A Ana y Javi
En diciembre de 1881 llega a Huelva capital la bailaora Trinidad Huertas, ‘La Cuenca’, convertida en estrella de fama internacional, tras los éxitos cosechados durante su gira europea de 1880. No es extraño, pues, que los dos cafés cantantes de la ciudad entraran en una pugna por hacerse con los servicios de la malagueña, a pesar de su elevado caché:

Trinidad Cuenca, en La Habana (Achivo INAH, México; cortesía de Alberto R. Peñafuerte)
“No es fácil describir la lucha titánica que han sostenido los dos cafés cantantes de la población para saber quién había de llevarse a la célebre bailadora flamenca Trinidad Cuenca que, desde primero de mes, se encuentra en Huelva alojada en el ‘Hostal Ricca‘, sin que todavía haya hecho su presentación al público.
El dueño del café de la Calzada recurría estos días a las autoridades alegando que tenía un contrato hecho con la simpática bailarina.
Decía Quintero que la tenía contratada en seis duros diarios, gastos de viaje de venida y vuelta, servicio diario de carruaje, doce reales diarios al representante que la acompaña, y una participación en las ganancias del establecimiento.
Decía Juan de Dios que él la tenía hechas mejores proposiciones y que tenía con ella anteriores y más fuertes compromisos.
No sabemos en qué término esta cuestión se haya resuelto, pero podemos decir que, según noticias que creemos fidedignas, esta noche hará su debut en el ‘Café de la Alegría‘ (Carretera) el cual al cambiar de local, cambiará también de nombre y se llamará de la ‘Concepción’, por la misma razón, sin duda, porque Farelo ha bautizado su taberna con el título ‘El Progreso'” (La Provincia, 8-12-1881).

Trinidad Cuenca (Foto de Antonio Esplugas, ANC)
Efectivamente, el día 11 de diciembre la malagueña se presenta en un Café de la Alegría abarrotado… Tan grande es la afición al flamenco del público onubense. De hecho, el cronista no consigue acceder al local durante la actuación de la Cuenca y debe conformarse con el testimonio de quienes sí han tenido la suerte de contemplarla: ¡Una auténtica locura!
“Nunca podíamos nosotros figurarnos que aquí se escondía tanta afición a lo flamenco. Cuando se abrieron los primeros cafés cantantes y los vimos llenos de gente, dijimos:
-¡La novedad!; pasados quince días empezará el público a aburrirse y estos establecimientos se verán concurridos poco más o menos como todos los demás.
¡Pero cá!; conforme el tiempo transcurre, lejos de apagarse el entusiasmo, parece que arde con más vigor.
Ayer se inauguró el nuevo local del café La Alegría, y aunque es muy espacioso, no se podía entrar en él. Nosotros que por razón de nuestro oficio debemos ir a todas partes y verlo todo (todo lo que sea visible se entiende) para dar cuenta al público de las novedades y satisfacer en lo posible su curiosidad, tomamos a las nueve de la noche el camino del nuevo establecimiento, pero tuvimos que volvernos sin poder satisfacer nuestro deseo. Es decir, que ni pudimos llegar a las puertas del edificio, porque la gente lo impedía; por bocas de algunos individuos que se hallaban en las mismas circunstancias que nosotros, supimos que dentro del establecimiento había aún más gente de la que cabía y que para evitar la aglomeración excesiva y la confusión y los disgustos que esto pudiera ocasionar, se había tomado la precaución de cerrar las puertas. Dimos, pues, la vuelta y no volvimos al cantante hasta después de las doce. Ya estaban las puertas abiertas; ya no había gente en los alrededores; pero por dentro no se cabía; no había una silla desocupada y mucha gente estaba de pie.
El local es muy espacioso; lo constituyen dos grandes salones formando escuadra y en el ángulo se levanta el tablado para cantaores, bailaores y guitarreros. El personal de artistas de todos los géneros, masculino, femenino y epicéneo, asciende a 14 individuos.
En el hueco que dejan los dos salones para constituir un cuadro, están las cocinas y demás dependencias reservadas, y los cuartitos que están sin terminar, y que no sabemos si se destinarán a vestuario, o a la gente que quiera estar reservadas.
No pudimos ver a la Trinidad Cuenca, pues cuando llegamos había ya terminado; pero los aficionados con quienes hablamos, nos hicieron de ella los más entusiastas elogios: ¡estaban locos!” (La Provincia, 12-12-1881).

La Parrala (Foto de Antonio Esplugas, ANC)
Es tan grande el furor que causa lo flamenco en la capital onubense, que ya hay quien no concibe salir a divertirse si no es con su mijita de juerga:
“Por supuesto que este entusiasmo flamenco que se ha desarrollado trae descontentos a todos los dueños de tabernas y demás establecimientos afines, porque ya nadie toma una caña como no le canten una soleá, ni se sirve una cena como no sea con jaleo, y discurriendo están todos la manera de tener un poquito de cante y su miajita de baile; pues ni la manzanilla de más fama atrae ya al público por sí sola.
Nuestro amigo el Sr. Jiménez, que tantas veces se ha lamentado con nosotros al ver su teatro vacío, ahí tiene la manera de llenarlo. Si cuando forma compañía en lugar de traer a la Ruiz, y a Tamayo o a la Trillo, trajera a Silverio, a la Parrala y a la Gabriela, otro gallo le cantara” (La Provincia, 12-12-1881).
Francisco comentó:
Como La Cuenca era muy torera te voy a escribí en término taurino.
Vaya faena que ha hecho, para sacarte en hombro por la puerta grande.
Ángeles Cruzado comentó:
Gracias, Paco. Saludos.
José Luis Moreno-Ruiz comentó:
Tú sí que la lías con cada una de tus crónicas maravillosas.
Ángeles Cruzado comentó:
Gracias, querido José Luis. Es un placer volver a verte por aquí 😉