Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Boleras, gitanas… ¿Qué tienen esos bailes, que entusiasman al forastero?

* Investigación presentada en el curso “La década prodigiosa (1860 a 1869): El Big-Bang de lo Flamenco”, celebrado en Archidona en julio de 2017, dentro de la programación estival de la Universidad de Málaga.

En la génesis del arte flamenco resulta especialmente relevante la década de 1860 a 1869, pues en ella se producen varios hechos destacados, como el regreso de Silverio Franconetti tras su periplo por tierras americanas, la publicación del cancionero de Lafuente Alcántara o la aparición de un público que asiste con cierta asiduidad a los espectáculos que se ofrecen en las academias de baile sevillanas. Sin duda, esto último tiene mucho que ver con la considerable mejora experimentada por las comunicaciones gracias a la extensión de la línea férrea, que conecta Andalucía con Madrid y la frontera francesa (1).

Silverio Franconetti

Silverio Franconetti

Por otra parte, durante la década de 1860 “se empieza a generalizar en la prensa andaluza el uso de la palabra flamenco para señalar este producto que […] antes se llamaba de mil maneras, como bailes andaluces, bailes de candil o cantes gitanos” (Ortiz Nuevo, en Sur, 18-6-2017). Asimismo, los rotativos europeos y americanos publican crónicas de corresponsales en Sevilla o en otras ciudades andaluzas, que cuentan sus impresiones sobre los cantes y bailes de nuestra tierra.

Son especialmente dignos de mención los relatos de Charles Davillier, magistralmente ilustrados por Gustave Doré y publicados, bajo el título genérico de “Viaje a España”, en la revista francesa Le Tour du Monde. El análisis de esos textos daría por sí mismo para un amplio estudio, que excede a los objetivos de este post.

No obstante, Davillier no fue el único cronista extranjero que se interesó por nuestro arte. Otros muchos vinieron a Andalucía y asistieron a locales como el sevillano Salón del Recreo. Lo que allí presenciaron no les dejó en absoluto indiferentes.

Una academia de baile en Sevilla (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

Una academia de baile en Sevilla (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

¿Qué tienen esos bailes, que tanto llaman su atención?

Sin ánimo de ser exhaustivos, tomaremos como muestra tres crónicas, publicadas respectivamente en el Cincinnati Daily Press, en el London Telegraph y en The Sun de Nueva York (2) entre 1860 y 1869. Dos de ellas están ambientadas en Sevilla y la otra, en Córdoba. A pesar de la diversidad geográfica y temporal, se aprecian notables coincidencias.

El cronista del London Telegraph y el del Cincinnati Daily Press acuden a un salón de baile sevillano, identificado por el primero como el Salón del Recreo, sito en la Calle Tarifa. A juzgar por las descripciones que ofrecen, bien podría tratarse del mismo lugar en ambos casos: una sala estrecha y alargada, con bancos alineados contra la pared, en los que se sienta el público. Entre los espectadores se encuentra un buen número de extranjeros, que ocupan un lugar privilegiado, cerca de los artistas.

Un baile de candil en Triana (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

Un baile de candil en Triana (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

En cuanto al espectáculo, el mayor protagonismo corresponde a la danza, que llama mucho la atención por su exotismo y voluptuosidad. Se distingue expresamente entre bailes nacionales o boleros y bailes gitanos:

“Las chicas y los hombres bailaron los bailes nacionales, el Bolero -el baile de Jerez y el de Sevilla– […]. Uno de los bailes era sumamente coqueto y gracioso. Fue bailado por un hombre y una de las chicas. Ella hizo las cosas más cautivadoras con la cara, que se convirtió casi en la viva expresión del sentimiento y la fantasía, mientras que su compañero manejó la capa y el sombrero español de la manera más elegante y expresiva. Era un baile completamente nacional. […] Al final tuvimos el baile gitano. La gitana bailó de un modo muy peculiar, que no soy capaz de describir” (Cincinnati Daily Press, 27-3-1860). (2)

“… tuve la suerte de ver el jaleo ejecutado por una celebrada Gitana, y de contemplar sus maravillosas evoluciones en un sinfín de boleras, fandangos, oles y seguidillas. No espero ser capaz de transmitiros una idea de la nerviosa excitación que me produjo la contemplación del auténtico baile español. Ni el csárdás húngaro ni la hora rumana, ni la tarantella napolitana […] están dotados con la misma facultad mágica de entusiasmar a los espectadores que poseen estos extraordinarios espectáculos […]. Ni las almées de Egipto bailan con esa voluptuosa vivacidad, con esa flexibilidad de movimientos propia de una pantera. El jaleo, por ejemplo, es una actuación en la que el cuerpo se mantiene perfectamente erecto de cintura para arriba, y sólo las caderas y las extremidades inferiores convulsionan rítmicamente en extrañas y elocuentes contorsiones” (London Telegraph; en The Sunday Appeal, 10-1-1869).

Gitana bailando el zorongo en un patio de Sevilla (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

Gitana bailando el zorongo en un patio de Sevilla (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

Y el cante…

Aunque, como se ha visto, el papel más destacado corresponde al baile, los cantaores también empiezan a reclamar su espacio, bien al servicio de la danza, bien como solistas, y es habitual que se acompañen a sí mismos con la guitarra. Resulta especialmente llamativa la impresión que produce al cronista londinense ese primitivo cante flamenco:

“Otro hombre tocó la guitarra y cantó, a veces solo y otras como acompañamiento al baile. Tenía una voz alta y clara, y un comportamiento muy animado” (Cincinnati Daily Press, 27-3-1860).

“… un guitarrista, que no sólo rasguea su instrumento sin piedad sino que, a intervalos, mientras se ejecutan las seguidillas, maúlla una serie de estrofas improvisadas con una estridencia inaudita. Imaginad, si podéis, a un enorme gato macho sin castrar aumentado al tamaño de un ternero, que, con una voz proporcional, chilla a los azulejos sus quejas amorosas de solicitación apasionada, y os haréis la vívida idea de un trovador andaluz cantando una seguidilla” (London Telegraph; en The Sunday Appeal, 10-1-1869).

El Bolero (Gustave Doré)

El Bolero (Gustave Doré)

En los dos casos, una vez concluida su actuación, la gitana o la bailarina bolera se saca un pañuelo del pecho y lo lanza a un caballero extranjero para que se lo devuelva con una moneda dentro.

En el ámbito privado

Por su parte, el relato de The Sun está ambientado en Córdoba, en una fiesta celebrada en el patio de una casa a la que el cronista llega por casualidad y es invitado a entrar. En este caso, la que canta y rasguea la guitarra es una mujer, mientras que varias personas tocan las palmas.

Tras el cante, calificado por el narrador de “salvaje”, viene el baile, que se verifica sobre todo de cintura para arriba y se acompaña con las castañuelas:

“El baile se ejecuta balanceando el cuerpo y moviendo los brazos en el aire con más o menos gracia. Los pies se usan sólo lo suficiente para moverse lentamente por la habitación, dando pasitos cortos al ritmo de la música. Sólo se piensa en el balanceo del cuerpo y la agitación de los brazos, y de la habilidad o gracia con que se haga depende el éxito del baile. Por tanto, sólo las chicas altas y elegantes pueden ejecutar bien esos bailes españoles nativos. Mientras se mueven los brazos, las castañuelas son usadas constantemente, no sólo por la bailarina, sino también por quienes la contemplan” (The Sun, 22-4-1869).

Majos y majas volviendo del Rocio (Gustave Doré)

Majos y majas volviendo del Rocio (Gustave Doré)

El ‘auténtico’ baile andaluz

Según se desprende de estas crónicas, así como de otros textos publicados en los mismos años, existe la convicción de que los bailes andaluces y españoles sólo poseen sabor auténtico cuando son interpretados en su propio contexto por artistas de la tierra:

Boleros, fandangos y oles habéis visto muchos en Londres, pero sospecho que nunca ejecutados como en este fétido tercer piso de la Calle Tarifa” (London Telegraph; en The Sunday Appeal, 10-1-1869).

“Muchos residentes en las ciudades americanas han visto el baile español como se ejecuta en los teatros. No obstante, salvo por el vestido y por el uso de las castañuelas, la cachucha y los bailes generalmente ejecutados como españoles no se parecen lo más mínimo a éstos” (The Sun, 22-4-1869).

Paul de Saint-Victor, en un artículo publicado en 1865 en el diario parisino La Presse, define ciertas características específicas de los “auténticos” bailes andaluces. Es interesante constatar que, a pesar del tiempo transcurrido y de la evolución experimentada, algunos de esos rasgos aún siguen estando presentes en el baile flamenco, por ejemplo los siguientes:

El fandango en el Teatro San Fernando de Sevilla (Gustave Doré)

El fandango en el Teatro San Fernando de Sevilla (Gustave Doré)

– La protagonista indiscutible de esas danzas es la mujer, que, según Saint-Victor, pasa de un momento a otro de la pasividad a la actividad, del abandono a la furia, de la indolencia al ardor:

“… la mujer experimenta transiciones repentinas, de la indolencia del harén a la energía del combate, de la esclavitud al imperio, de la tierra al cielo. Hace un momento, sus gestos describían movimientos serviles; su cuerpo flexible y cariñoso parecía arrastrarse hacia un maestro invisible… Pasa un soplo; su cabeza se vuelve a levantar, su fosa nasal palpita, un rayo de arrogancia vuelve a encender su pupila […]; o bien volveréis a verla retomar ese aire y ese movimiento extático con los que las vírgenes de Murillo flotan sobre la medialuna, en un cielo de púrpura y de rosas. Orgullo, pasión, pasividad, entusiasmo del amor, frenesí del placer, éxtasis y ensueño de felicidad, todos esos matices del alma se mezclan y se confunden en el baile colorido de Andalucía, que expresa en un momento pensamientos de reina y locuras de bohemia” (La Presse, 19-6-1865).

Gitana bailando (Doré, Le Tour du Monde, 1860)

Gitana bailando (Gustave Doré, Le Tour du Monde, 1860)

– Lo mismo que el cronista cordobés, y con esto concluimos, el periodista de La Presse hace hincapié en otro de los rasgos que tradicionalmente han definido al baile flamenco de mujer, y que aún sigue vivo, por ejemplo, en la Escuela Sevillana, esto es, el baile de cintura para arriba:

“… se reconoce el estilo de esos bailes moros, en los que el torso se mueve sobre las piernas casi inmóviles, y en los que la bailarina se parece a una mujer petrificada hasta la cintura […]. Los pies son libres, es cierto, pero caracolean en un estrecho círculo; y el movimiento se concentra en los giros y las ondulaciones de la cintura. […] Si el baile europeo tiene las alas del pájaro, la danza oriental tiene los anillos de la serpiente. El pájaro os atrae pero la serpiente os fascina. Cuando ese paso es ejecutado por una bailarina de pura raza, la ilusión es completa, creéis ver a una almée árabe bailar la zambra” (La Presse, 19-6-1865).


NOTAS:
(1) Según José Luis Ortiz Nuevo, “Fue un tiempo en el que con el ferrocarril no vienen ya sólo los viajeros románticos muy ricos, eso hace que haya un público y, cuando hay un público, hay un arte, porque hay una profesión y unas citas semanales en las academias de baile, que se convierten en sitios de enseñanza y de recreo” (Sur, 18-6-2017).
(2) Las crónicas son las siguientes:

– “Peculiar Entertainments of the Spanish Women – The Gipsy Dance” [Diversiones peculiares de las mujeres españolas – El baile gitano], Cincinnati Daily Press, 20-3-1860.

– “Street Sketches in Sevilla – The Andalusian Minstrelsy and Dancing” [Apuntes callejeros en Sevilla – La juglaresca y el baile andaluces], London Telegraph (reproducida por The Sunday Appeal, Memphis, 10-1-1869).

– “Spanish Concert and Dancing” [Concierto y baile español], The Sun, Nueva York, 22-4-1869.

(3) La traducción de todos los textos extranjeros es mía.