Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Juana la Macarrona en los escenarios europeos (V)

A punto de cumplir veinticinco años de edad, convertida ya en una de las estrellas más rutilantes del firmamento flamenco, Juana Vargas se embarca en una nueva aventura, que tiene como destino Berlín.

La compañía flamenca que viajó a Berlín en 1895

La compañía flamenca que viajó a Berlín (Blanco y Negro, 4-5-1895)

En febrero de 1895, la jerezana pone rumbo a tierras alemanas junto a un grupo de artistas de primera categoría:

“La compañía está formada por los siguientes artistas: Juana Vargas, la Macarrona; Antonia García, la Gitana; Salud y Dolores, las Hijas del Ciego; María de Haro, la Cotufera; Antonia García Vargas; Enriqueta Macho; María Bocanegra; Amalia Pimenté; Matilde Prada; Josefa Gallardo; Carmen la de Pichiri; Antonio de la Rosa Pichiri; José Barea; Rafael Martín; Francisco Barberán; Joaquín Rodríguez; Juan Gallardo y Francisco Martínez” (La Correspondencia de España, 4-4-1895).

Una buena publicidad

Sin embargo, según la prensa germana, la compañía la forman 27 “Gitanos”, y así se anuncian en los carteles de la sala Passage-Panoptikum, en la que debutan el domingo 3 de marzo. Tanto las gacetillas como el programa del espectáculo ofrecen una imagen estereotipada y romántica de estos artistas: “¿Quién y qué son ‘Gitanos’? Gitanos son aquellas mujeres y muchachas morenas -un híbrido entre africanas y andaluzas-” que aparecen en todos los libros de viajes (Berliner Tageblatt, 28-2-1985).

La revista Blanco y Negro reproduce uno de los programas repartidos por la compañía durante su estancia en Berlín, que dice así:

“En el sur de España, en Triana, junto a Sevilla, viven los Gitanos, que son familias de bailaores, que desde hace siglos han adquirido fama en todo el mundo por sus originales y graciosos bailes. A pesar de numerosos intentos de mostrarlos en el extranjero, hasta ahora nunca se había logrado sacarlos de su patria. Sólo mediante la intercesión de numerosos amigos que posee la dirección del Passage-Panoptikum aquí y en España, y gracias a que éstos han visitado personalmente a los Gitanos en España, se ha conseguido traer a Berlín a una parte de los mejores bailaores y bailaoras […]. Hay que destacar que no tienen absolutamente nada que ver con los artistas de la escena, sino que más bien los gitanos van a las fiestas mayores de las distintas ciudades de España, para embelesar a la población con sus graciosas artes […]; asimismo, son visitados por los viajeros en las casas, para que quienes son descritos en todos los libros de viaje como las mayores atracciones turísticas de España ejecuten ante ellos sus bailes” (Blanco y Negro, 4-5-1895). (1)

"Un baile de candil en Triana" (Gustave Doré, 1862)

“Un baile de candil en Triana” (Gustave Doré, 1862)

El texto recurre a una serie de mitos que poco tienen que ver con la realidad. De hecho, éstos no son los primeros flamencos que salen de su tierra para exhibir su arte en el extranjero, y tampoco es necesario ir a buscarlos a sus casas o a las ferias de los pueblos, pues hace tiempo que puede vérseles en los teatros y cafés.

Posiblemente se trate de una estrategia publicitaria para atraer al público, y parece ser que da buenos resultados, pues desde el día de su debut en el Passage-Panoptikum se cuelga el cartel de “no hay billetes”. No en vano se trataba de “un espectáculo original y diferente, que transporta al frío invierno berlinés una típica escena andaluza” (Berliner Volkszeitung, 5-3-1895).

Un espectáculo muy auténtico

Con este fin, se cuidan al máximo todos los detalles. El escenario se convierte en el patio de una taberna andaluza, con el típico pozo en torno al cual se reúnen hombres y mujeres para mantener una animada tertulia, en la que no faltan las bromas, cantes y bailes. A los alemanes les sorprende especialmente la autenticidad tanto del espectáculo como de sus protagonistas: “Los que tenemos aquí no son actores, sino genuinos representantes de la nacionalidad española, ante los cuales la expresión del ‘orgullo español’ parece totalmente autorizada” (Berliner Volkszeitung, 5-3-1895).

La representación comienza con el sonido de los panderos, las guitarras y las palmas. Entonces entra en escena una esbelta joven que baila casi sin moverse del sitio, pero agita la cabeza, el cuello, los hombros, las caderas, piernas y brazos con mucha gracia y agilidad.

Además de estos bailes individuales, se ejecutan otros de conjunto y también por parejas. En este último caso, por la descripción que aparece en los diarios alemanes, bien puede tratarse de sevillanas:

“En los bailes que son ejecutados por parejas, los bailarines dan vueltas y giran uno alrededor del otro, se separan y se vuelven a unir, hasta que la música que acompaña se interrumpe con un acorde brusco y los bailarines se quedan de pie uno frente al otro en una vistosa pose” (Berliner Volkszeitung, 5-3-1895).

La bailaora Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

Como no podía ser de otra manera, el broche de oro lo pone Juana la Macarrona:

“El alborozo de toda la compañía acompaña su actuación. Aparece como una individualidad totalmente distinta. El ardor, la pasión y la gracia confieren a su característico baile su impronta. Sus miembros no pueden moverse mejor. En este baile respira un atractivo sensual al que uno difícilmente puede sustraerse, y desde luego parece que los hombres se dejan arrastrar y finalmente se abandonan a la más impetuosa pasión” (Hamburger Nachrichten, 7-3-1895).

Tras los bailes, se representa una escena en que los hombres desenvainan sus cuchillos y se atacan unos a otros entre los gritos de las mujeres, sin que, por fortuna, se derrame una gota de sangre. Para la tranquilidad de los asistentes, pronto regresan las bromas, los cantes y los bailes.

Un público entregado

Con estos números, los flamencos no tardan en ganarse las simpatías de los berlineses, que, lejos de permanecer como meros espectadores, interactúan con los artistas:

“Cuando termina la representación, se mezclan los invitados con el público, que los acoge amistosamente. […] Estoy convencido de que pronto los berlineses hablarán suficiente español y los gitanos suficiente berlinés, para comunicarse unos con otros. Los gitanos sin duda son gente inofensiva y amistosa, y pronto serán populares” (Hamburger Nachrichten, 7-3-1895).

Tras una semana de actuaciones en el Passage-Panoptikum, a las seis funciones diarias se añade una matiné, para satisfacer las demandas del público, y se incluye un nuevo número en el repertorio:

“Junto a los conocidos bailes como El Fandango, El Bolero, La Sevillana y El Ole, se enriquecerá el programa de cada una de las funciones con distintas canciones españolas, de contenido serio y ameno, y para concluir una auténtica corrida de toros, ejecutada por toreros y picadores reales” (Berliner Tageblatt, 10-3-1895).

El Passage-Panoptikum de Berlín

El Passage-Panoptikum de Berlín

A mediados del mes de marzo, la compañía sigue batiendo récords de taquilla y las relaciones entre los artistas y el público son cada vez más estrechas:

“En el plazo de una semana, 23.000 personas han hecho una visita a los Gitanos en el Passage-Panoptikum. Esa misma cifra no ha sido alcanzada por las Mujeres de Benin, cuyo poder de atracción, como se sabe, era muy grande. Entre los andaluces y el público ya se han establecido múltiples relaciones de amistad. Los primeros ya están haciendo notables progresos en el aprendizaje de expresiones alemanas, mientras que a los berlineses el idioma de los Gitanos les suena todavía más español” (Berliner Tageblatt, 16-3-1895).

En su afán por transformar el escenario en una auténtica fiesta andaluza, una semana más tarde vuelve a renovarse el programa, en el que se incluye la celebración de un bautizo. “Sin embargo, el recién nacido sólo existe en la fantasía de los Gitanos, que, para variar, quieren representar las ceremonias y costumbres habituales en España en una fiesta familiar de ese tipo, después de que la parodia de una corrida de toros haya llenado el local durante catorce días” (Berliner Börsenzeitung, 24-3-1895).

En la cumbre del éxito… regreso a España

El éxito de los Gitanos en el Passage-Panoptikum supera todas las expectativas. “Cada día son cortejados por representantes de teatros extranjeros, así que tratan de elevar excesivamente sus exigencias y a la dirección no le queda otro remedio que cancelar la cláusula de prolongación del contrato” (Berliner Tageblatt, 29-3-1895).

Finalmente, parece que les puede más el deseo de volver a casa: “El segundo día de Pascua tendrá lugar definitivamente la última actuación de los Gitanos en el Passage-Panoptikum, pues, invadidos por la nostalgia, no han accedido a renovar su contrato” (Berliner Tageblatt, 9-4-1895).

Las noticias sobre esta gira llegan a la prensa española en el mes de abril, cuando la compañía está a punto de terminar sus representaciones en Berlín. Aparte de ciertos datos prácticos, como el salario de cuatro duros diarios que perciben los artistas, o el precio de las entradas, que se sitúa en torno a una peseta, trascienden las dificultades que ha de afrontar la troupe durante el largo viaje: “Desconocedores los expedicionarios, tanto del idioma galo como del tudesco, trocaron mil veces de tren y acabaron por entenderse a señas con los empleados de ferrocarriles” (Blanco y Negro, 5-4-1895).

Salud Rodríguez, la hija del Ciego

Salud Rodríguez, la hija del Ciego

Otros diarios, sin embargo, analizan la repercusión de esta gira en clave política. Es el caso de El Siglo Futuro, que en un artículo titulado “El libre cambio de Satanás” ofrece una visión bastante negativa sobre el flamenco, al que sitúa un nivel similar al del alcohol y el krausismo, que, en su opinión, nada bueno han traído a España:

“… los alemanes nos han conquistado a los españoles por medio de la cerveza, el amílico y la filosofía krausista, y no es de extrañar, por lo tanto, que en justa correspondencia y legítimo agradecimiento, España les haya enviado la flor y nata de sus cantaores y bailaoras.

[…] no hay punto de comparación entre las víctimas que allí ha de causar el flamenquismo y las que entre nosotros han causado y causan el alcohol de trapo y el yo pensante, inmanente y transeúnte, y la cebada fermentada. Con esta diferencia que es muy de notar; que las desvergüenzas del cante y baile flamenco tienen en Alemania su natural asiento y pasarán allí por jaculatorias y afectos espirituales; porque en un país en donde se rinde culto a la memoria de Lutero, y la prostitución se encuentra en estado tan floreciente […] la Macarrona, la Gitana y la Cotufera se acreditarán de retrógradas y nada más” (El Siglo Futuro, 5-4-1895).


NOTA:
(1) La traducción del programa, así como del resto de textos alemanes, es nuestra.


La Estrella de Andalucía, reina del zapateado (II)

En agosto de 1909, las hermanas Garay desarrollan una nueva faceta artística, la de actrices; y, a juzgar por las críticas, parece que no se les da nada mal. Consuelo, Luz y Ángeles protagonizan la obra musical Por la patria, que se estrena en el Cine Fraga de Santiago de Compostela:

“… El trabajo del Sr. Fernández Tafall, que interpretaron muy bien las Srtas. que forman el trío ‘Lucerito’, es de oportunidad y está escrito con soltura. Es la despedida de un reservista, que se marcha a Melilla, de su novia. En su entrevista cerca de la Virgen ante la cual se juraron amor cambian frases de cariño mutuo y de entusiasta amor a la Patria. El autor y las artistas fueron muy aplaudidas” (El Eco de Santiago, 28-8-1909).

Tres de las hermanas Garay (Eco Artístico, 15-12-1909)

Tres de las hermanas Garay (Eco Artístico, 15-12-1909)

Durante el otoño, el grupo continúa con sus viajes por España. En octubre se las puede admirar en el Salón Variedades de Salamanca. “Sus canciones, de las que traen gran repertorio, se apartan mucho del género que desagrada al público distinguido” (El Adelanto, 22-9-1909). Entre otros títulos, cabe mencionar ‘La borrachera’, que interpretan “admirablemente” (El Adelanto, 24-9-1909) o Por el mundo.

El Trío Lucerito, siempre en ascenso

El repertorio se sigue renovando, con la incorporación de números como el del pay pay o el del Perro chico, que se suman a sus bailes habituales: el kake-wal, el baile ruso, el baile inglés, el garrotín… En cada uno de ellos las jóvenes se presentan impecablemente vestidas, con el atuendo más adecuado para la ocasión. Sus actuaciones se cuentan por llenos y su fama no para de crecer:

“En el baile inglés cosecharon infinidad de aplausos; sobre todo en el momento en que una de las hermanas, Consuelo, da unas veinte vueltas sobre un pie solo.

En el baile del garrotín no es posible que se pueda pedir ni bailar más, ni mejor, que lo hace la simpática Luz, que asemeja a un automóvil por lo que hace a la ligereza” (El Castellano, 2-10-1909).

“El Trío Lucerito, que en este salón actúa con beneplácito del público, es cada noche más aplaudido.

A la variedad que saben imprimir al programa, unen la esmerada ejecución del mismo, todo lo cual hace que el auditorio aplauda a las más simpáticas artistas con entusiasmo” (El Castellano, 28-9-1909).

“Entre el Trío Lucerito, que como ya hemos dicho es un número de varietés de lo mejor que pisan tablados y el público, se ha establecido una corriente de simpatía, que se va agrandando a medida que las jovencitas artistas demuestran cuánto dominio tienen de su arte” (El Adelanto, 24-9-1909).

La Troupe Lucerito

Troupe Lucerito (Eco Artístico, 15-12-1909)

La Troupe Lucerito (Eco Artístico, 15-12-1909)

En diciembre de 1909, el conjunto formado por las hermanas Garay se amplía con la incorporación de Blanca -nacida en 1898-, la más pequeña de la familia, y pasa a denominarse Troupe Lucerito. La prensa les augura un brillante porvenir:

Arte, gracia, hermosura: todo se encuentra en esta sugestiva ‘Troupe’, que empezó siendo un ‘Trío’ de ángeles tentadores y acabará por ser el paraíso de Mahoma; que aún hay tela en la fábrica, y del mejor paño. Sus canciones satíricas y finas, llenas de un encanto malicioso, que ellas detallan con un gusto y arte magistrales, lo culto de su repertorio, la inagotable variedad de sus bailes, la maestría con que los ejecutan y la gracia que a ellos imprimen hace que este original y artístico grupo de bellísimas señoritas sea hoy considerado con justicia como el primero en su género. Los éxitos francos, de buena ley, que vienen obteniendo en cuantos teatros actúan son de los más legítimos y halagadores. Estos inimitables ‘Luceritos’, que muchas estrellas envidian, están llamados a cosechar muchos laureles…” (Eco Artístico, 15-12-1909).

1910 llega cargado de nuevos proyectos para las hermanas Garay. Oporto, Setúbal, Badajoz, Huelva o Sanlúcar de Barrameda son algunas de las ciudades que visitan antes de recalar en Madrid. En la capital de España permanecen unos dos meses, actuando en salas como el Royal Kursaal, el Petit Palais, Lo Rat Penat o Parisiana. Su nómina de triunfos sigue aumentando.

“PETIT PALAIS.- Anoche terminaron sus representaciones la notable troupe Lucerito, que tan brillante campaña han hecho en este salón desde el día de su ‘debut’.

Todos los bailes que componían el programa fueron repetidos entre atronadores aplausos, con que el público premió el artístico y notabilísimo trabajo de las monísimas artistas.

Sus infinitos admiradores las obsequiaron con varias cestas de flores y muchos regalos” (El Liberal, 30-5-1910).

En el mes de julio, la Troupe Lucerito se embarca en una nueva gira por la costa mediterránea, con paradas en Palma de Mallorca, Valencia y Castellón, así como en numerosas ciudades catalanas. Durante su tournée, las hermanas Garay “son frenéticamente aplaudidas; sus trabajos, con sin igual maestría ejecutados, llenan de admiración […], no sólo por su arte, si (sic) también por su lujo y distinción” (Eco Artístico, 15-7-1910).

La Troupe Lucerito (Madrid Cómico, 9-7-1910)

La Troupe Lucerito (Madrid Cómico, 9-7-1910)

Las cuatro hermanas, además de “consumadas artistas” (Eco Artístico, 15-8-1910), son “jóvenes, guapas y con exquisito gusto para la presentación, […] cantan y bailan a la perfección y con moralidad” (Eco Artístico, 5-11-1910). Con estos ingredientes, el éxito está asegurado.

Ha nacido una Estrella

En diciembre de 1910, el cuadro artístico formado por las Garay experimenta una nueva evolución. Entre los cuatro “luceritos” hay uno que brilla especialmente -no en vano se llama Luz– y decide continuar su camino en solitario, aunque sin desvincularse del todo de sus hermanas, con quienes sigue coincidiendo en muchos escenarios. Ha nacido La Estrella de Andalucía.

A partir de ese momento, Luz de Garay se centra en la que siempre ha sido su especialidad, los bailes flamencos y andaluces, mientras que el Trío Lucerito sigue cultivando otro tipo de danzas de distinta procedencia.

La Estrella de Andalucía, que ya se anuncia como “la reina del baile andaluz” (La Vanguardia, 18-12-1910), pasa las últimas semanas del año actuando con éxito en el Teatro Imperio de Barcelona:

“Sala Imperio.- Ha debutado con extraordinario éxito, la hermosa Estrella de Andalucía, que entusiasma al público con sus bailes flamencos, viéndose obligada a repetirlos entre grandes salvas de aplausos, de una concurrencia selecta y numerosa” (Eco Artístico, 25-12-1910).

En enero de 1911, las cuatro hermanas Garay coinciden en el Salón Imperial de Sevilla, en cuyo cartel también figura Dora la Gitana:

“SALÓN IMPERIAL.- Dora la Gitana sigue entusiasmando al público, que sin cesar la aclama…

Las notabilísimas hermanas Troupe Lucerito, tres encantadoras señoritas, obtienen colosal éxito en su atrayente número de danzas acrobáticas. La estrella de Andalucía entusiasma poderosamente al auditorio, evidenciándose sin rival en los bailes flamencos” (Eco Artístico, 5-1-1911).

La Estrella de Andalucía (Eco Artístico, 5-3-1911)

La Estrella de Andalucía (Eco Artístico, 5-3-1911)

La irrupción de La Estrella de Andalucía en el panorama artístico supone un auténtica revolución. No tarda en ganarse el título de “reina del zapateado flamenco”, e incluso hay quien la compara con una de las grandes figuras de la época dorada del baile flamenco, la sin par Juana la Macarrona:

“Denominarse estrella es cosa fácil; serlo, requiere un cúmulo tal de perfecciones, que rara vez se logran. La artista que nos ocupa es una de ésas que, por derecho propio, sin jactancia, por indiscutibles méritos, puede engalanarse con el nombre de estrella. Brilla por su arte, cautiva por sus naturales encantos, subyuga por la exquisitez de sus trabajos. Sin rival en los bailes flamencos, nos evoca la gigantesca figura de La Macarrona; como ella, reverdece laureles y aun la aventaja, puesto que la actual exigencia de los públicos reclama hoy conjunto de cualidades que jamás pretendieron hallar en las artistas del pasado. Copistas de La Estrella de Andalucía hay muchas; ninguna que la iguale en flexibilidad, hermosura, presentación y arte.

… En el zapateado flamenco aparece gigantesca; sus redobles son pura filigrana; notas armónicas que encantan y fascinan” (Eco Artístico, 25-4-1-1911).


Juana la Macarrona en los escenarios europeos (IV)

Juana Vargas y su troupe de gitanas reinan en París hasta el cierre de la Exposición, a finales de octubre de 1889. En anteriores entradas ya hemos abordado con detalle sus bailes, así como la recepción de los mismos por parte de la crítica gala. Durante varios meses, las flamencas andaluzas han puesto una nota de color y exotismo en la escena parisina… y es precisamente ese carácter insólito, extraño, salvaje, lo que las hace tan atractivas para los sofisticados franceses, que ven a estas mujeres casi como animales, como seres carentes de raciocinio que actúan sólo por instinto:

“Imaginad a una multitud de niños a los que un hada, tocándolos con su varita, hubiera obligado a dar saltitos eternamente en un alboroto perpetuo. En efecto, son niños, estas mujeres; menos que niños, – jóvenes animales salvajes, que juegan, brincan, y también muerden sin cesar de jugar. Del animal tienen la inconsciencia, el paso de sorpresa, el pronto apetito de todo lo que ven. Se lanzan sobre lo que quieren como un gato atrapa a un ratón. Lo que hacen, no saben por qué lo hacen. ¿Deseo? No, instinto. Tienen diversiones de las que no sabríamos darnos cuenta. La primera vez que me vio, la Macarrona saltó sobre mi sombrero, me lo arrebató, se lo puso en la cabeza, se lo calzó y huyó, llevándoselo, por la estrecha escalera: ¡Cuando volvió a bajar, tenía alrededor del cuello, como una gorguera de pierrot negro, los bordes sin cofia de mi sombrero! Y es precisamente de su animalidad de donde viene su encanto extraño y brutal. Son desconcertantes y son atrayentes, estas jóvenes mujeres de bonitos ojos, de profundo cabello oscuro, que no piensan, ni observan, que lo ignoran todo, no quieren aprender nada, se limitan a sentir, a querer comer, beber, amar, bailar, ¡sobre todo bailar! ¡bailar como las lobeznas saltan en los brezales, como los pájaros carpinteros vuelan de rama en rama! Y sus vestidos abigarrados, sus mantones azules, rosas, verdes, amarillos, tal vez sean el pelaje de esos animalitos feroces o el plumaje de esos pájaros salvajes” (L’Écho de Paris, 2-10-1889). (1)

Las Gitanas en la Exposición de París (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Las Gitanas en la Exposición de París (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Por tanto, para preservar ese salvajismo en toda su pureza, para que sigan siendo únicas y especiales, el cronista desea y recomienda a las gitanas que no permanezcan mucho más tiempo en París, pues correrían el riesgo de volverse inteligentes y, a fin de cuentas, de convertirse en mujeres como las demás.

Una vez más, el periodista recurre al burdo estereotipo que identifica a los gitanos con el robo y la mendicidad:

“Que se guarden bien de domesticarse, estas salvajes. ¿Qué haría de ellas París, al cabo de varios meses? Personas muy inteligentes […]. ¡Que se les ahorre esta decadencia de ser mujeres como tantas otras! Ellas nos han traído -entre la banalidad de tantos espectáculos siempre iguales- algo un poco extraño, lejano, desconocido. ¡En buena hora, y se lo agradecemos! Pero que no se queden en este París, donde dejarían de ser ellas mismas. Ahora que han ganado para comprarse pendientes y espejos en los que contemplar la risa de su dientes, que se marchen, que regresen a la colina del Albaicín, en los agujeros de yeso desmoronado cubiertos por telas de rayas, que recuerden París como una ciudad en la que han bailado, y eso es todo, que digan la buena ventura, que vayan los domingos a mendigar a las ferias, que se casen con algún joven bueno, ladrón de caballos, que la sábana nupcial, en la ventana, el día después de la boda, dé testimonio de los pudores durante mucho tiempo reservados y que de Soledad, de Matilde, de Vicente, nazcan pequeñas gitanas, sencillas, rudas, salvajes, y bailarinas como ellas” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).

A pesar de los consejos de Catulle Mendès -así firma el cronista-, la idea de regresar a España no entra en los planes de El Chivo y su troupe, que han firmado un contrato con una sala parisina. No obstante, el debut, que está previsto para el once de noviembre, debe posponerse, debido a la desaparición de Soledad, que, a pesar de todas las precauciones tomadas por su padre, se marcha con un joven ruso.

Cartel de "El rapto de Toledad"

Cartel de “El rapto de Toledad”

El suceso hace correr ríos de tinta, tanto en las gacetas francesas como en las españolas, e incluso sirve de inspiración para la opereta en tres actos “El rapto de Toledad”, que se estrena en 1894 en el Théâtre des Bouffes-Parisiens.

El 19 de noviembre la compañía comienza sus representaciones en el Casino du High-life (antiguo Alcazar d’Hiver). Éstas se prolongan durante varios meses, a pesar de la ausencia de sus estrellas, pues ni Soledad ni La Macarrona figuran ya en el elenco.

Regreso a la Ciudad de la Luz

El gran triunfo de “Las Gitanas de Granada”, con La Macarrona a la cabeza, durante la Exposición de 1889 sigue vivo durante años en la memoria del público parisino. De hecho, distintos diarios lo utilizan como reclamo para anunciar su regreso a principios de los años noventa.

Desde mediados de mayo de 1891, la troupe actúa durante más de un mes en el music hall de las Montagnes Russes. A diferencia de la gran cobertura informativa que le dispensó durante la gran muestra internacional, en esta ocasión la prensa gala sólo le dedica algunas gacetillas:

“Aunque el programa de las Montagnes Russes es en este momento realmente extraordinario, la dirección anuncia para esta noche el debut de las ‘Gitanas de Granada’, bajo la dirección del capitán Chivo. Gran Ballet con la ‘Macarrona’, el gran éxito de la Exposición. ‘El Fonógrafo’ de Edison perfeccionado, el mismo que obtuvo tanto éxito en 1889” (Le Figaro, 9-5-1891).

En noviembre de 1893, Juana Vargas, Soledad y el resto de la compañía vuelven a cruzar los Pirineos para ofrecer una serie de representaciones en el exclusivo Casino de París, que ha enviado expresamente a buscarlas al profesor de guitarra y mandolina Agos Boské:

“La famosa Macarrona, cuyo prodigioso éxito durante la última Exposición universal aún no hemos olvidado, ha sido contratada por el Casino de París con la compañía española que compartió su fama en 1889. Volveremos a ver con mucho gusto a estas gitanas de tipo tan original y cuyos bailes fueron considerados tan curiosos y atrevidos” (Le Journal, 12-1-1893).

Jeanne Granier caracterizada como La Macarrona

Jeanne Granier caracterizada como La Macarrona

Las crónicas tampoco son demasiado explícitas en esta ocasión. El diario Le Journal nos ofrece una breve descripción del ambiente que se respira en la sala durante la actuación de La Macarrona:

“… la gran sala del Casino, donde la vista se pierde, mientras que los rumores de la multitud, por momentos dominados por las armonías de la orquesta del fondo, vienen a expirar aquí…

Más cercanos, a veces, estallan estridentes los sonidos de pandero y de castañuelas que entonan la leve sonoridad de las mandolinas y las guitarras.

Es La Macarrona que, con las melodías semi-orientales de Andalucía, baila sus habaneras…” (Le Journal, 9-2-1893).

Tras varias estancias en la capital francesa junto a las Gitanas de Granada, la presencia de Juana Vargas vuelve a ser requerida en distintos escenarios. En noviembre de 1893, el público “viene en masa [al Moulin Rouge] a admirar y aplaudir los bailes sugestivos de La Macarrona” (Le Petit Parisien, 1-11-1893), que comparte cartel con artistas francesas, como Serpolette o la Goulue.

Unos meses más tarde, se puede disfrutar de su arte en una cena organizada por los príncipes Dominique Radziwill en su mansión de la Calle Lamenais. Entre los artistas que amenizan la velada también destaca la presencia de la actriz Jeanne Granier, famosa por su interpretación del papel de la Macarrona en la revista Paris-Exposition, estrenada en 1889:

“Después de la cena, aplaudimos a Jeanne Granier, impresionante de verbo y de espíritu, en sus canciones; a La Macarrona, que ejecutó varios bailes de su país natal, y al Sr. Miquel, el excelente pianista español” (L’Écho de Paris, 9-3-1894).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Juana la Macarrona en los escenarios europeos (III)

El gran éxito de las gitanas en la Exposición depende, entre otros factores, de la renovación constante de su repertorio con bailes llenos de exotismo, como el “tango alegría” protagonizado por La Macarrona:

“Las Gitanas siempre llenan la sala en el Gran Teatro de la Exposición. Este éxito se explica por el hecho de que, al contrario que en otros espectáculos de la Exposición, que son siempre lo mismo, el programa de las Gitanas ofrece cada semana al público nuevas atracciones

Después del Tango, el Baile del Novio, la Alegría y el Ole gracioso andaluz, el gran éxito de la monísima Soledad, acaban de ofrecernos tres nuevos bailes que atraerán a todo el público francés y extranjero; un tango a cuatro por la Macarrona, Reyes, Pichiri y Dolores; una muy graciosa Sevillana, que bailan a las mil maravillas Chivo, Matilde, Sánchez y Soledad; y por último un Tango alegría lleno de carácter, que comienza la Macarrona, la estrella de la compañía, a la que se une en seguida el Chivo, y después toda la troupe. Los amantes de los bailes exóticos podrán pasárselo en grande” (L’Intransigeant, 9-10-1889). (1)

Juana la Macarrona

Juana la Macarrona

En ese número, la gran artista jerezana no sólo seduce al público con su terpsicóreo arte, sino que además se atreve a echarse un cantecito:

“… La Macarrona no era peor acogida en su tango alegría, que formaba como una especie de escena: ella comenzaba por cantar uno o dos cuplés, a los que seguía un paso cómico; después su baile se volvía tranquilo y casi lánguido, y luego se iba animando poco a poco, se desarrollaba en una suerte de crescendo, en evoluciones que pasaban casi al estado de convulsiones, y terminaba de una manera loca en una especie de arrebato furioso, de una audacia y una osadía extraordinarias” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Artistas con personalidad propia

Los otros integrantes de la compañía también disfrutan su momento de gloria. Cada uno tiene su estilo y ejecuta los bailes de manera diferente a los demás: “… todos esos pasos, generalmente tan sabrosos y originales, estaban lejos de parecerse, aparte de que cada bailaor y cada bailaora tenía su propia personalidad, bien definida” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Entre las mujeres destaca especialmente la joven Soledad, de catorce años de edad, que comparte protagonismo con La Macarrona. A decir de los cronistas, posee una extraordinaria belleza y baila con inmenso arte el Ole gracioso andaluz:

Soledad es bonita, con sus ojos nobles de joven halcón, con sus grandes cintas, una de las cuales le oculta la mitad del rostro, como una negra ala de cuervo; y, en el vito, hace piruetas apasionadamente, se inclina, se vuelve a levantar, parece estar aquí, salta allí, se extiende toda como la curva de un arco, y vuelve a llevar la cabeza hasta las rodillas, como si quisiera desabrocharse las ligas con los dientes” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).

“Uno de los grandes éxitos era para Soledad en su ole gracioso; en él tenía meneos, saltos, movimientos de culo, giros de caderas, poses y actitudes unas veces extrañas y brutales, y otras flexibles y felinas, a las que su encantadora gracia y su vivacidad daban un sorprendente sabor” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Las Gitanas en la Exposición de París (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Las Gitanas en la Exposición de París (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Su hermana Viva, de sólo ocho años de edad, “es una culebra que tendría por cola dos sonoros pies” (L’Écho de Paris, 2-10-1889), y Matilde, la mayor de las tres hijas del Chivo, se mueve con una mezcla de sensualidad e inocencia en el baile del novio, “que comenzaba con una suerte de escena de pantomima y terminaba en una especie de jaleo muy animado” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Matilde se revuelve incansablemente; pero -sin hacerlo a propósito, imagino- ella añade a los más desenfrenados movimientos, a las torsiones menos excusables, la ingenuidad de una infancia que no tiene en absoluto el aspecto de saber lo que hace. Ella despierta la idea de una chiquilla que repetiría inconscientemente los propósitos y las maneras de cualquier compañera descarada; y eleva hacia el techo su pierna con un imperturbable candor; ¡pero la levanta muy alto!” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).

El fandango que bailan las tres junto a su padre es “una de las cosas más curiosas que se pueden imaginar, por la fuerza, la fogosidad y, si puede decirse, el salvajismo al que se entregan” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Otra bailaora que llama bastante la atención, y no por su belleza, es Juana, una mujer vulgar, con “una fisonomía extraordinaria y un poco salvaje” (Le Ménestrel, 11-5-1890), que imprime al tango la mijita de ordinariez y descaro que no pueden faltar en ese baile:

Juana -la que grita: ¡Olé! y otras palabras que afortunadamente no se comprenden, con una enorme boca roja de bonitos dientes carnívoros, y con una voz que evoca la idea de un gozne de puerta que querría cantar-, Juana sorprende más de lo que encanta por el verbo arrabalero de sus gestos que envían la falda a todos los diablos y por las impúdicas semejanzas de sus contoneos. Pero, ¡Dios!, la sólida y valiente criatura, buena para ser la favorita de un bandido, ¡es casi como un bandido ella misma! Si nos citara en la esquina de un bosque, dudaríamos, divididos entre el placer de verla y el miedo a encontrarnos con ella” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).

Concepción, Lola, Reyes, Dolores, Antonia o Pepa también merecen alguna mención por parte de los cronistas, especialmente esta última, cuyo tango bailado con Pichiri nada tiene que envidiar a la danza del vientre que las almées egipcias interpretan en otro lugar de la Exposición:

“… el bailaor Pichiri, un gran mozo de tez aceitunada, seco como una cerilla, que, sujeto por sus pantalones ceñidos, se contoneaba de la forma más extravagante. También estaba Pepa, una gorda alegre, una pícara consumada, rolliza como un pichón, con los brazos más bonitos del mundo […]. Para bailar, ella se plantaba sobre la oreja un sombrero de hombre; pero con Pichiri comenzaba una suerte de tango que todo el mundo aplaudió. Levantando con la mano izquierda su falda, como si temiera perderla, con el puño apoyado sobre su trasero extra-andaluz, ejecutaba una especie de danza del vientre, sugestiva de una forma distinta a la del meneo frío y mecánico de la calle del Cairo” (Le Ménestrel, 11-5-1890).

Pepa y Pichiri bailando el tango (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Pepa y Pichiri bailando el tango (Le Monde Illustré, 31-8-1889)

Opiniones encontradas

Paradójicamente, esta admiración que expresan los periodistas franceses hacia las gitanas españolas no coincide en absoluto con la visión de Emilia Pardo Bazán, corresponsal en París durante la Exposición, que plasma en un artículo sus impresiones sobre esas artistas:

“… las de la Exposición se pasan de feas, traperas, descocadas, inhábiles en bailar y aguardentosas en cantar. La estrella de la compañía es la Macarrona (¡vaya un nombre para gitana! ¡Si dijese Macarena!), la cual baila un poco mejor y no carece de sandunga; así es que los franceses la consideran una hurí, una Carmen, y se pirran por sus pataditas y sus quiebros. El resto de las gitanas repito que no colaría por acá, ni tiene que ver con las famosas bailadoras de Silverio y otras artistas de lo fino del género, en que caben muchos grados y hay seda y estopa.

Convencidas, tal vez por exhortaciones del empresario, de que el carácter es la exageración y la grosería, las gitanas del Campo de Marte toman cada postura y se permiten cada desplante, que abochorna” (La España Moderna, octubre de 1889).

No obstante, a pesar de ese descaro y esa osadía que se les atribuye, las gitanas también saben lo que es el miedo escénico, y así se pone de manifiesto cuando la reina Isabel II, exiliada en Francia, asiste a una de sus representaciones en el Gran Teatro de la Exposición. Afortunadamente, la oportuna intervención del regidor del teatro las ayuda a recuperar la confianza y a sumar un nuevo triunfo:

“Las gitanas del Gran Teatro de la Exposición intimidadas, eso nunca se había visto. Este hecho se produjo ayer tras la entrada en la sala de S. M. la reina Isabel, que visitaba el Campo de Marte, acompañada de una de sus damas de honor y de dos chambelanes.

Fue necesario que el regidor subiera la moral de las bailaoras, que por fin se decidieron a comenzar sus bailes. Su Majestad disfrutó mucho con ellas y les aplaudió repetidas veces. Por lo demás, las gitanas se superaron y la representación terminó con el entusiasmo que ponen habitualmente en sus bailes estas españolas morenas” (Le Gaulois, 13-10-1889).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Juana la Macarrona en los escenarios europeos (II)

El mismo día de su debut en París, en el Gran Teatro de la Exposición, Juana Vargas deja tan impresionado al Shah de Persia, que su majestad no duda en hacerle proposiciones… pero la gitana no está dispuesta a perder su libertad:

“Parece que el Shah de Persia se ha entusiasmado tanto con la Macarrona, que le ha hecho ofrecer un compromiso ‘dorado’, pero la libre hija de Andalucía le ha respondido como en el Chalet:
Libertad querida,
¡el único bien de mi vida!…” (L’Intransigeant, 16-8-1889). (1)

Naser-al-Din-Shah-Qajar, el Shah de Persia

Naser-al-Din-Shah-Qajar, el Shah de Persia

No obstante, el soberano persa no es el único miembro de la realeza que cae rendido ante el exótico encanto de Juana Vargas y sus compañeras:

“Anteayer, S.A.R. el Duque de Braganza, acompañado de sus dos ayudas de campo, estaba ansioso por asistir a los bailes de las Gitanas, en el Gran Teatro de la Exposición.

El príncipe heredero aplaudió con fuerza a la Macarrona, la reina de las Gitanas, y a Soledad, que bailó en su honor el Vito Vito, un baile muy popular en Portugal; envió a las bohemias varios ramos de flores” (Le Figaro, 5-9-1889).

El ciclón jerezano

Si desde el estreno del espectáculo las bailaoras de Granada han conquistado al público parisino, la llegada de la jerezana provoca una auténtica revolución. “No se puede soñar nada tan simple, tan flexible, como esta joven, una mezcla de pantera y de serpiente” (L’Intransigeant, 21-8-1889). Su manera de bailar, sin ser tan distinta de la de sus compañeras, tiene algo que la hace única y que supera a las demás:

“La nueva bailaora gitana a la que el Gran Teatro de la Exposición ha hecho venir desde los alrededores de Granada es una artista del mayor talento y, sobre todo, de un talento particularmente original. […]

Tiene la misma forma de bailar que las otras, pero más dulce, más seductora, a veces diríamos que es una culebra que se relaja y salta; otras veces, la encantadora bailaora se calma hasta el punto que parece regresar a la tierra, y después vienen los saltos, flexiones inverosímiles del cuerpo, caras y movimientos de cabeza inesperados, nuevos y sorprendentes. Nos imaginamos de este modo a la antigua bacante” (Le Radical, 26-8-1889).

El gran éxito de la Macarrona, que “aumenta cada noche el número de sus adoradores” (L’Écho de Paris, 3-9-1889), supone un revulsivo para las otras gitanas de la troupe, que, tocadas en su amor propio, ahora se esfuerzan más si cabe por lograr el aplauso del público:

“Parece que la llegada de la Macarrona haya dado a las Gitanas de la Exposición una nueva furia. En efecto, estas mujeres casi salvajes de Andalucía ya eran sorprendentes por su gracia y agilidad naturales, pero ahora que se saben vigiladas por su ‘reina’, a pesar de su naturaleza independiente, sacan todo su orgullo para superarse” (L’Intransigeant, 21-8-1889).

Juana la Macarrona

La bailaora JuanaVargas, “La Macarrona”

Un gran repertorio flamenco

En poco más de un mes, la compañía ya ha ofrecido más de 180 representaciones y, lejos de aburrirse, lo más selecto de la sociedad parisina sigue acudiendo cada día al Gran Teatro de la Exposición a ver a las gitanas bailar por tangos, alegrías, fandangos, el vito e incluso alguna jota.

Los cronistas se ocupan profusamente del espectáculo e incluso analizan el ritmo y el compás de los distintos cantes y bailes, lo cual nos da una idea del gran interés que despierta este tipo de arte entre el público francés: (2)

“… La mayor parte del tiempo el sonido de las guitarras está cubierto por el ruido de los otros instrumentos rítmicos; ¿saben cuáles son esos instrumentos? Las manos, simplemente, las palmas que, ejecutadas a compás por todo el personal, constituyen en realidad la auténtica música de baile española. No hablo de las castañuelas, que son tocadas hábilmente por las mismas bailarinas, ejecutando en cierto modo variaciones rítmicas sobre el movimiento isócrono de las guitarras y de las palmas. Por momentos, un canto extraño y poco medido viene a posarse sobre este ritmo fundamental, sin contrariarlo: a veces es una sola voz, que parte del fondo del escenario; otras veces se le responde a coro, al unísono; otras, son las mismas bailarinas las que cantan: he visto, por ejemplo, un tango, bailado con mucha animación por un hombre y una mujer, en el que los bailarines paraban a veces su baile para cantar un cuplé, lo que daba lugar a una especie de diálogo bailado. Por lo demás, he creído observar que, salvo ciertos casos particulares, estos cantos eran introducidos de una manera totalmente arbitraria, al azar, siguiendo la inspiración del momento, pues el elemento rítmico era suficiente para acompañar al baile.

Vista aérea de la Exposición de París de 1889 (Foto de Alphonse Liébert)Vista aérea de la Exposición de París de 1889 (Foto de Alphonse Liébert)

Vista aérea de la Exposición de París de 1889 (Foto de Alphonse Liébert)

Hemos podido ver bailar así los bailes populares más característicos del sur de España: el fandango, un baile de conjunto, cuyo ritmo en tres tiempos es bien conocido; el tango, un baile muy vivo, en dos tiempos, con las palmas al dos por cuatro (cuatro corcheas por tiempo, acentuando sobre todo la primera y la tercera) mientras que las guitarras tocan al seis por ocho; el vito, de medida breve en tres tiempos; la jota, cuyo ritmo en tres tiempos, más o menos en movimiento de vals, nos es familiar. Con sus saltos trenzados y sus efectos de castañuelas, este baile (siempre es cantado) se parece más a nuestros ballets que las restantes danzas de las gitanas; hay otros, por el contrario, en los que las bailarinas se menean ejecutando contorsiones realmente extraordinarias. Es el caso del tango, que no es la danza del vientre: al contrario. También hay otro, cuyo nombre no conozco, y que quizás sea más bien un juego que un auténtico baile: la alegría, ejecutada normalmente por una pareja, y durante la cual los bailarines desocupados, no contentos con rasguear sus guitarras y tocar las palmas, interpelan a los que bailan, estimulándolos con sonoros gritos: durante este tiempo, aquéllos ejecutan con extrema rapidez las figuras más extrañas y desordenadas. Entre las gitanas hay especialmente una morenita, de piel negra, delgada y muy despierta, la estrella de la compañía (tiene por nombre la Macarrona), que se distingue de una manera muy especial. Todo esto quizás no sea muy distinguido, pero está lleno de animación y de vida” (Le Ménestrel, 1-9-1889).

Una bailaora de otro planeta

En el mes de septiembre se anuncia una nueva incorporación en la compañía. Desde Granada llega “La Bayoneta”, famosa por su “tango, durante el cual baila, canta y hace malabares con flores” (Le Figaro, 7-9-1889). El resto de componentes de la troupe también tienen su momento de gloria en los periódicos franceses. Los nombres de Soledad, Pepa, Matilde, Viva, Mercedes Cruz, Antonia Pérez, Pichiri, Concepción, Vicente o Dolores suenan de vez en cuando en las crónicas del espectáculo.

Juana la Macarrona

Juana la Macarrona

No obstante, el mayor protagonismo sigue correspondiendo, con diferencia, a Juana Vargas. La Macarrona, con su físico exótico, su extraordinaria fuerza y su baile racial, casi salvaje, llama poderosamente la atención:

“Sin embargo, la Macarrona es el mismo diablo.
¿Bonita? Se guardaría bien de serlo. Ella no podría, si fuera bonita, tener estas rudezas, estas brutales turbulencias en las que se retuerce, se disloca y se rompe. Le hacía falta ese rostro osado, varonil, y esos ojos sin ternura, como un relámpago duro, y esa piel del color de una cáscara de naranja, con mucho maquillaje en los pómulos. La nariz se arquea, violenta, irritada: parece buscar pelea en los labios que la provocan; y una gran cantidad de cabello la peina como una peluca de crines rizadas que se hubiera puesto de través. Pero, a la derecha y a la izquierda de la escena, dos pancartas muestran este nombre: Macarrona, y, mientras suenan las guitarras, ella se lanza. ¡Entonces sucede algo extraordinario! Si estuviese hecho de cien hilos de acero sacudidos por una descarga eléctrica, ese cuerpo no vibraría más, no tendría más sobresaltos imprevistos. ¿Es de carne en realidad? Sí, pero de una carne, quizás, en la que el salitre se combina con el polvo de carbón tomado bajo una caldera del infierno. Ella no baila, no, ella se precipita, regresa con furia como una bala que se ha encontrado con una pared, lanza la cabeza sobre su espalda, se golpea el pecho, retuerce la cintura hasta la imposibilidad de un círculo, retuerce los costados, retuerce las piernas, hace con sus brazos un collar alrededor de su cuello y un cinturón sobre sus riñones, se dobla hacia atrás, se dobla hacia delante, toca con su cabeza las tablas, se derrumba, y por la distensión de ponerse en cuclillas, se vuelve a lanzar más alocadamente, cae sólo para rebotar, apenas roza el escenario, como si se quemara en unas brasas, y el chasquido de sus dedos secos -porque ella rechaza las castañuelas-, es quizás el ruido de mosquete de un hogar invisible que chispea. ¡Ella no se demora a la gracia! ¡No tiene tiempo para encantar! Y cuando para por fin -pues no pueden más- el chasqueo de las manos de las otras gitanas, cuando las voces exasperantes dejan de gritar: ‘¡Olé! ¡Olé! ¡Macarrona!’, ella, que ni siquiera está asfixiada, sin que el pecho le palpite, encogiéndose de hombros con un aire de desdén, recoge las flores que le tiran, o se come los chocolates de una bombonera, o, con el cigarrillo en los labios, responde con una bocanada de humo a los bravos de la sala” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).


NOTAS:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.
(2) Esto contrasta con la escasa atención que la prensa española de la época dedica tanto al flamenco como a sus intérpretes.