Tras los éxitos cosechados en la ciudad de la luz, Trinidad Cuenca regresa a nuestro país convertida en toda una estrella. Durante los primeros años de la década de los ochenta se presenta en distintas ciudades de la geografía española, sobre todo en Málaga y otros lugares cercanos, como Jerez de la Frontera o Córdoba.
La prensa de la época ofrece el testimonio de algunas de esas actuaciones, en las que vuelve a compartir cartel con importantes figuras del flamenco, como Juan Breva, y continúa ejecutando con gran éxito los bailes que tanta fama le dieron al otro lado de los Pirineos.
Así, por ejemplo, en 1882, se presenta en el Teatro del Recreo de Córdoba “la incomparable especialidad bailaora flamenca señorita TRINIDAD CUENCA” (Diario de Córdoba, 27-5-1882).
Durante ese mismo año, también frecuenta distintos escenarios malagueños, e incluso aparece en los papeles como directora de algún espectáculo. De ello nos informa La Unión Mercantil:
“Teatro Principal. Concierto flamenco por Trinidad Huertas, Juan Breva y Fernando Gómez” (7-5-1882).
“Teatro Cervantes. Gran concierto flamenco dirigido por Trinidad Cuenca […] terminando con el baile ‘Corrida de toros’, por Cuenca” (21-5-1882).
“Teatro de Variedades. Intermedio por la Srta. Trinidad Cuenca, que bailará ‘el Torero‘, que tantos aplausos ha obtenido” (20-9-1882).
“Gran concierto de cante y baile flamenco en el que tomarán parte las notabilidades de este género Trinidad Huertas y Juan Breva” (22-9-1882).
El cantaor Juan Breva
En septiembre de 1883, la artista se presenta en Barcelona, en el Café de la Alegría. De nuevo la acompaña su paisano Juan Breva y, a juzgar por lo que nos cuenta la revista catalana El Busilis, causaron gran sensación:
“Entre los personajes que nos han visitado en estos últimos días se encuentra el flamenco ese que tan bien se canta. ¿No sabes quién? Juan Breva, hombre, Juan Breva, que con la Cuenca o la Huerta o como se llame, está haciendo las delicias de mis paisanos en el café de la Alegría. Aquello son jipíos, y parmas, y cantar por lo jondo, y bailarse por todo lo alto” (9-9-1883).
En noviembre de ese mismo año, Trinidad Huertas actúa durante quince días en el Teatro Márquez de Cartagena y en enero de 1884 llega a Valencia, donde también cosecha grandes aplausos. Tras pasar por el madrileño café El Imparcial, en diciembre del 84 regresa a tierras murcianas, junto a “una compañía de cante flamenco, notable en su género”, en la que “figura la célebre bailaora Trinidad Cuenca, el cantaor de malagueñas Juan Breva, y el gran tocador de guitara, entendido por el Pollo de Lucena” (El Eco de Cartagena, 4-12-1884). Unos meses más tarde, la artista se presenta en Oporto.
Segunda aventura parisina
En 1887, Trinidad Huertas vuelve a cruzar los Pirineos rumbo a la ciudad de la luz. En esta ocasión, lo hace junto a una compañía reclutada por el director del Nouveau Cirque parisino, Don José Oller, que representará en dicho local un espectáculo similar al que unos años atrás triunfo en el teatro Athéneum. La prensa española ofrece algunos detalles sobre la mencionada troupe:
“En el Nouveau Cirque de París, que dirige nuestro compatriota D. José Oller, se dispone para el 1º de marzo una fiesta de costumbres españolas, en la cual cantarán, entre otros artistas del género flamenco, el joven Grau, que presentaron recientemente en Price los Hanlons-Loes; bailaran Carmen Dauset y Trinidad Cuenca, tocará una estudiantina organizada por D. Miguel Ostolaza, y lidiarán becerros Tony Grice y otros aficionados. Todo ese espectáculo ha sido cuidadosamente organizado en España por el referido Sr. Oller, quien se propone dar la primera de esas fiestas a beneficio de las víctimas de las inundaciones del Mediodía de Francia” (La Correspondencia de España, 23-3-1887).
Don José Oller, empresario del Nouveau Cirque
Unos días después del estreno, los diarios franceses publican varias crónicas sobre el espectáculo, denominado La Feria de Sevilla. Los elogios van dirigidos tanto a la puesta en escena como al buen hacer de las bailarinas protagonistas, Trinidad Cuenca y Carmencita Dauset:
“… la Feria de Sevilla […] transporta un rincón de Andalucía al invierno parisino: la célebre piscina se convierte, por increíble que pueda parecer, en una plaza para una corrida de toros.
Es la feria de Sevilla. Los vendedores y los paseantes van de un lado a otro; los mendigos tararean una malagueña; los flamencos cantan; Carmen y Carmencita, arqueando el talle, bailan el vito… […] Una estudiantina lo anuncia al amanecer. Los picadores y los banderilleros se mueven: el toro, excitado, se defiende. La hora de la muerte ha sonado para él: el espada le hunde su estoque en el cuello: el animal rueda por el suelo. Se lo llevan. Pero la sangre no ha corrido; se llevan sólo la cabeza del toro: sus cuatro patas siguen allí; de hecho, pertenecen a dos payasos muy ágiles que vestían la piel del animal.
Todo termina en risas mientras que la orquesta ejecuta una animada malagueña” (Le Temps, 7-3-1887). (1)
“En una palabra, es España entera la que respira y se mueve en la estrecha pista del Nuevo Circo; España, con sus bailes voluptuosos, donde la Carmencita, la Cuenca y la García rivalizan en gracia exquisita, en actitud provocadora y en verbo endiablado […]” (Le Figaro, 8-3-1887).
La bailarina Carmencita Dauset
Casi un mes más tarde, el espectáculo sigue cosechando aplausos en el Nuevo Circo parisino, y sus ecos continúan llegando a la prensa española. Por ejemplo, el diario La República transcribe una carta recibida desde la capital francesa, en la que se describe con todo lujo de detalles el ambiente de feria en el que la Cuenca ejecuta sus bailes:
“Salen en primer término unas cuantas muchachas, bastante simpáticas, que colocan sus puestos de venta alrededor de la pista, y allí buñuelos, sandías, naranjas, en fin, de todo aquello que se ve en la capital de Andalucía en días tan señalados; a poco, chalanes con sus caballos, gitanos con sus guitarras, pidiendo al final de sus canciones para un enfermo, una viuda o cosa parecida, que a ellos lo que les importa es que les den; toreros a caballo, domadores de animales, con monos, osos, etc., a los cuales hacen trabajar; la estudiantina, tocando la magnífica marcha de la renombrada Cádiz, cerrando este cuadro; la entrada de cantadoras y bailadoras, precedidas por la imprescindible pareja de ingleses, que tan aficionados son a estas fiestas, cuando dejan la nebulosa Albión para gozar los fuertes rayos de sol de la alegre Andalucía” (24-3-1887).
Grabado “La Feria de Sevilla” en el Nouveau Cirque, 1887
En cuanto a la actuación de la protagonista, la revista La Andalucía tampoco se queda corta a la hora de ensalzar su gracia y su figura:
“A la cabeza de [las bailaoras] figura Trinidad Cuenca, que viste de hombre y de corto: chaquetilla, pantalón ceñido, botas vaqueras, calañés, camisas con chorreras y faja de seda. De este modo desaparece lo que tiene de antipático el bailaor y aumenta la gracia de la bailaora, que la derrama por arrobas […]
Sube al punto el entusiasmo cuando Mademoiselle Cuenca, a la vez que baila una suerte de zapateado, simula las varias suertes del toreo. Empieza con las de capa, que maneja con mucho aquél. Sigue con las de picar; y es de verla hacer el piquero tumbón, que nunca encuentra el bicho en suerte; luego a fuerza de broncas, decidirse a salir a los tercios, brindando al tendido, y poner una puya en su sitio; recibir por fin un batacazo, e ir en demanda de la barrera, satisfecha y cojeando, después de perder la aleluya. No se puede pedir más gracia. Y, sin embargo, falta aún por ver dos suertes finales: la de banderillas, en que Guerrita se queda achicado, y La Cuenca ridiculiza los timos de los chicos; y la de matar, que empieza con un brindis de salero y termina con una estocada que el matador da a su suegra. Dirán ustedes que el público no comprenderá la gracia. Puede ser, pero aplaude como si estuviera en el secreto o como si estuviese convertido a nuestras costumbres” (27-3-1887).
NOTA:
(1) La traducción de todos los textos de periódicos extranjeros es nuestra.