Ilustrada, 18-4-1918)

NOTAS:

* Entrevista publicada en el diario El Liberal de Sevilla, en enero de 1918. Ha sido localizada por José Luis Ortiz Nuevo y está disponible en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco.

(1) Tras su paso por el Trianón Palace de Madrid, en enero de 1918 La Argentinita se presenta con gran éxito en el Teatro Mora de Huelva, donde comparte cartel con la bailarina Matilde Osuna:

“Ha sido clamoroso y entusiasta el éxito alcanzado por la genial artista La Argentinita” (Eco Artístico, 25-1-1918).

(2) Joselito el Gallo fue uno de los grandes amores de La Argentinita. Su relación se vio truncada por la trágica muerte del torero, en 1920.

(3) Tras su visita a Huelva, La Argentinita se traslada a Sevilla, para actuar en el Teatro Lloréns:

“Constituye la atracción del cartel la eminente bailarina y coupletista La Argentinta.

Figuran también en el programa el Trío Mexican, Carmelita Palacios, Isabel Ladari y los aplaudidos acróbatas cómicos Los Lerín” (Eco Artístico, 25-1-1918).