Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

La Joselito, el alma de Andalucía en París (I)

“Él me dijo: ‘tú te llamarás La Joselito’. – ‘¡Pero es un nombre masculino!’ – ‘Si le pones un ‘la’ es femenino’. […] – ‘¡Tú serás famosa como yo y te llamarás como yo!’ Me echó una caña de jerez por la cabeza y escribimos en los carteles de la época ‘La pequeña Joselito’” (1) (2).

De este modo explica el origen de su nombre artístico la bailaora Carmen Gómez. Cuando el célebre torero Joselito el Gallo la rebautizó aún era una niña, pero los vaticinios del diestro se cumplieron y la joven artista no tardó en saborear las mieles del triunfo, especialmente en Francia, donde transcurre la mayor parte de su intensa y apasionante existencia.

Sus primeros años de vida

Carmen nace en 1906 en Cartagena, pero poco después la familia se traslada a Barcelona, de donde es originaria la madre. Sin embargo, la pequeña pasa sus primeros años viajando por toda la geografía española con sus padres, que se dedican a la venta ambulante. Aunque no lo son, viven cual si fueran gitanos nómadas; van de un sitio a otro en un carromato tirado por un caballo, en el que duermen y transportan sus mercancías; y, para completar sus ingresos, cantan y bailan en la calle.

La pequeña Carmen Gómez junto a su padre

La pequeña Carmen Gómez junto a su padre

Según el testimonio de la artista, “Mi padre […] tocaba la guitarra y mi madre bailaba, pero como tuvo muchos hijos y no podía ocuparse del baile y de los niños, tuvo que dejarlo”. Asimismo, su abuela materna había sido ‘La Berenguera’, una gran bailarina clásica, mundialmente conocida, que tuvo que abandonar su carrera por amor. Con estos antecedentes, la pequeña Carmen parece estar predestinada al arte.

Durante sus viajes por Andalucía, se divierte bailando con otros niños y niñas. “Íbamos a Sevilla, a Málaga, a Jerez y a todos los pueblecitos. Mientras que mi padre vendía, yo me iba con los niños a bailar y, de ver a aquellos pequeños bailar por bulerías y farrucas, yo aprendía”.

En una de sus visitas a Sevilla, la pequeña Carmen tiene la oportunidad de conocer a Juana Vargas, La Macarrona, una de las mejores bailaoras de la época dorada del flamenco, que desempeñará un papel fundamental en su formación como artista.

La Macarrona vivía en el centro de Sevilla, en un lugar que se llama La Alameda de Hércules. Yo veía bailar a esa señora, que me gustaba mucho, y un día fui a su casa. Mi madre me buscaba por todas partes, yo tenía cinco años y estaba en casa de la Macarrona. Ella me dio café con leche; me explicaba los movimientos de los brazos y todo eso… Me quería mucho”.

Cuando Carmen tiene unos diez años de edad, la familia se establece permanentemente en Barcelona. Según la propia artista, en esa decisión pesa bastante la opinión de sus maestros, Juana la Macarrona y Antonio de Bilbao, que “se encontraban un día en Barcelona. Le dijeron a mi padre: ‘dejad a la pequeña aquí, no os vayáis, cambiad de oficio. Esta niña bailará muy bien algún día’. Entonces mis padres se quedaron”.

Bautizada por Joselito y su madrina, la Macarrona

Según el testimonio de La Joselito, en esa época la Macarrona viaja con relativa frecuencia a Barcelona y, cada vez que lo hace, aprovecha para darle clases. Además, es ella quien introduce a Carmen en el mundo artístico de la capital catalana, en cuyos cafés cantantes se dan cita cantaores y bailaores llegados de toda Andalucía.

Juana la Macarrona

La bailaora Juana la Macarrona

En aquellos años, con el fin de darse a conocer, la joven baila para los amigos y participa en festivales benéficos. Ella misma nos relata una de sus primeras apariciones en escena, junto a su maestra:

“A veces la Macarrona venía a comer con nosotros. Una noche le habló a mis padres sobre un festival benéfico que iba a celebrarse al día siguiente, en el que tomarían parte todos los grandes artistas flamencos. Yo supliqué que me dejaran ir, pero mi padre dijo que yo era demasiado joven. La Macarrona me hizo un guiño y susurró: ‘Escápate, coge tu traje y el sombrerito y dámelos discretamente. Le diré a tus padres que vienes a comer conmigo mañana’. Se llevó mi ropa y al día siguiente vino a buscarme. Me escondí bajo la cola de su vestido. Todos los artistas que participaban en ese gran cuadro estaban sentados en el escenario. Cuando el guitarrista empezó a tocar la farruca para Ramírez, que iba a bailar, salí de debajo de las faldas de la Macarrona como un torbellino, vestida con pantalones largos y mi sombrerito” (3).

De este modo, cuando es todavía una niña, y bajo la protección de la célebre bailaora sevillana, Carmen empieza a codearse con las estrellas del flamenco de la época. Asimismo, según su propio testimonio, a los doce años de edad realiza su primera gira por Europa –Londres, París, Bélgica…-, para participar en un espectáculo del famoso cantante de tangos Carlos Gardel. La acompañan su madre y Juan Relámpago, un amigo de su padre que se ha convertido ya en su guitarrista de cabecera.

El torero Joselito el Gallo

El torero Joselito el Gallo

La precoz bailaora pronto se convierte en una presencia habitual en los mejores cafés cantantes de Barcelona, como el Villa Rosa, el Ca’ d’Escanyo o El Dorado. Los dueños de esos locales incluso llegan a sobornar a la policía, para que ésta haga la vista gorda, ya que Carmen aún no ha cumplido la edad mínima para poder trabajar en ellos. Es precisamente en Villa Rosa donde el torero Joselito la rebautiza con el que a partir de entonces será su nombre artístico.

La Joselito, entre los mejores artistas flamencos de Barcelona

En los citados cafés, La Joselito convive con la flor y nata de la flamenquería de la época, como la Macarrona, la Malena, la Niña de los Peines, Estampío, Antonio de Bilbao o la Tanguerita, de quienes aprende los pasos y bailes que poco a poco van conformando su repertorio artístico. Ello despierta las susceptibilidades de algunas de esas estrellas, que no llevan muy bien el que una niña les robe protagonismo. Carmen relata como ejemplo su enfrentamiento con Rafaela Valverde, la Tanguerita, durante una actuación de ambas en el Circo Barcelonés:

“El público aplaudía como loco. Yo todavía era muy joven, y cuando eres joven y haces algo bien, causa impresión. La Tanguera tenía que bailar después de mí y apenas le prestaron atención. Ella era una gran bailaora de farrucas pero, qué podía yo hacer si les gustaba tanto. Cuando terminó, corrió llena de rabia hacia mí, que estaba entre bastidores, y me dio una bofetada. […] Pero hay que entenderla. Ella era una gran bailaora de farrucas. ¡Y yo había bailado su farruca! La copié de ella, lo mismo que mis otros bailes”. (3)

Sin embargo, no todo son celos y desencuentros entre los flamencos. Cuando Carmen contrae el tifus, a los trece años de edad, los artistas hacen un fondo común para costear su tratamiento, e incluso organizan un festival a beneficio de la joven. En una revista catalana encontramos la siguiente reseña, que -no sin sorna- tal vez se refiera al mencionado espectáculo:

“¿Qué es lo que veo? En el cartel de La Marina anuncian a la Señora La Joselito. Un amigo que salía de las instalaciones decepcionó mi curiosidad. La señora no es lo que yo pensaba, La Joselito no es ningún ejemplar de perversidad bisexual, como su nombre podría hacer suponer. Es una precoz artista que celebró el jueves su beneficio y que tuvo mucho éxito” (Papitu, 4-12-1918).

La pequeña Carmen Gómez, La Joselito

La pequeña Carmen Gómez, La Joselito

En esa época, la joven artista también se prodiga en fiestas privadas organizadas por ricos industriales y músicos catalanes:

“Yo bailaba mucho entre amigos… Buenos guitarristas clásicos, como Segovia, Llobet y Tárrega, eran músicos ricos. Tocaban para sí mismos. […] Tenían fábricas, vivían de otra cosa. Yo iba a bailar para ellos, bailábamos entre nosotros, y cuando daban una gran fiesta, todo el mundo le pagaba a La Macarrona para que fuésemos a bailar para ellos. Había grandes directores de fábrica, gente que tenía mucho dinero” (1).

A pesar de su corta edad, Carmen se ha convertido en el sostén de su numerosa familia. Cada vez más solicitada, la joven trabaja junto a los mejores artistas flamencos del momento, y con algunos de ellos incluso realiza giras por España. En la prensa de la época encontramos referencias a varias de esas actuaciones. Por ejemplo, en mayo de 1917, La Joselito debuta en el Salón las Columnas de Bilbao; en julio de 1919 se anuncia en el Teatro Circo Barcelonés como “la reina del canto flamenco” (La Vanguardia, 31-7-1919); y un mes más tarde figura en el cartel del Gran Salón Cine Doré “La Joselito, bella y notable canzonetista y bailarina, bailes flamencos acompañada por el celebrado profesor de guitarra Juanito El Dorado” (Veu de Catalunya, 1 al 15-8-1919).

 

Dos cantes de La Joselito, por cortesía de Pedro Moral:

NOTAS:

(1) CATHELIN, Annie, La Joselito à l’Âge d’or du flamenco, París, L’Harmattan, 2013.

(2) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.

(3) CLAUS, Madeleine, “La Joselito”, en SCHREINER, Claus (ed.), Gipsy dance and music from Andalusia, Portland, Amadeus Press, 1990.


Trinidad “la Cuenca”, una estrella de fama internacional (II)

Tras los éxitos cosechados en la ciudad de la luz, Trinidad Cuenca regresa a nuestro país convertida en toda una estrella. Durante los primeros años de la década de los ochenta se presenta en distintas ciudades de la geografía española, sobre todo en Málaga y otros lugares cercanos, como Jerez de la Frontera o Córdoba.

La prensa de la época ofrece el testimonio de algunas de esas actuaciones, en las que vuelve a compartir cartel con importantes figuras del flamenco, como Juan Breva, y continúa ejecutando con gran éxito los bailes que tanta fama le dieron al otro lado de los Pirineos.

Así, por ejemplo, en 1882, se presenta en el Teatro del Recreo de Córdoba “la incomparable especialidad bailaora flamenca señorita TRINIDAD CUENCA” (Diario de Córdoba, 27-5-1882).

Durante ese mismo año, también frecuenta distintos escenarios malagueños, e incluso aparece en los papeles como directora de algún espectáculo. De ello nos informa La Unión Mercantil:

Teatro Principal. Concierto flamenco por Trinidad Huertas, Juan Breva y Fernando Gómez” (7-5-1882).

Teatro Cervantes. Gran concierto flamenco dirigido por Trinidad Cuenca […] terminando con el baile ‘Corrida de toros’, por Cuenca” (21-5-1882).

Teatro de Variedades. Intermedio por la Srta. Trinidad Cuenca, que bailará ‘el Torero‘, que tantos aplausos ha obtenido” (20-9-1882).

“Gran concierto de cante y baile flamenco en el que tomarán parte las notabilidades de este género Trinidad Huertas y Juan Breva” (22-9-1882).

El cantaor Juan BrevaEl cantaor Juan Breva

En septiembre de 1883, la artista se presenta en Barcelona, en el Café de la Alegría. De nuevo la acompaña su paisano Juan Breva y, a juzgar por lo que nos cuenta la revista catalana El Busilis, causaron gran sensación:

“Entre los personajes que nos han visitado en estos últimos días se encuentra el flamenco ese que tan bien se canta. ¿No sabes quién? Juan Breva, hombre, Juan Breva, que con la Cuenca o la Huerta o como se llame, está haciendo las delicias de mis paisanos en el café de la Alegría. Aquello son jipíos, y parmas, y cantar por lo jondo, y bailarse por todo lo alto” (9-9-1883).

En noviembre de ese mismo año, Trinidad Huertas actúa durante quince días en el Teatro Márquez de Cartagena y en enero de 1884 llega a Valencia, donde también cosecha grandes aplausos. Tras pasar por el madrileño café El Imparcial, en diciembre del 84 regresa a tierras murcianas, junto a “una compañía de cante flamenco, notable en su género”, en la que “figura la célebre bailaora Trinidad Cuenca, el cantaor de malagueñas Juan Breva, y el gran tocador de guitara, entendido por el Pollo de Lucena” (El Eco de Cartagena, 4-12-1884). Unos meses más tarde, la artista se presenta en Oporto.

Segunda aventura parisina

En 1887, Trinidad Huertas vuelve a cruzar los Pirineos rumbo a la ciudad de la luz. En esta ocasión, lo hace junto a una compañía reclutada por el director del Nouveau Cirque parisino, Don José Oller, que representará en dicho local un espectáculo similar al que unos años atrás triunfo en el teatro Athéneum. La prensa española ofrece algunos detalles sobre la mencionada troupe:

“En el Nouveau Cirque de París, que dirige nuestro compatriota D. José Oller, se dispone para el 1º de marzo una fiesta de costumbres españolas, en la cual cantarán, entre otros artistas del género flamenco, el joven Grau, que presentaron recientemente en Price los Hanlons-Loes; bailaran Carmen Dauset y Trinidad Cuenca, tocará una estudiantina organizada por D. Miguel Ostolaza, y lidiarán becerros Tony Grice y otros aficionados. Todo ese espectáculo ha sido cuidadosamente organizado en España por el referido Sr. Oller, quien se propone dar la primera de esas fiestas a beneficio de las víctimas de las inundaciones del Mediodía de Francia” (La Correspondencia de España, 23-3-1887).

Don José Oller, empresario del Nouveau CirqueDon José Oller, empresario del Nouveau Cirque

Unos días después del estreno, los diarios franceses publican varias crónicas sobre el espectáculo, denominado La Feria de Sevilla. Los elogios van dirigidos tanto a la puesta en escena como al buen hacer de las bailarinas protagonistas, Trinidad Cuenca y Carmencita Dauset:

“… la Feria de Sevilla […] transporta un rincón de Andalucía al invierno parisino: la célebre piscina se convierte, por increíble que pueda parecer, en una plaza para una corrida de toros.

Es la feria de Sevilla. Los vendedores y los paseantes van de un lado a otro; los mendigos tararean una malagueña; los flamencos cantan; Carmen y Carmencita, arqueando el talle, bailan el vito… […] Una estudiantina lo anuncia al amanecer. Los picadores y los banderilleros se mueven: el toro, excitado, se defiende. La hora de la muerte ha sonado para él: el espada le hunde su estoque en el cuello: el animal rueda por el suelo. Se lo llevan. Pero la sangre no ha corrido; se llevan sólo la cabeza del toro: sus cuatro patas siguen allí; de hecho, pertenecen a dos payasos muy ágiles que vestían la piel del animal.

Todo termina en risas mientras que la orquesta ejecuta una animada malagueña” (Le Temps, 7-3-1887). (1)

“En una palabra, es España entera la que respira y se mueve en la estrecha pista del Nuevo Circo; España, con sus bailes voluptuosos, donde la Carmencita, la Cuenca y la García rivalizan en gracia exquisita, en actitud provocadora y en verbo endiablado […]” (Le Figaro, 8-3-1887).

La bailarina Carmencita DausetLa bailarina Carmencita Dauset

Casi un mes más tarde, el espectáculo sigue cosechando aplausos en el Nuevo Circo parisino, y sus ecos continúan llegando a la prensa española. Por ejemplo, el diario La República transcribe una carta recibida desde la capital francesa, en la que se describe con todo lujo de detalles el ambiente de feria en el que la Cuenca ejecuta sus bailes:

“Salen en primer término unas cuantas muchachas, bastante simpáticas, que colocan sus puestos de venta alrededor de la pista, y allí buñuelos, sandías, naranjas, en fin, de todo aquello que se ve en la capital de Andalucía en días tan señalados; a poco, chalanes con sus caballos, gitanos con sus guitarras, pidiendo al final de sus canciones para un enfermo, una viuda o cosa parecida, que a ellos lo que les importa es que les den; toreros a caballo, domadores de animales, con monos, osos, etc., a los cuales hacen trabajar; la estudiantina, tocando la magnífica marcha de la renombrada Cádiz, cerrando este cuadro; la entrada de cantadoras y bailadoras, precedidas por la imprescindible pareja de ingleses, que tan aficionados son a estas fiestas, cuando dejan la nebulosa Albión para gozar los fuertes rayos de sol de la alegre Andalucía” (24-3-1887).

Grabado "La Feria de Sevilla" en el Nouveau Cirque, 1887Grabado “La Feria de Sevilla” en el Nouveau Cirque, 1887

En cuanto a la actuación de la protagonista, la revista La Andalucía tampoco se queda corta a la hora de ensalzar su gracia y su figura:

“A la cabeza de [las bailaoras] figura Trinidad Cuenca, que viste de hombre y de corto: chaquetilla, pantalón ceñido, botas vaqueras, calañés, camisas con chorreras y faja de seda. De este modo desaparece lo que tiene de antipático el bailaor y aumenta la gracia de la bailaora, que la derrama por arrobas […]

Sube al punto el entusiasmo cuando Mademoiselle Cuenca, a la vez que baila una suerte de zapateado, simula las varias suertes del toreo. Empieza con las de capa, que maneja con mucho aquél. Sigue con las de picar; y es de verla hacer el piquero tumbón, que nunca encuentra el bicho en suerte; luego a fuerza de broncas, decidirse a salir a los tercios, brindando al tendido, y poner una puya en su sitio; recibir por fin un batacazo, e ir en demanda de la barrera, satisfecha y cojeando, después de perder la aleluya. No se puede pedir más gracia. Y, sin embargo, falta aún por ver dos suertes finales: la de banderillas, en que Guerrita se queda achicado, y La Cuenca ridiculiza los timos de los chicos; y la de matar, que empieza con un brindis de salero y termina con una estocada que el matador da a su suegra. Dirán ustedes que el público no comprenderá la gracia. Puede ser, pero aplaude como si estuviera en el secreto o como si estuviese convertido a nuestras costumbres” (27-3-1887).

NOTA:
(1) La traducción de todos los textos de periódicos extranjeros es nuestra.


Trinidad “La Cuenca”, una estrella de fama internacional (I)

Durante los seis meses de andadura de nuestro blog, han pasado por estas páginas cantaoras, bailaoras y guitarristas que, a pesar del olvido en que el tiempo ha sumido a muchas de ellas, en su momento fueron grandes estrellas de la escena flamenca. Sin embargo, la que hoy presentamos las supera a todas, al menos en lo que a fama y proyección internacional se refiere. Se trata de la bailaora y guitarrista malagueña Trinidad “La Cuenca”, toda una pionera, que encandiló con su arte al público europeo y americano de finales del siglo XIX.

Trinidad Huertas, la CuencaTrinidad Huertas, la Cuenca

Trinidad Huertas Cuenca nació el 8 de mayo de 1857, en el número doce de la malagueña calle Jinetes, según reza en su partida de nacimiento, localizada por Manuel Bohórquez (1).

Inició su carrera artística cuando aún era una niña en su Málaga natal. El Avisador Malagueño nos ofrece el siguiente testimonio de una de sus primeras actuaciones, a los once años de edad:

“Nos escriben de Carratraca que la compañía flamenco bailable que actuaba en el café cantante situado en la calle de esta redacción, y que por consiguiente tan buenos ratos nos ha dado (Dios se lo perdone), está haciendo un verdadero furor en aquel pueblo, sobre todo la niña Cuenca que, según parece, baila con mucho estilo y arte, tanto por la escuela flamenca (y no de pintura) como en los graciosos bailes nacionales” (24-7-1868).

Según se desprende de esta información, a pesar de su corta edad, la joven apunta maneras. Por otro lado, también observamos que, desde el principio, Trinidad Huertas prefiere hacerse llamar por su segundo apellido, tal vez para diferenciarse del guitarrista murciano del mismo nombre.

Durante los años setenta, la Cuenca se presenta en distintos escenarios de Málaga (café de la Independencia), Almería (Casino Almeriense y Teatro Principal), Murcia o Jerez de la Frontera (Teatro Eguilaz), entre otras localidades.

En junio de 1879, la prensa sitúa a Trinidad Cuenca en Madrid, concretamente en el Teatro de la Bolsa, donde forma parte de un espectáculo dirigido por el mismísimo Silverio. El elenco es el siguiente:

Teatro de la Bolsa. En este teatro (calle del Barquillo, núm. 7) empezaron ayer, sábado, las funciones de canto y baile flamenco, habiéndose al efecto contratado la compañía siguiente, especial en su género y tan completa cual nunca se ha presentado en ésta. Director: don Silverio Fanconeti. Bailaoras y cantaoras: Trinidad Cuenca (La Bonita), Francisca (La Pastorcilla), La Niña del Malé, Luisilla (La Gaditana) y Pepa (La Cordobesa). Bailaores y cantaores: Antonio (El Pintor), Antonio Pérez (El Jerezano), José Caro (El Carito) y José Lara (Larita). Tocaor: Antonio Pérez (El Barbián)” (La Iberia, 1-6-1879).

Silverio FranconettiSilverio Franconetti

En los meses de agosto, octubre y noviembre de ese mismo año, La Cuenca vuelve a anunciarse en el citado teatro, donde comparte cartel con los cantaores Carmen Montaño, la Loca Mateo, Joaquín Mendoza y Manuel Romero; el guitarrista Paco de Lucena; y la bailaora Antonia la Roteña. La prensa publica el programa de las actuaciones, en las que Trinidad interpreta distintos palos flamencos, como alegrías o zapateados.

Primera aventura parisina

Poco después, la artista pone rumbo a París, junto a una compañía de cante y baile flamenco organizada por el Sr. Calzadilla, empresario del Teatro Athéneum. El espectáculo, en el que también intervienen otra figuras flamencas del momento, como la cantaora Dolores la Parrala y el guitarrista Paco de Lucena, se compone de tres cuadros de costumbres populares, denominados Un domingo en la playa de Málaga, Una plantación en Cuba y Una noche después de la corrida. El diario La Mañana ofrece la siguiente descripción de los mismos:

“En el primer cuadro aparece una plaza de Málaga con ventorrillos a derecha e izquierda. Majos y gitanas beben, cantan y bailan para celebrar alegremente el domingo. El guitarrista Paco de Lucena toca variaciones y aires nacionales que merecen los honores de la repetición. La Srta. Cuenca, vestida de majo, toma tan a conciencia su papel, que anima el cuadro con su galantería para con las damas y su juego escénico incesante y gracioso. […]

El segundo cuadro representa una plantación de Cuba y contribuye a dar variedad al espectáculo una serie de escenas, danzas y cantos populares de no escaso interés. […]

En el último, consagrado a costumbres andaluzas, aparecen toreros, majos y manolas divirtiéndose en un café de Sevilla, después de una corrida de toros. La escena que más interesa a los parisienses es la que simula todos los lances de una corrida, perfectamente imitada por la señorita Cuenca” (21-2-1880).

Otros diarios españoles también se hacen eco del gran éxito cosechado por el espectáculo:

“La compañía de cante y baile flamenco que organizada por el Sr. Calzadilla fue a París, ha hecho su debut en el teatro del Ateneum, de la calle de los Mártires. El público ha hecho una gran ovación, especialmente a la primera pareja de baile señorita Gómez y Sr. Prous, al guitarrista Paco y la Parrala que, según dicen en París, es considerada como una excelente contralto que canta admirablemente las malagueñas” (La Iberia, 15-1-1880).

“La compañía de baile española, bajo la dirección inteligente del Sr. Calzadilla, está haciendo furor, y el teatro del Atheneum se ve lleno todas las noches. […] Este personal compuesto de veinte individuos, ha sido escogido con mucho esmero y discreción, y las escenas hispano-americanas que ofrecen al público francés, son de gran verdad, de mucho carácter, y están ejecutadas con un brío y una propiedad sorprendentes. Todas las noches reciben nuestros compatriotas estrepitosos aplausos del público” (Diario Oficial de Avisos de Madrid, 21-1-1880).

La ParralaLa Parrala

La prensa francesa del momento tampoco escatima en elogios para el espectáculo, al que dedica no pocas líneas. En general, las crónicas publicadas en el país galo coinciden en destacar el tercero de los cuadros, por ser el más novedoso y atractivo para el público parisino, que acude en masa al teatro a fin de contemplar esa simulada corrida de toros, en la que Trinidad Cuenca interpreta el rol protagonista. Vestida de majo, la bailaora se mueve con gracia y soltura, y ejecuta ágiles zapateados mientras simula todas y cada una de las suertes del toreo. Veamos algunas de esas crónicas:

“Nada más curioso y más pintoresco que esta compañía. Para empezar, todo en ella es absolutamente español. Los decorados, el vestuario, las mujeres, los toreros y los boleros, todos llega directamente desde Sevilla. Se canta, se baila, se habla y se gesticula como en España. […] Los trajes son de una extraordinaria riqueza. Las estrellas de la compañía son las señoritas Gómez y Cuenca. La primera baila con una agilidad sorprendente y la segunda imita con una precisión destacable todos los ejercicios de los toreadores y de los toreros. Es un espectáculo de los más atractivos y por el cual realmente vale la pena darse un largo paseo” (Gil Blas, 17-1-1880) (2).

“… la atracción principal del espectáculo es el último cuadro de la noche. Como en los precedentes, se canta, se baila y se tocan las castañuelas. Lo único que tiene de particular es su corrida de toros. No hay nada más palpitante que ese terrible combate. Un valiente torero, representado por una pequeña española regordeta y muy agradablemente vestida con un traje ceñido, nos ha hecho experimentar todas las emociones de la plaza. Primero el juego de la capa; después viene el picador a caballo armado con su larga pica. Comienza la lucha, terrible; los espectadores españoles jadean. Se oye un grito… pero el picador herido pronto es recogido por dos toreros; un banderillero, que quizás entiende que el animal no ruge lo suficiente, le pincha dos banderillas en el cuello. Por último, el matador pone fin a nuestra ansiedad dándole al toro, después de varios pases brillantes, el golpe mortal, con grandes aplausos del auditorio. La parte española del público patalea. Está completo. A este combate sólo le falta un pequeño accesorio: el toro” (Le Figaro, 15-1-1880).

“¡Un rincón de Andalucía en la calle de los Mártires! […] Se trata también de cuadros muy pintorescos y llenos de colorido local, de escenas interesantes de las costumbres de Andalucía, que podrían hacernos creer que, en un abrir y cerrar de ojos, hemos sido transportados al otro lado de los Pirineos. Un domingo en la playa de Málaga, Una plantación en Cuba y Una noche en la corrida de toros son los tres cuadros, muy atractivos, que componen el espectáculo. El último, sobre todo, merece una mención muy especial, con su entrada de los toreros, cantando la marcha de las corridas de toros, Pan y toras (sic.), los bailes españoles de los majos y las manolas y el simulacro de un combate bien ejecutado por la Srta. Cuenca y, uno tras otro, el picador, los banderilleros y el matador. […] En conjunto, una velada muy agradable y un espectáculo muy curioso de ver” (Le Tintamarre, 25-1-1880, del francés).

Paco de LucenaPaco de Lucena

Es tal la aceptación de este espectáculo por el público parisino que, después de dos meses, aún sigue representándose en el Athéneum. El corresponsal de El Imparcial aporta nuevos detalles y curiosidades sobre el mismo, y describe en profundidad cada uno de los cuadros, especialmente el tercero, en el que siguen residiendo las claves de su éxito:

Cuadro tercero: costumbres de Andalucía. Es el delirio de lo cómico. La escena representa un salón en Sevilla la noche de un día de toros. Como en España todo el mundo es por fuerza gitano, contrabandista o torero, la gente se reúne en el patio y, siguiendo sin duda alguna severa ley de la etiqueta andaluza, va entrando en el salón formada en cuadrilla y entonando la marcha del Pan y Toras (para que no se asuste el público, se ha creído conveniente convertir en toras los toros de la célebre marcha). Mr. Paco de Lucena, coge la guitarra y principia a tocar, mientras al compás bailan unos cuantos monsieurs y mademoiselles.

Pero no tardan los bailarines en cansarse; hay allí, sin embargo, y por fortuna, un buen mozo que va a salvar el honor español, haciendo ver a esos gabachos lo que semos la gente de la tierra. El buen mozo se llama mademoiselle Cuenca, tiene un cuerpo bonito hasta dejárselo de sobra, y va a emprender la diversión favorita de las veladas sevillanas; ¡va a jugar al toro!

Con airoso paso da primero la vuelta al redondel y saluda a la presidencia. Coge luego la capa y se la tira al toro, llamándole a la lucha. Un bailarín se acerca y hace de picador de a caballo (!), sosteniendo en una mano las riendas y en la otra la pica de combate: la lucha principia, el toro embiste, y de una cabezada hiere al caballo del picador, simpático personaje que se levanta ayudado por dos toreros entre la conmiseración de las damas de palcos y butacas. Llegan los banderilleros, armados cada uno de dos banderas (!) con punta de hierro; se lanzan sobre el animal y se las hunden en el cuello (¡bárbaros!). Toca por último su turno al matador, que armado de espada y bandera (¡ni que fuera cada torero una casa recién acabada!), obliga al toro a aceptar la lucha, le persigue y acaba por tenderle de un volapié o de una arrancando.

La gente aplaude, vuelve a empezar la zambra y el jaleo, y le telón cae sobre los últimos compases de un bailoteo desenfrenado” (8-3-1880).

NOTAS:

(1) Recientemente, Faustino Núñez ha publicado, en el blog “el Afinador de Noticias  la partida de nacimiento de María de los Dolores Asunción (Trinidad) Huertas Cuenca, nacida en Málaga el 21 de julio de 1851, de los mismos padres que Trinidad María de la Concepción Bernarda Huertas Cuenca, a quien pertenece el documento encontrado por Manuel Bohórquez. Núñez plantea la duda de si ‘nuestra’ Trinidad Cuenca sería la primera o la segunda de las hermanas, ya que, entre la variedad de nombres que ambas acumulan, figura el de Trinidad. No obstante, y a falta de confirmación, optamos por pensar que debe de tratarse de la segunda, que es quien lleva dicho nombre en primer lugar. Por otra parte, de haber nacido en 1851, en 1868 tendría 17 años, por lo que no sería ya una “niña”, apelativo con el que se refiere a ella la prensa en ese mismo año.

(2) La traducción de todos los textos de periódicos extranjeros es nuestra.


La Malena, la elegancia de una bailaora de la vieja escuela (I)

Magdalena Seda Loreto, “La Malena”, nació en Jerez de la Frontera en torno a 1875, en el seno de una familia gitana de gran tradición flamenca. Tuvo como maestra a su tía María la Chorrúa, que destacaba especialmente en el baile por alegrías. De ella aprendió a mover las manos y los brazos con una gracia y un estilo insuperables.

Pronto se trasladó a Sevilla y fijó su residencia en la Alameda de Hércules, que en aquellos años destacaba por ser uno de los espacios más flamencos de la capital andaluza. Allí tuvo como vecina a su paisana y genial artista Juana la Macarrona, la única bailaora de su tiempo capaz de hacerle sombra a La Malena. Según Fernando el de Triana, era difícil elegir a una de las dos:

“Esta célebre bailadora es la que durante muchos años tiene divididas las opiniones sobre cuál es la mejor, si la Macarrona o ella. Por la colocación de sus brazos, y por los majestuosos movimientos de su arrogante figura, llenos de ritmo y de salsa gitana, siempre contó y cuenta con la admiración del público, que con entusiasmo aplaude el maravilloso arte de tan genial artista. Ya está metida en años, como su eterna competidora; pero, así y todo, cuando las dos dicen ¡vamos allá!, sin duda ni discusión, son las dueñas del baile clásico flamenco” (Arte y artistas flamencos, 1935).

La bailaora Magalena Seda, La MalenaLa bailaora Magalena Seda, La Malena

De hecho, las carreras de ambas artistas discurrieron por derroteros similares, desde sus inicios en los cafés cantantes sevillanos, pasando por los teatros y los éxitos internacionales, hasta terminar su vida profesional en distintas compañías artísticas. A finales del siglo XIX, la Malena y la Macarrona reinaban en El Burrero, y posteriormente coincidieron en el Novedades. A principios del siglo XX, el café Filarmónico también fue testigo del baile majestuoso, elegante y recogido de Magdalena Seda, de la gracia de sus brazos y la belleza gitana de su rostro.

“La Malena simbolizaba y compendiaba toda la gracia, todo el garbo y todo el mejor estilo de un arte aprendido y asimilado por ella con verdadera devoción, y en el que ponía toda su alma y todos sus sentidos […]. Y añade Manuel Vallejo: ‘Nosotros los flamencos no sabríamos elegir entre ella y la Macarrona, y tampoco cuál de las dos era mejor. La Macarrona era todo nervio, flamenquismo, gracia, un verdadero fenómeno. Por el contrario, la Malena, más espiritual, más exquisita, más cultivada, obedecía a unos principios en los que el arte en toda su pureza se imponía. Jamás pisó la cola de su traje -añade- ni dio pasos hacia atrás, como lo hacen todas. Su arte era distinto a las de su género, y había que verla bailando en contra tiempo. Además, tenía un buen tipo y unos brazos interesantes, con los que realizaba verdaderas filigranas. En los sitios en los que ella actuaba había que ‘cerrar las cancelas’ todos los días. Hará unos cuarenta años, en el Novedades de Sevilla, le pagaban treinta reales diarios, igual que a la Macarrona” (Revista Dígame, 27-2-1956). (1)

En 1908, la Malena figuraba en el cuadro flamenco del sevillano Teatro Novedades, junto a los siguientes artistas:

“Tocador de guitarra, José Triana, ‘El Ecijano’.
Cantadores: Antonio Valiente, ‘El Macareno’, uno de los más famosos y que más se distinguen en el género andaluz, y José Pérez, ‘El Tiznao’.
Bailadoras: Magdalena Seda; Antonia Gallardo, ‘La Coquinera‘; Juana Junquera; Rita Ortega.
Cantadora: Teresa Seda, ‘La Jerezanita’.
Boleras: Carmen Fernández, Presentación Muñoz, María Pardo, Antonia Serrano, Ángela Álvarez y Teresa Jordán.
Coupletistas: Candelaria Medina y ‘la Lulú’” (El Globo, 10-3-1908).

En 1911, la bailaora paseó su arte por la Rusia de los zares, junto a la compañía del maestro Realito. A finales de los años veinte era “ovacionada a diario” (Heraldo de Madrid, 23-4-1929) en el Kursaal sevillano, donde formaba parte de un cuadro dirigido por el bailaor Frasquillo. Convertida ya en toda una institución del baile flamenco y, una vez más, junto a Realito, la Malena se presentó con gran éxito en la Exposición de Barcelona de 1930.

Comienza entonces una nueva etapa de esplendor para la artista, que vuelve a salir de gira con distintos espectáculos, saborea de nuevo las mieles del éxito y es constantemente elogiada por la prensa de la época.

La Malena con la compañía de la Argentinita (La Libertad, 1933)La Malena con la compañía de la Argentinita (La Libertad, 1933)

En abril de 1933 se estrena en Madrid el sainete andaluz Manolo Reyes o La fragua del Sacromonte, de Pedro Moreno García. Según la crítica, la obra no es más que un pretexto para el lucimiento de grandes figuras, como la Niña de los Peines, Pepe Pinto o la Malena, que son calurosamente acogidas por el público.

“La Malena, la ‘bailaora’ de sabor clásico, fue muy celebrada. […] En suma: una afortunada jornada para el cante ‘jondo’ y el baile flamenco” (El Imparcial, 20-4-1933).

“A decir verdad, Manolo Reyes son unas cuantas coplas gitanas y flamencas con gotas de sainete. […] Pastora Pavón […] con sus ‘seguiriyas’ gitanas, madre del ‘cante jondo’; Pepe Pinto, con su ‘prosa flamenca’ […]. Luego, ‘La Malena‘, encarnación soberbia del ‘baile jondo’ -que nada tiene que ver con el baile flamenco- nos deleitó con la maga elocuencia de su busto y de sus pies, donde la armonía contenida y expresiva, crispada y refrenada de la carne en pasión, labra su mejor poema” (El Sol, 20-4-1933).

Su renacer artístico junto a La Argentinita

Un mes más tarde, la Malena, junto a la Macarrona y Fernanda Antúnez, forma parte del nuevo espectáculo de Encarnación López, la Argentinita, que se presenta por primera vez en el Teatro Falla de Cádiz. Se trata de una adaptación de “El amor brujo” de Manuel de Falla, en la que también intervienen, además de su directora, los bailaores Rafael Ortega y Antonio Triana, y una jovencísima Pilar López. La música corre a cargo de la Orquesta Bética de Cámara.

En un reportaje previo al estreno, Miguel Pérez Ferrero ofrece sus impresiones sobre el ensayo de la obra, y reproduce las declaraciones de la Argentinita sobre las veteranas bailaoras:

“Baila incomparablemente la mocita. Se queda quieta, pensativa, La rodean las viejas. Corre la espina dorsal un calofrío. No hay adjetivos posibles. ¡Son las abuelas del baile con el prestigio de su nieta mejor!”

“Yo me he encargado de buscar los elementos de esta compañía. […] Los que Falla merece y necesita. Estoy encantada de todos: de esas tres enormes ‘bailaoras’ que son la Macarrona, la Malena y la Pompi, con las cuales el baile flamenco puede conservar su categoría de primer plano artístico en todo el Mundo” (Heraldo de Madrid, 30-5-1933).

El estreno del espectáculo es todo un éxito, amplificado por el hecho de tener lugar en Cádiz, ciudad natal de Manuel de Falla.

“A propósito de la representación, copiamos de un periódico de Cádiz: […]
La Argentinita ha conseguido obtener en Cádiz -precisamente por ser el púbico más difícil y entendido- un rotundo éxito con El amor brujo. […] Porque Cádiz, tan difícil de engañar, ha dado su fallo, y el fallo ha sido aplaudir incansablemente y desgarrarse en vítores de júbilo toda la noche” (La Voz, 15-6-1933).

La Malena, en 1933La Malena, en 1933

Tras su bautismo de fuego en la tacita de plata, en junio de 1933 El amor brujo se presenta en el Teatro Español de Madrid, donde sigue cosechando aplausos y elogios. La prensa alaba especialmente la contribución de la Malena y sus coetáneas:

“… en esa parte de la fiesta, hay que registrar una resurrección: la del auténtico baile gitano en la sucesión -entre faraónica y goyesca- de las ‘alegrías‘ finales, incorporadas, con milagrosa inspiración lazárica por esas tres viejas glorias, ‘emperaoras‘ del viejo café Novedades sevillano: La Macarrona, La Fernanda, La Malena” (Heraldo de Madrid, 16-6-1933).

“Momentos hubo, como en ‘La danza del fuego fatuo’, donde la emoción plástica y rítmica alcanzó una intensidad y realización perfectas con la intervención de esas tres viejas bailaoras que recordaban a las tres Parcas, hermanas grises, hijas del Caos y ministras del Destino” (La Libertad, 17-6-1933).

“La Macarrona, la Malena y la Fernanda no tienen cuerpo, ni falta que les hace. ¡Bailan sin tener cuerpo! […] Las tres viejas no son las herederas de las bailarinas de Tartessos, son las mismas bailarinas, sin edad desde siempre” (La Voz, 16-9-1933).

“Y esas tres viejas maestras del fandango clásico que son ‘La Macarrona‘, ‘La Malena‘ y ‘La Fernanda‘, que no sienten el peso de los años sobre sus figuras fondonas: cuando los ‘sones’ flamencos cruzan el aire, se truecan jóvenes, ingrávidas, y arquean las cinturas graciosas y sus pies repiquetean sobre el tablao liberados, por unos segundos, de la esclavitud dolorosa de los juanetes. ¡Porque tienen juanetes, y muy grandes, sí, señor! Pero no se les nota cuando bailan” (La Crónica Meridional”, 30-6-1933).

NOTA:

(1) Citada por José Manuel Gamboa en Una historia del flamenco, Barcelona, Espasa, 2004.


Isabelita de Jerez, una gran cantaora injustamente olvidada

Isabel Ramos Moreno nació en 1895 en Jerez de la Frontera, en el flamenquísimo barrio de San Miguel. Inició su carrera artística en 1914 de la mano del guitarrista Pepe Crévola. La revista Eco Artístico, que se refiere a ella como “La Jerezanita”, informa sobre algunas de sus actuaciones, en distintas localidades de las provincias de Cádiz, Sevilla y Huelva:

“MONTELLANO – […] Pepe Crévola, con muy buen acuerdo, ha dejado a Luisa Requejo, que ya verá ahora las ventajas de vivir a la sombra de un buen artista, y en su lugar trabaja Isabel Ramos (La Jerezanita), cantadora de primera fila, y que desde su debut en ésta es muy celebrada” (15-8-1914).

“OLVERA – […] actúa el notable guitarrista Pepe Crévola y la cantadora de flamenco Isabel Ramos. Ambos obtienen estruendosos aplausos, habiendo sido prorrogados dos veces en su actuación a instancias del público” (15-9-1914).

“CONIL – […] Actuaron con gran éxito […] Isabelita Ramos (La Jerezanita), que domina el cante flamenco a maravilla, y Pepe Crévola, el gran guitarrista” (25-9-1914).

“BOLLULLOS DEL CONDADO – […] El notable guitarrista Pepe Crévola y la afamada cantadora de flamenco La Jerezanita actuaron en este Salón, escuchando ambos grandes ovaciones por su labor artística inmejorable. […] La Jerezanita canta con estilo y facultades” (5-11-1914).

La cantora Isabel Ramos Moreno, Isabelita de JerezLa cantora Isabel Ramos Moreno, Isabelita de Jerez

Como se deduce de estas reseñas periodísticas, la joven Isabel Ramos pronto alcanzó el reconocimiento y el favor del público. Junto a guitarristas como Pepe Crévola o Javier Molina, cosechó grandes éxitos en tierras andaluzas, y su presencia se hizo habitual en los cafés cantantes y teatros de Sevilla, como el Kursaal o el Novedades.

Una cantaora de primera

Isabel Ramos Moreno, “La Jerezanita”, más conocida hoy como Isabelita de Jerez, fue una excelente cantaora, muy completa. En su voz se aprecian ecos de las más grandes figuras del flamenco de su tiempo, como Juanito Mojama, El Gloria o Pastoria Pavón. Destacó especialmente en las bulerías de su tierra, así como en las saetas, alegrías, soleares, peteneras, tientos y seguiriyas, un cante, este último, típicamente masculino, que la artista interpretaba a la perfección.

Dan testimonio de ello las tres decenas de placas de pizarra que Isabel impresionó a principios de los años treinta para el sello Odeón, acompañada a la guitarra por Manolo de Badajoz, en las que interpreta letras como ésta:

“Al sitio donde te hablé
ganas me dan de volverme,
sentarme un ratito en él”

Pocas reseñas más encontramos en prensa sobre sus actuaciones en Andalucía, si bien sabemos, a través de un reportaje sobre Javier Molina publicado en el diario ABC, que en 1930 Isabel Ramos fue una de las artistas participantes en la fiesta celebrada por Juan Pedro Domecq en su finca “El Majuelo” de Jerez, con motivo del segundo centenario de sus bodegas.

“Fue una fiesta flamenca de la que se habló durante mucho tiempo. De Madrid acudieron para actuar Isabelita de Jerez, su marido Pepe Durán, ‘El Tordo‘, su hija, la hoy famosa bailaora Rosa Durán y el guitarrista Perico el del Lunar; de Cádiz fueron el tocaor Capinetti y Aurelio Sellés, uno de los grandes patriarcas del cante, […] y de Jerez actuaron, entre otros, Luisita Requejo, La Pompi, el Niño Gloria… A las cuatro de la mañana se incorporó el genial Manuel Torre” (24-5-1968).

Todo un cartel de lujo para un evento de postín, que nos da una idea de la popularidad alcanzada por esta cantaora jerezana, quien, tras alternar durante un tiempo en un café cantante de Valdepeñas (Ciudad Real) con Antonio Chacón y Manuel Torre, se instaló definitivamente en Madrid junto a su familia, para seguir cosechando éxitos.

En Madrid junto a Pastora Imperio

En 1930, Isabelita de Jerez comparte cartel con Manuel Centeno en el cine Alkázar, donde ambos ponen voz a las saetas de la película Fútbol, amor y toros.

La cantaora Isabelita de JerezLa cantaora Isabelita de Jerez

A partir de 1934, la artista empieza a aparecer en los carteles vinculada a los distintos espectáculos de Pastora Imperio, con quien recorre buena parte de la geografía española. Así, en febrero de ese año ambas participan en un homenaje al recitador González Marín, que se celebra en el Teatro Calderón de Madrid:

“Nota sensacional de esta noche, que para todo amante de las letras será inolvidable, ha de ser la reaparición en escena de la maravillosa artista Pastora Imperio, que acompañada por Ramón Montoya a la guitarra y por Isabelita de Jerez al cante bailará unas alegrías con aquel estilo único, personalísimo y genial que la [sic] dio fama” (La Libertad, 1-2-1934).

El éxito del espectáculo lo resume el diario ABC de una manera bastante gráfica: “Y para todos tuvo el auditorio, que ocupaba totalmente la vasta sala del Calderón, el premio de sus aplausos, porque lo cierto es que anoche, lo diremos en cañí para mayor propiedad, las palmas echaron jumo” (15-2-1934).

En el mes de mayo, la compañía de Pastora Imperio prosigue su gira por la costa mediterránea. El día cuatro, la prensa la sitúa en el Teatro Novedades de Barcelona y, dos semanas después, en el Teatro Principal de Alicante. En ambas ocasiones, el guitarrista que acompaña el cante de Isabelita de Jerez es Manolo de Badajoz.

Pocos días más tarde, el espectáculo se presenta con gran éxito en Córdoba, en el Cine Góngora:

“La emperadora del arte gitano, Pastora Imperio, hizo anoche su debut […]. Los tocadores de guitarra, Manolo de Badajoz y Víctor Rojas, con la monísima Isabelita de Jerez, célebre cantadora, completaron el gran espectáculo. Aplaudió mucho el público” (La Voz, 27-5-1934).

La gira continúa en Madrid, en el Coliseo España, con “grandes ovaciones” (ABC, 29-5-1934) a la “incomparable” Pastora Imperio y a la “buena cantaora” Isabelita de Jerez.

Nuevos éxitos y nueva gira

Unos días más tarde, El Heraldo de Almería publica la crónica de una fiesta celebrada en el Liceo Andaluz de Madrid, en la que actúa Isabelita de Jerez acompañada a la guitarra por Perico el del Lunar, en presencia de grandes personalidades:

“Allí aparece Isabelita de Jerez -la Niña de Jerez– que ha recogido en su rostro todo el color moreno y el gesto gitano de las ocho provincias andaluzas -es feílla pero graciosa-, con Perico el del Lunar, que lleva a su guitarra en fuerte abrazo como si fuera una novia.
¡Por bulerías!
¡Ollll…lé!
Ese olé lo dicen todos de corazón: desde el ministro de Agricultura don Cirilo del Río, hasta el conde de Colombí que ha honrado la fiesta con su esposa la señora condesa, pasando por Pepe Centeno, ministro del Tribunal de Cuentas, Perico Torres, Director del Centro de Estudios Agrosociales […] Bulerías, caracoles, sevillanas…” (Heraldo de Almería, 7-6-1934)

En agosto de 1934, Isabelita de Jerez forma parte del elenco de artistas que actúan en la Fiesta de las Actrices Españolas, celebrada en el Ideal Rosales de Madrid. Acompañada a la guitarra por Manolo de Badajoz, la cantaora comparte escenario con su hija, Rosa Durán, que debuta con éxito como bailaora:

“Las actrices españolas presentarán esta noche ante el público madrileño a la futura estrella del baile flamenco Rosita Durán, a la que cantará en esta su primera salida su madre, la popular y famosa cantaora Isabelita la de Jerez, acompañadas ambas a la guitarra por el no menos popular y famoso Manolo el de Badajoz” (La Libertad, 21-8-1934).

“Para todos estos artistas hubo aplausos entusiastas” (La Libertad, 24-8-1934).

La cantaora Isabelita de JerezLa cantaora Isabelita de Jerez

Un año más tarde, madre e hija participan en una nueva edición del festival de las actrices, celebrada esta vez en el Teatro de la Zarzuela:

“Gran cuadro de carácter genuinamente andaluz, a cargo de la joven y ya famosa bailaora de ‘alegrías’ y ‘bulerías’ Rosita Durán, esencia de la gentileza. Bailes raciales de ‘farrucas’ y ‘garrotines’ por la famosa, escultural y bellísima Alfonsina. Cantará en los bailes la popularísima artista Isabelita la de Jerez, solera del cante, todas ellas acompañadas a la guitarra por el maestro de maestros en el rumbo andaluz Niño Pérez” (La Voz, 9-4-1935).

En ese mismo año, la cantaora vuelve a salir de gira con la compañía de Pastora Imperio, que recorre España con un nuevo espectáculo. Entre otras ciudades, visitan Zamora, en el mes de septiembre.

Un año más tarde, ya en plena Guerra Civil, Isabelita de Jerez y su hija, Rosita Durán, forman parte del elenco de artistas contratados por el madrileño teatro Alkázar para la nueva temporada. Junto a ellas, “Caracol (padre), Niño Caracol, Manolo el de Badajoz, Pedro el del Lunar, Mazaco [y] José Ortega” (La Voz, 30-10-1936) completan el cuadro flamenco para los finales de fiesta.

Sus últimos años

En la primavera de 1938, la prensa vuelve a situar a la cantaora en Madrid, en el teatro Variedades, vinculada a un nuevo montaje de Pastora Imperio, el cuadro flamenco “Canasteros de Triana”, en el que intervienen artistas como Caracol padre. Desde finales de abril, también forma parte del cartel La Niña de los Peines, así como -en algunas ocasiones- Rosita Durán. El espectáculo permanece durante dos meses en el Variedades, hasta que, a mediados de mayo, pasa al Teatro de la Zarzuela, donde continúa representándose varias semanas más, hasta finales de junio.

Tras un obligado paréntesis, debido a la toma de Madrid por las tropas nacionales, y una vez finalizada la guerra, la compañía de Pastora Imperio vuelve a los escenarios. Sin embargo, durante los años 1940 y 41 se advierte la ausencia de Isabelita de Jerez, tal vez debido a su enfermedad, según el testimonio de José Ignacio Primo, que ha realizado una exhaustiva investigación sobre los últimos años de vida de la cantaora.

En 1942, Pastora Imperio estrena su espectáculo “El Amor Brujo, La Bodega, La Zapaterita y Rumbero Gitano”, según el mismo autor. Tras su presentación en el madrileño Teatro Fontalba, la compañía inicia una nueva gira en Valladolid y llega, posteriormente, a Zamora, donde tiene lugar el repentino fallecimiento de la cantaora, aquejada de una insuficiencia hepática.

Tal y como reza en la partida de defunción, localizada por José Ignacio Primo, el deceso se produjo a las 8 de la tarde del día 7 de junio, en la pensión Cuatro Naciones de Zamora, donde se alojaba la compañía durante sus representaciones en el Teatro Nuevo de dicha localidad. A pesar del luctuoso acontecimiento, la función no se suspendió.

En la prensa de la época no se han encontrado referencias a la desaparición de esta cantaora, que permaneció en la brecha hasta el último momento, y que ha sido definida por críticos y estudiosos como “una gran emperadora de los cantes de Jerez” (Juan de la Plata), “una artista de un gran calado, con un sentimiento gitano y una profundidad tremenda” (José Ignacio Primo), que “poseía un eco gitano insuperable, y todo lo cantaba bien” (Augusto Butler).

Con estas credenciales, cuesta entender el olvido en que el tiempo ha sumido a esta extraordinaria cantaora, a la que, gracias al esfuerzo de estudiosos como José Ignacio Primo, podemos hoy conocer un poco mejor.

 

Unos cantes de Isabelita de Jerez, de la colección Flamenco y Universidad, por cortesía de Pedro Moral: