Seis meses después de iniciar los trámites para disolver su matrimonio, en octubre de 1930 Lolita Astolfi concedió una entrevista al periodista Rafael Solís. Se mostraba triste, decepcionada por los hombres y, la vez, ilusionada ante la perspectiva de volver a entregarse en cuerpo y alma a su profesión:

Lolita Astolfi y el periodista Rafael Solís (Heraldo de Madrid, 10-10-1930)
“-Pero, ¿y lo pasado, Lolita? -preguntamos a la estrella que reaparece, en esta visita que hacemos a su casa para comprobar el rumor.
-¿Lo pasado?… ¡Un sueño!
Y el rostro de la sevillanita menuda y gentil se nubla de tristeza…
-¡Un sueño! -sigue diciendo-. Del que he tardado en despertar, pero del que ya he despertado. Nueva vida y existencia nueva. Consagrada sólo a mi arte y a mi familia…
[…] La jovialidad ilumina su rostro y nos habla de prisa, muy de prisa, de todos sus proyectos y planes artísticos. Un decorado magnífico; un vestuario formidable de los mejores modistos; un repertorio moderno de bailes de Azagra, Villajos y otros notables maestros, y, finalmente, contratos, muchos contratos, que firma una y otra vez ese hombre acaparador de estrellas y de espectáculos frívolos que se llama Juanito Carceller. […]
-¿Y autorización para trabajar? -preguntamos un poco tímidamente.
-Autorización por escrito y ante mi abogado. Tengo ya varios contratos para provincias; creo que empezaré en Barcelona, y próximamente debutaré en Madrid. Mi madre me acompañará, como antes, a todas partes; mi madre la buena, la única, el verdadero amor… Los demás no existen…” (Heraldo de Madrid, 10-10-1930).

Lolita Astolfi (La Voz, 25-3-1930)
Sin embargo, la ansiada autorización marital aún se hizo esperar unos meses, pues en un primer momento el Juzgado de Palacio se la denegó, basándose en tres fundamentos: en la “idiosincrasia del trabajo”, que suponía una “ofensa” tanto a la mujer como al marido, a los hijos e incluso a algunos espectadores; en la necesidad de los hijos de disfrutar de la “educación maternal“; y en la paga de 2.000 pesetas que debía abonarle mensualmente su marido, cantidad que en la práctica se veía reducida a 350 pesetas.
El abogado de Lolita refutó el auto denegatorio, por considerar que infringía dos artículos del Código de Trabajo: el 4º, según el cual tendría derecho “contratar la prestación de sus servicios individualmente […] la mujer casada, con autorización de su marido, salvo el caso de separación, de derecho o de hecho”; y el 14º, en cuya virtud, “en caso de separación legal o de hecho de los cónyuges, el marido no podrá oponerse a que la mujer reciba la remuneración de su propio trabajo” (La Voz, 27-4-1931).

Lolita Astolfi
Recién estrenada la Segunda República, que traería cambios importantísimos en lo que respecta a las libertades fundamentales y a la igualdad de género, el caso de Lolita Astolfi no pasó desapercibido. El diario Ahora publicó un artículo titulado “El derecho de la mujer casada a ser artista de varietés”, que se posicionaba a favor de la bailaora y defendía su derecho a ganarse la vida honradamente con su profesión, algo en lo que España aún tenía mucho que aprender de otros países:
“Planteada en un Tribunal americano, la pretensión del marido haría sonreír a la opinión; tramitada en este país de inextinguibles prevenciones hacia la independencia femenina, igualdad de sexos y honradez del trabajo artístico, la solicitud de la esposa pidiendo nada menos que el derecho a vivir de su trabajo estremecerá a muchos moralistas” (Ahora, 28-4-1931).
Reencuentro con el público
En junio de 1931 Lolita Astolfi por fin pudo regresar a las tablas, y lo hizo en uno de sus escenarios predilectos, el Teatro Romea de Madrid, acompañada a la guitarra por Teodoro Castro. Se estrenó, además, en una nueva faceta artística, la de cancionista, y hubo de “cantar diez o doce canciones por aclamación unánime de la concurrencia” (Ahora, 17-6-1923).
Después volvió a la carretera, tan estrella como antes. Compartió cartel con Pepita Lláser en Zamora, con Mercedes Serós en Alicante, y con Conchita Piquer en Zaragoza y Barcelona. También actuó en Valencia y en varios teatros madrileños, como el de la Comedia, el Maravillas, el Eslava y el recién inaugurado Fígaro.

Cartel de Lolita Astolfi (Biblioteca Virtual de Madrid)
En todos ellos, “bella, flexible, ondulante, simpática y cautivadora” (Diario de Alicante, 15-8-1931), derrochó arte, gracia y elegancia en sus clásicos bailes andaluces, unas veces acompañada a la sonanta por el maestro Castro y otras, como en el homenaje a Larra organizado por la Asociación de la Prensa, con guitarra y sexteto (La Nación, 9-11-1931).
En enero de 1932 fue, junto a Pilar López, una de las grandes atracciones de la gala de proclamación de Miss España, que tuvo lugar en el Teatro Metropolitano de Madrid. Allí bailó, acompañada por la orquesta y por la bajañí de Teodoro Castro, “dos de sus mejores creaciones, ‘Mango cubano’ y ‘Fandango serrano’ […]. Gracia ceñida, personal, repleta de sabor y de solera” (Hoja Oficial del Lunes, 18-1-1932).

Pilar López, Rámper, Lolita Astoli y Marcos Redondo en el certamen de Miss España (Ahora, 21-1-1932)
En marzo fue contratada para intervenir en una fiesta andaluza celebrada en el Hotel Palace, junto la cantaora Rosario la Andalucita y el guitarrista Niño Sabicas; y en abril se presentó en el Teatro Liceo de Salamanca compartiendo cartel con Conchita Piquer. En un momento de “gran decadencia” de las variedades, estas dos artistas se contaban entre las pocas que podían ofrecer una “continuación magnífica” del género:
“Se ha ido lo mediano, para quedar sólo lo bueno, figuras como estas de Conchita Piquer y Lolita Astolfi, capaces, por sí solas de llenar los teatros. […]
… Lolita Astolfi, arte puro, solera andaluza, ritmo y armonía, baile de guitarra, que dice toda la maravilla de la danza gitana.
En conjunto de arte, de inspiración admirable, Lolita Astolfi y Conchita Piquer, han personificado el baile, de giros rápidos, taconeo que es música, que lleva prendidas en los vuelos de la falda gitana, las notas cañís de una orquesta, el punteo triunfante y el rasgueo de la guitarra, con la copla exaltada y magnífica” (El Adelanto, 9-4-1932).
A su regreso a Madrid, siguió siendo requerida para actuar en distintas fiestas y beneficios, incluida una función de gala en honor del jalifa de Tetuán, Muley Hassan, que se ofreció en el Teatro Maravillas. En febrero de 1933 se convirtió, junto a Pepita Lláser, en una de las primeras figuras del Circo Price, que buscaba consolidarse como “Catedral de Variedades”. La “reina del baile ‘cañí’ […] arrancó ovaciones clamorosas en sus bailes a orquesta y guitarra, y […] en toda la madurez de su arte exquisito, se consagró una vez más como estrella del baile del más depurado estilo y de la más clásica escuela” (Heraldo de Madrid, 6-2-1933). De hecho, había quien se refería a ella como “la reencarnación de Pastora Imperio en la época actual” (Blanco y Negro, 20-11-1932).

Lolita Astolfi (El Adelanto, 8-4-1932)
En la carretera, con la Piquer
En los últimos meses de 1933 Lolita Astolfi emprendió una gira por el norte de España junto a Conchita Piquer. Ambas constituían la atracción principal de un programa compuesto por un nutrido elenco de artistas de variedades, que debutó en el Teatro Principal de Zaragoza el 8 de diciembre. La prensa no escatimó en elogios para la sevillana: “La Astolfi ha llegado a una depuración admirable de sus bailes andaluces y al estilismo elegante del flamenco, que interpreta con estilo y gracia personalísima sin desmerecer de las primeras figuras del arte coreográfico español” (La Voz de Aragón, 9-12-1933).
Sin embargo, su actuación tuvo que ser suspendida debido a una insurrección anarquista organizada por la CNT, que sembró el pánico en la ciudad y obligó a las artistas a permanecer tres días refugiadas en el hotel donde se alojaban, entre un estruendo de balas y cristales rotos. Cuando por fin pudieron salir de Zaragoza, tuvieron que dejar atrás sus equipajes, con “sus trajes de volantes, tan airosos y tan españoles; sus vestidos de pedrería y lentejuelas, lujosos y elegantes” (La Nación, 15-12-1933), y esta circunstancia les impidió cumplir sus compromisos en otras ciudades, como Logroño o San Sebastián.

Lolita Astolfi (Crónica, 9-6-1931)
El 28 de diciembre, la Piquer y la Astolfi reaparecieron en el Cine Astoria de Madrid, en un festival organizado por el comité femenino del Sindicato de Actores. Acompañadas al piano por el maestro Barrera, “rivalizaron en belleza y en arte en un concierto de danzas españolas, admirablemente ejecutadas, que les valió sendos triunfos” (Heraldo de Madrid, 29-12-1933).
Poco después emprendieron una nueva gira al frente de una compañía de variedades selectas, con el espectáculo “Galas 1934”. Completaban el elenco Teodoro Castro y Regla Astolfi, ambos como guitarristas, el pianista T. Cristóbal, las cantantes Pilar Rubí y Maruja Casanoves, el ventrílocuo Ojival, la bailarina exótica Piolita y las bailarinas clásicas alemanas Etta et Steffi, entre otras atracciones.
“Galas 1934” se llevó a escena en el Gran Teatro de Córdoba, en el Cervantes de Sevilla, en el Falla de Cádiz, en el de las Cortes de San Fernando, en el Salón Rodas de Antequera, en el Teatro Isabel la Católica de Granada, en el Cervantes de Almería y en el Circo Barcelonés. En todos ellos obtuvo un éxito “clamoroso”. Entre los números más originales que representaron cabe destacar la “fiesta ranchera argentina ‘Che’” en la que participó toda la compañía en Sevilla (El Liberal de Sevilla, 30-1-1934). La Astolfi, “verdadera maestra de la danza cañí -arte en su más alta expresión-” (Diario de Almería, 3-3-1934), se mostró “cada día más insuperable en sus creaciones” (El Noticiero Gaditano, 24-2-1934).

Reglita Astolfi (Muchas Gracias, 11-4-1925)
De regreso a Madrid, durante la primavera Lolita se presentó en varias ocasiones en el Dancing Casablanca y fue requerida por Federico Villanueva para actuar en tres fiestas flamencas celebradas en su domicilio de la calle Goya. En la primera, que tuvo lugar en el mes de abril, la acompañaron Conchita Piquer, Teodoro Castro y su hermana Regla:
“Ya se ha merendado, y se ha merendado bien; los cañeros de manzanilla se vacían constantemente; Conchita Piquer y Lolita Astolfi van a actuar; pero las dos grandes artistas, acostumbradas a trabajar en los escenarios del mundo entero, tienen miedo y están nerviosas. Lolita pide más manzanilla; pero la Piquer, que va a actuar de telonera, como dice ella, con mucha gracia, necesita algo que la anime más y pide ‘cock-tail’.
El maestro guitarrista Teodoro Castro rasguea la guitarra -esto está muy alto, maestro; hay que bajar el tono-, y Conchita, entornando los ojos y muy bajito, nos da las primicias de su cante.
Ya se ha roto el hielo; Conchita Piquer es dueña de sí y canta la ‘Procesión del Rocío’, y pone tanta alma y tanto calor en el cante, que el auditorio, contrariado, la jalea y la interrumpe, para ovacionarla al final.
Ahora es Lolita Astolfi la que cautiva con sus maravillosas danzas y nos electriza a todos bailando tangos y alegrías, acompañada a la guitarra por su hermana y Teodoro Castro” (Ahora, 15-4-1934).