Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Gabrielita la del Garrotín, reina de los bailes de chufla (II)

El triunfo del garrotín en los escenarios de variedades

El flamenco no fue ajeno a la vorágine renovadora que inundó los salones de varietés en las primeras décadas del siglo XX, y que se tradujo en la introducción de un buen número de innovaciones, en lo que se refiere tanto a la presentación de los números ―indumentaria, escenografía…― como al repertorio propiamente dicho. La guitarra cedió protagonismo a otros instrumentos, surgió el cuplé aflamencado y se pusieron de moda cantes y bailes como la bulería, la farruca o el garrotín. En el plano coreográfico, este último estilo experimentó un auge inusitado. Podría hablarse incluso de una auténtica fiebre del garrotín, que trascendió la esfera de lo jondo y atrajo a artistas de todo tipo.

Encarnación Hurtado, la Malagueñita. Foto: Antonio Esplugas, ANC.

Encarnación Hurtado, la Malagueñita. Foto: Antonio Esplugas, ANC.

Aunque el maestro Otero (1978: 212) atribuye su difusión a Francisco Mendoza Ríos, ‘Faíco’, se trata de un baile que ha sido cultivado mayoritariamente por mujeres. Las primeras referencias hemerográficas que nos hablan del garrotín datan de 1905 y tienen como protagonista a Encarnación Hurtado, ‘la Malagueñita’, que se anunciaba en el cabaret La Gran Peña de Barcelona bailando la farruca, el garrotín y los tangos (El Diluvio, 1905: 3). Unos meses más tarde, coincidiendo con su presentación en el Salón Concert Actualidades de Madrid, la prensa se refería a ella como “la creadora de los bailes gitanos La farruca y El garrotín” (Heraldo de Madrid, 1906: 4).

Sin embargo, la malagueña no fue la única en atribuirse este honor. Una de las más aventajadas candidatas al título era su paisana Dora la Gitana ―sobrenombre de Antonia Galindo, ‘la Sillera’―, indiscutible reina de dicho baile, que también se presentaba como “la creadora de la sugestiva farruca y el dislocante garrotín” (La Publicidad, 1908: 4). Ambas solían interpretarlo ataviadas con traje de hombre.

Es interminable el listado de bailarinas, tanto flamencas como de otras especialidades, que en esa época usaban como reclamo su dominio del garrotín. Podemos mencionar a Paca Romero ‘la Morita’, Blanca Azucena, Conchita Ledesma, Anita Delgado, Lourdes la Cordobesita, Carmelita Ferrer, Rafaela la Tanguera, la Estrella de Andalucía, La Canela o la Bella Lunaritos, por citar sólo a algunas. Encarnación López ‘la Argentinita’, “reina verdad de la ‘Farruca’ y ‘Garrotín’”, incluso desafiaba a bailar en el Teatro Gayarre de Barcelona “a todas las profesionales, comprometiéndose a regalar a la que venza en estos bailes gitanos un premio en metálico” (El Diluvio, 1908: 6).

Paca Romero, la Morita. Foto: Antonio Esplugas, ANC.

Paca Romero, la Morita. Foto: Antonio Esplugas, ANC.

La fiebre del garrotín también alcanzó a artistas foráneos y dio lugar a números tan extravagantes como el de “Miss Lenka, con su jauría de perros y su caballo, que baila el garrotín” (El Diluvio, 1910b: 6); el de “la ‘Calvetti’ y su perro Thuin que bailará el Garrotín Gitano” (La Publicidad, 1912: 6); o la “Danza de Otello, parodia de Garrotín”, interpretada por los Washington-Stars americanos (El Diluvio, 1910a: 5).

La Saha-Rita hizo una versión sicalíptica de esta danza, que ofrecía “en camisa” en el Teatro Arnau de Barcelona los “días de programa verde” (ibidem, 1911: 4). Asimismo, se estrenaron numerosas obras teatrales que incluían escenas en las que se ejecutaba dicho baile. El sainete lírico El niño del garrotín (1910), la revista La diosa del placer (1910), el juguete cómico-lírico-bailable El maestro garrotín (1911) y el sainete lírico en un acto La reina del garrotín (1911) son solo algunos ejemplos.

Los excesos asociados a esta especialidad coreográfica, en lo que se refiere tanto a su omnipresencia en los cabarets y salones de variedades, como al carácter lúbrico ―y, por ende, inmoral― que se le asociaba, llevaron a algunos a solicitar la adopción de “medidas coercitivas contra [el garrotín], porque está comprometida hasta la seriedad de nuestros más respetables padres de familia” (Zaragüeta, 1911: 4).

Sin embargo, figuras como Pastora Imperio o Julia Borrull elevaron el género a la categoría de refinada obra artística: “… hasta el garrotín, tan desprestigiado por las prófugas de la cocina, es bello cuando [Pastora] lo baila”, escribía un cronista (El Liberal, 1912: 3). “Un garrotín bailado por Julia Borrull es una ofrenda al buen gusto y una reconciliación con el arte”, afirmaba otro (La Publicidad, 1916: 4).

Según Teresa Martínez de la Peña, estamos ante una danza “mitad baile mitad parodia, [que] con ademanes bastante simples se mueve en el terreno de la gracia fácil. Lo fundamental está en el gesto, de guasa o despectivo. Desde luego es baile de chufla por excelencia” (2006: 24). No obstante, en esos años de efervescencia del garrotín cabe distinguir la labor de artistas que explotaron e incluso intensificaron esa comicidad innata, como es el caso de Don Jenaro el Feo, a quien ya nos hemos referido, o de Gabriela Clavijo, especialistas ambos en el denominado garrotín cómico.

Antonia Mercé, la Argentina, en el garrotín. Foto: MAE-IT.

Antonia Mercé, la Argentina, en el garrotín. Foto: MAE-IT.

Gabrielita la del Garrotín y sus inicios en el mundo artístico

En su Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco (1988), José Blas Vega y Manuel Ríos Ruiz afirman que Gabriela Clavijo era sevillana, y hacen referencia a una entrevista que le hizo José María Carretero Novillo, alias El Caballero Audaz, y que debió de salir publicada entre los años veinte y treinta en alguno de los periódicos o revistas con los que colaboró el escritor (1). Posteriormente, éste la incluyó en el volumen cuarto de su obra Galería. Dicho texto nos ofrece un testimonio de incalculable valor.

Carretero Novillo coincidió con la entrevistada en una función benéfica organizada en el Teatro Español de Madrid por la Junta de aristócratas, en la que intervinieron las bailaoras Pastora Imperio y la Argentinita, así como el actor Pepe Moncayo, que fue quien hizo las presentaciones entre ambos:

―Aquí tienes a la Gabriela, a la auténtica, a la famosa.
Ante mí hay una mujer pequeña, delgada, de una fealdad casi cómica, que viste una bata blanca de lunares rojos, larga cola de volantes y lleva sobre el cabello, negro y aceitoso, recogido en moño de ‘picaporte’, un enhiesto clavel… […]

Y la mujer diminuta, dinámica, nerviosa, me interrumpe:

―[…] La Grabiela bailaora, ‘la reina del garrotín’, como me ha llamao to er mundo, soy yo. ¡Siempre yo!…

―Sí, hombre, sí ―me asegura Moncayo―. ¡La mejor que ha bailao por chuflas! ¡Esta es la divina Gabriela! (Carretero Novillo, 1948: 145-146).

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Nada más conocerla, El Caballero Audaz preguntó por el origen familiar y los inicios profesionales de la bailaora, que reveló algunos datos de gran interés:

Contemplo la figura menuda, el rostro cetrino, las pupilas hondas de esta mujer, sobre la que el ‘maquillaje’ no puede disimular la lluvia de muchos inviernos, y le pregunto:

―Pero… ¿usted es gitana?

―Pues míe usté, zeñó…, mitá y mitá… Mi madre era calé… Pero mi padre era un aristócrata de la familia de los Clavijos, pariente muy rico de la Emperatriz Eugenia… Es por lo que tengo parientes míos que son marqueses, y el general Narváez era tío de mi agüelo.

―¡Buena genealogía! ―exclamo con sinceridad―. ¿Y usted, cómo fue el dedicarse al baile?…

―¡Pues ya ve uzté!, desde muy chinorris, mis padres me pusieron profesores de cante y de baile y de to lo demás… Porque aquí donde me ve usté, yo no soy de esas que presumen de cuna y no han tenío dos gordas… Yo nací ‘con el sombrero puesto’ y me educaron como a una niña bien… Luego, ¡la vida! ―lamenta sombríamente― me fue dando cosas y me fue quitando otras.

―¿Y cómo se dedicó usted a artista?

―¡Faenas también de la vida!… Cuando murió mi padre se presentó la ruina en casa… Las pasamos morás… Y yo tuve que dedicarme a hacer oficio de lo que había sido mi gusto y mi vocación” (ibidem: 146).

José María Carretero Novillo, el Caballero Audaz (Archivo ABC)

José María Carretero Novillo, el Caballero Audaz (Archivo ABC)

Según sus propias declaraciones, fue la necesidad lo que empujó a Gabriela Clavijo a buscarse la vida en los tablaos, algo muy común entre las artistas de la época. Se inició en los cafés cantantes de Sevilla y su triunfo fue inmediato. Viajó por toda España y salió al extranjero, lo que le permitió reunir una fortuna considerable:

―¿Y tuvo usted éxito desde el principio?

―¿Qué dise uzté, mi arma? ―pondera la Gabriela, con énfasis―. Pero si yo armé un alboroto apenas pisé un tablao… Empecé a trabajar en el Novedades, de Sevilla, y en ‘El Burrero’, de la calle Sierpes (2), dos de los mejores cafés cantantes de mi época, y me contrataron en seguía pa Madrid, y fui a Londres, a Nueva York (3), a París y a Lisboa […].

―¿Entonces ganó usted mucho dinero?

―Total, ¡me hice rica! ¡Tuve mejores brillantes que nadie, casa propia y coche propio! (ibidem: 147).

Otra revelación importante que realiza la artista a El Caballero Audaz tiene que ver con su marido, un herrero que solía acompañarla como cantaor en los escenarios:

―[…] Fue entonces cuando conocí a mi marío.

―¿Era también artista?

―¡Artista y probe como las ratas!… Pude haberme casao con algún marqués o con algún ricacho, y preferí a este mosito, que era un buen cantaor. Cuando yo no tenía contratos, se ganaba honradamente la vida como herrero (ibidem: 146-147).


Notas:
(1) José María Carretero Novillo, El Caballero Audaz, trabajó en periódicos como el diario El Heraldo de Madrid, y en revistas ilustradas como Nuevo Mundo, Mundo Gráfico o La Esfera.
(2) Según José Blas Vega (1987), el Café del Burrero se trasladó a la Calle Sierpes en 1888 y cerró sus puertas en 1897 (p. 41-54), año en que comenzó a funcionar en la Campana el Café Novedades. Este último fue derribado en 1923 (p. 69-85).
(3) Aunque hemos acudido a varias hemerotecas norteamericanas, no hemos logrado localizar ninguna referencia periodística que confirme que Gabrielita estuvo en Nueva York.


Referencias:
Blas Vega, José y Ríos Ruiz, Manuel (1988). Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, vols. I y II. Madrid: Cinterco.

Carretero Novillo, José María [El Caballero Audaz] (1948). “La Gabriela”. Galería: mas de cien vidas extraordinarias contadas por sus protagonistas y comentadas por El Caballero Audaz, vol. 4. Madrid: Ediciones Caballero Audaz, p. 145-149.

El Diluvio (1905, 3 de diciembre). “La Gran Peña”, p. 3.

El Diluvio (1908, 5 de diciembre). “Gayarre”, p. 6.

El Diluvio (1910, 1 de abril). “Edén Concert”, p. 5.

El Diluvio (1910, 16 de noviembre). “Gran Salón Doré”, p. 6.

El Diluvio (1911, 25 de abril). “Teatro Arnau”, p. 4.

El Liberal (1912, 14 de abril). “Presentación de Pastora Imperio”, p. 3.

Heraldo de Madrid (1906, 27 de junio). “Espectáculos”, p. 4.

La Publicidad (1908, 10 de noviembre). “Espectáculos. Frontón Condal”, p. 4.

La Publicidad (1912, 16 de noviembre). “Teatro Soriano”, p. 6.

La Publicidad (1916, 23 de enero). “Variedades y music-halls”, p. 4.

Martínez de la Peña, Teresa (2006). “El taranto en el contexto de la historia del baile”. Revista de Flamencología 23 (XII): 19-34.

Otero Aranda, José (1978). Tratado de bailes. Madrid: Asociación Manuel Pareja Obregón. (Original publicado en 1912).

Zaragüeta (1911, 15 de junio). “¡Y el garrotín y el garrotán!”. La Publicidad, p. 4.


Amalia Molina, el arte y la gracia de Sevilla que conquistan al mundo (VII)

Si los baúles de la Piquer han pasado a la historia como los más paseados a lo largo y ancho de la geografía española y americana, lo cierto es que los de la Molina no se quedan atrás. Desde su regreso de tierras americanas, su vida transcurre en un constante ir y venir, de teatro en teatro, de ciudad en ciudad y de aplauso en aplauso.

Con un ritmo frenético, sin apenas descansar, Amalia recorre una y otra vez las distintas regiones españolas, con breves paradas en Madrid, donde sigue teniendo su residencia. Sin embargo, lejos de cansarse de ella, el público espera con impaciencia la próxima visita de la artista, ávido por conocer las variaciones de su repertorio y su puesta en escena, que son objeto de una continua renovación.

Amalia Molina (Nuevo Mundo, 3-4-1915)

Amalia Molina (Nuevo Mundo, 3-4-1915)

Sus actuaciones se cuentan por éxitos. En cuanto la artista aparece sobre el proscenio, las palmas echan humo, por utilizar una expresión bastante común en aquella época, y la crítica se rinde a sus pies. Sería harto aburrido transcribir aquí todos y cada uno de los elogios que cada día le dedican los papeles. Como muestra, reproducimos la crónica de su presentación en el Teatro Sanchís de Gijón:

“No habían terminado los aplausos al decorado, cuando la orquesta preludió los primeros compases de la hermosa canciónAlma española’, y apareció en la escena la clásica, la imponderable Amalia Molina; el público la ovacionó en tal forma, que ella estuvo varios minutos saludando al ‘respetable’, que con tanto entusiasmo la recibía.

Nos cantó varias de sus creaciones, y en todas era interrumpida por aplausos y ¡oles! lanzados desde todos los ámbitos del Teatro.

Pero cuando la ovación llegó al delirio fue en el momento que con su estilo insuperable y propio brotaron de su garganta las armoniosas frases de sus ‘Marianas’, en las que no hay quien la iguale; el entusiasmo era tan grande que Amalia se adelantó a las candilejas, y verdaderamente emocionada habló al público, dando las gracias por el recibimiento” (Eco Artístico, 25-10-1912).

A Sevilla por Semana Santa

Amalia Molina le canta saetas al Gran Poder

Amalia Molina le canta saetas al Gran Poder (Blanco y Negro, 30-3-1919)

En esta vorágine de trabajo, la polifacética sevillana siempre encuentra tiempo para regresar a su ciudad natal en Semana Santa, donde devoción y obligación se funden en una saeta al paso de su Cristo del Gran Poder y su Esperanza Macarena, imágenes por las que siente gran fervor. Así lo manifiesta en distintas entrevistas a lo largo de su carrera:

“A mi Sevilla. Eso no lo falto yo por na. Ya puedo estar donde esté, para Semana Santa estoy en mi tierra. Me parece que si no le cantaba unas saetas al señó del Gran Podé, se me vendría encima alguna desgrasia” (El Día, 22-8-1917).

“Todos los años venía a cantar saetas. Aunque me cogiera en La Habana. Atravesaba la mar, y en la madrugada del Viernes Santo ya estaba yo en la calle Sierpes cantando. Mis saetas eran todas de los hermanos Quintero. […] Fíjate en esta saeta de Serafín y de Joaquín. ¡Una cosa!:

Benditas las golondrinas
que vienen de dos en dos
a quitarle las espinas
a Jesús, hijo de Dios”
(ABC, 7-7-1944).

“Ésta que voy a cantá […] es la copla que toítos los años, sin fartá uno, le canto al zeñó del Gran Podé en cuantito que sale… Ya hase muchos años que esta saeta mía es la primera que oye el probetico Jezú… […]

¿Dónde va, hermoso clavé?
¿Dónde va tú, buen Jezú,
que tan cargado te ve
con esa pesada Cru
siendo tú el Gran Podé?
[…]

Esperanza Macarena, por la que Amalia siente gran devoción

Esperanza Macarena, por la que Amalia siente gran devoción

Ahora, la que siempre le canto a la Virgen de la Esperansa de mi barrio… escuchen ustés:

Mirarla por dónde viene
tan hermosa y tan serena
la Virgen de la Esperansa,
honra de la Macarena.
[…]

Es tan bonita y tan gitana la Virgen de la Esperansa, que yo, cuando estoy delante de ella y le canto saetas, me dan ganas de salirle por bulerías. En cambio, viendo el Gran Podé, casi no puedo cantarle porque rompo a llorá. También a la Esperansa de Triana le canto. A ésa le digo yo: […]

Mare mía de la Esperansa,
no llores ni tengas penas,
que tu cara es más bonita
que la de la Macarena
(Nuevo Mundo, 23-3-1917).

Amalia, en el top ten de las artistas de varietés

A estas alturas de su meteórica carrera, Amalia Molina es una artista más que consolidada, que puede medirse, tanto en fama como en salario, con las mejores de su tiempo: “Pastora Imperio, La Goya, Amalia Molina, La Argentina, La Argentinita […], Lulú y dos o tres más, son aplaudidas y celebradas con estrépito, y ganan en un día más que las primeras tiples en una semana” (El Liberal, 2-3-1913).

Amalia Molina ante uno de sus decorados (Eco Artístico, 25-12-1913)

Amalia Molina en uno de sus decorados (Eco Artístico, 25-12-1913)

El eco de sus triunfos llega incluso a la prensa norteamericana. En 1913, la revista Variety publica un artículo en el que analiza la precaria situación de las bailarinas de nuestro país y destaca a unas cuantas privilegiadas cuyos cachés, tanto en España como en el extranjero, se sitúan muy por encima de la media. En esta “primera división” de las variedades figura, entre otras, Amalia Molina:

“Las que bailan en Madrid, Sevilla y Barcelona sueñan con un contrato en el extranjero, dado que los salarios que se cobran en los cafés cantantes son, con pocas excepciones, ridículamente bajos. En las ciudades más pequeñas las bailarinas no esperan encontrar mejores condiciones. Son mayormente gitanas, o gitanas de origen morisco, criadas en el analfabetismo y con un concepto rudimentario de la vida.

A estas chicas los bajos salarios que se pagan en los cafés les parecen suficiente y dan la bienvenida al cambio que supone dejar de lado las penosas tareas del hogar. […]

Como excepciones a la regla, en la actualidad hay varias bailarinas españolas que se han hecho un nombre y piden altos salarios, tanto en sus lugares de origen como -especialmente- en el extranjero. […] Basta con citar a las más conocidas (en orden alfabético, para no despertar envidias): Argentina, Amalia Molina, Candelaria Medina, Conchita Ledesma, Dora la Gitana, La Chelito y Pepita Sevilla” (Variety, 1913). (1)

Amalia versus Pastora

Las comparaciones son odiosas, y con frecuencia la crítica suele contraponer la figura de Amalia y la de su paisana la Imperio, tal vez por los paralelismos existentes en las carreras de ambas: se trata de dos muchachas sevillanas, de humilde cuna y más o menos coetáneas, que emigran a Madrid en busca del éxito y consiguen triunfar en el mundo con un repertorio de lo más variado.

Pastora Imperio

Pastora Imperio

Desde la óptica de nuestro días, se impone la escultural Pastora, con esos ojos verdes que todavía hoy quitan el aliento a más de uno. Sin embargo, los papeles de la época no necesariamente se decantan por la hija de la Mejorana, de quien destacan su atractivo físico por encima de sus dotes artísticas, a diferencia de lo que sucede con su paisana. Veamos algunos ejemplos:

Pastora Imperio como artista es una de tantas; tan graciosa o más que ella es Amalia Molina, y, lectores, Amalia Molina noabusa’ en el sueldo, y Amalia Molina lleva la última palabra de la escenografía y el decorado, y ver a Amalia Molina bailarse una jota o unas seguidillas vale todo el dinero del mundo” (Eco artístico, 15-9-1914).

Amalia Molina representa principalmente el Arte andaluz. Pastora Imperio, representa principalmente, el arte gitano. La primera da forma con su arte a la finura y a la gracia esencial del alma andaluza. La segunda reviste de forma artística la cínica contorsión con que se encoge de hombros la degeneración espiritual de la raza gitana […]. El arte de Amalia es incomparablemente superior al de Pastora. ¿Cómo han podido comparar a estas dos artistas? […]

Triunfa Pastora más ruidosamente que Amalia. Andalucía es más gitana que andaluza.

¡Si la menuda artista tuviera el cuerpo de la artista gitana!” (Andalucía, 1-4-1917).

A pesar de todo, ni la envidia ni la rivalidad se cuentan entre los defectos de Amalia, que tiene fama de ser una compañera ejemplar. Lo dice ella misma, en una entrevista concedida a Margarita Nelken -“A mí no me gustan los infundios, ni las calumnias, ni todas esas cosas del teatro. Yo nunca he reñido con ninguna ni he hablado mal de ninguna” (El Día, 22-8-1917)-; y lo corroboran quienes han tenido ocasión de tratarla, como el periodista Juan del Sarto:

“Un rasgo, entre muchos, de la bondad de Amalia Molina, era cómo hablaba de sus compañeras. Las elogiaba y a algunas las admiraba sinceramente. Yo no he oído nunca decir cosas tan bonitas, tan amables y tan merecidas como le oí decir a Amalia refiriéndose a la Goya, a Pastora Imperio, a Raquel Meller, a la Argentina, a la Argentinita…” (Imperio, 18-9-1956).

NOTA:

(1) La traducción de todos los textos extranjeros es nuestra.