Flamencas por derecho

Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Flamencas por derecho - Mujeres que han dejado su impronta en la historia del flamenco

Gabrielita la del Garrotín, reina de los bailes de chufla (IV)

En los últimos años de la década de 1910 la prensa sólo nos ofrece unas cuantas pistas sobre el paradero de Gabriela Clavijo, que siguió actuando en salones de variedades y cafés conciertos de distintas ciudades españolas ―como Madrid, Santomera (Murcia), La Coruña u Orense (Eco Artístico, 1917a: 21; ibidem, 1917b: 14; ibidem, 1917c: 18)― e incluso viajó a Lisboa para anunciarse como “bailarina excéntrica” en el Salón Foz (Cine-Mundial, 1916: 515). Según confesó la propia artista a El Caballero Audaz, este fue uno de los mayores triunfos de su carrera:

―¿En qué sitio recuerda usted haber tenido mayor éxito?
―En Lisboa. La empresa tenía la costumbre de ir a esperar a los artistas que contrataba. Llegamos mi marío y yo, y nos extrañó que nadie saliera a recibirnos. Por fin, mi hombre, que era un poco nervioso, se dirigió a los caballeros que había en el andén y les preguntó si ellos eran los empresarios. Dijeron que sí. Me presentó a ellos. Y al verme tan fea y tan poquita cosa, no pudieron disimular su gesto, como diciendo: ‘¿Pero por este esperpento vamos a dar cincuenta duros diarios, después de haberle anticipao ocho mil reales?’ A los pocos días, después del éxito que tuve, andaban casi de rodillas detrás de mí para que aceptara un contrato por dos meses al precio que yo quisiera… (Carretero Novillo, 1948: 147).

El guitarrista Ramón Montoya

El guitarrista Ramón Montoya

En mayo de 1919 encontramos a Gabrielita de nuevo en Madrid, actuando en el music hall Kursaal de la Magdalena junto a “Mate, excéntrico sin pies, y Román, insuperable bailador” (El Liberal, 1919: 4), entre otros artistas. En esa misma época es cuando la sitúa Blas Vega en el Café de la Encomienda, entonces regentado por el guitarrista Ramón Montoya:

Por esos años, más o menos, y por breve tiempo, se hizo cargo del café Ramón Montoya. […] allí empezó de guitarrista su sobrino Carlos Montoya, cuando contaba dieciséis años, o sea hacia 1919. Y también una festera sevillana, Gabriela Clavijo ‘La Gabrielita’ que en su época fue muy conocida y celebrada. Era fea y chiquitilla, pero muy graciosa. Ramón fue un admirador suyo y la llevaba a todas las fiestas. En una de ellas, en el Palacio del Duque de Alba, dijo este:
Hombre Ramón cómo me traes este esperpento.
Cuando Ud. la vea cantar y bailar por chuflas ya me dirá. Y ya lo creo que gustó.
Ramón, ya me extrañaba de que tú me equivocaras (Blas Vega, 2006: 309-310).

El testimonio que nos ofrece Blas Vega reviste particular interés, ya que, salvo contadas excepciones, las hemerotecas no suelen ofrecer datos sobre la programación de los cafés cantantes ni sobre las fiestas privadas.

Aventura europea con los Ballets Rusos de Diaghilev

Es más que probable que Gabriela Clavijo se encontrase todavía en Madrid en la primavera de 1921, cuando los Ballets Rusos actuaron por dos semanas en el Teatro Real. Durante su estancia en España, coincidiendo con la Semana Santa y la Feria de Abril, el empresario de la compañía, Sergei Diaghilev, viajó a Sevilla junto a algunos de sus colaboradores y aprovechó para visitar cada noche los locales en los que se ofrecían espectáculos flamencos. Fue así como le surgió la idea de crear un nuevo montaje, denominado Cuadro Flamenco, que consistiría en transportar uno de esos cuadros directamente desde el café cantante hasta el escenario de un teatro.

María de Albaicín (Foto de Rehbinder)

María de Albaicín (Foto de Rehbinder)

Emprendió entonces un proceso de selección de cantaores, bailaores y guitarristas en los cabarets sevillanos, donde entró en contacto con figuras tan destacadas como Juana la Macarrona, Antonio Ramírez o Manolo de Huelva, y también con la joven Pepita García Escudero ―a quien rebautizó como María de Albaicín―, que había debutado junto a Pastora Imperio en El amor brujo.

Cuando sus compromisos profesionales lo obligaron a abandonar la capital andaluza, Diaghilev delegó en su director comercial, Randolfo Barocchi, la tarea de formalizar las contrataciones, que no resultó nada sencilla, dado que “muchos de esos artistas no tenían la menor intención de firmar contratos ni de salir de España” (Kochno, 1970: 164), por lo que, después de muchas conversaciones, la compañía terminó formándose “al azar y en el último momento” (ibidem: 166). Antes de marcharse de nuestro país, el empresario realizó dos nuevos fichajes, que darían mucho que hablar en la escena europea:

En cuanto a los dos ‘fenómenos’ que causaron sensación en Cuadro Flamenco tanto en París como en Londres ―‘Mate el sin pies’, un mendigo sin piernas que usaba un cajón con ruedas para deambular por las calles de Sevilla parodiando el correr de los toros, y Gabrielita la del Garrotín, una enana y notable bailaora―, Diaghilev los había descubierto y contratado antes de dejar España (ibidem)*.

Habida cuenta de que en esas fechas Baltasar Mate se encontraba actuando en el Kursaal de la Magdalena, donde compartía cartel con artistas como Faíco y el Niño del Genil (La Libertad, 1921: 7), lo más probable es que la contratación de ambos bailaores se realizase en Madrid.

La Rubia de Jerez, Mate y María de Albaicín (La Esfera, 9-7-1921)

Representación de “Cuadro flamenco”, de los Ballets Rusos (La Esfera, 9-7-1921)

Los Ballets Rusos de Sergei Diaghilev debutaron el 17 de mayo de 1921 en el Théâtre Municipal de la Gaîté Lyrique de París. Allí ofrecieron siete funciones de gala con un programa en el que siempre estuvo presente Cuadro Flamenco, alternando cada noche con tres de los siguientes ballets: Oiseau de feu, Chout, Danses du Prince Igor, Tricorne, Parade, Petrouchka y Sylphides.

El decorado del nuevo espectáculo, que representaba “un escenario dentro de otro con palcos en trampantojo a izquierda y derecha” (Richardson, 2007: 179), era obra de Pablo Picasso, que reutilizó un boceto anterior concebido para el ballet Pulcinella, de 1920. “Los trajes los diseñó según la vestimenta tradicional de los bailaores de flamenco” (Kochno, 1970: 166).

María de Albaicín era la artista principal del elenco, en el que también figuraban los bailaores Rojas, Tejero, Estampío y Mate ‘Sin Pies’; las bailaoras Gabrielita la del Garrotín y La Rubia de Jerez; los bailadores de jota aragonesa La López y El Moreno; los guitarristas Manuel Rodríguez ‘El Sevillano’ y Manuel Martell; y la cantaora Antonia García ‘La Minerita’. La obra se componía de los siguientes números:

1.- La Malagueña, cantada por La Minerita.
2.- Tango Gitano, bailado por Rojas y El Tejero.
3.- La Farruca, bailada por María de Albaicín.
4.- Alegría, bailada por Estampío.
5.- Alegría, bailada por la Rubia de Jerez.
6.- Garrotín Grotesco, bailado por La Rubia de Jerez, María de Albaicín y Mate Sin Pies.
7.- Garrotín Cómico, bailado por La Gabrielita del Garrotín.
8.- La Jota Aragonesa, bailada por La López y El Moreno (Brunoff, 1922: 180).

La Rubia de Jerez, Mate Sin Pies y María de Albaicín en 'Cuadro Flamenco' (The Sketch, 15-6-1921)

La Rubia de Jerez, Mate Sin Pies y María de Albaicín en ‘Cuadro Flamenco’ (The Sketch, 15-6-1921)

Desde su primera representación Cuadro Flamenco provocó en el público francés “un entusiasmo indescriptible” (Le Petit Parisien, 1921: 4). Así lo contó Pierre Deschamps (1921: 1) en el diario Le Gaulois:

Figúrense uno de esos pequeños cafés donde, sobre una tarima apenas tan grande como dos mesas yuxtapuestas, se agrupan las bailaoras y los cantaores o cantaoras y los guitarristas cuyos nombres están escritos con tiza sobre una pizarra negra; porque el dueño del cabaret no tiene los medios para imprimir los programas. Hay allí, sobre la tarima, unas diez personas. Las mujeres llevan mantones de colores, como no se ven en ninguna parte. Se eleva un ruido: un guitarrista, y una o dos mujeres esbozan el ritmo de una canción del país morisco, que los otros acompañan con las manos, mientras que los hombres marcan el ritmo con los pies. Y la bailaora y el bailaor comienzan a bailar, giran, dan vueltas, se caen y parecen exasperarse en una extraña coreografía.

Todo esto es el arte autóctono; la música tiene ese aire lánguido, nostálgico […]: es el Oriente.

Los cronistas galos alabaron el virtuosismo de los guitarristas, sintieron emociones contradictorias al escuchar el canto de la Minerita, con su “voz de un color verde abominable, brillante, modulada y que sube a alturas peligrosas” y su grito que “recuerda al de los vendedores de mariscos de Tolón” (P. S., 1921: 3); y disfrutaron con el baile de los distintos artistas, cada uno con su propia personalidad:

Estamos preparados para todo: para la distinción gitana de María de Albaicín, para el esperpento sabroso de La Gabrielita, para las provocaciones finas y afiladas de la Rubia de Jerez, para Rojas, para Tejero, para Estampío, bailarines bellos, precisos, musculosos, enérgicos y secos. No hay ninguno que no sea aceptado deliberadamente por nosotros, ni siquiera el penoso tullido llamado Mate el sin pies (ibidem).

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Gabrielita la del Garrotín (Shadowland, septiembre de 1921)

Sin embargo, quienes causaron un mayor impacto y acapararon gran parte de los elogios fueron María de Albaicín, con su elegancia y su belleza gitana, y Gabriela Clavijo, en quien muchos veían la encarnación de uno de esos personajes grotescos salidos de los pinceles de Goya. Reproducimos, a continuación, algunos de esos testimonios:

Me llamó particularmente la atención, en el Cuadro Flamenco, la seductora gitana María de Albaicín, la bailarina cómica Gabrielita, que sigue el ritmo con gran precisión hasta en sus invenciones más excéntricas (Laloy, 1921: 1).

Se sorprendían en la sala por la belleza de María de Albaicín, soberanamente morena, por las contorsiones de la Gabrielita del Garrotín… (J. B., 1921: 477).

María De Albaicín […], alta, esbelta, noble y morena hasta el absoluto, triunfa en esos bailes puramente populares donde los bailarines fluyen a gusto, en el ritmo perpetuo, por frenético o por seco que sea. Particularmente, yo he admirado también el baile grotesco, la Gabrielita del Garrotín que resucitaba algunas pinturas de Goya […] (Bernier, 1921: 9).

El Garrotín grotesco fue bailado sobre sus rodillas por Mate El Sin Pies y el Garrotín cómico, por la viejecita Gabrielita, que parecía haber escapado de un álbum de Goya. Todo terminó con una Sevillana general (G. de P., 1921: 4).

El esperpento tiene su parte ―un esperpento al estilo de Goya― con Mate, un torero sin pies que gira sobre sus muñones, y Gabrielita del Garrotín, una alucinante bailarina de burlesque.

Todos estos bailaores tienen un sentido del ritmo, una ciencia de las actitudes y un hieratismo innato que sorprenden y fascinan (Roland-Manuel, 1921: 3).

Hasta Pablo Picasso quedó tan “fascinado por [Mate Sin Pies] y su compañera, una bailarina enana llamada Gabrielita del Garrotín, que les organizó un simulacro de corrida de toros una noche en el patio del magnífico apartamento de [Coco] Chanel en el Faubourg Saint-Honoré” (Richardson, 2007: 179).

María de Albaicín (Eu sei tudo, septiembre de 1921)

María de Albaicín (Eu sei tudo, septiembre de 1921)

Referencias:

* La traducción de todos los textos extranjeros es mía.

Bernier, Jean (1921, mayo). “Ballets Russes – Quatorzième Saison”. Comoedia illustré, p. 397.

Blas Vega, José y Ríos Ruiz, Manuel (1988). Diccionario Enciclopédico Ilustrado del Flamenco, vols. I y II. Madrid: Cinterco.

Brunoff, Maurice et Jacques (eds.) (1922). Collection des plus beaux numéros de “Comoedia illustré” et des programmes consacrés aux ballets et galas russes depuis le début à Paris, 1909-1921. París: M. de Brunoff.

Carretero Novillo, José María [El Caballero Audaz] (1948). “La Gabriela”. Galería: mas de cien vidas extraordinarias contadas por sus protagonistas y comentadas por El Caballero Audaz, vol. 4. Madrid: Ediciones Caballero Audaz, p. 145-149.

Cine-Mundial (1916, octubre). “Salao Foz”, p. 515.

Deschamps, Pierre (1921, 7 de mayo). “Les Ballets russes à la Gaîté-Lyrique”. Le Gaulois, p. 1.

Eco Artístico (1917, 5 de mayo). “Teatro Bernabé”, p. 21.

Eco Artístico (1917, 15 de octubre). “Café Concert del Puerto”, p. 14.

Eco Artístico (1917, 25 de noviembre). “Café Regional”, p. 18.

G. de P. (1921, 7 de mayo). “Les Ballets Russes à la Gaîté-Lyrique”. Le Journal, p. 4.

J. B. (1921, 1 de junio). “Les Ballets Russes”. Comoedia Illustré, p. 477.

Kochno, Boris (1970). Diaghilev and the Ballets Russes. Nueva York: Harper & Row.

Laloy, Louis (1921, 19 de mayo). “L’Oiseau de feu – Chout ou le Bouffon – Cuadro flamenco – Danses du Prince Igor”. Comoedia, p. 1.

La Libertad (1921, 6 de abril). “Kursaal de la Magdalena”, p. 7.

Le Petit Parisien (1921, 19 de mayo). “Ballets Russes”, p. 4.

P. S. (1921, 20 de mayo). “Cuadro Flamenco”. Bonsoir, p. 3.

Richardson, John (2007). A life of Picasso. Nueva York: Alfred A. Knopf.

Roland-Manuel (1921, 23 de mayo). “Les Ballets russes à la Gaîté Lyrique: M. Prokofieff et ‘Chout’.- Le Cuadro Flamenco”. L’Éclair, p. 3.


Configuración del repertorio y la personalidad artística de Amalia Molina en la primera etapa del género de variedades* (I)

La cantaora, bailaora y cupletista Amalia Molina (1), que permaneció en activo hasta mediados de los años cincuenta del siglo XX, fue una de las grandes estrellas españolas de los escenarios de variedades. Nacida en Sevilla, donde aprendió desde pequeña el cante y el baile flamenco y de la Escuela Bolera, se trasladó a Madrid en 1904 en busca de nuevos horizontes profesionales.

Amalia Molina

Amalia Molina

Debutó en el Salón de Actualidades, en el que trabajó durante trece meses consecutivos y se convirtió en una de las primeras figuras del recién inaugurado género de varietés. Dan testimonio de ello autores como Álvaro Retana, quien afirma que «en 1905, las cuatro “estrellas” más refulgentes del género ínfimo eran Pastora Imperio, la Fornarina, Chelito y Amalia Molina, y en torno a ellas brillaban […] otros “asteroides” de menor cuantía» (Estampa, 9-7-1932: 43) (2).

Ese primer triunfo en Madrid supuso el despegue definitivo de una brillante y dilatada carrera, que transcurrió por teatros y salones de toda España, y adquirió dimensión internacional, con prolongadas giras por Europa, el norte de África y, principalmente, por América. Una trayectoria así, que va mucho más allá de un simple éxito pasajero, no puede deberse al azar, máxime en un contexto en el que la juventud y la belleza estaban entre las cualidades más valoradas en las artistas.

Nos proponemos, pues, desentrañar y analizar las claves que llevaron a Amalia Molina a alcanzar la gloria y a mantenerse durante años en lo más alto del escalafón. Ante la imposibilidad de abordar su medio siglo de trabajo sobre las tablas, nos centraremos en la que Álvaro Retana definió como edad antigua de las variedades, que coincide con la primera década del siglo XX (Ibidem).

Amalia Molina

Amalia Molina

1. Aprendizaje y formación artística

Amalia Molina nació en Sevilla el 28 de enero de 1885 (3). Aunque en su familia no existían artistas profesionales, se crio en un ambiente muy popular, en el que el flamenco y el folclore formaban parte de su día a día. Así lo reconocía la propia artista en una entrevista concedida en 1944 a Gil Gómez Bajuelo: «Mis ojillos vieron la lu primera en la casa más flamenca de Seviya, el Corral del Cristo, de la calle Pedro Migué» (ABC de Sevilla, 7-7-1944: 4). Según su biógrafo, García Carraffa, a ese lugar lo hicieron «célebre las fiestas y los bailes que en él se celebraban los domingos y a los que concurría un admirable, supremo y delicioso mujerío» (Cancionistas y bailarinas españolas. Amalia Molina, 1916: 15).

Allí comenzó Amalia un aprendizaje vivencial, inconsciente, en el que tuvo múltiples maestras, y entre ellas una muy especial:

—¿Y cómo se despertó en usted esa afición?

—De ver bailá a las mositas del barrio, y sobre too de vé bailá a mi madre, que lo hasía mu divinamente. A los siete años ya bailaba yo las sevillanas solo de habérselas visto bailá a ella. (García Carraffa, ibidem: 17)

En los años de su infancia asistió con asiduidad a las fiestas que tenían lugar cada semana en los corrales sevillanos –en el del Cristo, en el de Enciso…–, así como en la época del carnaval o las Cruces de Mayo. A decir de García Carraffa, la niña «no solo bailaba ya primorosamente; cantaba también con excelente estilo las sevillanas corraleras y otras canciones andaluzas» (ibidem: 20).

Fiesta en un corral de vecinos de Sevilla. CADF.

Además, siguiendo el ejemplo de su madre (4), a los ocho años cantó por primera vez saetas al paso de las procesiones de Semana Santa (ibidem: 21). Dadas las buenas dotes artísticas de la pequeña así como su gran afición, su familia le buscó un maestro con el que continuar su aprendizaje de un modo más formal: «en vista de lo apañá que yo era pa too lo flamenco, me fui a la academia de Joselito Castillo, el bailarín famoso, y a él me encomendé y él me enseñó a bailá» (Carretero Novillo, Nuevo Mundo, 23-3-1917: 16).

Continuó sus estudios con Ángel Pericet, gran maestro sevillano de la Escuela Bolera, que la hizo debutar en 1895 en el Teatro de la Alhambra de Madrid junto a una troupe infantil en la que también figuraba su sobrina Carmen Díaz Molina (5). El repertorio de la compañía incluía sevillanas, manchegas, malagueñas, peteneras, el baile inglés y el olé andaluz, entre otras danzas. Las crónicas periodísticas destacan la labor de la pequeña Amalia, que hizo «primores» ejecutando el Vito (Fray-Cirilo, La Rioja, 7-6-1895: 2) y «cantó con mucho estilo algunas coplas de malagueñas» (ibidem, 8-6-1895: 2).

A su regreso a Sevilla, continuó su formación con otro gran referente de la Escuela Bolera, el maestro José Otero, que décadas más tarde aún la recordaba como una de sus alumnas más sobresalientes: «para bailar con arreglo a escuela, ninguna artista como esa pimienta, que rabia y pica, llamada Amalia Molina. En eso no le gana a ella nadie» (Muñoz San Román, ABC de Sevilla, 22-2-1930: 6).

El Maestro Otero y su cuadro

El Maestro Otero y su cuadro de baile

A ese aprendizaje vivencial y al estudio con diferentes maestros hay que sumar la experiencia profesional en distintos cafés cantantes de Sevilla, tales como el Suizo, el Novedades o el Salón Filarmónico-Oriente. En el primero de ellos, durante la temporada de primavera de 1898, formó parte de un cuadro de bailes españoles y franceses dirigido por el maestro Bermúdez, en el que coincidió con bailarinas como Magdalena Bermúdez, Carmen Álvarez, Julia Domínguez o Isabel Fernández (6).

En 1902 se integró en el cuadro de baile bolero del Café Concierto Novedades, junto a la Loleta, la Bermúdez, Eloísa Díaz y Carmen Díaz, bajo la dirección del maestro Enrique Sánchez. El elenco flamenco de ese local estaba formado por «La Macarrona, La Malena, La Sordilla, La Melliza, La Roteña, La Trini, Rita Ortega, Enriqueta la Macaca, La Junquera, El Tiznao, y el guitarrista El Ecijano» (Blas Vega, Los cafés cantantes de Sevilla, 1987: 71), además de don Antonio Chacón, como figura principal.

En 1903 fue contratada para formar parte del cuadro bolero del Filarmónico, dirigido por el maestro Pericet. En este salón compartió cartel con Rita Ortega, Pepa de Oro, Antonio Ramírez, Juan Ríos y Juan Ganduya, Habichuela, entre otros artistas (ibidem: 55).

Carmen Díaz y el maestro Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Carmen Díaz y Enrique Sánchez (Comedias y comediantes, 1-11-1911)

Es indudable que el contacto diario con esas grandes figuras del cante y del baile también hubo de dejar un poso importante en la joven Amalia. De hecho, cuando años más tarde le preguntó El Caballero Audaz «¿Cuál ha sido su maestro de canto flamenco?», ella no dudó en responder: «¡Chacón!… Es el que más me gusta. Yo lloro oyendo cantá a Chacón… Juan Breva también se traía lo suyo» (Carretero Novillo, ibidem: 17).

NOTAS:

* Artículo publicado en Enclaves. Revista de Literatura, Música y Artes Escénicas, n.º 1, 2021, pp. 36-55. e-ISSN 2792-7350.

(1) Recientemente ha visto la luz la biografía Amalia Molina (1885-1956). Memoria de una universal artista sevillana (Ángeles Cruzado, Benilde, 2020), que realiza un seguimiento de la carrera artística de su protagonista a partir de un trabajo de investigación hemerográfica. A diferencia de la citada obra, este artículo no se queda en la crónica descriptiva, sino que va un paso más allá. Aborda con mayor profundidad el contexto y las influencias recibidas por Amalia Molina tras su llegada a Madrid para abrirse camino en el género de las variedades, y analiza el modo en que empezó a construir su repertorio y a crearse un estilo propio, al que permanecería fiel durante toda su vida.

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(2) En 1912, Amalia Molina seguía ocupando un puesto destacado en los rankings de estrellas de variedades, como en el que recoge Colirón en la revista Madrid Cómico: «De cuantas “estrellas” de “varietés” pisan las tablas, merecen únicamente especial mención, según mi humilde modo de pensar, las señoritas La Goya, Amalia Molina, Pastora Imperio, Consuelo Bello (Fornarina) y la Argentina» (12).

(3) Así consta en la página 253 del folio 45/2 de la Sección 1.ª del Registro Civil de Sevilla, acta de nacimiento n.º 102.

(4) Así lo refiere su biógrafo, a partir del testimonio de la propia artista. No obstante, esta ofrece algunos datos sobre su genealogía familiar que no concuerdan con los documentos oficiales, lo cual nos lleva a plantear la duda de si ese primer referente artístico se correspondía realmente con su madre (Teresa Jiménez, natural de Antella, Valencia) o con alguna de sus hermanas mayores, fruto del primer matrimonio de su padre, a las que Amalia nunca menciona.

(5) Completaban el elenco Pastora Sánchez, Manuel Martínez y Carmen Álvarez como primera bailarina (El Liberal, “Entre bastidores”a 4). El grupo pasó después al Teatro Príncipe Alfonso de Madrid y también actuó en otras ciudades, como Segovia, Palencia, Burgos o Logroño.

(6) Información contenida en el cartel del Café Suizo, del 15 de mayo de 1898. Archivo de prensa de Sevilla de José Luis Ortiz Nuevo.


Custodia Romero, la Venus gitana del baile flamenco (II)

Desde que fijara su residencia en Sevilla, en 1921, Custodia Romero desarrolla su actividad artística fundamentalmente en Andalucía. En noviembre de ese año se la puede ver en el Gran Teatro de Córdoba, que ofrece un programa de cine y varietés, y en los primeros meses de 1922 se anuncia en el Teatro Eslava de Jerez y en la Venta de Eritaña de Sevilla.

Custodia Romero (Mundo Gráfico, 25-6-1924). BNE

Custodia Romero (Mundo Gráfico, 25-6-1924). BNE

En primavera regresa a la ciudad califal, para actuar en el Salón Ramírez, y allí cosecha un “éxito resonante” con sus bailes gitanos, a los que imprime “un bello y especial estilo” (La Voz, 7-4-1922). Tanto es así, que la empresa le amplía el contrato y el crítico del diario La Voz, que firma como Amanto, cree ver en ella una reencarnación de la enorme Pastora Imperio:

“… y anoche vimos a Pastora en el Salón Ramírez, vimos a Pastora en la figura de Custodia Romero.
Es Custodia Romero artista de corazón y de sentimiento; pone en los números que interpreta el raudal emotivo de esa alma andaluza que se asoma a unos ojos con luces de sugestión y simpatía… Y baila como cumpliendo un rito en ofrenda al dios de un arte de amor y de pasiones.
Baila Custodia y enardece y apasiona; incita al amor y al dolor, como aquella Pastora que lo mismo nos hacía llorar que reír con sus canciones y sus bailes inimitables” (La Voz, 8-4-1922).

Un mes más tarde, durante su actuación en el Teatro de Variedades de Almería junto a la troupe Los Luxenti, la jienense vuelve a recibir grandes elogios: “Custodia Romero es una de las bailarinas más interesantes que hemos visto. Un arte muy sugestivo y muy personal en una belleza muy española, muy castizamente andaluza. El público la ovacionó grandemente y la obligó a repetir sus danzas” (Diario de Almería, 13-5-1922).

Custodia Romero (La Semana Gráfica, 29-7-1922). BNE.

Custodia Romero (La Semana Gráfica, 29-7-1922). BNE.

Ese verano, su imagen sale en portada de la revista sevillana La Semana Gráfica (29-7-1922) y su nombre se anuncia en los carteles del Teatro Alfonso XIII de Melilla. Durante los últimos meses del año, Custodia regresa en varias ocasiones al Salón Ramírez de Córdoba, donde aún resuenan sus recientes triunfos. En septiembre la artista, que “sabe dar al baile todo el prestigio y la agilidad de su maestría” (La Voz, 19-9-1922), muestra también sus buenas dotes vocales en el número “’Tranvías sevillanos‘, en el cual realiza el baile acompañándose con unas canciones” (La Voz, 4-10-1922).

Tras presentarse en el Salón Imperial (1) y en el Teatro Cervantes de Sevilla, y participar en un festival a beneficio de la Hermandad de la Soledad, la bailaora despide el año en la ciudad de la Mezquita, donde despierta auténtica devoción y “al público del Salón Ramírez […] no le falta ya cuando sale ella más que arrodillarse” (La Voz, 2-1-1923). Allí recibe cada noche “un cataclismo de olés y palmas” (ibídem) y la crítica vuelve a compararla con la gran Pastora.

“La ‘cañí’ bailadora Custodia Romero sigue llenando ella sola el cartel y la sala de este salón.
Custodia es de las que ‘entran pocas’ en temporada, y de lo poco puro que en su género pisa las tablas.
Anoche hizo una ‘España clásica‘ y una ‘Farruca torera‘, ‘pa chillarle’; y cantó ‘Alfarera cartujana‘, que era una gloria de ‘sandunguera gracia’.
Custodia Romero llegará al absoluto dominio de la canción, porque tiene talento, […] pero no le haría falta más que bailar, como ya baila, para ser la primera, y más y mejor…” (La Voz, 28-12-1922).

Representación de "El Niño de Oro" (ABC, 26-10-1922). Archivo ABC.

Representación de “El Niño de Oro” en el Teatro de la Comedia de Madrid (ABC, 26-10-1922). Archivo ABC.

En mayo de 1923, la artista linarense debuta en el Teatro de la Comedia de Madrid, donde lleva meses representándose con gran éxito la comedia “El Niño de Oro”, de José María Granada. Acompañada a la guitarra por Ramón Montoya, la bailaora interviene en la zambra incluida en el segundo acto. El empresario de este coliseo, Tirso Escudero, la bautiza con el nombre artístico que la acompañará durante el resto de su carrera (2):

Custodia Romero, conocida en su tierra de Sevilla por la ‘Venus de Bronce’, es verdaderamente una escultura venusta, animada por el fuego artístico de las danzas gitanas.
Cañí de pura cepa, joven y bonita, se mueve y gira sin perder un momento […] el ritmo, la línea y la gracia que ennoblecen e idealizan la sensibilidad característica de estos bailes.
Custodia Romero es una ‘bailaora’ fina y sugestiva, a la que el público habitual de la Comedia, selecto y exigente, celebra y aplaude todas las noches” (El Imparcial, 9-5-1923).

Una vez concluida su actuación en “El Niño de Oro”, Custodia sigue cosechando éxitos en el Teatro Maravillas de Madrid, junto a un elenco de lujo, en el que destaca la cupletista Raquel Meller, otra de las grandes estrellas del género de varietés. Durante los meses de verano, la artista emprende “una magnífica ‘tournée’ por provincias, obteniendo grandes éxitos, especialmente con ‘La farruca gitana’, del maestro Boronat y Montoya” (La Correspondencia de España, 6-7-1923).

En el mes de agosto, la Venus de Bronce debuta en el Teatro Antonio Vico de Jerez, que ofrece un programa de cine y varietés. Desde el primer momento, Custodia se revela como “una bailarina de personalidad propia” (El Guadalete, 8-8-1923), a quien el público no se cansa de aplaudir. Llama especialmente la atención su interpretación del Fandanguillo de Almería.

Ramón Montoya

Ramón Montoya

Durante los once días que la bailaora permanece en cartel, van pasando por la Alameda de Fortún de Torres artistas como la cancionista Aurora Morilla, el cantaor Niño de Medina acompañado a la guitarra por Javier Molina, o el bailaor Antonio Ramírez, que ejecuta algunos números a dúo con la Venus de Bronce, “bailarina con honores de eminencia” (El Guadalete, 18-8-1923):

“Bailó primero solo, acompañado a la guitarra por el notabilísimo Javier y luego con Custodia Romero, esa chiquilla que, si como bailarina ‘bien’ es una notabilidad estupenda, en el arte de Faraón no puede ser más colosal. El éxito más franco premió la labor de esta notable pareja, a la que el público hizo repetir varios números más de arte cañí…” (El Guadalete, 14-8-1923).

La zambra gitana protagonizada por ambos, con la guitarra de Javier Molina, hace colgar el cartel de ‘No hay billetes’, ya que “difícilmente se podrá reunir en Jerez nuevamente un cuadro de artistas tan completo” (El Guadalete, 16-8-1923).

Durante el otoño de 1923, la Venus de Bronce vuelve a reencontrarse con sus admiradores cordobeses en el Salón Ramírez, donde recibe clamorosas ovaciones, sobre todo en su famoso fandanguillo. También se deja ver en la Isla de San Fernando y Sanlúcar de Barrameda; y, a su regreso a Sevilla, cautiva con su baile a Joaquín Romero Murube, que le dedica una entrega de sus “Prosarios”:

“A Custodia Romero.- Custodia. Por tu nombre sagrado y por tu danza maga, ese prosario de hoy que quisiera tener el ritmo de tus brazos, cuando los eleva el aire, como para aprehender la gracia de nuestro sol” (El Liberal de Sevilla, 18-12-1923).

Custodia Romero en el Fandanguillo de Almería (El Noticiero Sevillano, 7-11-1924). Archivo de JLON.

Custodia Romero en el Fandanguillo de Almería (El Noticiero Sevillano, 7-11-1924). Archivo de JLON.

La bailaora recibe el nuevo año en Madrid, actuando en el Teatro Maravillas junto a un nutrido elenco de variedades. En los primeros meses de 1924 también es requerida en el Teatro de la Comedia y en ciudades como Guadalajara o Albacete, y se convierte en la imagen publicitaria de productos cosméticos, como los polvos de arroz ‘Freya’ (ABC, 10-2-1924).

Asimismo, la artista se presenta en el Teatro Eldorado de Barcelona, junto a las cupletistas La Goya, Cándida Suárez y Consuelo Hidalgo, ninguna de las cuales está dispuesta a salir antes que la “étoile Custodia Romero, preciosa morucha gitana que bailando es una sabrosa mixtura de Pastora y Argentina. ¡Vaya estilo! […] porque como delante de la Custodia no van más que pendones…” (Muchas Gracias, 8-3-1924).

En marzo de 1924, la compañía de Gregorio Martínez Sierra lleva a escena en el Teatro Eslava de Madrid la comedia “Castigo de Dios”, de Muñoz Seca y Pérez Fernández. El papel protagonista corre a cargo de la gran Catalina Bárcena. También figuran en el reparto Custodia Romero y María Esparza, que, además de hacer sus pinitos como actrices, triunfan con sus “bailes gitanos, garbosos y ágiles, castizos y nerviosos, limpia y artísticamente ejecutados” (Heraldo de Madrid, 12-3-1924), con el acompañamiento de guitarra del maestro Ángel Barrios.

La obra permanece más de cien noches en cartel. Para celebrar los éxitos de Custodia, en el mes de abril se ofrece en su honor un banquete íntimo en el restaurante Los Gabrieles, al que asisten empresarios, músicos y autores.

“El homenaje se convirtió de sobremesa en típica fiesta andaluza, con el concurso de afamados cantadores y guitarristas; y la agasajada, para testimoniar su agradecimiento, correspondió a sus admiradores obsequiándoles con lo más castizo de su repertorio, de tan inconfundible sabor plástico” (El Imparcial, 6-4-1924).


NOTAS:
(1) En el Salón Imperial de Sevilla, Custodia comparte cartel con la bailarina Anita Delgado (El Noticiero Sevillano, 10-11-1922).
(2) “Cuando Custodia Romero debutó en el teatro de la Comedia de Madrid, en abril de 1923, Tirso Escudero, admirado ante el prodigio de su carne, digna de la edad heroica, la llamó con un nombre que luego había de ser el oriflama de su arte: La Venus de Bronce” (Agustín Iniesta, El Liberal de Murcia, 19-12-1925).


Su Majestad, Pastora Imperio (II): Consagración

En marzo de 1909, acompañada por sus padres y su hermano, la Bella Imperio desembarca en el puerto de Cádiz procedente de La Habana. Uno de sus primeros compromisos profesionales la espera en Sevilla: un festival a beneficio de la Asociación de la Prensa que se celebra en el Teatro del Duque y en el que también participan las tiples Julita Fons y Teresa Bordás, y la bailaora Antonia Mercé ‘la Argentina’.

Pastora Imperio (La Hoja de Parra, 17-6-1911)

Pastora Imperio (La Hoja de Parra, 17-6-1911)

La hija de la Mejorana, “que reúne en su expresión, su gesto y su danzar la quinta esencia del flamenquismo fino”, sella con un gran triunfo el reencuentro con su público:

“De ver era aquel cuerpo flexible en las difíciles contorsiones del garrotín y la farruca, y era de ver la expresión y justeza con que la Imperio, con rítmico compás, golpeaba el tablado, bailaba a la guitarra y sus labios y ojos se expresaban en un lenguaje harto elocuente.
Aplaudidísima fue Pastora y el público la hizo salir no pocas veces a escena al terminar el espectáculo” (El Liberal de Sevilla, 17-4-1909).

Después vuelve a la carretera. Recorre España de sur a norte, recibe el nuevo año actuando en Lisboa y estrena la temporada de primavera en el Petit Palais de Madrid, donde el respetable la hace “repetir infinidad de veces sus clásicos e inimitables bailes, sobre todo la ‘farruca’ y ‘garrotín’, en los que obtiene todas las noches un verdadero triunfo” (Eco Artístico, 5-5-1910).

En septiembre de 1910 Pastora realiza una tournée por las Islas Canarias junto a su hermano y fiel guitarrista Víctor Rojas, y el bailaor jerezano Antonio Ramírez. La sevillana conquista al auditorio con algunos de sus números más emblemáticos: se presenta en escena ataviada con un capote de paseo, montera en mano, mientras suenan los acordes del pasodoble ‘La Giralda’; baila después “con irreprochable gusto Los panaderos, un Garrotín cantado y otro escrito expresamente para baile”, e interpreta el tango de Los lunares “con exquisito estilo y picaresca intención” (El Progreso, 23-9-1910).

Pastora Imperio (La Hoja de Parra, 6-4-1912)

Pastora Imperio (La Hoja de Parra, 6-4-1912)

Asimismo, llaman mucho la atención, por su originalidad, la Danza oriental y los bailes ejecutados a dúo con Ramírez: una farruca con acompañamiento de guitarra y la coreografía ‘El Gitanillo’ (1), con cante y música de orquesta, en la que Pastora luce el traje de hombre.

Una vez cumplidos sus compromisos insulares, la Imperio regresa a tierras andaluzas y, pocos meses más tarde, su nombre salta al primer plano de la actualidad por un asunto que nada tiene que ver con su arte. El 8 de febrero de 1911, después de quince noches de triunfos y sin previo aviso, la bailaora no se presenta en el Teatro Lloréns de Sevilla, para disgusto del público y de la empresa, que se ve obligada a suspender la sesión.

Comienzan las especulaciones, que hacen correr ríos de tinta. Pastora se ha fugado con el torero Rafael Gómez ‘el Gallo’ y ambos se han instalado en el Hotel Inglés de Madrid. Se confirma así el rumor de una relación amorosa entre ellos, que había sido lanzado en 1909 por la prensa mexicana, cuando ambos coincidieron por motivos de trabajo en aquel país.

El romance termina en boda, que se celebra el 20 de febrero en la Iglesia de San Sebastián de la Villa y Corte ante una treintena de amigos y familiares. Actúan como padrinos el torero Enrique Vargas, ‘Minuto’, y la madre de la novia, Rosario Monje ‘la Mejorana’, que ha viajado desde Sevilla en compañía de su hijo Víctor. La fotografía del enlace sale en portada del diario ABC e incluso algunos medios extranjeros se hacen eco de la noticia.

Excelsior (París), 25-2-1911

Excelsior (París), 25-2-1911

Pastora y Rafael se instalan en la Calle Santa Ana de Sevilla, en una casa contigua al domicilio de la madre del diestro -la otrora estrella de los cafés cantantes Gabriela Ortega-, y la artista renuncia a su carrera profesional para dedicarse en cuerpo y alma a su marido.

Mas la felicidad de la pareja tiene los días contados. Se dan numerosas versiones sobre los motivos de la separación, pero casi todas apuntan al carácter difícil y los enfermizos celos del torero. La propia artista lo confirma semanas más tarde en una entrevista concedida al Duende de la Colegiata:

“Ya ve usted, a Bienvenida le gusta lucir (sic) su mujer, llevarla a paseo… ¡A Rafael, no! Y yo, ¡tan a gusto! ¿Lo quería él así? ¡Bueno! Entonces me dijo que íbamos a vivir con su familia y allá fuimos…
[…] sola con él hubiera sido muy feliz; pero ¡su familia!.. luego ¡él es tan extraño!… veía lo que no existió… una sombra que huye por la noche; una hembra que se escapa de día… ¡en fin!… Yo no sé si es la neurastenia o qué; pero ¡usted sabe que de mí no ha tenido nadie que decir nunca nada!, y sus celos…” (Heraldo de Madrid, 12-2-1912).

Antes de Navidad, la Imperio abandona el hogar conyugal y regresa al de su familia, que en esa época reside en la Calle Correduría. A finales de enero de 1912 fallece su padre y el 22 de marzo la artista reaparece en el Salón Imperial de Sevilla, que cuelga el cartel de no hay billetes.

Pastora Imperio durante su actuación en el Teatro Romea (Madrid Comico, 6-10-1912)

Pastora Imperio durante su actuación en el Teatro Romea (Madrid Cómico, 6-10-1912)

Ataviada con un traje de crespón negro sobre fondo rosa y envuelta en un blanco pañolón de Manila, Pastora sale a las tablas visiblemente emocionada y entona la canción “La pena, pena”, fiel reflejo su estado de ánimo. Después dice la buena ventura, baila el garrotín y ofrece otros números de su repertorio, entre los ensordecedores aplausos del respetable.

Tras los difíciles momentos vividos, la sevillana se refugia en el arte y retoma el intenso ritmo de trabajo que llevaba antes de retirarse, con un sinfín de actuaciones por toda la geografía peninsular.

En el mes de octubre, durante su exitosa temporada en el Teatro Romea de Madrid, acude cada noche al coliseo el ilustre escritor Jacinto Benavente, que expresa su admiración hacia la artista en un artículo que ha pasado a la historia:

Pastora Imperio […] es ella sola y es única. Y ¿qué hace este demonio de mujer?, preguntáis.
Pues canta y baila, y os apasiona, y os enloquece, y os hace llorar de admiración. ¿Es tan hermosa? Peor que hermosa […] Es mármol y es fuego. Yo diría que es la escultura de una hoguera. Su carne tiene ardores de eternidad y su cuerpo es como columna de santuario: palpitante y como incendiada al resplandor de fuegos sagrados. […]
Ve uno a Pastora Imperio y la vida se intensifica. […] Porque cuando ve uno a Pastora Imperio cree uno en Dios lo mismo que cuando lee a Shakespeare” (Diario de Alicante, 8-10-1912).

Elevada por Benavente a la categoría de artista de culto, la sevillana sigue conquistando a los públicos más selectos con su extenso repertorio de cante y baile, que continúa incrementándose con la incorporación de canciones como ‘La bailaora’, ‘La divina Pastora’, ‘El mocito de mi barrio’, ‘¡Viva Madrid!’, ‘La cascabelita’, ‘El chiquillo’ o el monólogo cantado ‘Vida errante’.

Pastora Imperio (La Mañana, 21-2-1913)

Pastora Imperio (La Mañana, 21-2-1913)

Entre sus novedades coreográficas cabe destacar el tango argentino, bailado con su hermano Víctor, que también la acompaña a la guitarra en uno de sus números más emblemáticos, el garrotín gitano. Así lo describe Diego Martín del Campo en un artículo titulado “La reina del baile”:

“Con un pañolito de talle cubriendo la garganta y el nacimiento del escote, tocada la cabeza con un sombrerillo flexible, […] Pastora, doblada la cintura en gracioso esguince, casi arrastrándose por el suelo, llega desde el fondo del escenario hasta la ‘concha’, golpeteando rítmicamente sus tacones con su maestría incomparable a tiempo que se acompaña con el desgarrado y chulón crotalear de sus dedos.
Ya en las candilejas, en un arranque como de vértigo, girando todo su cuerpo alrededor de los pies quietos y firmes que llevan en su taconear el compás de la música, se yergue triunfal, majestuosa, ofreciéndose […].
Los brazos […] describen alrededor de su cabeza, con una gracia peculiar, incopiable, sólo de ella, círculos que semejan cabalísticos conjuros de superstición. Y sus pies breves, alados, que se deslizan casi sin pisar el suelo, van bordando una por una en el tablado las notas de la música, con tal maestría, que diríase lleva una orquesta en el tacón Luis XV de sus zapatos pulidos.
Y llega la coda, el final. Ahora la música de la danza, es en trémolos rojos, desgarrados, tajantes. Pastora se revuelve, se agita, se contrae dislocada, como en el vértigo de una posesión demasiado intensa, y su cuerpo estatuario, que es un poema carnal, al cabrillear en la violencia de los movimientos las lentejuelas que bordan el traje, semeja una serpiente agonizante. […] Está genial, adorable, alucinante de hermosura en este vértigo final que es el baile, que es un loco desbordamiento de sensualidad” (El Radical, 2-3-1913).

La Argentinita, Carmen Flores y Pastora Imperio en la Fiesta del Sainete (Nuevo Mundo, 20-5-1912)

La Argentinita, Carmen Flores y Pastora Imperio en la Fiesta del Sainete (Nuevo Mundo, 20-5-1912)

La presencia de la Imperio es un valor seguro en cualquier evento que se precie, como la Fiesta del Sainete, que se celebra cada primavera en el Teatro Apolo de Madrid y que cuenta con la participación de grandes estrellas de variedades de la categoría de la propia Pastora, la Argentinita o las cupletistas la Goya y la Chelito (2).

Asimismo, la bailaora sevillana se vale de su gran popularidad para contribuir a distintas causas. Por ejemplo, en julio de 1912 organiza en Cádiz una función en favor de la Cofradía de Jesús Nazareno y en febrero del año siguiente ofrece en el Teatro Romea de Madrid un festival a beneficio la viuda e hijos del malogrado torero Dominguín.

NOTAS:
(1) Este número también se anuncia como ‘El Gitanet’ y en ocasiones es cantado y bailado en solitario por Pastora.
(2) En la edición de 1912, Pastora protagoniza el fin de fiesta junto a la Argentinita, la Chelito y Carmen Fernández; y en 1913, comparte cartel con la Argentinita, la Goya, la Chelito y Julita Fons.


Las Hermanas Mendaña, de La Isla a Barcelona (I)

Tras la elevación de José Monge Cruz a los altares del mito, el nombre de San Fernando sigue proyectándose en los más prestigiosos escenarios del mundo de la mano de una de sus artistas más universales, la insigne Sara Baras (1).

Mas la alumna aventajada de su madre Concha no es la primera bailaora cañaílla que sale de su tierra para ampliar horizontes profesionales. Un siglo antes que ella ya habían hecho las maletas María, Antonia, Carmen y Micaela Núñez Porras, más conocidas en el mundo del arte flamenco como las hermanas Mendaña.

Vista de San Fernando

Vista de San Fernando

Nacidas en La Isla entre las dos últimas décadas del siglo XIX, en 1904 tienen su domicilio en el número 21 de la Calle Antonio López (2), junto a sus padres y hermanos. No obstante, las cuatro hijas de Terpsícore (3) pronto empiezan a frecuentar otros ambientes y a codearse con la flor y nata del flamenco de la época.

Las Mendaña alzan el vuelo

La referencia periodística más antigua que hemos conseguido localizar data de 1912 y sitúa a la “sin rival pareja de bailes nacionales ‘Hermanas Mendaña’” en el Salón Victoria de Almería, junto a un nutrido grupo de artistas flamencos entre los que destacan los cantaores Niño de la Isla, Niño Medina y el mítico Juan Breva (El Popular, 10-8-1912). A partir del año siguiente ya se las puede ver anunciadas en la cartelera madrileña y, sobre todo, en la catalana.

En esa época de crisis de los cafés cantantes previa al boom de la ópera flamenca, el arte jondo encuentra un nuevo espacio de exhibición y expansión en los salones, cines y teatros de variedades, donde convive con el cuplé y con espectáculos de muy diverso tipo.

Así, por ejemplo, durante la primavera de 1913 las “gitanas Mendañas” actúan en el Cine Bello de Madrid (El Imparcial, 13-4-1913) y en el Teatro Alkázar de Barcelona. En este último local, Carmen, María y Antonia Núñez comparten escenario con artistas flamencos de primera fila:

“Hoy, lunes, MAGNÍFICO DEBUT DE UN GRAN CUADRO FLAMENCO […] formado por ONCE ARTISTAS ANDALUCES, NUEVOS EN BARCELONA de los que se distinguen:
MANUEL ESCACENA, célebre cantaor – CARMEN MENDAÑA, bailaora flamenca – MARÍA MENDAÑA, cantaora flamenca – JUANITO VALENCIA, bailaor flamenco, y las bellas artistas andaluzas: La Lucerito, Angelita Maldonado, Carmen Venegas, Antonia Mendaña, Angelita Escacena y Angelita Muñoz, dirigidas por el notable maestro guitarrista DON MARCIAL DE LARA” (El Diluvio, 2-6-1913).

Manuel Escacena

Manuel Escacena

En agosto de ese mismo año se presentan en el Antiguo Café de la Marina de la Villa y Corte las Hermanas Mendaña, que “son maestras en el couplet y en el baile” (Eco Artístico, 25-8-1913). Completan el elenco La Riojanita, el Trío Modelo, Luisa de Lerma, La Cotufera y las Hermanas Mignon, entre otras atracciones de variedades.

La espuma de la flamenquería

No obstante, el hecho de tomar parte en ese tipo de espectáculos y el explorar nuevas facetas artísticas tan en boga en aquel momento, como la del cuplé, no resta a las hermanas de San Fernando ni un ápice de flamencura. Buena prueba de ello es que en abril de 1914 se las puede ver en el Café Concert de Madrid, en un cuadro formado por La Antequerana, Salud Rodríguez, Ramón Montoya y El Estampío, entre otras figuras del arte jondo; y poco después comparten cartel en el Kursaal de Sevilla (4) con uno de los grandes ídolos flamencos de todos los tiempos, Manuel Torres (5).

En el otoño de 1916, las hermanas Mendaña, “que son dos primores en la escena” (La Información, 4-10-1916), vuelven a coincidir con el cantaor jerezano en el Teatro Lara de Málaga y en el Alhambra de Granada, donde se presentan junto a una compañía dirigida por la bailaora Julia Borrull, y en la que también figuran Juana la Macarrona, Antonio Ramírez, Miguel Borrull (padre e hijo) y Ángel Baeza.

Julia Borrull (Revista de Varietés, 10-6-1914)

Julia Borrull (Revista de Varietés, 10-6-1914)

Desde su debut en la capital malagueña, el 23 de septiembre, la troupe cosecha “ruidosas ovaciones” (El Popular, 26-10-1916) y se ve obligada a “repetir sus trabajos con la complacencia general” (La Unión Mercantil, 26-10-1916). No en vano, se trata de “verdaderas eminencias del cante jondo y del baile flamenco” (La Unión Mercantil, 24-9-1916), que ofrecen un espectáculo culto y distinguido, de “arte andaluz, en toda su pureza”, sin “chocarrerías de mal gusto” (La Publicidad, 5-10-1916).

“El espectáculo que ofrece la Borrull no es de ese flamenco empalagoso de jipíos y molestias a que nos tienen acostumbrados los bailadores y cantadores de café cantante; se trata según las referencias que tenemos de un espectáculo fino y culto, al que en Madrid y en Málaga han acudido la aristocracia y la buena sociedad…” (La Información, 4-10-1916).

Durante su actuación en Granada, la compañía ve reeditados sus éxitos. La prensa local dedica abundantes líneas a ensalzar los méritos de los artistas, que componen “un conjunto clásico, delicioso y delicado”, en el que, entre tantas estrellas, brillan con luz propia “las hermanas Mendaña, bailadoras bellísimas y más artistas que bellas” (La Publicidad, 5-10-1916).

“Un éxito formidable
Cuando el público, numerosísimo en las dos secciones, salía anoche del Teatro Alhambra, entusiasmado y satisfecho, comentando con sinceros elogios el debut del Cuadro Andaluz, un antiguo e inteligente aficionado pronunció una frase que resume perfectamente la opinión unánime de los espectadores:
-Es la plana mayor del género.
Indudablemente, los artistas que actuaron son lo más distinguido, refinado, selecto, del cante y el baile andaluces.
Cuando los bailadores aparecieron y La Macarrona inició aquellas danzas sugestivas y maravillosas, se levantó en la sala un murmullo de admiración, que no tardó en traducirse en continuas ovaciones.
Las hermanas Mendaña, bailadoras notables, fueron también muy aplaudidas […]” (La Publicidad, 6-10-1916).

Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

Villa Rosa (Archivo Historico de Barcelona)

Un mes más tarde, se anuncia en el Café Villa Rosa de Barcelona, propiedad de la Miguel Borrull, un “extraordinario cuadro andaluz compuesto de los mejores artistas de Sevilla, entre los cuales figuran el notable cantador Niño Torres, la célebre cantadora La Antequerana, la inimitable bailarina La Macarrona y las monísimas bailadoras Hermanas Mendañas” (El Diluvio, 9-11-1916).

Desde esa época, el nombre de las Núñez Porras aparece casi indisolublemente unido al de la Ciudad Condal, donde terminan instalándose, y al de los Borrull. De hecho, en 1924 Antonia contrae matrimonio con el patriarca de la saga (6) y las cuatro hermanas actúan con asiduidad en el tablao familiar.

NOTAS:
(1) Aunque nació en Cádiz capital, la bailaora está muy vinculada a San Fernando, de donde es oriunda su madre, Concha Baras, y en cuya escuela comenzó a formarse como artista.

(2) Así consta en el Padrón Municipal de ese año, en el que aparecen inscritos los padres -Diego Núñez Fernández, natural de Chiclana, y Carmen Porras Fernández, de San Fernando- y sus hijos Antonio, Alfonso, María, Antonia, Carmen y Micaela, nacidos lo seis entre 1884 y 1894.

(3) En realidad sólo tres de las hermanas -Antonia, Carmen y Micaela- se dedican al baile. María es cantaora.

(4) Según Gonzalo Rojo, es durante su estancia en la capital hispalense -actuando en el Café Novedades- cuando Carmen Núñez conoce al que será su marido, Joaquín Vargas ‘el Cojo de Málaga’. Cfr. Rojo, G., Cantaores Malagueños: pinceladas flamencas (1850-1950), Benalmádena, 1987.
La pareja se une en matrimonio el 14 de enero de 1923 en la Iglesia de Omnium Sanctorum de Sevilla. Ninguno de los contrayentes firma el acta, por no saber hacerlo.

(5) En el mencionado local, al que se accede por las calles Sierpes, San Acasio y O’Donnell, las Mendaña y el Niño de Jerez comparten cartel con el cuadro coreográfico francés Tinqueise Defleurs, con Zaza y Mari, y su creación del tango argentino, y con Los Gitanillos (El Noticiero Sevillano, 17-4-1914; El Liberal de Sevilla, 20 y 22-4-1914).

(6) Antonia Núñez Porras y Miguel Borrull Castelló se casan en la Parroquia de Nuestra Señora de Belén de Barcelona el 6 de octubre de 1924. El guitarrista fallece en febrero de 1926.