Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Gabrielita la del Garrotín, reina de los bailes de chufla (VI)

En junio de 1926 Gabriela Clavijo se presentó en el Teatro Nuevo de Zamora integrada en una troupe de “baile flamenco y cante jondo” en la que compartía cartel con los tocadores Jorge López ‘Petaca’ y Manuel Bonet; los cantaores Pepe el Mexicano, La Lavandera, Niño de Alcalá, El Mochuelo y Manuel Escacena; y el bailaor serio―cómico Ramironte (Heraldo de Zamora, 1926: 2). De nuevo en Madrid, en el mes de septiembre “la Gabriela, reina del ‘baile por chufla’”, intervino en un certamen de cante flamenco celebrado en el Teatro Fuencarral con un elenco cuajado de estrellas de lo jondo, en el que sobresalían Antonio Chacón, El Canario, la Niña de Linares, el Chato de las Ventas o el Niño de Marchena (La Voz, 1926a: 3).

Petra García Espinosa, la NIña de Linares

Petra García Espinosa, la Niña de Linares

También de reconocido prestigio eran los artistas con los que alternó Gabrielita en varios conciertos de cante y baile flamenco ofrecidos en el Monumental Cinema de la capital entre los meses de septiembre y octubre de ese año. El cante corrió a cargo de don Antonio Chacón, Manuel Centeno, la Niña de Linares, el Chato de las Ventas, Angelillo, el Americano, el Canario de Madrid, la Trianita y la Lavandera, entre otras figuras, con las sonantas de Ramón Montoya, Jorge López, Enrique Mariscal, Marcelo Molina y Manuel Martell. El baile lo pusieron Gabrielita, Estampío, Alfonsina, Goyita Herrero y Ramironte (ibidem, 1926b; ibidem, 1926c; ibidem, 1926d).

Nos encontramos ya en la época de florecimiento y expansión de la ópera flamenca, que convirtió el cante en un fenómeno de masas y lo llevó a los teatros y plazas de toros de toda España. Aunque no fuese el plato principal, en ese tipo de espectáculos también tenía cabida el baile y en ellos encontró Gabriela Clavijo un buen filón para seguir viviendo de su arte. En 1927 fue contratada por el empresario Vedrines para realizar una gira por ciudades como Valladolid, Jerez de la Frontera, Córdoba, Cádiz, Constantina (Sevilla) o Madrid (El Noticiero Sevillano, 1927a: 6; El Guadalete, 1927: 1; La Voz, 1927: 13; El Defensor de Granada, 1927: 1; El Noticiero Sevillano, 1927b: 2; ABC, 1927: 38).

Angelillo (La Voz de Aragón, 7-6-1929).

Angelillo (La Voz de Aragón, 7-6-1929).

La compañía estaba compuesta por una veintena de artistas, entre los que cabe mencionar a la Niña de Linares, el Canario, Antonio García Chacón, el Niño de la Flor, el Niño de las Marianas II, el Chato de las Ventas, el Canario de Madrid y el Niño de Coín, con la intervención estelar del Cojo de Málaga en el Salón Rodrigo de Constantina (El Noticiero Sevillano, 1927b: 2). Marcelo Molina, Jorge López, Victoria de Miguel y Manuel Bonet se ocuparon de la parte musical y, en lo que respecta al arte de Terpsícore, aparte de la intervención de Carmen la Flamenca y Aurorita Imperio, merece la pena destacar la presencia de La Coquinera, toda una institución en el baile por alegrías, así como el predominio de lo cómico, encarnado en “Estampío, creador del baile ‘El picaor’, La Gabrielita, bailadora por ‘chufla’” (ibidem, 1927a: 6) y “el gran Ramironte (bailador cómico-serio)” (El Guadalete, 1927: 1). Ésta fue precisamente la parte del espectáculo que más atrajo la atención de algunos cronistas: “Del llamado cuadro flamenco sólo nos distrajo algo la ‘Gabrielita’ con su baile por chufla y el veterano ‘Estampío’” (La Voz, 1927: 13).

Antonio Escribano recoge un interesante testimonio de la guitarrista Victoria de Miguel, que nos permite hacernos una idea sobre la singularidad del baile de la Clavijo: “De la Gabrielita recuerda con admiración que era una bailaora que practicaba un estilo muy peculiar, entremezclando en su firme ritmo y compás volteretas y extrañas posturas, bailando las bulerías en ocasiones tumbada en el suelo” (1990: 209).

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Una vez concluida esta gira con la troupe Vedrines, a su regreso a la capital de España, durante el verano de 1927 Gabriela participó en varios conciertos flamencos ofrecidos en salas como el Cine Madrid o el Monumental Cinema (El Liberal, 1927: 4; La Libertad, 1927a: 7), junto a artistas como el Chato de Valencia, el Pescadero, Guerrita, Antonio García Chacón, el Americano, el Niño de Alcalá, el Niño de Utrera, Niño Medina o Manuel Vallejo en el cante; y Carlota Ortega, José Linares, Estampío o Ramironte en el baile.

Asimismo, intervino en el Certamen Nacional de Cante Flamenco en el que se disputó la Copa Monumental Cinema 1927, con el concurso de figuras de lo jondo de la categoría del Niño Gloria, el Niño de los Lobitos, Angelillo o Antonio Rengel, acompañados por las sonantas de Ramón Montoya, Carlos Montoya y Niño Sabicas; y, en el cuadro de baile, la enorme Juana la Macarrona (La Libertad, 1927b: 2).

Fue una época de gran actividad para Gabriela Clavijo, que también formó parte del elenco de la gran fiesta de cante y baile incluida en el segundo acto del sainete El niño de oro, de José María Granada, con motivo de su reposición en el Teatro de la Latina. La parte vocal corrió a cargo de la Niña de Linares, Carmen la Lavandera, el Niño de los Lobitos y el Sevillanito, con las guitarras de José Hijosa y Jorge López, y el baile recayó en exclusiva sobre “La Gabrielita (reina de la chufla)” (Heraldo de Madrid, 1928: 6).

Juana la Macarrona (Fondos del Centro Andaluz de Documentación del Flamenco)

Juana la Macarrona (Centro Andaluz de Documentación del Flamenco)

Asimismo, actuó en varios conciertos de ópera flamenca ofrecidos en el Cine Pardiñas, donde volvió a coincidir con Bernardo el de los Lobitos y Estampío (La Voz, 1928a: 6); y en la fiesta granadina del Sacromonte con la que culminó el concurso de cante jondo celebrado en el Teatro de la Latina y al que concurrieron los cantaores Niña de Chiclana, el Americano, Niña de Linares, la Lavandera, el Mochuelo, el Chata, el Chato de las Ventas, el Canario de Colmenar, el Niño de la Huerta y Guerrita, acompañados por las sonantas de Marcelo Molina, Román García y Luis Yance. El cuadro de baile tuvo un claro componente cómico, con la presencia de Ramironte, Acha Rovira y Gabrielita la del Garrotín (La Voz, 1928b: 6).

Durante el verano de 1928 la bailaora se embarcó en una nueva gira a las órdenes de Vedrines, con una compañía de ópera flamenca todavía más excepcional, si cabe, que la del año anterior, pues llevaba en sus filas a don Antonio Chacón, la Niña de los Peines, Manuel Vallejo, José Cepero, Guerrita, el Niño de los Lobitos, el Chato de las Ventas y el Niño de Sevilla, escoltados por los guitarristas Ramón Montoya, Luis Yance, Manuel Martell y Manuel Bonet. El reparto se completaba con un cuadro de zambra gitana integrado por los bailaores Frasquillo, la Quica, Gabrielita, Carmen Vargas, Carmelita Borbolla, Estampío, El Tobalo, Acha Rovira, Manolita la Macarena y los seis gitanillos de la Cava de Triana. Esta troupe se presentó en ciudades como Granada, Cádiz o Badajoz (El Defensor de Granada, 1928: 1; El Noticiero Gaditano, 1928: 2; Correo Extremeño, 1928: 8).

Carmelita Borbolla (hija). Foto de Carmen de la Borbolla Triano

Carmelita Borbolla hija (Foto: Carmen de la Borbolla Triano).

Entre los meses de septiembre y octubre de 1928, la singular artista actuó en Valencia, Madrid, Córdoba y Jerez de la Frontera (El Pueblo, 1928: 3; La Voz, 1928c: 7; ibidem, 1928d: 2; El Guadalete, 1928a: 3), también bajo la batuta de Vedrines, aunque junto a un elenco diferente: los cantaores Manuel González ‘Guerrita’, Manuel Blanco ‘El Canario’, Manuel Carrera ‘El Sevillanito’, Juan García ‘Hierro’ y Emilio ‘el Faro’; los guitarristas Jorge López y Manuel Bonet; y al baile, “La Gabrielita, graciosa ‘bailaora’ por ‘chufla’, y los cuatro gitanillos de la Cava de Triana” (La Voz, 1928c: 7).

Merece la pena destacar que en el anuncio del espectáculo en la Plaza de Toros de Valencia sólo aparecen tipográficamente resaltados ―en negrita y con un cuerpo de letra mayor― los nombres de Guerrita y Gabrielita (El Pueblo, 1928: 3); y que el diario El Guadalete (1928a: 3), cuando anuncia su presentación en Jerez, menciona en primer lugar a “La Gabrielita, graciosísima bailarina”, lo cual nos da una idea de su protagonismo en el conjunto. De hecho, según la crónica publicada en este último periódico, ella fue uno de los artistas que más aplausos cosecharon:

… El programa se cumplió en todas sus partes, siendo muy celebrada la labor de todos los que en él intervinieron y de manera muy especial la de Guerrita El Niño de Cartagena, que cantó cosas de su tierra y fandanguillos con extraordinarias facultades y sentimiento.

Gustó asimismo el graciosísimo trabajo de La Gabrielita y Los cuatro gitanillos de la Cava de Triana, que son unos chiquillos ágiles y habilísimos, conocedores de toda la gama del baile gitano (ibidem, 1928b: 3).

Elenco de La hija de Juan Simon. Gabrielita, tercera por la izquierda en la fila de abajo (Heraldo de Madrid, 23-5-1930).

Elenco de La hija de Juan Simon (Heraldo de Madrid, 23-5-1930).

Durante el año 1929 la prensa nos aporta escasas referencias sobre la actividad de Gabriela Clavijo, salvo las relativas a sus actuaciones en el Teatro Chueca de Madrid, junto a un elenco de ópera flamenca en el que destaca la presencia de Estampío, y de los cantaores Niño de Almadén, Chaconcito y Pena hijo (Heraldo de Madrid, 1929: 2); y en el Cine Parisiana de Zaragoza, con Angelillo, el Americano, la Niña de Chiclana y Emilio el Faro, entre otros artistas (La Voz de Aragón, 1929: 10). Sin embargo, las crónicas de 1930 informan sobre su participación en dos piezas teatrales, la comedia lírica Nobleza gitana y el drama La hija de Juan Simón, que se insertan en ese nuevo género, tan en boga en aquel momento, en el que se mezclan la acción dramática, la copla y el flamenco.


Referencias:

ABC (1927, 1 de abril). “Maravillas”, p. 38.

Correo Extremeño (1928, 14 de agosto). “Plaza de Toros de Badajoz”, p. 8.

El Defensor de Granada (1927, 23 de febrero). “Teatrales”, p. 1.

El Defensor de Granada (1928, 28 de julio). “El concierto de ópera flamenca”, p. 1.

El Guadalete (1927, 5 de febrero). “Teatro Eslava”, p. 1.

El Guadalete (1928, 13 de octubre). “Teatro Villamarta”, p. 3.

El Guadalete (1928, 14 de octubre). “Teatro Villamarta”, p. 3.

El Liberal (1927, 20 de julio). “Gacetillas”, p. 4.

El Noticiero Gaditano (1928, 6 de agosto). “En el Parque Genovés”, p. 2.

El Noticiero Sevillano (1927, 19 de enero). “Ópera flamenca”, p. 6.

El Noticiero Sevillano (1927, 13 de marzo). “Concierto de cante ‘jondo’”, p. 2.

El Pueblo (1928, 8 de septiembre) “Plaza de Toros”, p. 3.

Escribano, Antonio (1990). Y Madrid se hizo flamenco. Madrid: El Avapiés.

Heraldo de Madrid (1928, 22 de febrero). “Gaceta teatral madrileña”, p. 6.

Heraldo de Madrid (1929, 15 de febrero). “¡¡Acontecimiento!! en Chueca”, p. 2.

Heraldo de Zamora (1926, 9 de junio) “Nuevo Teatro”, p. 2.

La Libertad (1927, 20 de mayo). “Concierto de ópera flamenca”, p. 7.

La Libertad (1927, 11 de septiembre). “Certamen nacional de cante flamenco”, p. 2.

La Voz (1926, 3 de septiembre). “Certamen de cante flamenco en Fuencarral”, p. 7.

La Voz (1926, 4 de septiembre). “Monumental Cinema”, p. 7.

La Voz (1926, 11 de septiembre). “Monumental Cinema”, p. 6.

La Voz (1926, 4 de octubre). “Monumental Cinema”, p. 7.

La Voz (1927, 22 de febrero). “Gran Teatro: ¿Una sesión de cante y baile flamenco?”, p. 13.

La Voz (1928, 9 de mayo). “Pardiñas”, p. 6.

La Voz (1928, 9 de junio). “Latina”, p. 6.

La Voz (1928, 11 de septiembre). “Ópera flamenca”, p. 7.

La Voz (1928, 21 de septiembre). “Salón San Lorenzo”, p. 2.

La Voz de Aragón (1929, 8 de junio). “Teatro-Cine Parisiana”, p. 10.


Consuelo la Trianita, cantaora en un mundo de hombres (II)

El 9 de septiembre de 1926, acompañada a la guitarra por Fidel García, Consuelo Ródenas actuó en el Parque de la Alamedilla de Salamanca, donde fue la encargada de cerrar un cartel compartido con dos cantaores locales, El Rojo y Natalio Fernández. Tanto el hecho de ocupar ese lugar preferente en el programa como la especial atención que le dispensó la prensa dan una idea de su importancia artística. A pesar de su extensión, no me resisto a transcribir la crónica completa, por su riqueza descriptiva. La firma un tal Jam:

Consuelito, la gitana cañí, que canta flamenco en la Alamedilla.

Consuelo, Consuelito Ródenas la Trianita, ha salido un día del Albaicín, de Triana o de la Caleta, y ha descendido una buena noche de estas de verano sobre el coquetón y sencillo escenario de La Alamedilla, atraída sin duda por el montón de flores y la profusión de luces que lo adornan.

Salamanca ha querido ver la estrella que se posa suave junto al kiosco, y ha creado el conflicto mayor de orden público que es dable suponer sobre estas latitudes.

Noche de domingo.

Plaza Mayor de Salamanca en 1910. Foto de Morelló i Nart. Fuente: Salamanca en el ayer.

Plaza Mayor de Salamanca en 1910. Foto de Morelló i Nart. Fuente: Salamanca en el ayer.

Como mariposas, salmantinos y salmantinas, muchachitas bonitas como luceros, giran en compactas filas alrededor de la rotonda donde se halla el escenario. De vez en cuando un afortunado mortal, protegido por los guardias, logra un asiento junto a un velador, y una ovación «cariñosa» por parte de los cientos y cientos de personas que esperan igual ventura.

Sobre el tablado, acompañado por el «tocaor» Fidel García, impone silencio el Rojo.

La guitarra, mimosa, retozona o alborotada, inicia con sus arpegios, y el «cantaor» se arranca por peteneras, tarantas o malagueñas.

Una ovación y Natalio Fernández, inimitable imitador de Cepero, sucede al Rojo, tan popular y tan conocido de todos los salmantinos, mantenedor por estas tan poco flamencas latitudes del fervor por el cante.

Tiene estilo el «cantaor» y el público, que allá lejos se desdibuja en los obscuros cada vez más pronunciados de la carretera, esfuerza el oído para atrapar la última nota.

Retrocede el tocaor al centro del pequeño escenario y a su lado, seria muy seria, como esas vírgenes orientales cuando cumplen sus ritos sagrados, se sienta Consuelo.

Consuelito es la gitana cañí, de remos finos, gesto picaresco y habla andaluza más pronunciada.

Ni un gesto sin embargo, cuando canta. Sólo el pie menudo, calzado en zapatito rojo, golpea nervioso en la tarima siguiendo el ritmo seguro de la guitarra.

Fandanguillos, soleares, caracoles.

Jardines de la Alamedilla, Salamanca. Fuente: Salamanca en el ayer.

Jardines de la Alamedilla, Salamanca. Fuente: Salamanca en el ayer.

A medida que la guitarra desgrana sus notas dolientes, Consuelo engarza sus coplas a las que presta con su voz sentimiento vario. Dolor, alegría, rabia, surgen alrededor de coplas que cantan celos, amores satisfechos, pérdidas irreparables.

Se mancha un cristá, se limpia
y otra ve vuerve a brillá;
cuando una mare se muere
no se la vuerve a ver má.

Consuelito, segura dentro de su nerviosismo de raza, sigue y sigue cantando.

Ahora es el clásico fandanguillo el que presta con su música acariciadora y doliente, motivo para la copla.

¿Cómo quiere que te quiera
si yo no pueo quererte;
déjame que te mardiga
y que te desé la muerte,
ya que Dio no te castiga.

La guitarra vibra, y sus falsetas originales y sus breves interrupciones, pestan extraña armonía, llena de sentimiento, al espectáculo un poco primitivo y extrañamente bravío.

El público aplaude, y otra, vez y otra, «cantaores», «tocaor» y «cantaora», siguen incansables el engranaje armónico de sus músicas.

La última de Consuelo es una saeta.

Capilla del Cristo de los Milagros de Salamanca. Foto de Ansede y Juanes, ca. 1928. Fuente: Salamanca en el ayer.

Capilla del Cristo de los Milagros de Salamanca. Foto de Ansede y Juanes, ca. 1928. Fuente: Salamanca en el ayer.

Cuando terminado el espectáculo, regresa a la ciudad; ante la verja del Cristo de los Milagros, canta la copla más sentida de la noche, mientras en los derribos inmediatos de la Gran Vía el público, estacionado, siente en su pecho algo de la fe inconmovible de la gitana, mitad virtud, mitad fanatismo de raza” (El adelanto, 10-8-1926).

En septiembre de 1926, la Trianita participó en un concierto de cante y baile flamenco que se ofreció en el Monumental Cinema de Madrid, con un reparto de lujo en el que destacaba la presencia del “patriarca del cante ‘jondo’ D. Antonio Chacón y del emperador de la guitarra Ramón Montoya” (ABC, 12-9-1926).

La primera parte consistió en una zambra gitana, en la que la Alfonsina, Goyita Herrero, Gabrielita la del Garrotín y Ramironte bailaron con el cante de la Trianita, el Americano, el Niño de Alcalá y el Niño de Utrera, acompañados a la guitarra por Enrique Mariscal, Manuel Martell y Patena Chico. La segunda parte corrió a cargo de los cantaores Carmen Espinosa ‘la Lavandera’, Emilio ‘el Faro’, Niño de Valdepeñas, Angelillo y don Antonio Chacón, con la sonanta de Ramón Montoya.

La Copa Pavón de 1926

Unos días más tarde comenzaron las sesiones eliminatorias del certamen de cante jondo Copa Pavón 1926, a las que concurrieron artistas, tanto profesionales como aficionados, procedentes de distintos lugares de España. La Cartagenera, La Pescadora, la Ciega de Jerez, Pablo Pantoja, El Chata, Angelillo, Niño de Alcalá, Niño de Valdepeñas, Niño de Utrera, Niño de Puertollano, Eugenio Villarrubia, Rosario la Cordobesa, Manuel Vallejo, Manuel Torres y la Trianita fueron algunos de los cantaores que compitieron por el prestigioso trofeo, acompañados por las guitarras de Luis Yance y Carlos Verdeal.

Rosario la Cordobesa, con mantilla, en una kermesse celebrada en Madrid (La Voz, 5-8-1930).

Rosario la Cordobesa, con mantilla, en una kermesse celebrada en Madrid (La Voz, 5-8-1930).

Presidido por Pastora Imperio, el jurado estaba compuesto por artistas, literatos y periodistas de la categoría de Julio Romero de Torres, Jacinto Guerrero, José María Granada o Víctor Rojas. La final del concurso se celebró el 27 septiembre y la Copa Pavón recayó en Manuel Centeno. “Fueron concedidos además tres accésits a Angelillo, La Trianita y El Chata” (Heraldo de Madrid, 28-9-1926). Sin embargo, el resultado no fue del agrado de todos. La crónica del Heraldo de Madrid ofrece algunas claves sobre lo sucedido aquella noche:

“El fallo del Jurado fue acogido por el público con la pasión propia del ambiente, muy caldeado y dividido en favor de los tres o cuatro ídolos, entre los que estaba realmente entablada la lucha.

Manuel Torres, el maestro gitano del verdadero cante, no fue escuchado con todo el respeto que se le debía, sin duda porque el auténtico cante jondo no es, como a primera vista pudiera creerse, el más entendido y mejor gustado por los auditorios profanos.

Manuel Vallejo, ganador de la Copa Pavón el año pasado, no tuvo tampoco gran fortuna anoche. Ha perdido muchas facultades y es muy otro hoy al que ovacionamos en el anterior certamen.

Sin disputa, de todos los ‘ases’ que se han presentado ahora, Manuel Centeno es quien puso anoche más estilo, más facultades y más entusiasmo en la prueba” (Heraldo de Madrid, 28-9-1926).

Segunda Llave de Oro del Cante

El 5 de octubre se celebró en el Teatro Pavón una velada flamenca anunciada como “competencia de ‘ases‘”, en la que actuaron “Escacena, Cepero, Angelillo, El Chata, Trianita, Jaro I y otros valiosos cantadores” (La Libertad, 5-10-1926). En ella se hizo entrega a Manuel Vallejo de la segunda Llave de Oro del Cante, a modo de desagravio por no haber conseguido renovar su título de ganador de la Copa Pavón.

Entrega de la Llave de Oro del Cante a Manuel Vallejo, Teatro Pavón de Madrid.

Entrega de la segunda Llave de Oro del Cante a Manuel Vallejo, Teatro Pavón de Madrid.

Al día siguiente el Monumental Cinema de Madrid acogió un concierto flamenco protagonizado por los siguientes artistas: Goyita Herrero, Gabrielita Clavijo, la Alfonsina y Estampío, al baile; la Lavandera, la Trianita, el Americano, el Niño de Madrid, el Niño de Alcalá, Juan Soler ‘el Pescadero’, Cabrerillo y Manuel Centeno al cante; con las guitarras de Ramón Montoya, Manuel Martell y Florencio Campillo (ABC, 6-10-1926).

Tras el accésit conseguido en la competición por la Copa Pavón, Consuelo Ródenas gozaba ya de indudable prestigio. Buena muestra de ello es su contratación por Pastora Imperio como cantaora del cuadro flamenco con el que se presentó en el Teatro Nuevo de Vitoria, que tuvo que colgar el cartel de “no hay billetes”. La parte musical corrió a cargo de los guitarristas Víctor Rojas y Antonio Romero (Heraldo Alavés, 11-12-1926). El contacto entre ambas probablemente se estableciese a raíz de la participación de la Trianita en el citado concurso, en el que, como se ha dicho, la célebre bailaora ejerció como presidenta del jurado.

En enero de 1927 Consuelo debutó en el Salón Imperial de Sevilla, que ofrecía un programa de cine y variedades en el que también figuraban artistas como Teresa Prado, Mari Domínguez, Esperanza Fernández o Bertini. Después de ese compromiso, le perdemos la pista durante dos largos años, en los que la hemeroteca no nos ofrece ninguna referencia sobre su paradero.

Algunos cantes de Consuelo la Trianita, con la guitarra de Ramón Montoya:


Lolita Astolfi, cuando el baile se convierte en sentimiento (II)

En 1919 Lolita Astolfi se dio a conocer en ciudades como Écija, Cabra o Jerez de la Frontera, y siguió renovando sus éxitos en teatros como el Romea de Madrid o el sevillano Lloréns, que ocupaban un lugar destacado en su agenda. Las crónicas ensalzaban su delicadeza, simpatía y elegancia, y su exquisita presentación.

Lolita Astolfi

Lolita Astolfi

Sus primeras creaciones

A sus quince años de edad, ya empezaba a contar con repertorio propio, compuesto expresamente para ella por músicos como Emilio de Torre y José María Lozano. Estos autores firmaron la partitura de “¡Viva Faraón!”, una farruca con “sabor a zambra gitana” (El Liberal de Sevilla, 3-6-1919) que estrenó en el Teatro Lloréns en el mes de mayo; la de un “tango albaicinesco” (El Liberal de Sevilla, 7-7-1919) que presentó en Málaga unos meses más tarde; y la de “Egipto soberano”, que bailó por primera vez en el Salón Imperial de Sevilla en 1922 (El Noticiero Sevillano, 26-2-1922).

En esa época también actuó en ciudades como Huelva o Granada, y viajó en varias ocasiones a Barcelona para presentarse en el Teatro Eldorado, compartiendo cartel con artistas como Raquel Meller o Carmen Flores. Los últimos compromisos del año la llevaron a Logroño, Lisboa y el Teatro Parisiana de Madrid.

Lolita Astolfi (Mundo Gráfico, 5-11-1921)

Lolita Astolfi (Mundo Gráfico, 5-11-1921)

Tras reencontrarse con el público sevillano -primero en el Salón Imperial y después en el Teatro Lloréns– y realizar una gira por Marruecos, en mayo de 1920 fue contratada en el Teatro Eslava de Jerez. Los cronistas del diario El Guadalete se rindieron ante el prodigio de esa muchachita cuya grandeza artística era inversamente proporcional a su edad y a su estatura, y que incluso resistía la comparación con las primeras figuras del género:

Lolita Astolfi, la ¡enorme! así; la enorme bailarina que pisa el tablado de Eslava, cada noche da una prueba más de su valer, de su talento, de su alma de artista.
Los pasos que da matizan las frases del músico y con una expresión de alegría, de tristeza, de pasión, de celos, marca toda una idea haciendo que el público saboree la obra; porque no es que la baila, es que la dice” (El Guadalete, 28-5-1920).

“Una salva de nutridos aplausos acoge la aparición de esta genial mujercita que a los diez y seis años, es bailarina tan eminente y completa, como aquellas otras que más brillan en las altas esferas de su arte. […]
Incansable la artista, se prodiga y su figura gentil y esbelta de niña, se agiganta y crece por magas inspiraciones geniales. Y a cada número, las manos de los espectadores chocan entusiastas…” (El Guadalete, 2-6-1920).

Llamada a estar entre las grandes

Algo tendrá el agua cuando la bendicen y si la bendición procede de una gran figura del baile, como Antonia Mercé, sólo cabe decir amén. Así se pronunciaba la Argentina en 1921 sobre las artistas de variedades españolas: “Pastora Imperio es para mí la primera […] y después Raquel Meller. En el género de bailarinas me entusiasma la Bilbainita, Lolita Astolfi a la que reputo como una verdadera esperanza del arte” (La Voz, 30-3-1921).

Lolota Astolfi, El Teatro, 1922

Lolota Astolfi (El Teatro, 1922)

El polifacético escritor Álvaro Retana también concedía a la joven bailaora un lugar destacado entre las grandes figuras de la danza flamenca:

“Los cuatro ases de la flamenquería, las cuatro reinas del género andaluz, son: Carmelita Sevilla, Laura de Santelmo, Amparito Medina y Lolita Astolfi. Las flamencomanías de Carmelita Sevilla y la farruca torera de Lolita Astolfi son cosas tan serias y faraónicas, que se puede afirmar que tanto Carmelita como la Astolfi han aprendido sus hieráticas actitudes en el interior de las auténticas pirámides de Egipto…” (Mundo Gráfico, 5-10-1921).

En esa época, la joven se encontraba inmersa en una constante tournée por toda la geografía española, con paradas en ciudades como Barcelona, Madrid, Bilbao, San Sebastián o Palma de Mallorca. En el verano de 1921 aprovechó su estancia en Sevilla para colaborar en dos festivales benéficos celebrados en la Venta de Eritaña y en el Salón Imperial. En ellos se codeó con grandes artistas flamencos, como la Niña de los Peines, Pastora Molina, la pareja Gómez Ortega, la Antequerana, el Niño de Jerez, Manuel Escacena o Juan Ganduya, Habichuela.

A pesar de su juventud, Lolita se presentaba ya como toda una estrella, “con decorado propio y fastuoso vestuario”, y “su figura grácil, sus simpatías, su belleza y más que nada su inconfundible modo de bailar, en la que pone matices de artista” (El Liberal de Sevilla, 23-9-1921), la hicieron merecedora de grandes aplausos. En febrero de 1922, durante su actuación en el Teatro Moderno de Salamanca, el cronista de El Adelanto destacaba las condiciones que la harían “llegar, en su género de baile, a la mayor eminencia: temperamento, carácter, gesto y belleza”.

“Hay, además, en esta muchachita, una extraordinaria cualidad, el principio del movimiento, a cuya exactitud no han llegado sino muy contadas bailarinas españolas. La Astolfi consigue el máximo de expresión con los movimientos de cabeza, brazos y piernas, conservando siempre cuerpo rígido y vertical, obteniendo con ello la belleza y el vigor de la línea de una distinción maravillosa” (El Adelanto, 13-2-1922).

Lolita Astolfi

Lolita Astolfi

Un mes más tarde debutó en el Kursaal Gaditano, con un repertorio variado que incluía danzas típicas de diferentes regiones españolas, como las pravianas tituladas “Tierras llanas”, la jota, las asturianas, la rapsodia valenciana o el aurresku. En todas ellas se mostraba “arrogante, grácil y ajustada al pentagrama” (El Noticiero Gaditano, 23-3-1922). Sin embargo, donde más brilló fue en sus clásicos bailes andaluces, como el fandango o la farruca, algunos de los cuales interpretó ataviada “con soberbio traje de cola, rememorando a la bailaora clásica de tablado” (El Noticiero Gaditano, 24-3-1922). El público quedó verdaderamente extasiado:

“Hay momentos en que con la oscuridad del salón, sólo enfocando la luz a la artista, y el silencio que se hace como obedeciendo a un conjuro mágico (los pies de la artista) parece aquél vacío sólo con el repiqueteo leve sobre las tablas al hacer la artista la invitación, sombrero en mano, de El Fandanguillo. Este brindis y el baile todo en sí, tiene tal fuerza de atractivo, que la artista ha de bisarlo completo…” (El Noticiero Gaditano, 22-3-1922).

París se postró ante ella

Con los públicos de Cádiz y el resto de España rendidos a sus pies, en la primavera de 1922 Lolita Astolfi emprendió una nueva aventura internacional. Recomendada por Raquel Meller, fue contratada para la inauguración de la temporada española en el Teatro Olympia de París, que la anunció en sus carteles como “Reina de la Danza” (Comoedia, 26-4-1922) (1). En la crónica de su debut, el escritor Enrique Gómez Carrillo la presentaba como una artista intuitiva, temperamental, que goza con su propio baile, y es capaz de transmitir al espectador una amplia gama de sentimientos y sensaciones que van desde la inocencia infantil hasta el más apasionado desenfreno:

Lolita Astolfi (Le Petit Journal, 5-5-1922)

Lolita Astolfi (Le Petit Journal, 5-5-1922)

“Debutó ayer y ya, hoy, es famosa. Le ha bastado con presentarse, como siempre ha sido, trémula y sencilla, sutil y apasionada, para conquistar el corazón del público de París. El público ha sentido en seguida lo que, además de su arte tan perfecto, hay en ella de personal, de inocente, de tierno, de instintivo y de íntimo. Nunca parece bailar para nosotros. Ebria de un sueño, enigmática, baila para sí misma. Se embriaga de sus propias armonías, se sonríe, se respira. […]
Es casi una niña, con un corazón de niña. Y, a pesar de ello, nos perturba, porque lleva en su delicado ser todo el secreto de las mujeres de su raza, que, ya en la antigua Roma, celebraban, con el crepitar de las castañuelas, los ritos oscuros de la voluptuosidad y de la pasión andaluza. […] Son bruscas, son violentas, son sensuales hasta la exasperación, y, al mismo tiempo, son castas y hieráticas. Se siente, al verlas, que la bailarina se ofrece, que atrae, que está a punto de desmayarse. Y, de pronto, la vemos alzarse de nuevo, desdeñosa o salvaje, con los ojos llenos de un odio súbito, para rechazar las caricias que se le acercan.
[…] ante esta exquisita e impecable Lolita Astolfi, cuya alma es un espejo que no ha sido empañado por ningún soplo de pecado, el misterio nos parece aún más turbador, porque está hecho de contrastes de embriaguez amorosa y de candor infantil, de voluptuosidad sutil y de pudor ingenuo, de encanto sonriente y de altiva crueldad” (Comoedia, 29-4-1922).

Lolita Astolfi (La Semana Gráfica, 6-5-1922)

Lolita Astolfi (La Semana Gráfica, 6-5-1922)

La prensa gala llegó a calificar a Lolita Astolfi como “la más perfecta coreógrafa actual” (Comoedia, 22-5-1922). Durante casi un mes cautivó al público del Olympia con su juventud y sus bailes llenos de colorido, estrenó “un bonito repertorio del maestro Ruiz de Azagra” (La Correspondencia de España, 22-6-1922), e incluso tuvo tiempo para disfrutar de la noche parisina y practicar los bailes de moda:

“Apenas dejó el escenario, emocionada por el éxito que acababa de conseguir, se fue corriendo al Thé-Tango para entregarse -¡con qué alegre exuberancia!- a las alegrías del shimmy y el boston… Y los bailarines dejaron de bailar para ver mejor bailar a esta joven bailarina…” (Comoedia, 30-4-1922).

A su regreso a Sevilla, contó al periodista Nicolás de Salas algunas anécdotas de su aventura transpirenaica. Le habló de los intentos de seducción de un francés avispado, de lo mucho que había echado de menos su casa y de los momentos de diversión junto a otros compatriotas:

“Un día en una guitarrería, hice amistad con un escultor español. Allí se reunían muchos artistas de mi tierra, y celebrábamos fiestas españolísimas. Yo bailaba sobre una mesa, un poeta tocaba la guitarra y un pintor sevillano cantaba. ¡Y hacíamos cada gazpachito! Aquello era delicioso” (La Semana Gráfica, 11-11-1922).

Notas:

(1) La traducción de todos los textos extranjeros es mía.


La Niña de Linares, una diva del cante flamenco (I)

La historia del flamenco está jalonada de grandes estrellas del cante, el baile y el toque, en torno a las cuales gravita toda una pléyade de astros menores, cuya contribución también ha resultado fundamental para la conformación y el desarrollo de este arte.

La jerarquización de esas figuras depende de distintos factores, algunos de los cuales están sujetos a una evolución temporal, en función de los gustos estéticos imperantes en cada momento histórico. Ése es el motivo por el cual grandes ídolos de una época pueden quedar arrinconados tras la imposición de nuevas formas cantaoras.

Nina de Linares_Maria de la O

La Niña de Linares (imagen extraída del filme María de la O, de 1936)

En el caso de las mujeres, hay que sumar un elemento más a la ecuación: el radical cambio de contexto político y social que, a partir de los años 40, impuso nuevos modelos femeninos, en los que no tenían cabida las artistas flamencas, y que corrió un tupido velo de olvido sobre muchas cantaoras, bailaoras y guitarristas que en las primeras décadas del siglo XX habían gozado de gran fama y prestigio.

Queda, pues, por realizar, una importante labor de recuperación y revalorización de tantas figuras a las que el tiempo y las circunstancias han arrebatado su lugar en la historia, como es el caso de la Niña de Linares, una artista que desarrolló la mayor parte de su carrera en Barcelona, donde se convirtió en una auténtica estrella del flamenco. (1)

Una cantaora precoz

Petra García Espinosa nace en Linares el veintisiete de enero de 1908 (2), en el número seis de la Calle Ventura de la Vega. Su padre, Manuel García Martín, es natural de Ugíjar (Granada) y su madre, Carmen Espinosa Ruiz, linarense, procede de una familia de Dalías (Almería).

En torno a 1919 fallece el cabeza de familia y su viuda debe sacar adelante a los cinco hijos de la pareja, entre los que Petra, con once años de edad, ocupa el tercer lugar (3). Por tanto, probablemente sea esa difícil situación económica la que motiva el temprano debut de la Niña de Linares sobre los escenarios, arropada por su madre, que se anuncia como La Lavandera.

Petra García Espinosa junto a su madre y hermanos, en el padrón de Linares de 1918-19.

Petra García Espinosa junto a su madre y hermanos, en el padrón de Linares de 1918-19.

A principios de los años 20, ambas empiezan a anunciarse en distintas salas madrileñas. En junio de 1923, en el Circo Americano, participan en la “pantomima bufa La Feria de Sevilla”, junto a artistas tan renombrados como el cantaor Niño de los Lobitos, la bailaora La Gabrielita o el guitarrista Manuel Martell (La Correspondencia de España, 28-6-1923).

Pocas semanas más tarde, a sus quince años de edad, Petra García ya se presenta en solitario en Santander, compartiendo cartel con la bailarina Julita Castejón. Su actuación es todo un éxito, a juzgar por los elogios que le dedica la prensa local, que la denomina “rival de la Niña de los Peines” (El Cantábrico, 10-7-1923). (4)

A su regreso a la Villa y Corte, en el mes de agosto, se puede ver a la Niña de Linares, de nuevo junto a su madre, en Casa Juan. El cronista de la revista España, que firma como Pipí, las compara con la gran Juana la Macarrona, por ser uno de los pocos ídolos flamencos que, en su opinión, quedan. Les dedica estas líneas:

“‘La Lavandera y su hija‘, anunciadas así, sin más ditirambo, sin concesión a ningún europeísmo de programa de varietés, suben al tablao, con la austeridad y el empaque característicos del buen género. Se sienta la cantaora junto al tocaor, apoyada ligeramente en el respaldo de su silla, se enjuga los labios con el pañuelo, quizá, supremo aliciente en el silencio de la espera, escupe al suelo a espaldas del guitarrista. Aquí no hemos venido a divertirnos, sino a sentir.
La Lavandera y su hija tienen sentimiento. Más impostado en la hija en cierto desgaire casticísimo; más atemperado en la madre al gusto fino de los canarios más sonoros. En ambas de fuente popular…” (Pipí, España, 24-8-1923).

El Adelanto, Salamanca, 13-3-1926.

El Adelanto, Salamanca, 13-3-1926.

Durante los años siguientes, el nombre de la Niña de Linares aparece cada vez con más frecuencia en la cartelera madrileña, a veces junto al de su madre (5), aunque la joven Petra ya vuela sola y se codea con los mejores artistas flamencos del momento.

Con paso firme

En 1926, la voz de Petra García suena en distintas emisoras (6), como Unión Radio Madrid o Radio Ibérica, y se la puede ver en distintos programas de variedades (en los Jardines del Buen Retiro y en el Teatro Fuencarral, entre otras salas madrileñas). En ese mismo año, Petra también actúa en otras ciudades, como Alicante, donde comparte cartel con Angelillo y el Niño de Valdepeñas (Diario de Alicante, 25-8-1926), o Salamanca.

En el Teatro Moderno de la capital charra, la cantaora linarense forma parte de un cuadro flamenco que tiene como figura principal al Niño de Marchena, y en el que también se encuentran El Americano, la Niña de la Merced, Emilio el Faro y el Niño de Valdepeñas. Su actuación es todo un éxito:

“La que se hizo aplaudir con entusiasmo enorme, y muy justificado, fue La Lavandera (7), que con una voz muy bonita, de cantaora muy grande, nos recreó escuchándole fandanguillos y milongas; estas últimas repetidas varias veces y todas ellas premiadas con grandes ovaciones” (El Adelanto, 14-3-1926).

De nuevo junto a Pepe Marchena, en septiembre y octubre de ese mismo año, la Niña de Linares sale de gira con una troupe cuajada de figuras. Los cantaores Antonio García Chacón, Manuel Blanco ‘El Canario‘, Niño de las Marianas, Chato de las Ventas, Niño de la Flor y Niño de la Sierra también forman parte del elenco, y les acompañan a la sonanta Marcelo Molina y Jorge López, entre otros guitarritas. El conjunto se presenta en ciudades como Madrid, Valencia, Castellón, Sevilla y Utrera (8). La artista linarense “cantó con mucho estilo, mereciendo los aplausos del público” (El Liberal de Sevilla, 28-10-1926).

La Correspondencia de Valenica, 9-9-1926.

La Correspondencia de Valencia, 9-9-1926.

En el mes de noviembre, Petra García Espinosa es contratada por el empresario Vedrines para realizar una nueva tournée, con paradas en ciudades como Madrid, Salamanca o La Coruña (9). Además de algunos de los artistas mencionados -El Canario, Chato de las Ventas, Antonio García Chacón, Marcelo Molina, Jorge López-, en el grupo también destacan los cantaores Antonio Pozo ‘El Mochuelo‘ y El Canario de Madrid, y los tocadores Ramón Montoya y Victoria de Miguel, entre otras figuras.

En enero de 1927, la empresa renueva el elenco de la compañía, que continúa con su periplo por distintas ciudades españolas. Los artistas que se presentan en el Teatro Lope de Vega de Valladolid, con un espectáculo de ópera flamenca, son los siguientes:

“‘Ramironte‘, bailador serio-cómico; Carmen, la Flamenca, bailadora; Aurorita Imperio, emperatriz de las danzas a guitarra; Antonio García (a) Chacón, el non plus ultra del cante jondo, el fenómeno del día; La Coquinera, bailadora por alegrías; El Estampío, creador del baile ‘El Picaor’; La Gabrielita, bailadora por ‘chufla’; Manuel Blanco (a) El Canario (el de la voz de oro); Niño de la Flor, cantador premiado en la plaza de toros de Córdoba; Niño de las Marianas II, Chato de las Ventas y Niño de Coín, cantadores; El Canario de Madrid (el de la voz de platino); La Niña de Linares, célebre cantadora de flamenco; Manuel Bonet, mago de la guitarra, y los famosos guitarristas Marcelo Molina, Jorge López y Victoria de Miguel” (El Noticiero Sevillano, 19-1-1927).

Después de actuar en la capital castellana, el grupo se dirige a Córdoba y Cádiz. El público de la ciudad califal “aplaudió mucho a la Niña de Linares en unos fandanguillos cantados con gusto”, si bien el crítico del diario La Voz (22-2-1927) echa en falta alguna soleá y “otros cantes grandes”.

La guitarrista Victoria de Miguel. Fuente: Escribano Ortiz, Y Madrid se hizo flamenco, 1990.

La guitarrista Victoria de Miguel. Fuente: Escribano Ortiz, Y Madrid se hizo flamenco, Madrid, El Avapiés, 1990.

Tras un breve paso por Madrid, Petra García regresa a tierras andaluzas y, durante las fiestas de Pascua de Resurrección y Feria de Sevilla, se presenta en los teatros San Fernando y Cervantes de Sevilla junto a un elenco de auténtico lujo:

“Las célebres cantadoras: Niña de los Peines, Adela López y Niña de Linares.
Los famosos cantadores: José Cepero, Manuel Escacena, El Chato de las Ventas y el ya célebre cantador Antonio G. Chacón.
Los ‘ases’ de la guitarra: Ramón Montoya, Luis Yance y Manuel Bonet.
Las célebres artistas del baile flamenco: Juana la Macarrona y Malena La Charru.
Paco Senra, notable bailador cómico-serio, y la emperadora del baile gitano, la joven y bella Aurorita Imperio” (El Liberal de Sevilla, 14-4-1927).

Con José Cepero, Manuel Escacena y Antonio García Chacón también comparte cartel poco después en sendos espectáculos de ópera flamenca ofrecidos en el Teatro Circo de Verano de Cádiz (El Noticiero Gaditano, 18-5-1927) y en el Teatro Eslava de Jerez (El Guadalete, 20-5-1927).

Durante el otoño de 1927 y todo el año siguiente, Petra continúa desarrollando una intensa actividad artística, fundamentalmente en los teatros y salas de Madrid. Se la puede ver en distintos carteles de variedades y en espectáculos de ópera flamenca, en los que alterna con algunos de los artistas ya mencionados y con su madre, Carmen la Lavandera.

Además, “la célebre cantadora de saetas ‘La niña de Linares’” (Heraldo de Madrid, 23-5-1928) también es requerida para actuar en los cines durante la proyección de películas mudas como La hermana San Sulpicio o Rejas y votos (10), y poner voz a las coplas incluidas en las mismas.

El Liberal de Sevilla, 14-4-1927. Archivo de José Luis Ortiz Nuevo.

El Liberal de Sevilla, 14-4-1927. Archivo de José Luis Ortiz Nuevo.

Notas:

(1) Salvando la obra El flamenco en la Barcelona de la Exposición Internacional 1929-1930, de Montse Madridejos (Barcelona, Bellaterra, 2012), que realiza un pormenorizado inventario de los artistas flamencos activos en la Ciudad Condal a principios de los años treinta, son escasas las referencias bibliográficas que puedan arrojar luz sobre la historia de esta cantaora.

(2) Así consta en el folio 150 del tomo 226 de la sección 1ª del Registro Civil de Linares.

(3) Cfr. Padrón Municipal de Linares. En el de 1918 figuran Juan García y Carmen Espinosa junto a sus cinco hijos -Juan Manuel, Josefa, Petra, Antonio y Lorenzo-; y en el de 1918-19 ya no aparece el padre y Carmen figura como “viuda”.

(4) Al día siguiente, en respuesta a esa reseña, Ignacio G. Lara afirma: “Yo sí la he oído y tanto me gustó” (El Cantábrico, 11-7-1923).

(5) En febrero de 1924, la Niña de Linares y Carmen Espinosa forman parte del cuadro flamenco del Edén Concert de Madrid. La Lavandera es “una cantaora del mejor estilo” y su hija “apunta también una muy clásica manera” (La Libertad, 1-2-1924).

(6) Desde ese momento, los cantes de la Niña de Linares sonarán con cierta asiduidad a través de las ondas hertzianas. Ello, unido a sus registros discográficos, contribuirá a la pronta consolidación de su carrera (Madridejos Mora, 2012; p.35).

(7) La cantaora a la que se refiere esta información es Petra García Espinosa, la Niña de Linares, que también se anuncia en ocasiones como La Lavandera hija. De hecho, así aparece en ese mismo diario el día anterior (El Adelanto, 13-3-1926)

(8) Durante la actuación de la troupe en el Teatro Fuencarral de Madrid, completan el cartel los bailaores Estampío y Gabrielita (El Imparcial, 4-9-1926). El grupo también se presenta en la Plaza de Toros de Valencia (El Pueblo, 9-9-1926), en el Teatro Oberón de Castellón (Heraldo de Castellón, 11-9-1926), en el Teatro Cervantes de Sevilla (El Liberal de Sevilla, 28-10-1926) y en el Teatro Rodrigo Caro de Utrera (El Noticiero Sevillano, 13-10-1926).

(9) La compañía de Vedrines actúa en el Monumental Cinema de Madrid (El Liberal, 10-11-1926), en el Cine Bretón de Salamanca (El Adelanto, 18-11-1926) y en el Teatro Linares Rivas de La Coruña (El Orzán, 28-11-1926).

(10) La Niña de Linares canta unas coplas durante la proyección del filme La hermana San Sulpicio (dirigida por Florián Rey en 1927) en el Teatro Pavón (La Libertad, 18-3-1928) y en el Cinema X (La Voz, 4-5-1928) de Madrid, y pone voz a las saetas de la película Rejas y votos (dirigida por Rafael Salvador en 1927) cuando ésta se exhibe en el Cine Argüelles (Heraldo de Madrid, 23-5-1928).


Las Hermanas Mendaña, de La Isla a Barcelona (I)

Tras la elevación de José Monge Cruz a los altares del mito, el nombre de San Fernando sigue proyectándose en los más prestigiosos escenarios del mundo de la mano de una de sus artistas más universales, la insigne Sara Baras (1).

Mas la alumna aventajada de su madre Concha no es la primera bailaora cañaílla que sale de su tierra para ampliar horizontes profesionales. Un siglo antes que ella ya habían hecho las maletas María, Antonia, Carmen y Micaela Núñez Porras, más conocidas en el mundo del arte flamenco como las hermanas Mendaña.

Vista de San Fernando

Vista de San Fernando

Nacidas en La Isla entre las dos últimas décadas del siglo XIX, en 1904 tienen su domicilio en el número 21 de la Calle Antonio López (2), junto a sus padres y hermanos. No obstante, las cuatro hijas de Terpsícore (3) pronto empiezan a frecuentar otros ambientes y a codearse con la flor y nata del flamenco de la época.

Las Mendaña alzan el vuelo

La referencia periodística más antigua que hemos conseguido localizar data de 1912 y sitúa a la “sin rival pareja de bailes nacionales ‘Hermanas Mendaña’” en el Salón Victoria de Almería, junto a un nutrido grupo de artistas flamencos entre los que destacan los cantaores Niño de la Isla, Niño Medina y el mítico Juan Breva (El Popular, 10-8-1912). A partir del año siguiente ya se las puede ver anunciadas en la cartelera madrileña y, sobre todo, en la catalana.

En esa época de crisis de los cafés cantantes previa al boom de la ópera flamenca, el arte jondo encuentra un nuevo espacio de exhibición y expansión en los salones, cines y teatros de variedades, donde convive con el cuplé y con espectáculos de muy diverso tipo.

Así, por ejemplo, durante la primavera de 1913 las “gitanas Mendañas” actúan en el Cine Bello de Madrid (El Imparcial, 13-4-1913) y en el Teatro Alkázar de Barcelona. En este último local, Carmen, María y Antonia Núñez comparten escenario con artistas flamencos de primera fila:

“Hoy, lunes, MAGNÍFICO DEBUT DE UN GRAN CUADRO FLAMENCO […] formado por ONCE ARTISTAS ANDALUCES, NUEVOS EN BARCELONA de los que se distinguen:
MANUEL ESCACENA, célebre cantaor – CARMEN MENDAÑA, bailaora flamenca – MARÍA MENDAÑA, cantaora flamenca – JUANITO VALENCIA, bailaor flamenco, y las bellas artistas andaluzas: La Lucerito, Angelita Maldonado, Carmen Venegas, Antonia Mendaña, Angelita Escacena y Angelita Muñoz, dirigidas por el notable maestro guitarrista DON MARCIAL DE LARA” (El Diluvio, 2-6-1913).

Manuel Escacena

Manuel Escacena

En agosto de ese mismo año se presentan en el Antiguo Café de la Marina de la Villa y Corte las Hermanas Mendaña, que “son maestras en el couplet y en el baile” (Eco Artístico, 25-8-1913). Completan el elenco La Riojanita, el Trío Modelo, Luisa de Lerma, La Cotufera y las Hermanas Mignon, entre otras atracciones de variedades.

La espuma de la flamenquería

No obstante, el hecho de tomar parte en ese tipo de espectáculos y el explorar nuevas facetas artísticas tan en boga en aquel momento, como la del cuplé, no resta a las hermanas de San Fernando ni un ápice de flamencura. Buena prueba de ello es que en abril de 1914 se las puede ver en el Café Concert de Madrid, en un cuadro formado por La Antequerana, Salud Rodríguez, Ramón Montoya y El Estampío, entre otras figuras del arte jondo; y poco después comparten cartel en el Kursaal de Sevilla (4) con uno de los grandes ídolos flamencos de todos los tiempos, Manuel Torres (5).

En el otoño de 1916, las hermanas Mendaña, “que son dos primores en la escena” (La Información, 4-10-1916), vuelven a coincidir con el cantaor jerezano en el Teatro Lara de Málaga y en el Alhambra de Granada, donde se presentan junto a una compañía dirigida por la bailaora Julia Borrull, y en la que también figuran Juana la Macarrona, Antonio Ramírez, Miguel Borrull (padre e hijo) y Ángel Baeza.

Julia Borrull (Revista de Varietés, 10-6-1914)

Julia Borrull (Revista de Varietés, 10-6-1914)

Desde su debut en la capital malagueña, el 23 de septiembre, la troupe cosecha “ruidosas ovaciones” (El Popular, 26-10-1916) y se ve obligada a “repetir sus trabajos con la complacencia general” (La Unión Mercantil, 26-10-1916). No en vano, se trata de “verdaderas eminencias del cante jondo y del baile flamenco” (La Unión Mercantil, 24-9-1916), que ofrecen un espectáculo culto y distinguido, de “arte andaluz, en toda su pureza”, sin “chocarrerías de mal gusto” (La Publicidad, 5-10-1916).

“El espectáculo que ofrece la Borrull no es de ese flamenco empalagoso de jipíos y molestias a que nos tienen acostumbrados los bailadores y cantadores de café cantante; se trata según las referencias que tenemos de un espectáculo fino y culto, al que en Madrid y en Málaga han acudido la aristocracia y la buena sociedad…” (La Información, 4-10-1916).

Durante su actuación en Granada, la compañía ve reeditados sus éxitos. La prensa local dedica abundantes líneas a ensalzar los méritos de los artistas, que componen “un conjunto clásico, delicioso y delicado”, en el que, entre tantas estrellas, brillan con luz propia “las hermanas Mendaña, bailadoras bellísimas y más artistas que bellas” (La Publicidad, 5-10-1916).

“Un éxito formidable
Cuando el público, numerosísimo en las dos secciones, salía anoche del Teatro Alhambra, entusiasmado y satisfecho, comentando con sinceros elogios el debut del Cuadro Andaluz, un antiguo e inteligente aficionado pronunció una frase que resume perfectamente la opinión unánime de los espectadores:
-Es la plana mayor del género.
Indudablemente, los artistas que actuaron son lo más distinguido, refinado, selecto, del cante y el baile andaluces.
Cuando los bailadores aparecieron y La Macarrona inició aquellas danzas sugestivas y maravillosas, se levantó en la sala un murmullo de admiración, que no tardó en traducirse en continuas ovaciones.
Las hermanas Mendaña, bailadoras notables, fueron también muy aplaudidas […]” (La Publicidad, 6-10-1916).

Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

Un mes más tarde, se anuncia en el Café Villa Rosa de Barcelona, propiedad de la Miguel Borrull, un “extraordinario cuadro andaluz compuesto de los mejores artistas de Sevilla, entre los cuales figuran el notable cantador Niño Torres, la célebre cantadora La Antequerana, la inimitable bailarina La Macarrona y las monísimas bailadoras Hermanas Mendañas” (El Diluvio, 9-11-1916).

Desde esa época, el nombre de las Núñez Porras aparece casi indisolublemente unido al de la Ciudad Condal, donde terminan instalándose, y al de los Borrull. De hecho, en 1924 Antonia contrae matrimonio con el patriarca de la saga (6) y las cuatro hermanas actúan con asiduidad en el tablao familiar.

NOTAS:
(1) Aunque nació en Cádiz capital, la bailaora está muy vinculada a San Fernando, de donde es oriunda su madre, Concha Baras, y en cuya escuela comenzó a formarse como artista.

(2) Así consta en el Padrón Municipal de ese año, en el que aparecen inscritos los padres -Diego Núñez Fernández, natural de Chiclana, y Carmen Porras Fernández, de San Fernando- y sus hijos Antonio, Alfonso, María, Antonia, Carmen y Micaela, nacidos lo seis entre 1884 y 1894.

(3) En realidad sólo tres de las hermanas -Antonia, Carmen y Micaela- se dedican al baile. María es cantaora.

(4) Según Gonzalo Rojo, es durante su estancia en la capital hispalense -actuando en el Café Novedades- cuando Carmen Núñez conoce al que será su marido, Joaquín Vargas ‘el Cojo de Málaga’. Cfr. Rojo, G., Cantaores Malagueños: pinceladas flamencas (1850-1950), Benalmádena, 1987.
La pareja se une en matrimonio el 14 de enero de 1923 en la Iglesia de Omnium Sanctorum de Sevilla. Ninguno de los contrayentes firma el acta, por no saber hacerlo.

(5) En el mencionado local, al que se accede por las calles Sierpes, San Acasio y O’Donnell, las Mendaña y el Niño de Jerez comparten cartel con el cuadro coreográfico francés Tinqueise Defleurs, con Zaza y Mari, y su creación del tango argentino, y con Los Gitanillos (El Noticiero Sevillano, 17-4-1914; El Liberal de Sevilla, 20 y 22-4-1914).

(6) Antonia Núñez Porras y Miguel Borrull Castelló se casan en la Parroquia de Nuestra Señora de Belén de Barcelona el 6 de octubre de 1924. El guitarrista fallece en febrero de 1926.