Juana Vargas y su troupe de gitanas reinan en París hasta el cierre de la Exposición, a finales de octubre de 1889. En anteriores entradas ya hemos abordado con detalle sus bailes, así como la recepción de los mismos por parte de la crítica gala. Durante varios meses, las flamencas andaluzas han puesto una nota de color y exotismo en la escena parisina… y es precisamente ese carácter insólito, extraño, salvaje, lo que las hace tan atractivas para los sofisticados franceses, que ven a estas mujeres casi como animales, como seres carentes de raciocinio que actúan sólo por instinto:
“Imaginad a una multitud de niños a los que un hada, tocándolos con su varita, hubiera obligado a dar saltitos eternamente en un alboroto perpetuo. En efecto, son niños, estas mujeres; menos que niños, – jóvenes animales salvajes, que juegan, brincan, y también muerden sin cesar de jugar. Del animal tienen la inconsciencia, el paso de sorpresa, el pronto apetito de todo lo que ven. Se lanzan sobre lo que quieren como un gato atrapa a un ratón. Lo que hacen, no saben por qué lo hacen. ¿Deseo? No, instinto. Tienen diversiones de las que no sabríamos darnos cuenta. La primera vez que me vio, la Macarrona saltó sobre mi sombrero, me lo arrebató, se lo puso en la cabeza, se lo calzó y huyó, llevándoselo, por la estrecha escalera: ¡Cuando volvió a bajar, tenía alrededor del cuello, como una gorguera de pierrot negro, los bordes sin cofia de mi sombrero! Y es precisamente de su animalidad de donde viene su encanto extraño y brutal. Son desconcertantes y son atrayentes, estas jóvenes mujeres de bonitos ojos, de profundo cabello oscuro, que no piensan, ni observan, que lo ignoran todo, no quieren aprender nada, se limitan a sentir, a querer comer, beber, amar, bailar, ¡sobre todo bailar! ¡bailar como las lobeznas saltan en los brezales, como los pájaros carpinteros vuelan de rama en rama! Y sus vestidos abigarrados, sus mantones azules, rosas, verdes, amarillos, tal vez sean el pelaje de esos animalitos feroces o el plumaje de esos pájaros salvajes” (L’Écho de Paris, 2-10-1889). (1)
Por tanto, para preservar ese salvajismo en toda su pureza, para que sigan siendo únicas y especiales, el cronista desea y recomienda a las gitanas que no permanezcan mucho más tiempo en París, pues correrían el riesgo de volverse inteligentes y, a fin de cuentas, de convertirse en mujeres como las demás.
Una vez más, el periodista recurre al burdo estereotipo que identifica a los gitanos con el robo y la mendicidad:
“Que se guarden bien de domesticarse, estas salvajes. ¿Qué haría de ellas París, al cabo de varios meses? Personas muy inteligentes […]. ¡Que se les ahorre esta decadencia de ser mujeres como tantas otras! Ellas nos han traído -entre la banalidad de tantos espectáculos siempre iguales- algo un poco extraño, lejano, desconocido. ¡En buena hora, y se lo agradecemos! Pero que no se queden en este París, donde dejarían de ser ellas mismas. Ahora que han ganado para comprarse pendientes y espejos en los que contemplar la risa de su dientes, que se marchen, que regresen a la colina del Albaicín, en los agujeros de yeso desmoronado cubiertos por telas de rayas, que recuerden París como una ciudad en la que han bailado, y eso es todo, que digan la buena ventura, que vayan los domingos a mendigar a las ferias, que se casen con algún joven bueno, ladrón de caballos, que la sábana nupcial, en la ventana, el día después de la boda, dé testimonio de los pudores durante mucho tiempo reservados y que de Soledad, de Matilde, de Vicente, nazcan pequeñas gitanas, sencillas, rudas, salvajes, y bailarinas como ellas” (L’Écho de Paris, 2-10-1889).
A pesar de los consejos de Catulle Mendès -así firma el cronista-, la idea de regresar a España no entra en los planes de El Chivo y su troupe, que han firmado un contrato con una sala parisina. No obstante, el debut, que está previsto para el once de noviembre, debe posponerse, debido a la desaparición de Soledad, que, a pesar de todas las precauciones tomadas por su padre, se marcha con un joven ruso.

Cartel de “El rapto de Toledad”
El suceso hace correr ríos de tinta, tanto en las gacetas francesas como en las españolas, e incluso sirve de inspiración para la opereta en tres actos “El rapto de Toledad”, que se estrena en 1894 en el Théâtre des Bouffes-Parisiens.
El 19 de noviembre la compañía comienza sus representaciones en el Casino du High-life (antiguo Alcazar d’Hiver). Éstas se prolongan durante varios meses, a pesar de la ausencia de sus estrellas, pues ni Soledad ni La Macarrona figuran ya en el elenco.
Regreso a la Ciudad de la Luz
El gran triunfo de “Las Gitanas de Granada”, con La Macarrona a la cabeza, durante la Exposición de 1889 sigue vivo durante años en la memoria del público parisino. De hecho, distintos diarios lo utilizan como reclamo para anunciar su regreso a principios de los años noventa.
Desde mediados de mayo de 1891, la troupe actúa durante más de un mes en el music hall de las Montagnes Russes. A diferencia de la gran cobertura informativa que le dispensó durante la gran muestra internacional, en esta ocasión la prensa gala sólo le dedica algunas gacetillas:
“Aunque el programa de las Montagnes Russes es en este momento realmente extraordinario, la dirección anuncia para esta noche el debut de las ‘Gitanas de Granada’, bajo la dirección del capitán Chivo. Gran Ballet con la ‘Macarrona’, el gran éxito de la Exposición. ‘El Fonógrafo’ de Edison perfeccionado, el mismo que obtuvo tanto éxito en 1889” (Le Figaro, 9-5-1891).
En noviembre de 1893, Juana Vargas, Soledad y el resto de la compañía vuelven a cruzar los Pirineos para ofrecer una serie de representaciones en el exclusivo Casino de París, que ha enviado expresamente a buscarlas al profesor de guitarra y mandolina Agos Boské:
“La famosa Macarrona, cuyo prodigioso éxito durante la última Exposición universal aún no hemos olvidado, ha sido contratada por el Casino de París con la compañía española que compartió su fama en 1889. Volveremos a ver con mucho gusto a estas gitanas de tipo tan original y cuyos bailes fueron considerados tan curiosos y atrevidos” (Le Journal, 12-1-1893).

Jeanne Granier caracterizada como La Macarrona
Las crónicas tampoco son demasiado explícitas en esta ocasión. El diario Le Journal nos ofrece una breve descripción del ambiente que se respira en la sala durante la actuación de La Macarrona:
“… la gran sala del Casino, donde la vista se pierde, mientras que los rumores de la multitud, por momentos dominados por las armonías de la orquesta del fondo, vienen a expirar aquí…
Más cercanos, a veces, estallan estridentes los sonidos de pandero y de castañuelas que entonan la leve sonoridad de las mandolinas y las guitarras.
Es La Macarrona que, con las melodías semi-orientales de Andalucía, baila sus habaneras…” (Le Journal, 9-2-1893).
Tras varias estancias en la capital francesa junto a las Gitanas de Granada, la presencia de Juana Vargas vuelve a ser requerida en distintos escenarios. En noviembre de 1893, el público “viene en masa [al Moulin Rouge] a admirar y aplaudir los bailes sugestivos de La Macarrona” (Le Petit Parisien, 1-11-1893), que comparte cartel con artistas francesas, como Serpolette o la Goulue.
Unos meses más tarde, se puede disfrutar de su arte en una cena organizada por los príncipes Dominique Radziwill en su mansión de la Calle Lamenais. Entre los artistas que amenizan la velada también destaca la presencia de la actriz Jeanne Granier, famosa por su interpretación del papel de la Macarrona en la revista Paris-Exposition, estrenada en 1889:
“Después de la cena, aplaudimos a Jeanne Granier, impresionante de verbo y de espíritu, en sus canciones; a La Macarrona, que ejecutó varios bailes de su país natal, y al Sr. Miquel, el excelente pianista español” (L’Écho de Paris, 9-3-1894).
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NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.