Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

La Niña de la Alfalfa, reina de la saeta (II)

Es tal la fama cosechada por Rocío Vega desde sus primeras apariciones públicas, que en mayo de 1916 los hermanos Álvarez Quintero cuentan con ella para interpretar las saetas del tercer acto de su obra Malvaloca, que se representa en el Teatro Cervantes de Sevilla, a beneficio de la actriz Carmen Cobeña; y, unos días más tarde, en la Sociedad Benavente. En ambas ocasiones, La Niña de la Alfalfa deslumbra al público con su cante, y ha de regresar a escena varias veces ante la insistencia de sus admiradores:

“[Teatro Cervantes] En el último acto cantó varias saetas la joven Rocío Vega, que consiguió un éxito grande por su estilo y voz armoniosa y espléndida.

Aclamada con entusiasmo tuvo que salir a escena, viéndose obligada ante la insistencia del respetable a cantar otra saeta” (El Noticiero Sevillano, 21-5-1916). (1)

“[Sociedad Benavente] En el tercer acto cantó irreprochablemente una saeta Rocío Vega, siendo ovacionada y obligada a salir a escena a recibir los aplausos” (El Noticiero Sevillano, 5-6-1916).

Rocío Vega (portada de La Semana Gráfica, 18-5-1921)

Rocío Vega (portada de La Semana Gráfica, 18-5-1921)

“… Cuando la Niña de la Alfalfa cantó su saeta, se organizó tal barullo que se hubo de detener la obra durante un rato, pues los aplausos no dejaban proseguir.

Al finalizar la representación hubo de cantar durante horas. Los hermanos Quintero, en agradecimiento, le regalaron un abanico (que aún conservaba) dedicado con la siguiente letra:

‘Es tu saeta canción
que hasta el cielo se levanta,
grito de tu corazón,
que al pasar por tu garganta
se convierte en oración’” (ABC de Sevilla, 22-7-1975).

De la saeta a la ópera

Sin embargo, durante los meses siguientes, La Niña de la Alfalfa sólo se deja ver en muy contadas ocasiones. Durante las fiestas de Alcalá del Río se puede “oír su sentimental y armonioso cante” por saetas desde el balcón del Ayuntamiento, “en medio de atronadores aplausos del público” (El Noticiero Sevillano, 6-6-1916); y en la capital, mientras procesionaba la Virgen del Carmen, “cantó, acompañada al piano, una preciosa Salve, que fue escuchada con el mayor silencio. Al terminar escuchó una ovación indescriptible, pidiéndole el público que cantase una ‘saeta’, a la cual accedió, siendo, al terminar, muy aplaudida y felicitada” (El Noticiero Sevillano, 26-7-1916).

La actriz Carmen Cobeña (por Calvache)

La actriz Carmen Cobeña (por Calvache)

El motivo por el que Rocío Vega prácticamente desaparece de la escena pública (2) es su dedicación al estudio con el fin de convertirse en cantante de ópera, gracias a la generosidad de varios benefactores, que asumen todos los gastos. Así lo cuenta la propia artista años más tarde:

“Unos señores muy ricos entonces me protegieron por mi saeta; les había llegado al alma el verso. Y cuando estuve completamente curada me presentó (sic) al Círculo de Labradores y éstos, en reunión, trataron de subvencionarme con mil quinientas pesetas todos los años, a más de las saetas que cantara, que las pagarían aparte. Ya ve usted cómo canté la primera saeta que me valió del nombre que hoy gozo. Toda mi vida tendré en mi mente a tan caritativos señores, que me dieron luz a mis ojos, felicidad a mi alma, paz y holgura a mi casa…” (Correo extremeño, 23-12-1928).

El profesor elegido es el cantante sevillano Luis Álvarez Udell, que prepara para ella un repertorio de ópera con la intención de hacerla debutar en el Teatro Real de Madrid. Durante ese retiro forzoso, Rocío sigue acudiendo cada Semana Santa al Círculo de Labradores, sito en la Calle Sierpes, para regalar al público sevillano sus saetas de estilo “sencillo, fino y bonito” (El Noticiero Sevillano, 3-4-1917). (3)

Rocío Vega ocupaba un balcón de Labradores. La gentil muchacha estaba admirable de voz, cantando de manera asombrosa. Tienen las ‘saetas’ de esta muchacha algo de canto de iglesia, algo que se aparta de las otras, que parecen coplas flamencas, sin que esto quiera decir que sean feas.

[…] donde estuvo durante toda la noche establecida la academia de esa modalidad de la liturgia del pueblo, en su aspecto más sentido y delicado, fue en la calle de las Sierpes, en el trozo comprendido entre Labradores y la Plaza de San Francisco, donde la renombrada Rocío Vega y otras jóvenes pusieron cátedra, manteniendo al público en una constante admiración” (El Liberal de Sevilla, 7-4-1917).

La soprano Rocío Vega (La Unión, 1924)

La soprano Rocío Vega (La Unión, 1924)

La Niña de la Alfalfa progresa más que adecuadamente en sus estudios, y en 1919 supera los exámenes del tercer curso en el Conservatorio de Música de Sevilla, ante el júbilo del público asistente:

“Se examinaba la joven Rocío del tercer año de canto. El público era numerosísimo y al terminar la futura diva la cavatina del ‘Barbero’ y el aria de ‘Traviata’, dos piezas dificilísimas, lo hizo de tal forma, cautivó al auditorio de tal modo, que la concurrencia rompió en atronadora ovación, faltando a la prohibición de hacer manifestaciones, siendo inútiles los campanillazos de la presidencia” (El Liberal de Sevilla, 8-7-1919).

Debut triunfal en el Labradores

En el mes de julio de 1921, tras cinco años de intensa preparación, Rocío Vega debuta como tiple en el Círculo de Labradores de Sevilla, la institución que ha hecho posible su acceso al mundo del bel canto. Las piezas seleccionadas para su presentación son la cavatina de El barbero de Sevilla, el aria de La Traviata, la plegaria de Tosca y la canción española ‘El niño judío’.

Desde el su aparición en escena, la artista confirma las grandes esperanzas puestas en su talento para el género lírico y desata el entusiasmo del público, que le regala grandes ovaciones durante toda la noche y la hace concluir su actuación con una de sus apreciadas saetas:

“Anoche se celebró la presentación de la bella artista ante el Círculo de Labradores y ciertamente que hubo unanimidad en el elogio y la satisfacción de haber ‘hecho’ a una artista.

Así fue su triunfo al lanzar al aire las primeras saetas veladas al principio por la emoción y animadas después por su dominio y seguridad en el arte, logrando cautivar al distinguido auditorio, que premió con clamorosas demostraciones de entusiasmo la labor de la artista” (La Unión, 15-7-1921).

“Cantó la romanza de El Barbero de Sevilla, ‘Una voce poco fa’, de manera tan ingenua y deliciosa, que al terminar la primera cadencia, no pudo el público dominar su entusiasmo, estallando en clamorosa ovación, que se repitió al acabar la romanza, sucediendo lo mismo en ‘Traviata’ y ‘Tosca’” (El Noticiero Sevillano, 16-7-1921).

Teatro Real de Madrid

Teatro Real de Madrid

No cabe duda de que Rocío tiene cualidades suficientes para convertirse en una gran artista:

“Posee Rocío Vega una admirable voz de timbre dulcísimo, a la par que potente, con una facilidad para los agudos asombrosa; los ‘trinos’ y los ‘picados’ salen de aquella privilegiada garganta sin el menor esfuerzo; y las más difíciles agilidades son vencidas por ella de la manera más natural y espontánea” (El Noticiero Sevillano, 16-7-1921).

Rocío Vega tiene ‘posse’ de artista, simpatía y , sobre todo, una gracia peculiar que atrae y enamora” (La Unión, 15-7-1921).

Se está forjando una diva

Un año después de su presentación ante el público sevillano, La Niña de la Alfalfa supera con éxito una de las pruebas más importantes de su carrera como cantante de ópera: la audición celebrada en el Teatro Real de Madrid ante grandes críticos y maestros del arte lírico. El tribunal queda realmente satisfecho con la interpretación de la sevillana que, en esta nueva etapa, se hace llamar María D’Rocío:

“… causó una impresión admirable, tanto por su hermosa y delicada voz como por su escuela de canto, pura italiana, que han de colocarla en plazo brevísimo en la fila de las primeras sopranos de ópera. Tanto en ‘Traviata’ como en ‘Barbero’, hizo verdaderas filigranas de trinos y picados, cuyas notas dulces y de perfecta afinación, hicieron recordar a las más afamadas sopranos líricas; únase a esto una escuela de canto irreprochable, belleza, figura y las simpatías propias de las mujeres de esta tierra” (El Correo de Andalucía, 13-10-1922).

 

Algunos cantes de la Niña de la Alfalfa, por cortesía de Pedro Moral:

NOTAS:

(1) Las referencias de la prensa sevillana de 1916 a 1936 han sido localizadas por José Luis Ortiz Nuevo y se encuentran disponibles en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco.

(2) “Ha permanecido un año en silencio, un año estudiando, perfeccionándose para el arte al que piensa dedicarse. ‘No canto porque me lo tienen prohibido’, dice la muchacha de la Alfalfa a quienes le preguntan.

Ella quisiera cantar todos los días en todas las fiestas, que una muchacha de esta tierra sólo piensa en eso cuando piensa que lo hace bien, pero no puede ser, se lo han prohibido. Y Rocío no sale del Do Re Mi, ni canta otra cosa que sus lecciones” (El Liberal de Sevilla, 2-4-1917).

(3) Esa misma primavera también se puede admirar el arte de Rocío en la caseta de San Bernardo de la Feria de Abril de Sevilla: “… Más cerca La Giraldilla y Rocío Vega, la graciosa nena de la Alfalfa. Tres guitarras tocando, un piano, mucha luz, mucha alegría…” (El Liberal de Sevilla, 21-4-1917).


La Niña de la Alfalfa, reina de la saeta (I)

Una de las señas de identidad de la capital hispalense es su Semana Santa, una gran manifestación artística, religiosa y popular en que la oración se vuelve cante y vuela desde los balcones en forma de saeta.

Desde hace más de un siglo, al paso de las cofradías, los mejores artistas flamencos han lanzado sus plegarias al cielo de Serva la Bari ante una multitud enfervorecida. Voces como las de Pastora Pavón, Manuel Centeno, La Pompi o el Niño Gloria retumbaban cada primavera en la noche sevillana; aunque, si hay un nombre que huele a incienso, cera y azahar, ése es sin duda el de Rocío Vega Farfán, más conocida como La Niña de la Alfalfa.

Rocío Vega Farfán (Mundo Gráfico, 10-5-1916)

Rocío Vega (Mundo Gráfico, 10-5-1916)

Nacida en la localidad sevillana de Santiponce el 24 de marzo de 1894 (1), pronto se trasladó con su familia a vivir a la capital, donde sus padres regentaban un puesto de leche y queso. Pasó su infancia en la calle Boteros, junto a la Plaza de la Alfalfa, y desde pequeña heredó de su madre la afición por el cante.

Por una promesa

Debutó como saetera en la Semana Santa de 1916, como consecuencia de una promesa ofrecida a la Virgen del Refugio, de la Hermandad de San Bernardo. La propia Rocío lo cuenta en primera persona, en una entrevista concedida años más tarde al periodista C. Giovanni Canonico:

“Vivíamos pobres y la lucha por el pan se hacía horrible, y de este pensamiento y que el estómago estaba casi siempre vacío, una fuerte anemia se me acarreó a la cabeza, perdiendo en menos de veinte días la vista. Se acercaba la Semana Santa y tanto era el dolor que yo tenía por no verla, que le dije a mi madre: Mira, yo voy a cantarle a la Virgen, a ver si me devuelve la vista. Y cogida de la mano, mi madre me llevó donde estaba la Virgen y me puse a cantar:

‘Madre mía del Refugio
Tú has sido mi intercesora;
me has devuelto la salud
hermosísima Señora
que a mis ojos diste luz’” (Correo Extremeño, 23-12-1928).

La Virgen del Refugio a su paso por el puente de San Bernardo (ABC de Sevilla)

La Virgen del Refugio a su paso por el puente de San Bernardo (ABC de Sevilla)

La prensa de la época se hace eco de la sorpresa y el revuelo causados por la saeta de aquella muchacha, entonces desconocida:

“Al pasar la cofradía de San Bernardo por la Plaza de Mendizábal, una joven vecina del barrio llamada Rocío Vega cantó irreprochablemente desde uno de los balcones de la citada plaza varias saetas, que produjeron gran entusiasmo en el público que allí se aglomeró, el cual hizo que volvieran los ‘pasos’ dando frente a la citada joven” (El Correo de Andalucía, 21-4-1916) (2).

“Una explosión de entusiasmo salió del público que llenaba la plaza; los vítores, aplausos y requiebros a la genial cantadora se repetían sin cesar, y el ‘paso’, por imposición de la gente, se detuvo largo rato ante la casa de ‘la Niña de la Alfalfa’, consagrada en Sevilla desde entonces como una de las mejores intérpretes de la canción de tan difícil ejecución” (La Correspondencia de España, 25-6-1920).

Y se armó la apoteosis

Tanto gustaron las saetas de Rocío, que al día siguiente requirieron su presencia en el Círculo de Labradores para cantarle al Señor del Gran Poder. Según Angelita Yruela Rojas, “tendría que hacerlo, por estar prohibida la entrada al sexo femenino, desde el último balcón, y así lo hizo. ¡Qué lío, madre! La bulla de la gente por conocer a la diminuta cantaora fue tanta que hasta rompieron los cristales de los escaparates de las tiendas vecinas” (ABC de Sevilla, 22-7-1975). Así lo contó El Correo de Andalucía:

“Desde uno de los balcones del Círculo de Labradores e invitada por algunos distinguidos socios del mismo cantó la agraciada joven Rocío Vega, que tantos aplausos ha conquistado durante toda la Semana Santa, un sinnúmero de saetas de variadísimo estilo y buen gusto.

Constituyó la nota saliente de la noche el entusiasmo y admiración que produjo la potente y bien timbrada voz de la joven entre los millares de personas que allí se aglomeraron, obstruyendo el paso por calle Sierpes y vías afluentes.

Al paso de la Virgen de la O, las muestras de admiración subieron de tono, vitoreándose a la Virgen y aplaudiéndose con entusiasmo a Rocío Vega, que cantó dos saetas de forma verdaderamente prodigiosa” (22-4-1916).

Caseta del Círculo de Labradores en la Feria de Sevilla (principios del siglo XX)

Caseta del Círculo de Labradores en la Feria de Sevilla (principios del siglo XX)

Con la bendición de Sus Majestades

Había nacido una estrella. Tal fue la sensación causada por la joven Rocío -bautizada por el periodista Galerín como La Niña de la Alfalfa– que, sólo unos días más tarde de su sorprendente debut, fue elegida para ofrecer un recital de cante en la Caseta del Círculo de Labradores, con motivo de la visita de los Reyes de España a la Feria de Sevilla.

El cante de Rocío -por tangos, malagueñas, guajiras, peteneras, tientos…- cautivó especialmente a la Reina Victoria Eugenia, que no quiso perder la ocasión de oír sus ya famosas saetas.

“Con la suntuosidad y buen gusto que caracterizan a esta aristocrática sociedad, se verificó esta mañana en el amplio salón de dicha caseta un baile, en el que distinguidas y hermosas jóvenes, ataviadas a la andaluza, bailaron como sólo saben hacerlo las sevillanas, las clásicas seguidillas.

[…] En los intermedios, la joven Rocío Vega, acompañada a la guitarra por el artista Antonio Moreno, cantó malagueñas y tangos, cosechando abundantes aplausos.

También cantó con mucho gusto varias saetas, que le valieron nutridas ovaciones.

[…] A la hora indicada se dio por terminado el baile, marchando a la elegante morada de don Patricio Medina Garvey los artistas Antonio Moreno y Rocío Vega, para dar un concierto ante las numerosas amistades de aquél” (El Noticiero Sevillano, 1-5-1916).

“Pusieron un decorado más o menos bonito, y entre cortinas cantó Rocío, acompañada a la guitarra por Antonio Moreno, por guajiras, peteneras, tientos… Al oír su voz Doña Victoria Eugenia se interesó por ella y por sus saetas. Rocío le dijo que su saeta estaba inspirada en el pregón de la sentencia de Santiponce, y que por eso tenía ese sabor místico y reminiscencias de salmos religiosos. Quiso oír la soberana esa mezcla de carceleras, martinetes y salmos, y al escucharla quedó maravillada” (Angelita Yruela Rojas, ABC de Sevilla, 22-7-1975).

Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia durante su visita a la Feria de Sevilla de 1916

Los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia durante su visita a la Feria de Sevilla de 1916

Sus inimitables saetas

Años más tarde, al desvelar el secreto de su éxito, Galerín se referirá precisamente a ese sabor añejo de sus saetas, aprendidas de su madre, que sólo ella sabe interpretar de esa manera:

Rocío Vega se dio a conocer cantando unas saetas al viejo estilo, sin gorgoritos, ni ayes, ni tercios por seguiriyas. Eran unas saetas que cantara su madre, hoy vieja y ciega, en sus mocedades. Por eso llamaron tanto la atención:

Dónde vas tú, Virgen Pura,
tan afligía y llorosa;
vas a darle sepultura
a la prenda más hermosa
que Dios tuvo en las alturas.

Saeta sencilla, sin ayes ni lamentos, sin esos ¡Ay, ay, ay, ayyyyyyy!… que duran más que el dolor mismo…

Rocío sabe cantar y canta las saetas de los profesionales; pero la antigua, la suya, no la canta más que Rocío” (El Liberal de Sevilla, 10-4-1935).

La siguiente aparición pública de La Niña de la Alfalfa tiene lugar unos días más tarde en la verbena de su barrio, en honor de la Virgen de la Salud. En ella también participan, entre otros artistas, la Banda Municipal de Música de Sevilla, dirigida por el maestro Font; el cuadro de baile de Ángel Pericet o la polifacética Luisa Roldán, La Oterito.

Si el primer día de festejos Rocío Vega se resistió a cantar, a pesar de la insistencia de sus admiradores, la segunda noche “se mostró […] más complaciente, y ofreció una pequeña audición de cante jondo, acompañándola muy bien el profesor de guitarra Manuel Rodríguez” (El Liberal de Sevilla, 13-5-1916). Finalmente, se arrancó por saetas, para el deleite de sus convecinos.

 

Algunos cantes de la Niña de la Alfalfa, por cortesía de Pedro Moral:

NOTAS:

(1) Así consta en su acta de nacimiento. Sus padres eran Manuel Vega Moreno, natural de Sevilla, y Rafaela Farfán Mendoza, de Santiponce, y se encontraban domiciliados en dicha localidad sevillana.

(2) Las referencias de la prensa sevillana de 1916 a 1936 han sido localizadas por José Luis Ortiz Nuevo y se encuentran disponibles en el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco.