Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Configuración del repertorio y la personalidad artística de Amalia Molina en la primera etapa del género de variedades* (I)

La cantaora, bailaora y cupletista Amalia Molina (1), que permaneció en activo hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, fue una de las grandes estrellas españolas de los escenarios de variedades. Nacida en Sevilla, donde aprendió desde pequeña el cante y el baile flamenco y de la Escuela Bolera, se trasladó a Madrid en 1904 en busca de nuevos horizontes profesionales.

Amalia Molina

Amalia Molina

Debutó en el Salón de Actualidades, en el que trabajó durante trece meses consecutivos y se convirtió en una de las primeras figuras del recién inaugurado género de varietés. Dan testimonio de ello autores como Álvaro Retana, quien afirma que «en 1905, las cuatro “estrellas” más refulgentes del género ínfimo eran Pastora Imperio, la Fornarina, Chelito y Amalia Molina, y en torno a ellas brillaban […] otros “asteroides” de menor cuantía» (Estampa, 9-7-1932: 43) (2).

Ese primer triunfo en Madrid supuso el despegue definitivo de una brillante y dilatada carrera, que transcurrió por teatros y salones de toda España, y adquirió dimensión internacional, con prolongadas giras por Europa, el norte de África y, principalmente, por América. Una trayectoria así, que va mucho más allá de un simple éxito pasajero, no puede deberse al azar, máxime en un contexto en el que la juventud y la belleza estaban entre las cualidades más valoradas en las artistas.

Nos proponemos, pues, desentrañar y analizar las claves que llevaron a Amalia Molina a alcanzar la gloria y a mantenerse durante años en lo más alto del escalafón. Ante la imposibilidad de abordar su medio siglo de trabajo sobre las tablas, nos centraremos en la que Álvaro Retana definió como edad antigua de las variedades, que coincide con la primera década del siglo XX (Ibidem).

Amalia Molina

Amalia Molina

1. Aprendizaje y formación artística

Amalia Molina nació en Sevilla el 28 de enero de 1885 (3). Aunque en su familia no existían artistas profesionales, se crio en un ambiente muy popular, en el que el flamenco y el folclore formaban parte de su día a día. Así lo reconocía la propia artista en una entrevista concedida en 1944 a Gil Gómez Bajuelo: «Mis ojillos vieron la lu primera en la casa más flamenca de Seviya, el Corral del Cristo, de la calle Pedro Migué» (ABC de Sevilla, 7-7-1944: 4). Según su biógrafo, García Carraffa, a ese lugar lo hicieron «célebre las fiestas y los bailes que en él se celebraban los domingos y a los que concurría un admirable, supremo y delicioso mujerío» (Cancionistas y bailarinas españolas. Amalia Molina, 1916: 15).

Allí comenzó Amalia un aprendizaje vivencial, inconsciente, en el que tuvo múltiples maestras, y entre ellas una muy especial:

—¿Y cómo se despertó en usted esa afición?

—De ver bailá a las mositas del barrio, y sobre too de vé bailá a mi madre, que lo hasía mu divinamente. A los siete años ya bailaba yo las sevillanas solo de habérselas visto bailá a ella. (García Carraffa, ibidem: 17)

En los años de su infancia asistió con asiduidad a las fiestas que tenían lugar cada semana en los corrales sevillanos –en el del Cristo, en el de Enciso…–, así como en la época del carnaval o las Cruces de Mayo. A decir de García Carraffa, la niña «no solo bailaba ya primorosamente; cantaba también con excelente estilo las sevillanas corraleras y otras canciones andaluzas» (ibidem: 20).

Fiesta en un corral de vecinos de Sevilla. CADF.

Además, siguiendo el ejemplo de su madre (4), a los ocho años cantó por primera vez saetas al paso de las procesiones de Semana Santa (ibidem: 21). Dadas las buenas dotes artísticas de la pequeña así como su gran afición, su familia le buscó un maestro con el que continuar su aprendizaje de un modo más formal: «en vista de lo apañá que yo era pa too lo flamenco, me fui a la academia de Joselito Castillo, el bailarín famoso, y a él me encomendé y él me enseñó a bailá» (Carretero Novillo, Nuevo Mundo, 23-3-1917: 16).

Continuó sus estudios con Ángel Pericet, gran maestro sevillano de la Escuela Bolera, que la hizo debutar en 1895 en el Teatro de la Alhambra de Madrid junto a una troupe infantil en la que también figuraba su sobrina Carmen Díaz Molina (5). El repertorio de la compañía incluía sevillanas, manchegas, malagueñas, peteneras, el baile inglés y el olé andaluz, entre otras danzas. Las crónicas periodísticas destacan la labor de la pequeña Amalia, que hizo «primores» ejecutando el Vito (Fray-Cirilo, La Rioja, 7-6-1895: 2) y «cantó con mucho estilo algunas coplas de malagueñas» (ibidem, 8-6-1895: 2).

A su regreso a Sevilla, continuó su formación con otro gran referente de la Escuela Bolera, el maestro José Otero, que décadas más tarde aún la recordaba como una de sus alumnas más sobresalientes: «para bailar con arreglo a escuela, ninguna artista como esa pimienta, que rabia y pica, llamada Amalia Molina. En eso no le gana a ella nadie» (Muñoz San Román, ABC de Sevilla, 22-2-1930: 6).

El Maestro Otero y su cuadro

El Maestro Otero y su cuadro de baile

A ese aprendizaje vivencial y al estudio con diferentes maestros hay que sumar la experiencia profesional en distintos cafés cantantes de Sevilla, tales como el Suizo, el Novedades o el Salón Filarmónico-Oriente. En el primero de ellos, durante la temporada de primavera de 1898, formó parte de un cuadro de bailes españoles y franceses dirigido por el maestro Bermúdez, en el que coincidió con bailarinas como Magdalena Bermúdez, Carmen Álvarez, Julia Domínguez o Isabel Fernández (6).

En 1902 se integró en el cuadro de baile bolero del Café Concierto Novedades, junto a la Loleta, la Bermúdez, Eloísa Díaz y Carmen Díaz, bajo la dirección del maestro Enrique Sánchez. El elenco flamenco de ese local estaba formado por «La Macarrona, La Malena, La Sordilla, La Melliza, La Roteña, La Trini, Rita Ortega, Enriqueta la Macaca, La Junquera, El Tiznao, y el guitarrista El Ecijano» (Blas Vega, Los cafés cantantes de Sevilla, 1987: 71), además de don Antonio Chacón, como figura principal.

En 1903 fue contratada para formar parte del cuadro bolero del Filarmónico, dirigido por el maestro Pericet. En este salón compartió cartel con Rita Ortega, Pepa de Oro, Antonio Ramírez, Juan Ríos y Juan Ganduya, Habichuela, entre otros artistas (ibidem: 55).

Carmen Díaz y el maestro Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Es indudable que el contacto diario con esas grandes figuras del cante y del baile también hubo de dejar un poso importante en la joven Amalia. De hecho, cuando años más tarde le preguntó El Caballero Audaz «¿Cuál ha sido su maestro de canto flamenco?», ella no dudó en responder: «¡Chacón!… Es el que más me gusta. Yo lloro oyendo cantá a Chacón… Juan Breva también se traía lo suyo» (Carretero Novillo, ibidem: 17).

NOTAS:

* Artículo publicado en Enclaves. Revista de Literatura, Música y Artes Escénicas, n.º 1, 2021, pp. 36-55. e-ISSN 2792-7350.

(1) Recientemente ha visto la luz la biografía Amalia Molina (1885-1956). Memoria de una universal artista sevillana (Ángeles Cruzado, Benilde, 2020), que realiza un seguimiento de la carrera artística de su protagonista a partir de un trabajo de investigación hemerográfica. A diferencia de la citada obra, este artículo no se queda en la crónica descriptiva, sino que va un paso más allá. Aborda con mayor profundidad el contexto y las influencias recibidas por Amalia Molina tras su llegada a Madrid para abrirse camino en el género de las variedades, y analiza el modo en que empezó a construir su repertorio y a crearse un estilo propio, al que permanecería fiel durante toda su vida.

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(2) En 1912, Amalia Molina seguía ocupando un puesto destacado en los rankings de estrellas de variedades, como en el que recoge Colirón en la revista Madrid Cómico: «De cuantas “estrellas” de “varietés” pisan las tablas, merecen únicamente especial mención, según mi humilde modo de pensar, las señoritas La Goya, Amalia Molina, Pastora Imperio, Consuelo Bello (Fornarina) y la Argentina» (12).

(3) Así consta en la página 253 del folio 45/2 de la Sección 1.ª del Registro Civil de Sevilla, acta de nacimiento n.º 102.

(4) Así lo refiere su biógrafo, a partir del testimonio de la propia artista. No obstante, esta ofrece algunos datos sobre su genealogía familiar que no concuerdan con los documentos oficiales, lo cual nos lleva a plantear la duda de si ese primer referente artístico se correspondía realmente con su madre (Teresa Jiménez, natural de Antella, Valencia) o con alguna de sus hermanas mayores, fruto del primer matrimonio de su padre, a las que Amalia nunca menciona.

(5) Completaban el elenco Pastora Sánchez, Manuel Martínez y Carmen Álvarez como primera bailarina (El Liberal, “Entre bastidores”a 4). El grupo pasó después al Teatro Príncipe Alfonso de Madrid y también actuó en otras ciudades, como Segovia, Palencia, Burgos o Logroño.

(6) Información contenida en el cartel del Café Suizo, del 15 de mayo de 1898. Archivo de prensa de Sevilla de José Luis Ortiz Nuevo.


Su Majestad, Pastora Imperio (I): La forja de una estrella

Cuando una está predestinada al arte, éste se acaba imponiendo… y Pastora lo traía de serie. Nacida en 1885 en el sevillano barrio de la Alfalfa, era hija de Rosario Monje ‘la Mejorana’, gran bailaora gaditana retirada antes de tiempo para dedicarse a su familia, y del sastre de toreros Víctor Rojas.

Su padre deseaba para ella una vida “normal”, como la de cualquier chica de su edad, pero el destino es caprichoso… te busca y te atrapa, y si Pastora sale indemne de Serva la Barí, donde el cante y el baile florecen en cada esquina, en Madrid le aguarda su encuentro definitivo con el duende.

Pastora Imperio (El Arte del Teatro, 15-8-1907)

Pastora Imperio (El Arte del Teatro, 15-8-1907)

Con el cambio de siglo, la familia se traslada a la Villa y Corte en busca de algún remedio para la enfermedad de Víctor, y se instala en un piso de la Calle de la Aduana, justo debajo de la academia de baile de la maestra jerezana Isabel Santos.

“-… ¡Y ahí empezó el queso! Yo, desde que me di cuenta de que arriba se movían los pinreles y se tocaban los palillos, no vivía ni dejaba tranquilo a nadie. Si estaba fregando la escalera y oía bailar, dejaba la rodilla y me ponía a dar saltos sobre un escalón. Un día se me prendieron fuego las ropas porque iba por el pasillo de mi casa con el quinqué de petróleo entre las manos y, al escuchar arriba un bolero, me puse a dar saltos con el quinqué y todo, y, claro, me quemé. En fin, una fiebre, una locura.
-¿Y sus padres de usted qué decían de sus aficiones?
-Pues mi padre decía que me iba a romper una pierna para que no saltara tanto.
[…]
-… un día, fregando la escalera, llegó un señor y me preguntó por la academia de baile […]. Me dijo que era D. José Fernández, amo de un teatro que se llamaba Japonés, y donde las mocitas bailaban mucho. Yo aproveché la ocasión y, con el achaque de acompañar al caballero, me colé en la academia […]. Aquel día nació en mi imaginación la idea de ser artista. Me volví loca del todo” (Nuevo Mundo, 23-2-1917). (1)

Pastora Imperio, junto al elenco de artistas del Teatro Japonés (Vida Galante, 7-10-1900)

Pastora Imperio, junto al elenco de artistas del Teatro Japonés (Vida Galante, 7-10-1900)

Tras vencer la reticencia inicial de su padre, en octubre de 1900 la joven Pastora debuta en el recién inaugurado Teatro Japonés de Madrid, uno de los muchos salones que en esos años comienzan a surgir en la capital, dedicados al cultivo del denominado género ínfimo o de variedades, que, una vez superada su sicalíptica etapa inicial, se ofrece como un entretenimiento apto para todos los públicos, incluidas las damas:

“¡LAS SEÑORAS PUEDEN ASISTIR AL TEATRO JAPONÉEEEEES!!! Y las señoritaaaaas!!! POR MELINDROSAS QUE SEAAAAN…!!!” (La Correspondencia Militar, 1-10-1900).

“Lujo, luces, confort, elegantes acomodadores, buffet bien servido y alegría en todo el local. Pero alegría sana, a la cual no podría poner reparos el más severo padre de familia ni el más austero Pidal. […]
Van señoras, y puede verse, entre fraques y smokings, numeroso público que escucha correcto y complacido” (Heraldo de Madrid, 28-10-1900).

En el Salón Japonés actúa una compañía de varietés franco-española, que incluye cupletistas, actrices, teatro de fantoches, linterna mágica y dos parejas de baile español: las Hermanas Domedel y las Hermanas Imperio, nombre con el que el periodista Alejandro Saint-Aubin bautiza al dúo formado por Pastora Rojas y Mariquita la Roteña. Las jóvenes artistas interpretan un repertorio de bailes españoles, como el vito y la jota.

Tras una breve estancia en el local de Don José Fernández, en abril de 1901 la hija de la Mejorana debuta en el Salón de Actualidades, donde se anuncia de manera intermitente durante el primer lustro del siglo XX. Sobre esas tablas se va fraguando la leyenda de la Imperio, que no tarda en ocupar un lugar destacado entre las grandes figuras de su género.

Las Hermanas Imperio (Vida Galante, 18-1-1918), composición mía

Las Hermanas Imperio (Vida Galante, 18-1-1918), composición propia

De hecho, los espectáculos de variedades constituyen un espacio idóneo para la convivencia de distintos estilos, que favorece la innovación y la versatilidad de los artistas, y Pastora es un claro ejemplo de ello, pues no se limita a bailar -ya sea sola, ya en pareja-, sino que además debuta como cupletista y actriz, recita monólogos e interviene en apropósitos cómico-líricos, en los que muestra todas las facetas de su arte, siempre castizamente andaluz. Incluso protagoniza una obrita escrita expresamente para su lucimiento como cupletista y bailaora, que lleva por título El imperio de la Imperio (La Correspondencia de España, 22-11-1902).

En lo que respecta al arte de Terpsícore, en esos primeros años la sevillana llama especialmente la atención bailando el tango, con mucha gracia y su mijita de picardía, pero siempre dentro del buen gusto:

“Cuando en los últimos compases del tango su cuerpecito se encorva, se riza en vertiginosas ondulaciones, adelántase provocativa su cabecita desafiando las iras del respetable con el brillo de sus ojos negros […]; frúncense sus labios, arrúgase su entrecejo, oprímense sus dientecillos, aprietan sus afilados deditos el sombrero cordobés, estrujando las negrísimas bandas de cabellos que caen sobre la frente […] Pastora Imperio es de las pocas artistas que saben bailar, y desde los primeros compases de las soñadoras danzas andaluzas no limita su trabajo al cruce de pies y al agitar monótono de los brazos: en ella se balancea todo el cuerpo; sus manos agarran nerviosamente las sedas del vestido; los piececitos vibran en acompasado golpear sobre las tablas del escenario y su hermosa cabeza inclínase a veces como pidiendo un beso; pero con enérgico ademán échase atrás rápidamente, lanzando en calenturiento arranque los claveles y las peinetas que adornan sus cabellos” (El Arte del Teatro, 15-8-1917).

Pastora Imperio (José Villegas, 1905)

Pastora Imperio (José Villegas, 1905)

Pastora interpreta los bailes de siempre de un modo novedoso y muy personal, que recuerda en cierto modo a las danzas orientales y desata el entusiasmo de quienes la contemplan. Periodistas y escritores empiezan a caer rendidos ante sus formas, su belleza y sus cautivadores ojos verdes; y ensalzan el buen gusto y la finura que caracterizan a su arte:

“Sé que el baile andaluz es la cosa más admirable y que representa el triunfo más alto de la gracia. Viendo a la Imperio arquearse y trenzar sobre el tablado sus danzas todo voluptuosidad y brío, viéndola siempre plástica y arrogante, siempre desafiadora y triunfal, he comprendido el por qué las bailadoras tartesianas hicieron famosa a su patria en la Corte de los Césares…” (El Hidalgo de Tor, El Noroeste, 8-9-1906).

“La Imperio, cuando baila, prescinde de los cánones fastuosos, de los resoplidos, de los gritos, del ruido y del taconeo, que levanta polvo y molesta. No pone en juego las caderas, ni usa los brazos como banderines, ni abre las manos como en aleteo. Su tango es singular, originalísimo; bello como una danza griega, artístico como los bailes de la Mata Hari, de la Truhanowa y de Isadora Duncan. Las demás ‘bailaoras’ bailan tangos ruidosos, desenfrenados, jadeantes, como los que se ven en ciertos cafés ‘por el consumo’. La Imperio es sigilosa y serpenteante como una bayadera de Jacquoliot. Baila sin más ruido que el de las castañuelas de sus dedos; su falda no revolotea, sino que se le ciñe al cuerpo con la fina sensualidad de una camisa; sus brazos tienen la soltura noble de una pitonisa, y sus pies de andaluza airosa dan tanta fina agilidad y tanta gracia al baile, que, siendo aquella silueta alta, gentil, cimbreante y delicada, se recuerda la copla popular:
‘Eres fina y eres alta
como junco de ribera…’” Cristóbal de Castro (El Liberal, 28-4-1909).

La sevillana alterna sus largas temporadas en los teatros madrileños con actuaciones en otros lugares de España y Portugal. En 1906 se anuncia durante varios meses en el Kursaal Central de la Villa y Corte, donde coincide con otras grandes figuras del género de variedades, como Amalia Molina o la Fornarina.

Secuencia fotográfica de los bailes de Pastora en México (El Diario, 19-11-1908)

Secuencia fotográfica de los bailes de Pastora en México (El Diario, 19-11-1908)

En octubre de 1907 Pastora debuta en el Casino de París, donde se representa la fantasía coreográfica La Tulipe Noire seguida de un amplio programa de variedades. Tanto el público como la crítica se rinden ante la bailaora, que obtiene un gran triunfo:

“¡Pastora Imperio, muchacha salvaje, cuyos dedos crujen como castañuelas, cuyo cabello de noche oscura aureola una cabeza de extraña belleza y energía feroz! ¡Pastora Imperio parece que levanta polvo de oro a su alrededor!” (Le Gaulois, 22-10-1907). (2)

Tras una nueva visita a la capital del Sena para intervenir en un festival benéfico celebrado en el Hôtel Porgès, en junio de 1908 la Imperio emprende su primera gira por Latinoamérica, con escalas en Cuba y México. Durante los meses de verano se presenta con gran éxito en el Teatro Actualidades de La Habana y en noviembre debuta en el Principal de Veracruz.

Gustan mucho sus picarescos cuplés, que entona con voz agradable y clara dicción, y también sus bailes: el clásico tango, los nuevos ritmos de moda, como la farruca y el garrotín, e incluso la rumba cubana, recientemente incorporada durante su estancia en la isla caribeña.

La sevillana sorprende, además, por su originalidad, su elegancia y su dominio absoluto de la escena. Por todo ello, no es de extrañar que, según la prensa mexicana, Pastora sea, “cobrando cuarenta duros españoles por noche, […] la que bate actualmente el récord del ‘buen cobrar’” (El Imparcial, 10-1-1909).

NOTAS:
(1) “Pastora, la apasionada”, entrevista por El Caballero Audaz.
(2) La traducción de los textos extranjeros es nuestra.

 


Juana la Macarrona en los escenarios europeos (VI)

Durante los meses de noviembre y diciembre de 1908 el público parisino puede volver a saborear el arte de Juana la Macarrona. La jerezana se anuncia junto a Antonio de Bilbao y Manuel Giménez, entre otros artistas, en el music hall Bal Tabarin, sito en el número 36-38 de la Rue Victor-Massé. Según la Guide des plaisirs à Paris de 1908, se trata de una sala “muy bonita y deliciosamente decorada”, en la que “se bailan los nuevos bailes, pero el viejo cancán no se ha olvidado”, y a la que acuden “muchas bonitas mujeres”.

La Macarrona bailando en Madrid (Nuevo Mundo, 24-9-1911)

La Macarrona bailando en Madrid (Nuevo Mundo, 24-9-1911)

Las gacetillas dan cuenta del gran éxito obtenido por los flamencos:

“BAL TABARIN.- Este music hall aún posee el récord de todos los éxitos; cada noche, Antonio de Bilbao, Manuel Giménez, la célebre Macarrona y su compañía española obtienen un triunfo sin igual; nunca este brillante establecimiento ha tenido un conjunto tan perfecto” (Le Journal, 8-11-1908). (1)

“Todas las noches, la célebre Macarrona y su compañía de bailarinas españolas obtienen un éxito colosal, y Antonio de Bilbao y Manuel Giménez, en su baile flamenco, cada noche deben hacer un bis” (Gil Blas, 19-11-1908).

En el mes de diciembre, Juana Vargas y sus compañeros simultanean sus actuaciones en el Bal Tabarin con su presentación en otros locales. El día 11 ilustran con sus bailes la conferencia sobre Andalucía pronunciada por el escritor René Maizeroy en la sala Femina:

“Será una auténtica evocación de España con sus bailes tan extraños de gitanos, con sus canciones de amor acompañadas por las guitarras y las castañuelas, la conferencia en la que el Sr. René Maizeroy contará mañana, en Femina, sus sensaciones sobre Andalucía. La Macarrona, Antonio de Bilbao, la Saravia, etc., bailarán el tango y el zapateado. La bella Fornarina también está en el programa de esta fiesta” (Le Gaulois, 10-12-1908).

Durante las fiestas navideñas, la compañía presenta en el Teatro Olympia el montaje Noël à Séville (Navidad en Sevilla), una “sorprendente fantasía española de los Sres. Maizeroy y Valverde”, con el siguiente elenco: “Canciones de España por la Fornarina; bailes boleros y flamencos por la Macarrona, Antonio de Bilbao, Mojigongo, las señoritas Carmen, Salvita, Encarnación, Graciela, Emilia y Aurora Bellini, Paco Fernández y sus guitarristas” (Gil Blas, 25-12-1908). A causa del gran éxito obtenido en su presentación, el día de Nochebuena, se ofrecen varias sesiones más del espectáculo.

Entre la flor y nata de la cultura parisina

En febrero de 1909, también en la capital del Sena, Juana Vargas ameniza con su baile la fiesta española ofrecida por el pintor Ignacio Zuloaga en su taller de Montmartre. A ella asisten importantes personalidades procedentes de distintos países, como la esposa y la amante -Natalie de Goloubeff- del escritor Grabriele D’Annuzio, y la mujer del literato Catulle Mendès.

El pintor Ignacio Zuloaga

El pintor Ignacio Zuloaga

El cronista de L’Écho de Paris, que firma como Sparklet, se recrea en el baile de La Macarrona, a quien describe como un ser siniestro y cargado de fealdad, hasta el punto de compararla con Jeanne Veber, una asesina en serie que actuaba en Francia por aquellos años:

“La mujer está recogida sobre sí misma como un gnomo, con las piernas arqueadas, la punta de los pies hacia fuera, los talones golpeándose, las manos levantando a puñados la falda de volantes recubierta por el mantón de largos flecos. Es tan pequeña que la tomaríamos casi por una enana y que su rostro llega a la altura del de las mujeres sentadas en círculo a su alrededor. ¿Qué edad tiene? Los más perspicaces se equivocarían, pero digamos rápidamente que a primera vista aparenta al menos cuarenta años. Se parece bajo sus fardos a Jeanne Veber; un pliegue que parte de las aletas de la nariz cae hasta las comisuras de los labios y hace aparecer las mejillas flácidas y el rostro lúgubre. Sin embargo, de pronto, cuando el viejo e indolente acompañante, que ha terminado de ajustar su mandolina al hueco de su estómago y de afinar las cuerdas, ataca las primeras medidas de un baile, los ojos de azabache de la gitana lanzan relámpagos. Sus dedos dejan oír chasquidos precipitados que parecen truenos de una tormenta de la que sus ojos son el rayo. Los cabellos, separados sobre la frente, se levantan; el cuello tendido, ardiendo su cabeza negra como un reptil que fascina a una presa, Juana la Macarrona baila en medio de los golpes bruscos de sus tacones y de los castañeteos secos de sus dedos…

… El cansancio de agitarse y de lanzar con su voz ronca acentos salvajes acerca los rasgos de la bailaora a la fealdad escayolada, que, con las luces de gas, se vuelve siniestra, como una parodia de danza macabra” (L’Écho de Paris, 15-2-1909).

En La Feria, con los Borrull

También en la capital del Sena, en mayo de 1912 el guitarrista Amalio Cuenca abre junto a otros socios -entre los que se destaca el pintor Ignacio Zuloaga– el local La Feria, situado en el número 16 bis de la rue Fontaine, en pleno corazón de Montmartre. La decoración es obra de Jean-Paul Alaux, que crea una “sala de espectáculos-restaurante en un estilo hispano-moruno, cuyo efecto es fascinante” (Le Gaulois, 5-5-1912).

Interior del restaurante 'La Feria', de París (Eco artístico, 25-12-1912)

Interior del restaurante ‘La Feria’, de París (Eco artístico, 25-12-1912)

En él se ofrecen dos espectáculos diarios, uno a la hora de la cena y otro a medianoche, para los cuales el Señor “Cuenca, el empresario, llega de Sevilla con una destacable compañía de artistas famosos en el arte del baile y el cante, a la cabeza de la cual está La Macarrona” (Le Figaro, 7-5-1912). El elenco lo completan Faíco, Lola la Flamenca, La Patita y la familia Borrull al completo.

La inauguración de La Feria tiene lugar el 8 de mayo y es todo un éxito. Por el local desfila lo más granado de la sociedad y la cultura parisina -el pintor Léon Bakst; el coreógrafo Vaslav Nijinski o el empresario creador de los Ballets Rusos, Serge Diaghilev-; y también buena parte de la realeza y el cuerpo diplomático español.

Los bailes andaluces son muy apreciados por el público parisino:

“… toda la noche, famosos guitarristas y cantaores españoles, bailaores como Faíco y bailaoras como la Macarrona, se multiplican, en una auténtica fiesta de frenesí y de ritmos” (Gil Blas, 9-5-1912).

“Todo París desfila por La Feria, el famoso restaurante de día y de noche de la rue Fontaine. Los bailaores y bailaoras españoles, la Macarrona y la pequeña Concha, reciben cada noche aplausos entusiastas” (Le Gaulois, 15-5-1912).

“En La Feria de la rue Fontaine, Juliana (sic) e Isabel Borrull bailan con acompañamiento del famoso guitarrista Miguel Borrull. Después ‘la Macarrona’, que sorprende, y ‘Faíco’ con ‘Lola’, que fascinan en sus bailes de Andalucía…” (L’Écho de Paris, 7-6-1912).

Hermanas Borrull (Eco artístico, 25-8-1912)

Hermanas Borrull (Eco artístico, 25-8-1912)

Sin embargo, la prensa española, en su línea habitual en relación con el flamenco, se muestra bastante crítica con el espectáculo, por considerar que está pensado para guiris y que transmite la imagen de una España de charanga y pandereta:

“… el programa de baile es un poco monótono, porque bailaoras y bailaores han dado en la flor de imitarse los unos a los otros y no salen de los inevitables garrotines y farrucas… ¡Caramba! y son muchas patadas para estar aguantándolas una hora.

… ahora menos que nunca podremos protestar cuando literatos y autores franceses nos ridiculicen… La España que ofrecemos en La Feria a los extranjeros es una España de estampa de caja de pasas, una España de pandereta

… esta España excepcional ni existe ni nos interesa a los españoles, que empezamos por no poder aguantar la vista de un bailaor… Pero tengamos en cuenta que La Feria no se ha hecho para los españoles, sino para que se recreen y solacen los extranjeros que no pueden evocar el nombre de España sin que surja, cruel y altiva, la figura de Carmen… Los extranjeros invadirán La Feria, aplaudirán locos las farrucas y los garrotines, escucharán curiosos las afiligranadas falsetas de Borrull, y así, exhibiendo esa España de Excepción, que empieza a avergonzarnos un poco, se ganarán bravamente la vida unos cuantos compatriotas nuestros…” (ABC, 3-6-1912)


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.


Carmen Díaz Molina, la elegancia del baile de Sevilla (II)

En marzo de 1907, Carmen Díaz es contratada en el Kursaal Central de Madrid, que inaugura la temporada de primavera con una compañía de variedades integrada por numerosos artistas internacionales, que ofrecen un “espectáculo animado y alegre, pero sin groserías ni procacidades”.

“En el género español se ha contratado lo más selecto; como cupletistas las atrayentes y populares Amalia Molina, Nieves Gil y la Argentina; como bailarinas la notable pareja hermanas Esmeraldas y Carmen Díaz” (El Imparcial, 1-3-1907).

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 15-2-1910)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 15-2-1910)

Unas semanas más tarde, como cada año, la Asociación de la Prensa organiza la tradicional Fiesta del Sainete que organiza la en el teatro Español. En esta ocasión, Carmen Díaz y algunas de sus compañeras del Kursaal Central conquistan al público con sus bailes boleros:

Amalia Molina, Pepita Sevilla, las Esmeraldas, Concha la Morenita y Carmen Díaz, soberbiamente ataviadas, bailaron de modo incomparable varias danzas nacionales, que terminaron con unas agitadas boleras, evocadoras de antiguos y regocijantes recuerdos.

Los aplausos se oyeron, indudablemente, desde fuera del teatro” (El Liberal, 24-3-1907).

“Las boleras clásicas, bailadas primorosamente por las hermosas estrellas coreográficas Amalia Molina, hermanas Esmeralda, Pepita Sevilla, Carmen Díaz y La Morenita, gustaron mucho. Fue este uno de los momentos más castizos del espectáculo, y el de más novedad para el público del Español” (El País, 24-3-1907).

Los Sánchez Díaz

Poco después se inicia una nueva etapa en la carrera artística de Carmen Díaz, que comienza a presentarse formando pareja artística con el bailarín sevillano Enrique Sánchez Almansa.

En julio de 1907 ambos se anuncian en distintas salas madrileñas, como el Cinematógrafo Novedades, donde son “aplaudidísimos en sus bailables” (Café!!, 19-5-1907), y el teatro Parisiana. En este último local Carmen y Enrique, “cuyos éxitos ruidosos en el Kursaal son bien conocidos” (La Época, 31-7-1907), vuelven a coincidir con Amalia Molina, en una función organizada por la Asociación de la Prensa. El elenco lo completan otras afamadas artistas de variedades, como Candelaria Medina, Fornarina o Antonia la Cachavera.

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (El arte del teatro, 15-8-1907)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (El arte del teatro, 15-8-1907)

La pareja Sánchez Díaz no tarda en conseguir el favor del público y de la prensa, que elogia su arte decente, refinado y culto, y la considera “una de las mejores parejas que aparecen hoy en los escenarios madrileños”.

“Su nombre en los carteles es garantía suficiente para asegurar el éxito de una Empresa, y sus bailes clásicos (y permítaseme la palabra) contrastan con lo chabacano y grosero de los que no ven arte en el tablado, y procuran excitar a los espectadores con sus movimientos de danzas lúbricas […].

Carmen Díaz y Enrique Sánchez invitan al aplauso desde que, ágiles, flexibles, asoman en el escenario su silueta de incansables bailarines, que agradecen mucho los entusiasmos del público y los pagan repitiendo sin malhumorados gestos, ni sonrisas de despectivo orgullo, los infinitos bailes de su vasto repertorio. […]

La prueba más elocuente de ello está en la simpatía que la notable pareja ha sabido captarse, no solamente por el público madrileño, en el que cuenta con numerosos admiradores, sino también en las poblaciones en las que se ha presentado, y en las que ha obtenido triunfos verdaderamente brillantes” (El arte del teatro, 15-8-1907).

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 27-12-1911)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Eco Artístico, 27-12-1911)

Carmen y Enrique compaginan sus actuaciones en la Villa y Corte con las giras por provincias, con paradas en ciudades como Ávila, Alicante, Cartagena o Vigo. En todas ellas siguen cosechando aplausos y piropos:

“[Torrevieja] El domingo debutó la renombrada pareja de baile Carmen Díaz y Enrique Sánchez, que después de presentarse anoche ante el público del Salón Moderno, recibiendo ovaciones en todas las secciones, han aparecido esta noche en nuestro circo teatro alcanzando numerosos aplausos como premio a la labor artística que la joven pareja con tanta gracia y desenvoltura ejecutan (sic).

[…] el público […] seguramente volvería a llenar el teatro con tal de ver bailar la ‘farruca’ a esta pareja” (La Correspondencia de Alicante, 28-10-1907).

“Teatro Máiquez. Cada noche asiste más público al lindo coliseo de la calle de San Vicente en donde la notable pareja de baile español Carmen Díaz y Enrique Sánchez ejecutan maravillosamente los bailes de su vasto repertorio.

[…] es de lo mejor que en su clase existe en España.

Ella es joven, esbelta y graciosísima y baila con agilidad suma, y él también un notable artista coreográfico” (El Eco de Cartagena, 8-11-1907).

En febrero de 1908, Carmen Díaz toma parte, junto a otras afamadas artistas -como Amalia Molina, Nieves Gil o Pepita Sevilla– en el “concurso de cancán, machicha, cake-wall, farruca, garrotín, y cante y bailes andaluces, couplets, etc.” (ABC, 3-2-1908) organizado por la Sociedad La Bohemia en el teatro Lírico de Madrid.

Amalia Molina

Amalia Molina

Poco después se presenta, junto a su inseparable Enrique, en el Salón Regio de Madrid y, una vez cumplidos sus compromisos en la capital de España, la pareja continúa con su gira triunfal por ciudades como Zamora, Alicante, Cartagena o Zaragoza.

Carmencita y Enrique dislocaron a sus admiradores, que son innumerables, y también lograron ser aplaudidos con entusiasmo.

Todos los bailables merecieron los honores de la repetición y fueron muy celebrados” (Heraldo de Zamora, 6-4-1908).

“La notable pareja coreográfica Carmen Díaz y Enrique Sánchez, completando el cuadro, bailó magistralmente, en especial unas bonitas sevillanas que fueron ruidosamente aplaudidas.

Si Carmen y Enrique no tuvieran justamente cimentada su fama de consumados artistas, anoche la habrían ganado” (Heraldo de Zamora, 25-4-1908).

“[Alicante] la incomparable pareja de baile de Carmen Díaz y Enrique Sánchez tienen una parte brillantísima.

Estos excelentes bailarines, animados por la concurrencia, también bailaron anoche de un modo acabadísimo, recibiendo calurosos aplausos” (El Pueblo, 27-6-1908).

La aventura americana

Vista de Ciudad de México

Vista de Ciudad de México

Ese mismo verano, después de triunfar por toda España, Carmen y Enrique deciden ampliar sus horizontes, y ponen rumbo a América. En el mes de septiembre se presentan en el teatro Montecarlo, de Ciudad de México. Allí comparten cartel con la bailarina Fatima Henen, especialista en danzas egipcias, y no tardan en confirmar la gran fama cosechada en nuestro país:

“Cada día se ve más concurrido el amplio Salón Montecarlo, donde han cosechado numerosos aplausos Carmen Díaz y Enrique Sánchez, que hacen la pareja española de baile mejor que hemos visto.

Carmen Díaz es una joven de físico muy simpático, y agraciado, que baila admirablemente. Su compañero es un verdadero bailador de clásico estilo español” (El Tiempo, 23-9-1908).

Carmen Díaz está convirtiendo [el Montecarlo] en uno de los teatritos más populares de la ciudad. Sus bailes son típicamente españoles y de un gran nivel” (The Mexican Herald, 28-9-1908). (1)

Carmen Díaz […] tiene algo que ninguna otra bailarina de Ciudad de México posee en ese grado – Arte. Carmen Díaz es guapa y muy elegante […]. Sus bailes son clásicos y retratan la vida de la España de provincias de un modo que gustará al más crítico. […] Para los amantes de lo limpio y artísticamente correcto, ella es todo lo que se podría desear. Sus trajes son particularmente atractivos. […] En los grandes escenarios metropolitanos hay cientos de chicas que ahora son favoritas, pero no poseen ni la mitad de la gracia ni el arte de Carmen Díaz.

En sus bailes con Enrique Sánchez, la Srta. Carmen Díaz causa una muy buena impresión. Bailan muy bien juntos y sus pasos van perfectamente al unísono” (The Mexican Herald, 27-9-1908).


NOTA:
(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.