Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Configuración del repertorio y la personalidad artística de Amalia Molina en la primera etapa del género de variedades* (II)

2. Del café cantante al salón de variedades

[…] llegó al café de Novedades una cupletista de las que entonces actuaban con éxito. Cantaba los tangos de Venus Salón y de El género ínfimo, y otros números. Bailaba poco, solo para defenderse. Sin embargo, iba contratada por 20 pesetas diarias. Amalia concibió entonces el propósito de aprender aquel repertorio, puesto que se encontraba con sobradas facultades para ello. A este fin, obtuvo del pianista del establecimiento, «Cieguecito Reyes», copias de la música y de la letra de los tangos, y para aprenderlos iba una hora antes al café y ensayaba con el pianista. Una vez impuesta en el nuevo género que se proponía cultivar […], decidió venir a Madrid (García Carraffa, Cancionistas y bailarinas españolas. Amalia Molina, 1916: 27).

El acicate que impulsó a Amalia Molina, en 1904, a dejarlo todo y emprender una nueva vida en Madrid fue el conocimiento de ese nuevo género artístico, en boga en la capital desde los albores del siglo XX, que ofrecía mejores perspectivas económicas y profesionales que el flamenco y el bolero.

Amalia Molina (Manuel Company, 1905)

Amalia Molina (Manuel Company, 1905)

En esos años ya se empezaba a sentir la decadencia de los cafés cantantes. A la mala fama que se asociaba a dichos locales –por su vinculación con la prostitución, las trifulcas y las gentes de mal vivir– había que sumar la campaña antiflamenquista emprendida por intelectuales y escritores, así como las reformas legislativas cada vez más restrictivas, que culminaron con la orden de cierre de los cafés cantantes madrileños, por orden gubernativa, en 1908.

Ante esta situación, muchos flamencos –sobre todo, mujeres– encontraron en los salones y teatros de variedades un refugio y un nuevo ámbito en el que desarrollarse artísticamente. Las varietés llegaron a nuestro país, desde Francia, a finales del siglo XIX y alcanzaron un desarrollo considerable en torno al año 1900. Como su propio nombre indica, dichos espectáculos incluían números de muy diverso tipo: canciones, bailes, atracciones circenses, ilusionismo, humor, acrobacias, etcétera.

La Bella Chelito

Cupletista La Bella Chelito. MAE-IT.

En ese contexto, adquirió especial protagonismo el cuplé. Definido por la RAE como «canción corta y ligera, que se canta en teatros y otros locales de espectáculo», el término aglutina una larga tradición de canción popular y teatro lírico español, que se remonta hasta la tonadilla escénica dieciochesca, pasando después por la zarzuela y el género chico, y que tomó carta de naturaleza en los escenarios de varietés como canción independiente, permeable a las influencias de otros estilos artísticos y musicales:

El género ínfimo (7) no es más que un hijo legítimo del género chico, la explotación comercial de sus facetas más espectaculares, tanto verbales (la procacidad tan cacareada) como vocales o gestuales (la exhibición del cuerpo femenino). El naciente cuplé corresponde a la incipiente emancipación del componente vocal, al nacimiento de la canción como espectáculo en sí y las variedades obedecen al proceso estructurador (lo que se refiere a los públicos, los establecimientos, el aspecto comercial del fenómeno)” (Salaün, El cuplé (1900-1936), 1990: 36-37).

Una de las primeras cancionistas de importación que pisaron los escenarios españoles fue la alemana Augusta Bergès, que en 1893 interpretó en el Teatro Barbieri de Madrid la polca italiana «La pulga» y, mientras buscaba entre sus ropas el diminuto insecto, mostró a los espectadores buena parte de su anatomía. El director del Salón de Actualidades, Eduardo Montesinos, creó una versión española del tema, que fue estrenada por la cupletista Pilar Cohen, ataviada con un sugerente salto de cama. Otras artistas, como Julita Fons o la Bella Chelito, también se sumaron a esa moda de la sicalipsis (8), que marcó la etapa inicial del género (Salaün, “El género ínfimo: mini-culture des masses”, 1989: 155-156).

Cupletista Consuelo Bello, Fornarina. MAE-IT.

La cupletista Consuelo Bello, Fornarina. MAE-IT.

El nacimiento de las variedades respondió a una necesidad de las clases populares urbanas, que demandaban nuevos espacios de socialización y un tipo de divertimento que no requiriese un elevado esfuerzo intelectual. Recién inaugurado el siglo XX, empezaron a surgir en Madrid salones especializados en ese nuevo tipo de espectáculos, como el Rouge, el Bleu o el Teatro Japonés, y la moda no tardó en extenderse a otras ciudades españolas.

Ni que decir tiene que a ellos acudía un público eminentemente masculino, que disfrutaba de la función con una actitud a veces violenta, bulliciosa y grosera, que en más de una ocasión provocó la intervención de las fuerzas del orden.

Para ir construyendo sus números, las primeras cupletistas españolas, además de recurrir a la adaptación de canciones extranjeras, acudieron al vasto repertorio del género chico, que con el nuevo siglo también se había adherido a la corriente sicalíptica, e incluía canciones picantes, llenas de dobles sentidos, que a veces incluso ofrecían a las artistas una excusa perfecta para quitarse la ropa.

Por citar un ejemplo, la tiple María López Martínez hizo muy popular el «Tango del morrongo», de la zarzuela Enseñanza Libre (1901) –con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, y música de Gerónimo Giménez–, que se estrenó en el Teatro Eslava de Madrid. La letra hablaba sobre un gatito que se estiraba y se encogía de gusto, cuando la artista lo acariciaba, posado sobre su falda.

La cupletista Julita Fons. Europeana.

La cupletista Julita Fons. Europeana.

No obstante, a pesar de su aparente inocencia, la canción despertó las críticas de ciertos moralistas, como un redactor de La Correspondencia Militar, que señalaba «las dos grandes novedades que nos deja el 1901: La Pulga y el tango del Morrongo, que hace votar [sic] a muchos caballeros en sus butacas y debilita a no pocos adolescentes de una manera lamentable» (R. M., La Correspondencia Militar, 24-12-1909: 1).

Posteriormente, autores de prestigio, en muchos casos procedentes del mundo del teatro, como los hermanos Álvarez Quintero, empezarían a poner su creatividad al servicio de las más famosas cupletistas, que buscarían diferenciarse, con la conformación de un repertorio exclusivo.

2.1. Cupletista y flamenca

Amalia Molina irrumpió en el panorama teatral madrileño en 1904. Criada en un contexto humilde, y huérfana de padre y madre desde los dieciséis años, buscaba en los salones de variedades un futuro mejor, dado que su trabajo en los cafés cantantes de Sevilla apenas le daba para sobrevivir (9).

No se diferenciaba mucho, por tanto, de ese nutrido grupo de chicas jóvenes procedentes de las clases más populares (10), muchas de ellas con escasa instrucción y formación artística, que veían en las tablas una buena manera de salir de la pobreza (Salaün, “Las mujeres en los escenarios españoles (1890-1936)”, 2007: 67), si no fuese por sus excelentes dotes artísticas, que la llevaron a convertirse en una de las primeras figuras del género.

Amalia Molina en el "Tango de los lunares". El Teatro, agosto de 1904.

Amalia Molina en el “Tango de los lunares”. El Teatro, agosto de 1904.

En sus inicios se sumó a la moda del cuplé e incluyó en su primer repertorio algunos de esos cantables extraídos de zarzuelas, que habían sido popularizados por tiples como Isabelita Bru con un alto grado de picardía y erotismo. Dos de sus números más emblemáticos de aquella época fueron el «Tango del morrongo», de la zarzuela Enseñanza libre, que incluso registró para la casa Odeón (11), y el «Tango de los lunares», de El género ínfimo, con su popular estribillo: «yo tengo dos lunares / uno juntito a la boca / y el otro donde tú sabes».

Sin embargo, Amalia buscó diferenciarse, valiéndose para ello de los conocimientos y aptitudes artísticas que había cultivado desde su infancia, y llevó la canción al terreno flamenco, algo en lo que puede considerarse pionera.

Desde su debut en el Salón de Actualidades, cosechaba cada noche «grandes ovaciones, especialmente en el célebre tango de los lunares, que repite infinidad de veces, así como el Morrongo, que no se ha cantado mejor en Madrid» (El Día, 1-6-1904: 2). El «Tango del caracolillo» o el «Tango del café», de la revista Certamen nacional (12), y el zapateado «El día que yo nací», del juguete cómico-lírico Caramelo (13), también formaron parte de ese primer repertorio tomado del género chico.

A partir de la letra creada por los Álvarez Quintero para los tientos de El género ínfimo:

El maestro Badía escribió para Amalia otro tango no menos popular:

«Si porque canto y bailo flamenco
dice la gente que me condeno
será muy fácil que cuando muera
no vaya al cielo.
Llamaré a San Pedro,
le enseñaré los lunares
¡me coge y me mete adentro!» (Retana, El Heraldo de Madrid, 29-7-1929: 8).

Amalia Molina en "El Cocotero". El Teatro, agosto de 1904.

Amalia Molina en “El Cocotero”. El Teatro, agosto de 1904.

Esta pieza, titulada «Los lunares de San Pedro», fue durante años uno de los números que más le solicitaba el público. En sus confesiones a García Carraffa, la artista cuenta cómo lo llevó a su terreno e hizo de él una auténtica creación:

Al cantar el estribillo «Llamaré a San Pedro», se le ocurrió hacer unos pasos de flamenco muy gitanos, en los que los rizos y las peinetas bailaban con la artista, y el público estalló en una ovación delirante.

—Si viera usté qué divinamente me salió aquello —nos decía Amalia—. No ya mi voz; mi falda, mi mantonsillo, mi pelo, mis peinetas, todo lo que llevaba ensima, llamaba al mismo tiempo a San Pedro (ibidem: 33).

En su número del mes agosto de 1904 la revista El Teatro (14) dedicó un amplio reportaje fotográfico a «la coupletista de moda», en el que se la podía ver interpretando varios de sus números, entre ellos el famoso «Tango de los lunares», con un vestuario y unas poses que nada tienen de sicalíptico. El artículo destacaba sus excelentes cualidades y le auguraba un prometedor futuro:

Voz agradable, intuición artística, dicción correcta y una desenvoltura que para sí quisieran muchas tiples que alardean de cómicas; todo esto y algo más se reúne en Amalia Molina, una de las mejores cupletistas hoy, una buena tiple cómica algún día (pág. 5).

Amalia Molina en "Achares". El Teatro, agosto de 1904.

Amalia Molina en “Achares”. El Teatro, agosto de 1904.

Notas:

* Artículo publicado en Enclaves. Revista de Literatura, Música y Artes Escénicas, n.º 1, 2021, pp. 36-55. e-ISSN 2792-7350.

(7) En su época inicial, que coincide con la primera década del siglo XX, el de variedades también fue conocido como «género ínfimo», denominación tomada del título de la zarzuela homónima de los hermanos Álvarez Quintero, con música de Valverde y Barrera, estrenada en 1901 en el Teatro Apolo de Madrid:

[Los autores] pretendían burlarse de las nuevas costumbres del teatro lírico y de la moda invasora de los cabarés y los cafés conciertos. De hecho, más que denunciar, la obra utilizaba ciertas prácticas “culturales” y basaba su éxito sobre la plástica (generosa) de las intérpretes femeninas (tiples y vicetiples) y sobre la canción en plena mutación (el cuplé) (Salaün, “El género ínfimo” 147).

(8) Este término es definido por la RAE como «malicia sexual, picardía erótica».

(9) A su llegada a la capital, todo su patrimonio ascendía a siete pesetas, un «mantón blanco de Manila, una falda de seda con volante de color rosa y un sombrero cordobés blanco» (García Carraffa 28).

(10) De hecho, en las primeras décadas del siglo XX llegó a producirse una auténtica inflación de aspirantes a cupletistas, atraídas por la perspectiva del dinero fácil:

El “coupletismo” es una enfermedad grave que padecemos ya con carácter endémico. […] tomamos café sin adoptar precauciones, que consideramos ociosas en un establecimiento servido por camareras, y de pronto una nos amarga la digestión revelándonos el secreto terrible: quiere ser cupletista, y así es preciso huir de las porteras, fámulas, camareras, modistillas y demás muchachas de buen palmito, a las cuales el espejo dice unas palabras misteriosas… Sin necesidad de que hablen los espejos, es cosa olvidada de puro sabida, que algunas artistas de “varietés” ganan a diario cantidades fabulosas (Larios de Medrano 1).

(11) En 1910 se anuncian en El Diario de Ciudad de México varios discos dobles impresionados por Amalia Molina, que contienen los tientos gitanos «Mari Gloria», el tango «El morrongo», el «Tango del mantón», el cuplé «La Primavera», la canción «Achares», «Granadinas» y «Marianas» (“Agencia” 22).

(12) Obra de 1888, con libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios, y música de Manuel Nieto.

(13) Obra estrenada en 1884, con libreto de Javier de Burgos, y música de Federico Chueca y Joaquín Valverde.

(14) En las páginas de la revista El Teatro aparecen músicos, actores y actrices de prestigio, españoles y extranjeros, como Fernando Mendoza, María Guerrero, Elena Salvador, Gerónimo Giménez o Richard Wagner.


Carmen Díaz Molina, la elegancia del baile de Sevilla (III)

En primavera de 1909, tras varios meses de contrato al otro lado del charco, Carmen Díaz regresa a España junto a su inseparable Enrique Sánchez. Lo hacen a bordo del vapor ‘Manuel Calvo’, que parte de La Habana, hace escala en Nueva York y llega al puerto de Cádiz el día 19 de mayo.

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Ya en nuestro país, el dúo retoma su agitada vida artística, y sus giras a lo largo y ancho de la península. En diciembre de ese mismo año, en el Salón Pathé de Oporto, obtiene un “éxito colosal y sin precedentes […] la notable pareja de bailes españoles Carmen Díaz y Enrique Sánchez” (Eco Artístico, 15-12-1909). En enero de 1910, triunfan en la sala ‘El Cosmopolita’, de Álava:

“Ayer debutó en este cinematógrafo la pareja de baile, Carmen Díaz y Enrique Sánchez, obteniendo un señaladísimo triunfo.

La pareja de baile se presentó vistiendo lujosos trajes, y su trabajo, de agilidad sorprendente, fue aplaudidísimo.

En la última sección el lleno fue formidable” (Heraldo Alavés, 18-1-1910).

La mejor pareja de bailes españoles

Unas semanas más tarde, tras varios meses de ausencia, los bailaores sevillanos regresan a la escena madrileña, concretamente al Petit Palais, donde son muy bien acogidos:

Carmen Díaz y Enrique Sánchez, a quienes sin duda alguna podemos calificar como la mejor pareja de bailes españoles, actúan también en este Salón. Inútil es decir que el público los ovaciona a diario y hace repetir sus bailes infinidad de veces” (Eco artístico, 15-2-1910).

Poco después se anuncian en Barcelona, tanto en el teatro Sala Imperio como en el Poliorama. La publicidad los define como “la pareja de baile español mejor del mundo […]. Lujo asiático, gran riqueza. Agilidad extraordinaria” (La Vanguardia, 17-2-1910).

De vuelta a la Villa y Corte, en el mes de mayo debuta en el teatro de La Latina “la celebrada pareja de baile Sánchez-Díaz, obteniendo, como premio a su maestría y habilidad, muchísimos aplausos” (La Correspondencia, 1-6-1910). Completan el programa las cupletistas Pilar Cohen, Candelaria Medina y La Solsona, y el entremés Entre tres fuegos. Un reparto similar se presenta poco después en el teatro Olimpia de Barcelona.

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 5-5-1913)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 5-5-1913)

En febrero de 1911 volvemos a encontrar a Carmen Díaz, junto a Enrique Sánchez, de gira por el norte de España. La “elegante y excelente pareja” (Eco Artístico, 5-2-1911) triunfa en Bilbao, donde ha de prorrogar su contrato. En Burgos descubrimos una nueva faceta artística de la bailaora sevillana, que “canta con mucho sentimiento” (La Voz de Castilla, 19-2-1922).

Unas semanas más tarde, Carmen y Enrique viajan a Sevilla, y en locales como el Salón Imperial o el teatro San Fernando demuestran que sí son profetas en su tierra:

Teatro San Fernando.- Con éxito asombroso viene actuando la simpática pareja de baile español Carmen Díaz y Enrique Sánchez, siendo motivo todas las noches de continuas y delirantes ovaciones” (Eco Artístico, 5-4-1911).

Tras conquistar al público de Zaragoza, los Sánchez-Díaz regresan a la Villa y Corte, donde pasan parte del verano, actuando en el Trianón-Palace, en el teatro Novedades y en el Romea. A estas alturas de su carrera, su fama y su calidad artística están fuera de toda duda, a juzgar por los elogios que les dedica la revista Eco Artístico:

Arte castizo que sublima la coreografía, presentación fastuosa que deleita, simpatías que atraen: trinidad de perfecciones encarnadas en la pareja Sánchez-Díaz y con las que cautivaron a los públicos miles y miles de noches, tributándoles aplausos desbordantes de entusiasmo. Tres meses consecutivos de actuaciones en el Teatro de Novedades, de esta corte, dicen bien claramente cuánto valen estos simpáticos artistas. Con el agasajo del aplauso del público caminan siempre, disputándoselos las empresas, pero sin que esta predilección sirva para envanecerles, elevando sus pretensiones, tacto que acrecienta sus méritos haciéndose asequibles en todas partes. Sus largas campañas en América, donde volverán en breve, pregonan el excepcional arte de la pareja Sánchez-Díaz en los que se conjuntan las más salientes perfecciones: maestría, lujo, variedad y elegancia, sobrados elementos para brillar y vencer” (5-6-1911).

La bailaora Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

Carmen y Enrique, en los mejores carteles

A finales de junio, Carmen Díaz y Enrique Sánchez participan en el beneficio celebrado en el teatro Romea en honor de Juana la Macarrona. La homenajeada se despide del público madrileño bailando por alegrías en el cuadro español ‘Una fiesta en Sevilla’, en el que también figura el guitarrista Ramón Montoya.

Unos días más tarde, la pareja se presenta con gran éxito en el Salón Imperial de Melilla:

Carmen y Enrique, constituyen la mejor y más clásica [pareja] de bailes españoles. No es de extrañar que así sea, pues ambos, salidos hace años de la escuela Sevillana, al unirse entonces supieron compendiar al arte coreográfico andaluz, el típico de nuestras distintas regiones, presentándolo con la más absoluta precisión.

A la deslumbradora presentación de la pareja, se une la hermosura y gentileza de la Srta. Díaz, su gracia picaresca, hija de las brisas del Guadalquivir y sus relevantes dotes, tanto de mujer hermosa, como de artista.

El nombre de Sánchez-Díaz es tan popular, que los empresarios de varietés se disputan la notable pareja.

El público melillense les aplaude y ovaciona todas las noches, por su mérito y su arte” (El Telegrama del Rif, 12-7-1911).

En el mes de septiembre, Carmen Díaz y Enrique Sánchez regresan al madrileño teatro Romea, que estrena su temporada de variedades con un brillante cartel en el que destacan artistas como La Antequerana o Ramón Montoya.

Josefa Moreno, La Antequerana (Eco Artístico, 25-5-1914)

Josefa Moreno, La Antequerana (Eco Artístico, 25-5-1914)

Después emprenden una nueva gira por el norte, con paradas en ciudades como Valladolid, León y Oviedo. En algunas de ellas vuelven a coincidir con Amalia Molina. La pareja destaca por su repertorio variado y en constante renovación. No hay teatro ni público que se les resista:

“Vedlos incansables en sus panaderos, sevillanas, tango, farruca, etc., etc.

Sus piernas parecen desprenderse del cuerpo, y bailan siempre sin descanso, con rapidez vertiginosa, mientras sus rostros se contraen con la mueca de la risa.

Y el público, que no se sacia nunca y que en su delirio por los buenos artistas se asemeja algo a los espectadores de las célebres luchas en la antigua Roma, aplauden frenéticamente sin pensar que el artista se rinde.

Carmen Díaz y Enrique Sánchez son conocidos de todos los públicos, y su fama es grande como excelentes bailarines. […]

En su repertorio de lo más extenso, figuran los bailes antiguos y modernos de más resonancia, y aunque maestros hace años, la pareja Sánchez-Díaz no dejará de estudiar para que su trabajo sea siempre nuevo, habiendo estrenado recientemente una danza húngara, en la que la pareja Sánchez-Díaz une una vez más su arte y gallardía” (Eco Artístico, 27-12-1911).

En 1912, Carmen y Enrique siguen cosechando triunfos por los pueblos y ciudades españolas, especialmente en las del sur. En Granada la pareja destaca por su “repertorio variado, extensísimo, arte y agilidad increíbles y presentación lujosísima” (Eco artístico, 5-3-1912). “Hay en sus bailes elegancia, distinción, algo que sólo vive con el arte” (Eco Artístico, 25-2-1912).

Dora la Cordobesita (Eco Artístico, 15-9-1917)

Dora la Cordobesita (Eco Artístico, 15-9-1917)

En San Fernando (Cádiz) coinciden con una jovencísima Dora la Cordobesita, y llama la atención la moralidad de su valioso repertorio. De nuevo en el Romea de Madrid, comparten cartel con Pepita Sevilla, y en Bilbao ven “cómo en su obsequio se levanta la cortina innumerables veces” (Eco Artístico, 15-6-1912). No en vano, “ambos son maestros en el arte de Terpsícore y con una habilidad y ligereza extraordinarias ejecutan toda clase de bailes sin fatigarse, sin que jamás un pie les haga traición y marque compases que no existen” (Eco Artístico, 5-10-1912).

La conquista de las islas Canarias

Gibraltar, Orense, Jaén y, de nuevo, Granada, son algunas de las ciudades en las que actúan Carmen y Enrique antes de poner rumbo a las islas Canarias para realizar una gira de varias semanas. El día de su debut en el Parque Recreativo de Santa Cruz de Tenerife, el dúo sevillano causa una impresión inmejorable:

“Confesamos que nos sorprendió anoche la presentación de la pareja coreográfica Sánchez-Díaz, que ha hecho su debut en el Recreativo.

Son dos bailarines de ‘primera fuerza’, que ejecutan todos los números con una seguridad y una maestría raras veces común, y se presentan elegante y lujosamente ataviados.

Ella […] es, además, una espléndida mujer altamente simpática. Se trata, pues, de un número de varietés como hace tiempo no habíamos tenido ocasión de aplaudir. Muy enhorabuena” (El Progreso, 20-5-1913).

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (La Opinión, 28-5-1913)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (La Opinión, 28-5-1913)

En los días siguientes, Carmen y Enrique siguen haciendo las delicias del público, que les aplaude con entusiasmo y les hace repetir muchos de sus números. Además de su maestría, la prensa destaca especialmente la elegancia y finura de sus bailes:

Carmen Díaz une a su belleza incomparable una linda gracia natural que la hace más adorable.

Enrique Sánchez es su digna pareja.

Mozo de firme varonil arrogancia, que es todo un maestro en coreografía.

Las danzas de los Sánchez-Díaz son algo que se sale de lo vulgar, un fino arte de graciosa elegancia, un derroche de gracia y gallardía. Sus movimientos son seguros, finísimos, con aquella difícil seguridad que da la completa posesión de una cosa.

Sus garrotines no son de esos consabidos bailes de ademanes tabernarios que hemos visto mil veces; con su arte inimitable hacen de ellos los Sánchez-Díaz algo que se puede bailar sin escándalo lo mismo en el tablado de la escena que en una soirée aristocrática.

En los bailes regionales son igualmente unos colosos.

La danza gallega que nos hicieron anoche es todo un primor” (La Opinión, 26-5-1913).