Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Configuración del repertorio y la personalidad artística de Amalia Molina en la primera etapa del género de variedades* (I)

La cantaora, bailaora y cupletista Amalia Molina (1), que permaneció en activo hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, fue una de las grandes estrellas españolas de los escenarios de variedades. Nacida en Sevilla, donde aprendió desde pequeña el cante y el baile flamenco y de la Escuela Bolera, se trasladó a Madrid en 1904 en busca de nuevos horizontes profesionales.

Amalia Molina

Amalia Molina

Debutó en el Salón de Actualidades, en el que trabajó durante trece meses consecutivos y se convirtió en una de las primeras figuras del recién inaugurado género de varietés. Dan testimonio de ello autores como Álvaro Retana, quien afirma que «en 1905, las cuatro “estrellas” más refulgentes del género ínfimo eran Pastora Imperio, la Fornarina, Chelito y Amalia Molina, y en torno a ellas brillaban […] otros “asteroides” de menor cuantía» (Estampa, 9-7-1932: 43) (2).

Ese primer triunfo en Madrid supuso el despegue definitivo de una brillante y dilatada carrera, que transcurrió por teatros y salones de toda España, y adquirió dimensión internacional, con prolongadas giras por Europa, el norte de África y, principalmente, por América. Una trayectoria así, que va mucho más allá de un simple éxito pasajero, no puede deberse al azar, máxime en un contexto en el que la juventud y la belleza estaban entre las cualidades más valoradas en las artistas.

Nos proponemos, pues, desentrañar y analizar las claves que llevaron a Amalia Molina a alcanzar la gloria y a mantenerse durante años en lo más alto del escalafón. Ante la imposibilidad de abordar su medio siglo de trabajo sobre las tablas, nos centraremos en la que Álvaro Retana definió como edad antigua de las variedades, que coincide con la primera década del siglo XX (Ibidem).

Amalia Molina

Amalia Molina

1. Aprendizaje y formación artística

Amalia Molina nació en Sevilla el 28 de enero de 1885 (3). Aunque en su familia no existían artistas profesionales, se crio en un ambiente muy popular, en el que el flamenco y el folclore formaban parte de su día a día. Así lo reconocía la propia artista en una entrevista concedida en 1944 a Gil Gómez Bajuelo: «Mis ojillos vieron la lu primera en la casa más flamenca de Seviya, el Corral del Cristo, de la calle Pedro Migué» (ABC de Sevilla, 7-7-1944: 4). Según su biógrafo, García Carraffa, a ese lugar lo hicieron «célebre las fiestas y los bailes que en él se celebraban los domingos y a los que concurría un admirable, supremo y delicioso mujerío» (Cancionistas y bailarinas españolas. Amalia Molina, 1916: 15).

Allí comenzó Amalia un aprendizaje vivencial, inconsciente, en el que tuvo múltiples maestras, y entre ellas una muy especial:

—¿Y cómo se despertó en usted esa afición?

—De ver bailá a las mositas del barrio, y sobre too de vé bailá a mi madre, que lo hasía mu divinamente. A los siete años ya bailaba yo las sevillanas solo de habérselas visto bailá a ella. (García Carraffa, ibidem: 17)

En los años de su infancia asistió con asiduidad a las fiestas que tenían lugar cada semana en los corrales sevillanos –en el del Cristo, en el de Enciso…–, así como en la época del carnaval o las Cruces de Mayo. A decir de García Carraffa, la niña «no solo bailaba ya primorosamente; cantaba también con excelente estilo las sevillanas corraleras y otras canciones andaluzas» (ibidem: 20).

Fiesta en un corral de vecinos de Sevilla. CADF.

Además, siguiendo el ejemplo de su madre (4), a los ocho años cantó por primera vez saetas al paso de las procesiones de Semana Santa (ibidem: 21). Dadas las buenas dotes artísticas de la pequeña así como su gran afición, su familia le buscó un maestro con el que continuar su aprendizaje de un modo más formal: «en vista de lo apañá que yo era pa too lo flamenco, me fui a la academia de Joselito Castillo, el bailarín famoso, y a él me encomendé y él me enseñó a bailá» (Carretero Novillo, Nuevo Mundo, 23-3-1917: 16).

Continuó sus estudios con Ángel Pericet, gran maestro sevillano de la Escuela Bolera, que la hizo debutar en 1895 en el Teatro de la Alhambra de Madrid junto a una troupe infantil en la que también figuraba su sobrina Carmen Díaz Molina (5). El repertorio de la compañía incluía sevillanas, manchegas, malagueñas, peteneras, el baile inglés y el olé andaluz, entre otras danzas. Las crónicas periodísticas destacan la labor de la pequeña Amalia, que hizo «primores» ejecutando el Vito (Fray-Cirilo, La Rioja, 7-6-1895: 2) y «cantó con mucho estilo algunas coplas de malagueñas» (ibidem, 8-6-1895: 2).

A su regreso a Sevilla, continuó su formación con otro gran referente de la Escuela Bolera, el maestro José Otero, que décadas más tarde aún la recordaba como una de sus alumnas más sobresalientes: «para bailar con arreglo a escuela, ninguna artista como esa pimienta, que rabia y pica, llamada Amalia Molina. En eso no le gana a ella nadie» (Muñoz San Román, ABC de Sevilla, 22-2-1930: 6).

El Maestro Otero y su cuadro

El Maestro Otero y su cuadro de baile

A ese aprendizaje vivencial y al estudio con diferentes maestros hay que sumar la experiencia profesional en distintos cafés cantantes de Sevilla, tales como el Suizo, el Novedades o el Salón Filarmónico-Oriente. En el primero de ellos, durante la temporada de primavera de 1898, formó parte de un cuadro de bailes españoles y franceses dirigido por el maestro Bermúdez, en el que coincidió con bailarinas como Magdalena Bermúdez, Carmen Álvarez, Julia Domínguez o Isabel Fernández (6).

En 1902 se integró en el cuadro de baile bolero del Café Concierto Novedades, junto a la Loleta, la Bermúdez, Eloísa Díaz y Carmen Díaz, bajo la dirección del maestro Enrique Sánchez. El elenco flamenco de ese local estaba formado por «La Macarrona, La Malena, La Sordilla, La Melliza, La Roteña, La Trini, Rita Ortega, Enriqueta la Macaca, La Junquera, El Tiznao, y el guitarrista El Ecijano» (Blas Vega, Los cafés cantantes de Sevilla, 1987: 71), además de don Antonio Chacón, como figura principal.

En 1903 fue contratada para formar parte del cuadro bolero del Filarmónico, dirigido por el maestro Pericet. En este salón compartió cartel con Rita Ortega, Pepa de Oro, Antonio Ramírez, Juan Ríos y Juan Ganduya, Habichuela, entre otros artistas (ibidem: 55).

Carmen Díaz y el maestro Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Es indudable que el contacto diario con esas grandes figuras del cante y del baile también hubo de dejar un poso importante en la joven Amalia. De hecho, cuando años más tarde le preguntó El Caballero Audaz «¿Cuál ha sido su maestro de canto flamenco?», ella no dudó en responder: «¡Chacón!… Es el que más me gusta. Yo lloro oyendo cantá a Chacón… Juan Breva también se traía lo suyo» (Carretero Novillo, ibidem: 17).

NOTAS:

* Artículo publicado en Enclaves. Revista de Literatura, Música y Artes Escénicas, n.º 1, 2021, pp. 36-55. e-ISSN 2792-7350.

(1) Recientemente ha visto la luz la biografía Amalia Molina (1885-1956). Memoria de una universal artista sevillana (Ángeles Cruzado, Benilde, 2020), que realiza un seguimiento de la carrera artística de su protagonista a partir de un trabajo de investigación hemerográfica. A diferencia de la citada obra, este artículo no se queda en la crónica descriptiva, sino que va un paso más allá. Aborda con mayor profundidad el contexto y las influencias recibidas por Amalia Molina tras su llegada a Madrid para abrirse camino en el género de las variedades, y analiza el modo en que empezó a construir su repertorio y a crearse un estilo propio, al que permanecería fiel durante toda su vida.

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(2) En 1912, Amalia Molina seguía ocupando un puesto destacado en los rankings de estrellas de variedades, como en el que recoge Colirón en la revista Madrid Cómico: «De cuantas “estrellas” de “varietés” pisan las tablas, merecen únicamente especial mención, según mi humilde modo de pensar, las señoritas La Goya, Amalia Molina, Pastora Imperio, Consuelo Bello (Fornarina) y la Argentina» (12).

(3) Así consta en la página 253 del folio 45/2 de la Sección 1.ª del Registro Civil de Sevilla, acta de nacimiento n.º 102.

(4) Así lo refiere su biógrafo, a partir del testimonio de la propia artista. No obstante, esta ofrece algunos datos sobre su genealogía familiar que no concuerdan con los documentos oficiales, lo cual nos lleva a plantear la duda de si ese primer referente artístico se correspondía realmente con su madre (Teresa Jiménez, natural de Antella, Valencia) o con alguna de sus hermanas mayores, fruto del primer matrimonio de su padre, a las que Amalia nunca menciona.

(5) Completaban el elenco Pastora Sánchez, Manuel Martínez y Carmen Álvarez como primera bailarina (El Liberal, “Entre bastidores”a 4). El grupo pasó después al Teatro Príncipe Alfonso de Madrid y también actuó en otras ciudades, como Segovia, Palencia, Burgos o Logroño.

(6) Información contenida en el cartel del Café Suizo, del 15 de mayo de 1898. Archivo de prensa de Sevilla de José Luis Ortiz Nuevo.


Paca Aguilera, digna sucesora de la Trini de Málaga (y II)

Entre septiembre de 1902 y febrero de 1903 se suceden distintos espectáculos en el Salón de Actualidades, como el apropósito Una juerga andaluza en el ventorro del Blanco. En todos ellos participa con gran éxito Paca Aguilera, que es acompañada a la guitarra por Rafael el Cordobés. Completan el elenco distintos artistas del género ínfimo.

La siguiente referencia periodística permite hacerse una idea sobre el tipo de programa que se ofrece cada noche al público del mencionado local:

“La fiesta andaluza estrenada anoche obtuvo un éxito grandioso por la propiedad con que está presentada.

Se repitió entre grandes aplausos un precioso pasacalle original del notable maestro Sr. Badía, que cantaron muy bien las Srtas. Imperio, Fernández, Giraldas, Martinis, Hortensia y Blanquita, luciendo hermosos mantones de Manila.

Todos los bailes, peteneras, sevillanas y alegrías, que cantó la célebre Paca Aguilera y bailaron las citadas artistas gustaron mucho.

El tango ‘ñáñigo’ bailado por el negrito Lázaro y acompañado de la guitarra por Rafael el Cordobés hizo reír grandemente al público que llenaba el local” (El País, 12-10-1902).

La cantaora Paca Aguilera

La cantaora Paca Aguilera

Además de su constituir una presencia indiscutible en el Salón de Actualidades, Paca Aguilera también se prodiga en otros locales madrileños, como el Teatro de Variedades, donde se presenta en el mes de octubre junto a otras figuras del arte flamenco:

“Mañana se celebrará un gran concierto andaluz a beneficio de Concepción Martínez.

Tomarán parte en él las bailadoras Mercedes López, Esperanza Benito, Dolores Núñez y Soledad Pinilla; los bailadores Pichiri y Paquiro; las cantadoras Rita García, Paca Aguilera y Rosario Padilla; los tocadores Luis Molina y Marinillo, y dos parejas de sevillanas, Lolita Vargas y Esperanza Benito, Lolita Gómez y Rosario Martínez” (El País, 7-10-1902).

Una artista reconocida en toda España

Entre los meses de agosto y septiembre de 1903, Paca Aguilera actúa en Oviedo, en el Gran Café de Madrid, según la siguiente información, publicada en El Correo de Asturias y aportada por José Luis Jiménez Sánchez:

Gran Café de Madrid – Salón de conciertos.
Todas las noches, a las nueve y media, variadas veladas de canto y baile por los renombrados artistas Srta. Paca Aguilera, cantadora; D. Francisco Reina, profesor de guitarra, y Srtas. María Jesús Reina y Paquita López, bailarinas” (19-8-1903 a 13-9-1903).

En junio de 1904, reaparece “con gran éxito” en el madrileño Salón de Actualidades “la notable cantaora flamenca Paca Aguilera, a quien acompaña a la guitarra la profesora Adela Cubas” (Heraldo de Madrid, 6-5-1904). Un mes más tarde, ambas forman parte del elenco de la obra de costumbres andaluzas Al volver de la corría, que se estrena “con éxito excelente” en la misma sala. La prensa nos revela una nueva y sorprendente faceta de la artista malagueña, la de bailaora:

“Oyeron grandes aplausos la graciosa Amalia Molina, en un tango que bailó primorosamente; la alegre Paca Aguilera, que, además de cantar, bailó muy bien por alegrías; las hermanas Esmeraldas, y la notable profesora de guitarra Adela Cubas” (Heraldo de Madrid, 10-6-1904).

La guitarrista Adela Cubas (Diana, 12-5-1913)

La guitarrista Adela Cubas (Diana, 12-5-1913)

En el mes de diciembre, la prensa sitúa a la cantaora en el Teatro Romea, donde participa en la obra El triunfo de la belleza, junto a distintas artistas de variedades. En enero de 1905, en la misma sala, Paca Aguilera comparte cartel con La Argentina.

Unos meses más tarde, la cantaora debuta en Almería, donde continúa recibiendo elogios durante varias semanas:

Paca Aguilera […] demostró que vale.

Cantó magistralmente tango y malagueñas, escuchando una verdadera ovación que le tributó el público” (El Radical, 14-9-1905).

A su regreso a Madrid, la cantaora se integra en una compañía de variedades, junto a un gran número de artistas, entre los que destaca Adela Cubas, y en el mes de noviembre se anuncian juntas en el Teatro de Novedades.

La referencia periodística más reciente que encontramos sobre la labor artística de Paca Aguilera data del mes de julio de 1907, y sitúa a la artista en tierras murcianas: “Ha salido para Águilas (Murcia), ventajosamente contratada por aquella empresa teatral, la distinguida artista Paca Aguilera” (El Liberal, 14-7-1907).

Sus registros sonoros

Mención aparte merece su actividad discográfica. En 1906, La Correspondencia de España publica el siguiente anuncio: “Ureña participa a su clientela que ha recibido los discos del Gramófono impresionados con orquesta por la Arana, Rosario Soler, la Paca Aguilera y otros” (12-4-1906).

Tras aquellos primeros registros en cilindros de cera, en los albores del siglo XX la cantaora rondeña realiza un considerable número de grabaciones en el nuevo soporte discográfico que se acaba de lanzar, los discos de pizarra.

Para las casas Zonophon y Gramophon, con las guitarras de Salvador Román y Ángel de Baeza, Paca Aguilera impresiona una gran variedad de cantes, por malagueñas, soleares, tangos, seguiriyas, peteneras, ganaínas, tarantas, e incluso sevillanas y jotas aragonesas. Posteriormente, en 1910, graba para Odeón una decena de discos bifaciales, compartidos con El Mochuelo y el Niño de Triana.

La cantaora Merced la Serneta

La cantaora Merced la Serneta

La amplia discografía de esta cantaora se caracteriza también por la variedad de estilos que integra. En su voz han llegado a nuestros días varios estilos de soleares de La Andonda y Merced la Serneta. También grabó siguiriyas de la Serrana; malagueñas de la Trini y el Canario; y, por supuesto, la suya propia.

La brillante carrera de Paca Aguilera quedó truncada por su fallecimiento, a los 36 años de edad, en la capital madrileña, como consecuencia de una gastroenteritis. La singular cantaora rondeña se marchó para siempre el 18 de enero de 1913.


Juana la Macarrona, la estrella de los cafés cantantes (I)

“Ésta es la que hace muchos años reina en el arte de bailar flamenco, porque la dotó Dios de todo lo necesario para que así sea: cara gitana, figura escultural, flexibilidad en el cuerpo, y gracia en los movimientos y contorsiones, sencillamente inimitables”. Con estas palabras retrataba Fernando el de Triana a Juana la Macarrona, en su obra Arte y artistas flamencos (1935).

La bailaora Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

Juana Vargas de la Hera, que así se llamaba esta bailaora, vino al mundo en Jerez de la Frontera el 3 de mayo de 1870 y recibió las aguas bautismales tres días más tarde en la parroquia de Santiago. Su padre, Juan Vargas, era guitarrista y su madre, Ramona de la Hera, cantaora. Su hermana María también bailaba y cantaba, y juntas recorrerían muchos escenarios.

“Mi padre tocaba la guitarra y mi madre se cantiñeaba. Cuando yo tenía diez años, me llevaban a la Feria, me ponían encima de una mesa, donde yo bailaba, y luego pasaban la batea” (ABC, 15-12-1945), relata Juana. Su fama pronto llegó a la capital malagueña, donde fue contratada por dos años en el Café Siete Revueltas. Más tarde se trasladó a Barcelona, para actuar en el Café Alegría, siempre según el testimonio de la artista.

En 1886, se instaló por primera vez en Sevilla (1), en el Café de Silverio, donde coincidió con artistas de la talla de Fosforito, Antonio Chacón, Juana Antúnez, Rosario La Honrá y Mariquita Malvío, por citar sólo a algunos de sus compañeros de cartel. Fue allí donde la descubrió un cuñado del torero Mazzantini, que la llevó a Madrid por unos meses.

París, Berlín, Moscú…

La Macarrona se encontraba ya de vuelta en Sevilla, esta vez en el Burrero, cuando la requirieron para actuar en el Gran Teatro de la Exposición Universal de París de 1889. “Tenía yo entonces diecisiete años. Estuve tres meses. Mi padre tocaba la guitarra. Le bailé al zar de Rusia y a Isabel II, que estaba allí. Fuimos con un cuadro de gitanos. Ellos llegaron antes. Por mí fueron en un viaje especial, extraordinario, aparte de todos”, refiere Juana. “Aquello fue tremendo. Los periódicos hablaban cosas grandes de mí, de mi arte”.

La Macarrona en su juventud

Una de las Macarronas, en su juventud

Efectivamente, en la prensa de la época se pueden encontrar testimonios como el que nos ofrece La Ilustración Española y Americana, que el 18 de agosto de 1889 publica una crónica del espectáculo en que debutó la Macarrona, y atribuye las siguientes palabras al Shah de Persia: “Andad y decid a esa serpiente […] que la mejor de mis odaliscas palidece al lado de semejante estrella”.

Convertida ya en una afamada y reconocida bailaora, la siguiente etapa de su periplo la lleva de nuevo a Madrid, donde consigue un contrato en el Café Romero. Sin embargo, buena parte de las referencias sobre Juana que aparecen en la prensa de esos años tienen que ver con un hecho que va más allá de lo puramente artístico.

Así, en 1893 son varios los periódicos que se hacen eco del “rapto” –o, más bien, la huida- de la Macarrona con un adinerado capitalista. Ella misma lo contará años después, como una anécdota más de su etapa madrileña: “se enamoró de mí un banquero muy rico. Iba todas las noches. Me regalaba muchos brillantes. Y yo, mosita. Muchos regalos, pero yo honradita, ¿eh? Se gastaba un dineral en el café. Hasta que, a los dos años de hacerme el amor, me escapé con él. […] Pusimos casa, ¡qué casa!, y ya no trabajé más. Pero yo no me adaptaba”.

Los últimos años del siglo los pasó Juana entre Madrid y Sevilla, actuando en el Liceo Rius y en el Salón Variedades de la capital de España, así como en el Novedades hispalense, entre otros locales. Bailó ante grandes personalidades y volvió a pasear su arte por Europa. En 1895, la prensa contiene informaciones sobre el viaje a Berlín de una compañía integrada por dieciocho cantaores, bailaores y guitarristas flamencos, contratados por cuatro duros diarios cada uno.

“El espectáculo es nuevo para los alemanes, y a juzgar por lo que dicen de los gitanos españoles los referidos periódicos, el número que más agrada es el de los bailables sevillanos. […] La Macarrona, La Cotufera y las hijas del Ciego, hacen las delicias de los alemanes en los diferentes números de baile flamenco que ejecutan. De la Macarrona se ocupan bastante los periódicos” (La Correspondencia de España, 5-4-1895).

Salud y Lola Rodríguez, en Berlín

Salud y Lola Rodríguez, en Berlín

También data de esa época su viaje a Rusia, si hacemos caso a César González Ruano, que en 1947 escribe lo siguiente en La Vanguardia: “Juana, ‘la Macarrona’, contaba a todos que había bailado a ‘los Zares de las Rusias’, y esto que quedaba pintoresco, barroco y lejano, era la pura verdad. Yo he conocido a Fabián de Castro, que, como guitarrista, se fue con ella a las Rusias, y con ella triunfó. […] actuó en el Palacio Imperial de los Zares, en mil ochocientos ochenta y tantos, y en un gran café”.

Nuevo siglo y nuevos triunfos de la Macarrona

Madrid, Sevilla y París siguen siendo las principales paradas en la ruta de Juana la Macarrona durante los primeros años del siglo XX. Locales como el Salon de Actualidades y el teatro Eslava de la capital de España son testigos de sus éxitos.

Entre 1908 y 1909, la bailaora viaja a París en varias ocasiones. Es “contratada por una reunión de franceses para actuar una sola noche ante ellos” (El Globo, 11-6-1908), y más tarde se presenta en el Pré Catalán, donde canta, baila y hace las delicias del público:

“Salta sobre la mesa el Faíco y se baila un tango desenfrenado, mientras la Macarrona -nuestra legendaria institución flamenca– dándose un golpe en el ala del cordobés y sonando los palillos grita: ‘¡Caballero!, ¡caballero!’
¡Ole!– exclama la concurrencia de señoritos de frac y muchachas de toilettes de baile… […] – En tanto, la Macarrona se ha preparado la ‘salida’ y continúa:

‘Fue mi madre una gitana,
y mi padre un caballero
de ésos que pelan borricos
en Puerta del mataero…’

Nadie la entiende; pero ¡no importa! Ha puesto la cara pícara, ha guiñado los ojos a tres o cuatro señoritos, hace un ruido infernal con las manos y con los pies, y todo el mundo la aplaude…” (Blanco y Negro, 11-7-1908)

De nuevo en Madrid, en 1911 presenta con gran éxito su espectáculo “Una fiesta en Sevilla” en el Teatro Romea, junto al bailaor Rafael Ortega; y triunfa en el Trianón Palace, con “Fiesta andaluza”, dirigido por la guitarrista Adela Cubas. “No se cansaban los espectadores de aplaudir ni la artista cañí de bailar y cantar farrucas, chuflas, garrotines y todos los bailes del género flamenco, en los que la Macarrona resulta insuperable por el carácter, la gracia y el clasicismo” (Heraldo de Madrid, 17-6-1911).

Juana la Macarrona

Juana la Macarrona

Vuelve a París un año más tarde, invitada por Julia Borrull a la inauguración de un restaurante flamenco, y ofrece un recital en el Olympia. Triunfa de nuevo en el Romea madrileño, y en 1914 recala otra vez en Sevilla, en el Salón de Novedades, donde comparte escenario con artistas como la Malena, la Sordilla, la Melliza, la Roteña, la Trini, Rita Ortega, la Macaca o la Junquera. Pablillos de Valladolid, en la revista Por esos mundos, describe así el baile de la Macarrona en el Novedades:

“Álzase de su silla con la majestuosa dignidad de una reina de Saba. Soberbiamente. Magníficamente. Sube los brazos sobre la cabeza como si fuese a bendecir el mundo. Los hace serpentear trenzando las manos, que doblan las sombras sobre las sombras de sus ojos. Ha llegado al fondo del tabladillo, y tras el revoleo de su falda almidonada, oculta al tocaor. Y así parece que del mismo cuerpo de la Macarrona brotan los acordes trágicos de la guitarra. Desde el fondo avanza redoblando su taconeo sobre el tabladillo, del que se alza el polvo como una nube que fuese a elevar hacia el cielo a la bailaora. Lentamente, con una cadencia religiosa, desciende los brazos hasta doblarse a la altura del vientre, que avanza en una lujuriante voluptuosidad. […]

Gira. Se expande por el escenario el amplio vuelo almidonado de la gran cola blanca del vestido de batista. […] Sobre su cara de marfil ahumado, la blancura agresiva y sucia de sus ojos, y sobre su pelo negro y mate, se desmaya un clavel que cae rendido de estremecimientos en el redoble final de aquellos pies de maravilla calzados con zapatillas de carmín, como si hubiese un charco de sangre a sus pies.

[…] La Macarrona se transfigura. Su cara negra, áspera, de piel sucia, cruzada de sombras fugitivas, entre las que relampaguean los ojos y los dientes, se ilumina […]. Es tan grande la belleza de la línea del cuerpo, que arrolla la fealdad de la cara. Sin duda que el espíritu de esta mujer en otra carne bailo en el palacio de un faraón. Y en la corte de Boabdil”.

NOTA:

(1) Según el padrón de Sevilla, en 1889 Juana Vargas (19 años) vivía en el número 78 de la Alameda de Hércules, junto con sus padres -Juan Vargas Monge y Ramona de la Hera Valencia-, su hermano Vicente (también de 19 años) y su hermana María (de 9 años).

En 1902, la bailaora aparece censada junto a sus padres y su hermano en el número 1 de la calle Torrejón.